Facultad de Comunicación Social - Periodismo

El deceso de los cines porno en Bogotá

El deceso de los cines porno en Bogotá

Reportaje realizado por Ana Lucía Suárez, para el Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre).

En la carrera séptima con calle 23, al frente del ahora deshabitado Centro Comercial Terraza Pasteur y al lado del nuevo edificio, en construcción, de oficinas del grupo empresarial Colpatria se encuentra uno de los últimos cinemas porno de Bogotá: el Teatro Esmeralda Pussycat, que después de 32 años de historia intenta sobrevivir en un mundo lleno de pornografía gratis y de fácil acceso.

Nada delata la presencia del cinema a simple vista, no cuenta con un cartel afuera del lugar que indique lo que es; a duras penas al entrar a la recepción se pueden ver el logo del cinema -la versión sexy de la caricatura de la Pantera Rosa, con mallas, una mirada sugestiva, un cigarrillo y un bastón en cada mano- y un tablero sin iluminación que muestra los pequeños y desgastados afiches promocionales de las películas que se pasarán en la pantalla del cine durante el día. Pasando la pantera sexy y los pósters promocionales se encuentra una pequeña rampa que lleva directamente a la taquilla, donde atiende una mujer de unos 50 años, y al lado de la taquilla está la entrada al cinema.

Después de intentar hablar con la mujer de la taquilla, ella me dice que no está autorizada a responder ninguna pregunta, que debo hablar con el celador, que es quien está encargado del teatro, así que entro al cinema y me encuentro con un hombre de unos 55 años, estatura promedio, calvo y de vestimenta casual, no precisamente de vigilante.

  • Buenas, ¿qué necesita?, dice.
  • Buenas tardes, necesito hablar con alguien que me pueda responder unas preguntas sobre el cinema.
  • Yo le puedo responder las preguntas, pero me da a mí lo de la boleta.

Luego dice que lo espere un momento, que ya vamos a su oficina para poder hablar. Mientras espero, observo las grandes pinturas de mujeres desnudas que adornan las paredes, algunos cuadros son de mujeres solas, mientras hay otros donde hay dos mujeres. A la izquierda están las escaleras para subir al segundo piso de la sala -sólo es para mujeres y parejas- y a las cabinas privadas, a la derecha se encuentra una vitrina donde se exhiben las películas en DVD que están a la venta y arriba de esta hay un pequeño televisor que permanece en ESPN. Al fondo se encuentra la entrada al primer piso de la sala -este es sólo para hombres-, al lado izquierdo hay una dulcería atendida por una mujer de unos 70 años y al frente de la dulcería están los baños que tienen letreros que dicen “Adán” para dar la bienvenida al baño de hombres y “Eva”, para el de mujeres; los baños están decorados con pinturas de desnudos de diferentes famosos como el actor John Travolta y la actriz Charlize Theron.

Cuando el hombre que se refiere asimismo como ‘Churrasco’ -porque cuando era joven era churro y ahora un asco- regresa, subimos por las escaleras a su oficina, la cual está ubicada al lado derecho de la entrada a la sala y al frente de las seis cabinas privadas individuales o para parejas. La oficina es muy pequeña y expone en las paredes alrededor de 500 VHS de películas porno, también cuenta con un escritorio que tiene encima el catálogo de las películas, ya que allí es donde atiende a los clientes que van para las cabinas y que pueden escoger la película que quieren ver. ‘Churrasco’ dice que prefiere no decir su nombre para no meterse en problemas porque ya “han dejado mal parado varias veces al teatro y prefiero no hacerme responsable”, afirma.

El Teatro Esmeralda Pussycat abrió sus puertas en 1986, antes era un Cine Colombia, pero cuando en 1982 empezó la ola de cines porno, con la apertura del Cinema El Olimpo, ellos decidieron unirse al negocio. “Por aquella época el cine porno era un muy buen negocio”, comenta ‘Churrasco’, quien lleva trabajando en ese mundo 30 años.

En los años 80 y 90, asegura, se podían llegar a vender hasta 2.000 boletas en un día, el cinema les vendía las películas a los moteles y la película más taquillera fue la francesa “Prostitución Clandestina”, que tuvo en los 90 varias funciones con gente haciendo filaafuera para verla. Actualmente, el cinema vende máximo 15 boletas en un día y los moteles ya no les compran porque ahora prefieren pagar por el paquete para adultos de la televisión por suscripción.

‘Churrasco’ ha visto la evolución del negocio desde los 80 debido a que su familia es dueña de los últimos dos cines porno de Bogotá: el Esmeralda Pussycat y el Cinema Novedades, ubicado en la calle 12 con carrera sexta, también en el centro de la ciudad. Además, en aquella época de éxito su familia fue dueña de otros dos cinemas. “Empezamos a invertir en esto cuando daba mucha plata, pero eso ahorita qué”, dice ‘Churrasco’ levantando las manos.

El negocio empezó a decaer cuando los DVD llegaron a Colombia a principios de este siglo, y luego terminó de caer con la masificación del Internet. En el 2017, Pornhub, uno de los portales de porno gratuitos más grandes del mundo, registró 81.000 millones de visitas al día, demostrando que la gente ya no tiene necesidad de ir a cinemas porno, ahora puede ver la película que escoja desde la privacidad de su casa y de forma gratuita. “La tecnología ha acabado con todo”, afirma ‘Churrasco’. Y es que actualmente el negocio está tan mal que sólo trabajan tres personas en el Esmeralda Pussycat: ‘Churrasco’, quien hace de celador y administrador; la mujer de la taquilla, que también trabaja en la administración, y la mujer de la dulcería, que también hace el aseo del teatro. “Este trabajo me tiene aburrido, no hay nada que hacer y nosotros pagamos más en impuestos que lo que ganamos”, dice ‘Churrasco’. El teatro, al igual que cualquier otro, debe cumplir con ciertas cláusulas ante el Ministerio de Cultura y debe pagar derechos por cada película, lo que incrementa los gastos de un negocio en decadencia

Después de hablar un rato, le pregunto a ‘Churrasco’ si me puede dar un tour por el lugar y él accede. Primero me muestra las cabinas, son seis pequeños espacios con una o dos sillas de plástico, con un viejo televisor al frente y una basura al lado. Después entramos a oscuras al segundo piso de la sala, la cual cuenta con alrededor de 100 sillas nuevas. ‘Churrasco’ menciona que a finales del 2017 cambiaron las 220 sillas de la sala y es más grande y espaciosa de lo que se pensaría. Luego me dice que me acerque a la baranda del balcón, allí se encuentra el videobeamque proyecta la película, cuando me asomo puedo ver el primer piso de la sala donde sólo se encuentra un cliente y veo la gran lona donde es proyectada la película. Cuando le pregunto a ‘Churrasco’ por los que todavía van al cinema, dice que entre los que entran están los curiosos y los cinéfilos a los que les gusta el porno, que la mayoría de personas que siguen yendo son hombres mayores o parejas gays y transexuales, gente que no puede llegar a tener la intimidad que quiere en su casa. “Yo sé diferenciar quién entra y porqué. Acá tenemos unos 10 o 15 clientes fijos que vienen 3 o 4 veces por semana”, dice ‘Churrasco’, quien también afirma que él deja entrar a cualquiera pero que se reserva el derecho de admisión cuando es un borracho o un “andrajoso”.

Actualmente, el Teatro Esmeralda Pussycat funciona de lunes a domingo; de lunes a sábado funciona de 11 de la mañana a 7 de la noche y los domingos y los festivos de 11 de la mañana a 6:30 de la tarde, la boleta cuesta $9.000 y al día se proyectan unas 5 películas de forma rotativa -el videobeam descansa 10 minutos entre cada película-.

A pesar de esto, ‘Churrasco’ le da al cinema un año más de existencia, como máximo. “Esto es un negocio en vía de extinción, nos sale más caro mantenerlo, los que quieran tienen que aprovechar esto mientras puedan”.

 


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