Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Monólogo de una casa

‘’Rescátame del olvido’’, decía en su fachada cuando todos se habían ido.

Crónica fotográfica realizada para la clase de Taller de Convergencia (octavo semestre, 2020-1), con la profesora Mónica Parada Llanes. 

Antes de convertirse en alojamiento es siempre un espacio vulnerable del que se aprovecha todo el que vive. Vacas, perros, plantas y humanos, entre otros. Luego, el que se aprovecha es quién decide su destino.

Esta es la historia de mi casa, de tu casa, de la del vecino, de la de la abuela y la de cualquiera. De cuando sus ‘’dos patas’’ vinieron, la hicieron su familia y tuvieron que irse.

Extraño las vacas a pesar de que se comieran el cabello que protegía mi suelo y lo embadurnaran con sus heces. Al menos me acompañaban sin poner nada sobre mí. Nada más que su existencia.
El ‘’dos patas’’ que se cree más inteligente empezó a poner un montón de piedras sobre mí. Ahí mi suelo sufrió de alopecia causada, sentí frío. Así se quedó hasta que un día le pusieron un casco de ‘’cemento’’. Antes me quejé de las piedras, pero no sabía que serían mi forma y piel –blanca como la de ellos-. Las estaban organizando para acompañarme hasta hoy.
Una vez pusieron mi techo no se despegaron de mí y eso me ayudó a olvidarme de las vacas. Llegaron otros ‘’dos patas’’ iguales a los que me dieron forma, pero más pequeños e irritantes. No miento, disfrutaba de su risa. Ahí me sentía bonita porque la señora ‘’dos patas’’ me adornó con cabello en el techo, delante y detrás de mí. Era verde con risos de color lila.
Los dos mini ‘’dos patas’’ ya no eran tan mini y me caían mejor porque ya no me dañaban mi peinado. En cambio, los ‘’dos patas’’ grandes se hacían cada vez menos altos. Un día, el señor ‘’dos patas’’, el mismo que me cubrió del frío, me dio forma y piel, me dio familia y compañía, no se paró de su cama. El ruido de su tos retumbaba en mi interior. El resto de ‘’dos patas’’ lloraban y de pronto por la lluvia, en mi fachada escurrieron también gotas. Fue la última vez que lo sentí dentro de mí. Me asusta saber que no podré ir con ellos también algún día. No puedo no quedarme aquí para siempre.
Al menos seguíamos siendo la señora ‘’dos patas’’ y yo. Me quedé sin cabello porque ya nadie lo cuidaba. La señora "dos patas" disfrutaba de mi techo tomando el sol y yo de ella. Lloraba mucho porque de todos los ‘’dos patas’’ solo le quedó la ‘’sin patas’’. Los mini ya no la visitaban y yo más que nunca quería hablar. La señora ‘’dos patas" un día se fue a buscar al señor ‘’dos patas" o al menos eso decía entre sueños. Yo me parecía cada vez más a ella, con la única diferencia de que yo nunca pude ni podré moverme.
Extraño las vacas a pesar de que se comieran el cabello que protegía mi suelo y lo embadurnaran con sus heces. Al menos me acompañaban sin poner nada sobre mí. Nada más que su existencia.

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