Facultad de Comunicación Social - Periodismo

La mascota del campo en el Congreso

El senador Alirio Barrera llegó a la Plaza de Bolívar montado sobre un caballo. Con él, trajo un mensaje a la Nación. Sin embargo, los colombianos sólo se quedaron con la imagen del jinete, no con el trasfondo de su acción.

Crónica realizada para la clase de Taller de Géneros Periodísticos (cuarto semestre, 2022-2), con el profesor Fernando Adrián Cárdenas Hernández. 

─ ¡Esto es un folclor ridículo! ¡Eso no es serio! ¡Eso no es orden! ─exclamó la senadora Angélica Lozano frente a su colega Alirio Barrera. 

Ambos congresistas estaban parados en una de las múltiples puertas del Congreso de la República rodeados de mucha gente, frente a las cámaras y micrófonos de los noticieros RCN y Red Más. Detrás de ellos, se podían ver las orejas de un animal. Eran de Pasaporte, un caballo, cuyo color se parecía al algodón que espera a ser recogido en el campo. Miraba dócil y curioso a su alrededor. Todo era tan nuevo para él, pero lo asimilaba con mucha calma. 

La gente lo observaba con sorpresa. No era por lo imponente, pues era un caballo muy corriente que no lograba rebasar la altura de los humanos. Mucho menos era de esas bestias de paso fino que maravillan con bailes. El asombro de quienes estuvieron en ese momento y de los colombianos al enterarse de la noticia no era para menos. Solo una vez en la historia había ingresado un caballo al Congreso, hace 200 años. Aquel equino fue Palomo, el fiel compañero de Simón Bolívar. Ironía o cosa bien planeada, ambos animales guardaban cierto parecido físico por su color.  

*** 

Roy Barreras, presidente del Congreso, fue quien le dio el papayazo a Alirio cuando apareció en pleno estrado con su perrita criolla, Covid. Ese 20 de septiembre anunció a todo el país que, a partir de la próxima semana, el Congreso sería un espacio pet-friendly. Dicha iniciativa fue presentada por la senadora animalista Andrea Padilla y había sido aprobada.  

Ya en la noche, Alirio reunió en la sala de su casa en Bogotá a su esposa, a su community manager y a su jefe de prensa. Con su característico semblante serio y su indeleble acento llanero dijo: 

─ Voy a hacer algo que no se puede filtrar. Voy a llevar mi caballo al Congreso.  

A Jorge, su jefe de prensa, le pareció una locura que estaba dispuesto a apoyar. La última ocurrencia que había hecho que Barrera destacara fue en marzo de este año cuando subió una foto donde aparecía sin camisa. Allí llevaba su característico sombrero llanero y exponía un torso y brazos fuertes. Aquello llamó la atención en redes sociales y lo favoreció por el impacto que tuvo la imagen, sobre todo en las mujeres, sus mejores votantes. 

Pero eso solo había sido cuestión de hacer que el político posara, tomar la foto y provocar el revuelo. Lo que propuso Alirio en su casa era insólito. El transporte desde Yopal hasta Bogotá ya corría por cuenta del senador. La parte más complicada sería mover al caballo por el centro de la capital sin dejar que se filtrara la noticia hasta el momento indicado y, sobre todo, que nadie le dañara su aparición. 

*** 

Mientras que Alirio atendía otros asuntos como si nada durante la semana, Jorge caminó dos horas por el centro para buscar un parqueadero adecuado para bajar al caballo. Hasta que encontró un parqueadero cerca al Santuario de Nuestra Señora del Carmen con un barranco perfecto para bajar al animal del camión.  

Como si se tratara de una escena donde se planea un asalto, Jorge imprimió un mapa del centro para trazar las rutas que tomarían Alirio y su mascota para no levantar ninguna sospecha entre las autoridades. Ya era muy extraño ver a un caballo en el centro histórico, la ciudad no era Cartagena para tener caballos andando en las calles. 

El día antes de la estelar aparición de Alirio, salieron de Yopal los dos mejores caballos que tenía en ese entonces: El Pinto y Pasaporte. No eran los más finos, sino los que más se entendían con Barrera cuando se montaba en ellos. Un viaje que duraría seis horas hasta la capital se extendió por mucho más tiempo para los animales, el conductor y los cuidadores. Esto porque hacían paradas de descanso para que los caballos se bajaran del amplio camión de estacas que contenía una cama especial para ellos. 

Cuando los caballos llegaron al parqueadero escogido, pudieron bajar perfectamente. Les dieron sus vitaminas y empezaron a ver cuál de los dos sería capaz de estar con Alirio frente a las cámaras según su fatiga. Las pocas personas que vieron a los equinos quedaron encantadas con El Pinto, un caballo alazán (de pelaje color canela). Parecía ser el indicado para llamar la atención de todos por su belleza. Aunque el congresista no pensaba lo mismo. 

─ Tráigame a la definición del llanero. Tráigame a Pasaporte ─ordenó a los hombres que transportaron a los animales. 

─ Jefe, no es por llevarle la contraria, pero mire: la gente está encantada con El Pinto ─interfirió Jorge al ver que hasta se tomaban fotos con el alazán.  

Fue en vano, Alirio ya estaba decidido por su fiel compañero de años. Jorge, que es oriundo de Bogotá y lleva trabajando con Alirio desde que fue gobernador, comenta admirado: 

─ Los llaneros tienen una intuición. Se entienden de una manera con el caballo que solo los llaneros pueden hacer. Estaba conectado con Pasaporte ese día. 

Aquel caballo criollo que apareció en distintos medios del país y el mundo llevaba muchos años con Josué Alirio Barrera. Le pertenecía a un amigo de él, apodado “Remache”. Pasaporte fue comprado a bajo precio, o como se dice vulgarmente, “a precio de salchicha”. No era uno de los más buenos y ni siquiera contaba con una pesebrera, por eso lo barato. Con los años, la criatura tomó más importancia en la vida de Barrera. 

─ Es el caballo en el que yo coleo, en el que salgo. Es mi amigo, mejor dicho. Me la paso con él ─cuenta Alirio. 

Tan pronto el senador terminó con sus citas del día, salió apresurado por la calle octava hasta llegar a un parqueadero cercano al edificio Murillo Toro donde habían ocultado a su amigo equino por una hora. A las tres en punto de la tarde lo ensilló. Mientras tanto, Jorge empezó a llamar a los medios de comunicación para esparcir la noticia y que todos llegaran rápido en medio del furor del hecho. 

Los cascos de Pasaporte llamaron la atención de los transeúntes. Alirio se veía aún más grande e imponente sobre el caballo. Ese día vestía su clásico sombrero y una ruana de hilos blancos, marrones y amarillos, la ropa clásica de un campesino. Muchos empezaron a andar alrededor del político para criticar su acto o por simplemente ser del Centro Democrático, pero cuando les explicaba el porqué del caballo, se alejaban. 

─ Ahí empezaron los 30 minutos más estresantes de mi vida ─ confiesa Jorge al recordar el tiempo que duró el recorrido de Pasaporte por el centro y el Congreso. 

El suelo que tiene el centro histórico de la capital es demasiado liso para un caballo que está acostumbrado a la tierra, a la mera trocha. Si Pasaporte daba un paso en falso o se estresaba por el ambiente, podía golpear a una persona y tanto Alirio como su equipo tendrían sus carreras acabadas por una odisea fallida. 

Empezó una nueva fase del plan que fue detallado minuto a minuto en la oficina del senador. El caballo tenía que pasar los filtros del edificio nuevo y antiguo del Congreso. El primero fue abierto por la misma gente y el segundo por un policía. Cuando el equino llegó hacia los detectores de metal que tiene el edificio antiguo había tres policías en su guardia. Al ver al caballo, cuenta Jorge, sus ojos se desorbitaron en confusión. Algunas personas empezaron a gritar “¡libertad!” para pullar a los oficiales y que dejaran entrar al dúo llanero. Ingresaron. Las reglas de ese nuevo espacio pet-friendly no limitaban qué animales no se podía llevar. 

Pasaporte hasta se paseó al lado de la sala de plenaria en un momento digno de una sátira, pues en ese momento se debatía el uso de animales en el trabajo. Aquel animal era un caballo de Troya que traía dentro de su pasarela un mensaje muy importante relacionado con la discusión que se desarrollaba en el Congreso que explica el senador Josué Alirio: 

─ Afuera hay una Colombia distinta. ¿Cómo van a querer ellos prohibir que se utilicen animales en el desarrollo de actividades si es una forma de vida de muchos territorios?  

El casanareño manifiesta que hay muchas necesidades en el campo, carecen de conectividad a partir de vías terciarias y hay falta de infraestructura. Quien antes fue gobernador de su departamento critica que quienes buscan prohibir eso lo hacen desde sus escritorios y desconocen las otras realidades que vive gran parte del país. 

Una paradoja. Al mismo tiempo que representantes y senadores buscan prohibir el uso de los animales, del principal medio de transporte y subsistencia para muchos, el Congreso pretendía reconocer al campesino como sujeto especial de derechos. Los congresistas sentados en el centro del país piensan que con unas consignas a favor del campesinado lograrán solucionar sus problemas. Hay una necesidad latente de plantear soluciones más centras y buenas alternativas para la gente que produce parte de la riqueza y alimento del país desde la tierra. 


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