Facultad de Comunicación Social - Periodismo

¿El amor es para los valientes?

“En el amor y en la guerra todo se vale”, no obstante este sentimiento trae consigo grandes retos, entre ellos, superar el miedo a sentirlo.

Artículo realizado para la clase de Pensamiento crítico y argumentativo I (primer semestre, 2022-1), con el profesor Miguel Ángel Manrique.

El amor ahuyenta al miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley

En el relacionamiento humano y la manifestación de ciertos sentimientos, las sociedades se han encargado de clasificar erróneamente algunos de ellos, incluso llegando a considerarlos negativos. Suprimir estas sensaciones nos ha conducido a crear falsos imaginarios sobre la “perfección” sentimental y a evadirlas para encontrar paz o plenitud.

No obstante, la naturaleza de los hombres y las mujeres nos recuerda que estos sentimientos son esenciales, y en vez de buscar no sentirlos, debemos procurar equilibrarlos y entenderlos con responsabilidad. Un ejemplo de lo anterior es el “miedo a amar”. En esta significativa expresión, popularmente normalizada, se fusionan dos de las ideas emocionales más poderosas para los seres humanos: el miedo y el amor.

En un intento de definir el acto de amar es clave comprender que el amor es un concepto abstracto, sujeto a diversas interpretaciones. En este caso concreto, se puede pensar como la búsqueda del bienestar del otro; esto quiere decir que el amor pretende ofrecer estabilidad y aprendizajes que a su vez aportan al crecimiento personal. Según lo anterior, se entiende que en el amor debe haber un intercambio mutuo de experiencias que implican un acoplamiento a las formas de vida del otro. Por su parte, la Real Academia de la Lengua Española define el miedo como el “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. En otras palabras, es una sensación que limita e impide que dirijamos nuestra voluntad a perseguir aquello que anhelamos.

De esta manera, al hacer un paralelo de estas nociones encontramos que el miedo es una respuesta natural a sensaciones fuertes como el amor. Además, no solo se presenta en un sentido, pues el miedo se da en el acto de amar y de ser amado. Toda esta situación está relacionada con pensamientos enterrados en el inconsciente: “Si amo, seré lastimado”; “Si muestro mis emociones, seré rechazado”; “Si me entrego, me perderé en el camino”; “Yo no debo ser feliz”. A partir de ello, destaca la importancia del autoconocimiento; para amar y ser amados hay que reconocernos en nuestras múltiples facetas y entender que somos seres en un proceso de evolución; por tanto, la forma en la que nos percibimos a nosotros mismos influye en la forma en la que nos perciben los demás.

Uno de los aspectos más relevantes en la experiencia de amar es la aceptación de nuestras inseguridades y particularidades. Actuar para “encajar” o sentir para “agradar” son muestras de la falta de transparencia para con lo que somos y lo que esperamos de los demás. Este último aspecto desencadena expectativas y la creación de ideales en nuestras relaciones, negándole la posibilidad al otro de ser tal como es, sin someterlo a juicios de valor. Desde el núcleo familiar, a temprana edad, asimilamos que la convivencia humana es compleja y requiere de un entendimiento profundo de que las diferencias funcionan como retos para comprenderse mejor el uno al otro, bajo el principio de la confianza.

Por lo que se refiere al miedo a ser lastimado o a fracasar en el acto de amar, surge un interrogante: ¿Cómo amamos “bien”? Sabemos que el dolor es algo mal visto en la sociedad y todo lo que nos genera sufrimiento debería ser alejado. Sin embargo, este es uno de los mayores problemas al amar: limitarnos en la creencia de que sentir tristeza, abandono o miedo está mal. Si bien es cierto que el amor debería proporcionar estabilidad emocional, las sensaciones como las ya mencionadas no deben ser sinónimo de fracaso o lástima. Por el contrario, podrían ser un vehículo para mejorar nuestras relaciones e identificar aquellas que solo detienen nuestro proceso personal. Cabe aclarar que es necesario abrirnos a la posibilidad de amar y recoger de allí los aprendizajes necesarios para construir relaciones más sanas y funcionales.

En contraste, tenemos el miedo a la entrega excesiva o a otorgar el control emocional a otra persona. En este apartado, aparece el concepto de “dependencia” o de “amor no correspondido”. Para entenderlo, se puede afirmar que en el amor se necesita un deseo mutuo de aportar a un vínculo emocional que consienta el libre desarrollo de la personalidad. Tampoco es propositivo permanecer en una relación donde los esfuerzos y el interés que los unen vengan solo de una de las partes. Es crucial entender que el amor no puede ser forzado, por el contrario, debe ser un acuerdo que beneficie y fortalezca la autoestima.

Podemos decir que el amor y el miedo están inevitablemente presentes en nuestras relaciones cotidianas. Se manifiestan de maneras distintas, pero el miedo, visto como una supuesta sensación negativa, es vital para construir relaciones más certeras y fundamentadas en el conocimiento propio y de nuestro entorno. Hay que procurar mantener en equilibrio su presencia sin que llegue a impedirnos la posibilidad de amar como consecuencia de nuestros pensamientos y de la creación de escenarios donde el rechazo o el dolor sean esa barrera. Por último, debemos hacernos conscientes de que el amor es una hermosa aventura que lleva a un estado de compenetración y, por ende, es una experiencia a la que nos sometemos todo el tiempo. El amor no es una cuestión de valientes sino de voluntades, de entregar lo mejor de sí y darse la oportunidad de aprender del mundo del otro. Cuando aplicamos lo anterior, nos damos cuenta de que los cobardes son aquellos que no se atreven a amar por no querer enfrentarse a sus defectos ni al poder del cambio.


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