El Pasquín de Natagaima, Tolima había anunciado la muerte de su padre. Una bala y un asesino bastaron para arrebatárselo. A partir de entonces, el camino de seguir sin aquel que le había enseñado a dar sus primeros pasos, fue lo único que le quedó.
Una reflexión sobre el culto enfermizo que hemos construido como sociedad al enaltecer la superación personal a toda costa: humillaciones y sobreexplotación como signo de disciplina.