Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Sandino, de impuesto a impuesto

Observar y analizar datos en un Excel. Eso es lo que realiza Marlon Echeverría diariamente, un contador proveniente de un pequeño pueblo de Santander.

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con el profesor David Mayorga.

Marlon Sandino Echeverría nació en Cubará, Boyacá, hace 34 años; sin embargo, como a muchos colombianos, la guerra lo hizo dejar ese pintoresco y colonial departamento, por lo que pasó la mayor parte de su vida en Concepción, Santander.

Es un hombre de 1.80 metros de estatura —aunque en su cédula dice lo contrario— y, para sorpresa de muchos, Sandino es su segundo nombre. No tiene el Moreno, el apellido de su padre; porque su madre no quiso que lo tuvieran ni él ni sus hermanos.

De los once hijos él es el único que tiene un pregrado. “Este fue uno de los problemas que yo tuve en la casa, por eso me fui tan temprano (a los quince años), porque mi mamá siempre era como nosotros no tenemos nada, nosotros somos pobresNo sé, de pronto ustedes son pobres, pero yo nunca lo sentí así, por eso tomé la decisión de estudiar”. Esa misma motivación y forma de ver el mundo es lo que lo empujó a seguir. Estaba cansado de que la gente le dijera que no iba a poder, que no lograría grandes cosas. Quería demostrarles a todos (incluida su madre) que por ser de un pueblo no era menos que nadie, que iba a alcanzar todo lo que se propusiera. Igualmente, es por esto que desde que comenzó a trabajar ha ayudado a seis de sus hermanos con sus estudios, ya sea con el colegio o con tecnologías. Quiere darles las oportunidades que en su momento no pudieron tener. 

Luego de graduarse del colegio, su madre lo acompañó a Pamplona, un pueblo en Norte de Santander que queda a tres horas de Concepción, a matricularse en Educación Física, Recreación y Deportes en la Universidad de Pamplona. El día pasó y ella se devolvió tranquila a su casa. Lo que nadie esperó es que, como todo un primíparo foráneo, Marlon se devolvería esa misma noche para su pueblo por miedo a quedarse solo.

Varios niños se reunieron en el pueblo. Todos estaban próximos a comenzar su primer semestre en la universidad, por lo que debían enviar sus papeles para la inscripción. En medio de las conversaciones y el ruido, una niña se le acercó: “Marlon, necesito los papales ya. Necesito que me lo entregue, ¿qué va a estudiar?”. Ni él mismo sabía qué era lo que quería; pero, como si de una revelación divina se tratase, a su mente vino la imagen de su profesora de Contabilidad en el colegio. Ella siempre le dijo que era muy bueno con los números y que debía estudiar Contaduría Pública y, aunque él se negó muchas veces, en ese preciso momento le pareció la mejor idea. “Y en eso me quedé, eso estudié y eso soy”dice Sandino entre risas. 

Siempre fue muy rumbero, desde los doce le gustaba ir a fiestas, solo que en Concepción todo era mucho más sano: no había alcohol y la rumba era básicamente bailar con los amigos. Cuando volvió a Pamplona todo cambió, fue imposible no sucumbir a un municipio conocido por sus fiestas y el desorden. Rumbeaba los jueves, viernes y sábados. No había ni un solo fin de semana en el que descansara. 

Faltando unos cuantos semestres para terminar la carrera, se cansó y decidió tomarse un descanso. Luego de seis meses en los que se quedó estático, su madre lo matriculó de nuevo en la universidad, pero esta vez no en la sede de Pamplona sino en la de Villa del Rosario –un municipio a diez minutos de Cúcuta–. Sin chistar empacó sus maletas e inició su viaje hasta la capital de Norte de Santander. 

Cuando estaba a punto de terminar la universidad nació Andrés, su hijo. Al inicio fue difícil, sobre todo porque nunca quiso ser padre, pero aunque no fue planeado, ese pequeño niño de ocho años es su adoración. 

Navarro Pérez y Asociados SAS fue la primera y única empresa en la que trabajó como empleado. Al principio era difícil por la cantidad de trabajo que debía realizar, ya que en más de una ocasión entraba a laborar a las seis de la mañana y salía a las siete de la mañana del otro día. Fue por momentos como esos por los que decidió independizarse. Estaba cansado de que su tiempo ya no fuera propio y, aunque actualmente sus horarios se deben acomodar a lo que necesiten las empresas, o incluso la DIAN, está seguro de que en un futuro no muy lejano podrá ir soltando responsabilidades a sus subordinados.

Hace cuatro años inició Silva & Sandino SAS, una asociación de contadores junto con Fernando Silva. Ambos se conocían desde antes, pero las interacciones eran mínimas hasta que un día se volvieron a encontrar. Estaban pasando por un mal momento en sus trabajos, Marlon estaba cansado de los horarios y Fernando se veía agobiado con su emprendimiento. Inicialmente su proyecto era un pequeño local de dulces en un centro comercial en Bucaramanga; sin embargo, con el tiempo se dieron cuenta de que, a pesar de que la contaduría requería un poco más de sacrificio, era la elección que les salía más rentable. Al principio fue muy difícil adaptarse, pero después de mucho trabajo han logrado sacar a flote su empresa. “Él antes era una persona de pronto un poco más insegura, le tenía miedo a enfrentarse pues como a la calle, a la gente, a la vida. Hoy en día, ya es una persona muy segura, ahora hay que atajarlo porque ya se le enfrenta a los empresarios, ya pide, ya cobra”, dice su socio. 

Lo más tedioso de su trabajo son las constantes actualizaciones que debe estudiar y conocer. Cada semana sale algo nuevo, ya sea un decreto o una reforma. Sin embargo, pese a los altos y los bajos, disfruta todo lo que viene con su labor. Le gusta trabajar, y mucho. “Yo siempre digo si yo tengo que escoger trabajo y quedarme en la casa, yo siempre voy a escoger el trabajo”. No cambiaría en donde está por nada en el mundo, y está supremamente orgulloso de lo que ha logrado hasta ahora. 

Cree que dentro de diez años van a crecer mucho más como empresa, tendrán más clientes y más empleados. Algo que tiene clarísimo es seguir siendo independiente, no quiere volver a ser empleado de nadie porque “el tiempo es de las demás personas, no es mi tiempo”. En la parte personal espera que Andrés se vaya a vivir con él, ya que siempre se lo dice cuando se ven los fines de semana. No está seguro de cómo será la convivencia porque ambos son muy temperamentales, pero piensa que se llevarán muy bien. 

Y aunque a simple vista es solo un contador, es mucho más que eso. Es un hombre que valora los pequeños momentos y a las personas que lo rodean, un hombre que daría todo para ayudar a su familia, alguien que trata de dar lo mejor de sí en cada cosa que hace, una de esas personas a las que le encanta conversar de lo que sea y en cualquier momento. Certero, directo, gracioso y noble. Ese es Marlon Sandino Echeverría. 


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