Yo reinaré
El 20 de julio es uno de los barrios más importantes y de mayor trayectoria de Bogotá, no solo por la fe al templo del Divino Niño, sino por toda la historia socio–cultural que tiene.
Reportaje escrito para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2019-2), con el profesor Juan Sebastián Jiménez.
Pero más allá de lo que todos conocen sobre este lugar, Conexión le muestra los datos desconocidos de este barrio, ¿cuáles fueron sus inicios? ¿Cuál es su verdadera historia? ¿Qué tiene por contar?
“Todo lo que quieres pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Así comienza una de las frases más célebres en las plegarias de los feligreses que asisten a la iglesia del 20 de Julio. Aquel templo que guarda tantas historias, secretos, momentos históricos y anécdotas, las cuales quedarán por siempre marcadas en el relato popular de la ciudad. Por eso, hablamos con el exalcalde de la localidad de San Cristóbal, José Ignacio Gutiérrez Bolívar y el historiador José Alejandro Cifuentes, quienes nos hablaron sobre la historia, el desarrollo y los retos que tiene el barrio frente a la capital.
Este es uno de los barrios más conocidos del país, sus orígenes han sido tema de reconstrucción, ya que no cuenta con documentos que certifiquen su fundación en determinado año ni algún otro elemento probatorio que demuestre sus principios como municipio. Por eso, causa una gran curiosidad entre los capitalinos, quienes buscan saber la verdadera historia de su nacimiento. Varios han recuperado la historia, a partir de diferentes categorías, ese es el caso de José Alejandro Cifuentes, historiador de la Pontificia Universidad Javeriana, con maestría en la Universidad Nacional de Colombia, cuya tesis se centró en la reconstrucción de la historia de los “Barrios obreros en Bogotá: San Cristóbal y la vivienda obrera” entre 1910 y 1940.
En ese entonces Bogotá se constituía de lo que hoy es una parte de su zona central, tenía de norte a sur unas 32 cuadras y de oriente a occidente unas 22, para un total de 260 manzanas donde vivían unas cien mil personas. Fue precisamente ahí donde, entre 1890 y 1905, apareció el primer asentamiento suburbano que fue llamado desde entonces San Cristóbal. Esta localidad se consolidó posteriormente entre 1915 y 1920, dando inicio al desarrollo de la ciudad hacia el suroriente. La aparición del barrio San Francisco Javier, hoy Villa Javier, se dio en 1915 y es el primer barrio obrero de la ciudad, impulsado por los jesuitas. Según datos de la Alcaldía mayor de Bogotá, se reportaba que para 1913 la población de la capital era de 120.000 habitantes y para el año 1930 era de 240.000. En 1920, apareció el 20 de Julio, asentamiento que se consolidó, según José Alejandro, entre 1928 y 1929, generando nuevos núcleos urbanos que acogieron la población que la violencia desenfrenada de las zonas rurales del país arrojaba sobre la ciudad capital. Este desenfrenado desarrollo y crecimiento de la población fue una razón para que la ciudad se fuera dividiendo geográficamente y expandiéndose hacia las haciendas y lotes, hasta llegar a la división que hoy permanece, teniendo 20 localidades que reúnen 1.214 barrios.
Para comienzos del siglo XX no existía mayor restricción y reglas para hacer un barrio nuevo, sobre todo porque a medida que el desarrollo de la ciudad se iba acelerando, se necesitaban nuevos espacios de vivienda. “Entonces lo que se empieza a hacer es vender vivienda nueva, a gente que tiene los medios y que quiere vivir fuera de ese casco viejo de la ciudad y que además tiene los medios para trasladarse, que puede pagar el tranvía, que puede pagar de pronto un tiquete del tren y que puede trasladarse hacia el centro de Bogotá”, expresa Cifuentes. Porque el problema para esa época era que había un déficit en la vivienda nueva dentro de la zona central capitalina, por lo que empieza a desarrollarse un fenómeno, muy parecido a la actualidad, de buscar nuevas instancias tranquilas y alejadas de la urbe capitalina. “Entonces la mayoría de barrios que nacen a principios del siglo XX, nacen así, los cogen, los subdividen, trazan las vías y venden el lote”, agrega el historiador, ellos no vendían las casas como tal, vendían los lotes, para que cada comprador construyera su casa según las necesidades y el dinero que tuvieran. En la investigación Cifuentes encontró que “El espacio que hay entre Chapinero y la zona norte de Bogotá, es decir la calle 24 o San Diego, es un espacio que se empieza a rellenar alrededor de 1902 y 1903”, fechas en las que se empezó a ver la expansión de Bogotá y a suplir las necesidades. También estableció que existía entonces una legislación que se complementaba con unos acuerdos municipales, diciendo que los barrios nuevos debían “estar dotados de acueducto, de alcantarillado, tener unos trazados de calle de diez metros de ancho para que haya suficiente espacio para los andenes y que las casas cuenten con servicio de agua potable”; sin embargo, no había un ente de control estricto que regulará estas legislaciones.
El arte de lotear, para esa época, era darle otro uso al suelo, trazar líneas, cuadrar espacios y venderlos, “se hacía sobre dos tipos de tierras: en las tierras comunales que se fueron privatizando y sobre haciendas que rodeaban Bogotá”, concluyó Cifuentes. “Este es un barrio que surge de la iniciativa de empresarios privados, que lotea un empresario judío que se llama Rubén Possin, y por lo que sabemos comienza a lotear en 1920”. El sector le pertenecía a Irene Converse de Manrique, quien era nieta de Agustín Codazzi. Específicamente era una hacienda gigante, y lo que hizo fue ofrecerle el terreno a Rubén Possin para que él hiciera el respectivo loteo, cuenta Cifuentes, “por lo que nos podemos dar cuenta aparece un aviso publicitario en EL Tiempo vendiendo estos lotes”. Sin embargo, no se tiene un registro o una noticia legal de la fecha precisa de su fundación. Tampoco contaba con una legalidad frente al municipio, se podría decir que empezó como un barrio fuera de la ley; no obstante, esta fue una de la soluciones efectivas y rápidas a la sofocación que estaba viviendo Bogotá, necesitaban construcciones nuevas y tenían que crecer para donde fuera.
“Entonces Rubén Possin comienza a lotear en 1923, donde aparece otra referencia al barrio y es un informe de las nuevas urbanizaciones que están apareciendo en Bogotá que presenta el Concejo Municipal, en ese informe aparece el barrio 20 de Julio, cuya dueña dice ser Irene Converse de Manrique y loteado por Rubén Possin”, expresó Cifuentes. La distancia que se estimaba desde el nuevo barrio hasta el centro era de alrededor de siete kilómetros, lo cual generaba la necesidad de un transporte público, o de que allí viviera quien tuviera los medios para trasladarse. Así se fue dando la construcción rápida del barrio, se calcula que fue entre 1924 y 1928, por lo que se sabía (la compra del lote y algunas licencias de construcción que no muchos la solicitaban pero que algunos sí la expidieron para comenzar las obras). Como esto último no era un documento obligatorio, o no para los ojos de los habitantes, no tramitaron todas las licencias por lo cual no se encuentra el documento preciso; sin embargo, dice Cifuentes “cuando en algún caso se encontraba una irregularidad era porque alguien le decía o la Policía pasaba y si no les gustaba o tenía algún altercado, los denunciaba, pero no era algo estricto”. Y la respuesta que le daba el Concejo Municipal a los que expedían las licencias era “No le podemos dar ningún permiso, porque el barrio no está autorizado”. Legalmente no existía el barrio, pero lo que causa curiosidad es que sí existía un tipo de nomenclatura “Ya estaba trazado, era una nomenclatura de nombres, luego cuando ya lo incluyeron, que fue más o menos 1925 – 1926, ahí el barrio se integra, y entonces la nomenclatura cambia a la cardenal capitalina”, dijo el historiador.
Para 1925, los salesianos hacen presencia dentro del barrio, según los testimonios de los habitantes y las escrituras de los predios. “Fundaron el colegio León XVII, entonces lo que quieren es crear una dinámica de salida de campo, y finalmente un padre salesiano italiano compra un terreno el 28 de junio de 1925”, en donde hoy queda la parroquia. Esta compra se realizó para cumplir con las actividades que querían hacer; sin embargo, no fue muy bien visto por lo comunidad ni por las familias de los estudiantes, decían que era zona lejana y sin mayor desarrollo. Cuando empezaron a asistir a los eventos recreativos, al ver toda la gente que estaba posicionándose allí, la mayoría obrera, decidieron adoctrinar y evangelizar a tal pueblo. Tres años después, el 12 de octubre de 1928, se inauguró el lugar con el nombre de campo San José. “Montan un tablado, donde ponen unas imágenes religiosas y ofrecen misas para la gente que está asentándose”, dijo Cifuentes, y eso es lo que le da la entrada como misionero a finales de la década de 1910 al famoso padre Juan del Rizzo.
Su objetivo especial, cuando llegó a Bogotá, fue administrar la obra social que se había empezado en el barrio, promoviendo la asistencia de feligreses en una capilla sencilla. Comienza a conseguir donaciones de los feligreses, de pastillas de chocolate y pan, para los niños huérfanos y algunos niños de bajos recursos que tenían relación con el león XIII del sector, esa era la población por la que le gustaba trabajar. Así duró entre cuatro y tres años; sin embargo, el padre quería promover más la asistencia y la romería con una imagen. Sentía una especial devoción por el Santo Niño de Praga y, ante la imposibilidad de reproducir dicha imagen, va donde un escultor de arte en el centro, exactamente en La Candelaria, llamado Vaticano, allí estaba Blass Brandon, y le pidió que le diseñará una figura, explicándole lo que él quería, lo que tenía en mente, y según la idiosincrasia colombiana. De acuerdo con los registros emitidos por Canal Capital, “dicha imagen fue posteriormente fotografiada y con ella se hicieron estampitas que incluían la frase: “yo reinaré”. Estas fueron repartidas entre los niños del sector y los asistentes a las eucaristías.
Estas estampas, junto al mensaje del padre Rizzo que abogaba por los niños pobres, fueron las que lograron que la imagen del Divino Niño se empezara a popularizar en toda la ciudad”, lo que reforzó esta historia, cuenta el alcalde local de San Cristóbal, José Ignacio Gutiérrez Bolívar, quien es médico cirujano egresado de la Universidad Nacional. “Poco a poco, gracias a la figura que, ya que el niño dios cuenta con unas características muy sensibles por su condición de niño, cogió fuerza y se volvió creencia y se volvió peregrinaje”, explica el exalcalde.
Fue tanta la cantidad de feligreses que comenzaron a llegar, que en 1933 comienza la construcción de la iglesia, un año después, dice Cifuentes, “para facilitar la romería entre la ciudad, Juan Del Rizzo comienza a entrevistarse con concejales, los lleva hasta la iglesia y aprueba que el tranvía llegue hasta la 27 sur y se devuelva al norte, eso es lo que lleva el tranvía al barrio, la iglesia, no la necesidad del transporte público”, esto le permitió al barrio y a la iglesia un crecimiento importante en cuestión de tres años. “La devoción por este niño de cara alegre, con los brazos abiertos, vestido con una túnica con ribetes dorados, niño bien nutrido y de pómulos rosados, no tiene límites”, expresó la revista Semana en un artículo sobre el barrio. La peregrinación comenzó a expandirse más allá de lo capitalino: “Familias, estudiantes y hasta personas de fuera de la ciudad llegaban a pedir milagros”, cuenta Canal Capital.
A esta escultura que mide solamente 30 centímetros y está hecha de mármol, le hacen devoción millones de feligreses, llegan a pedirle favores, plegarias o milagros. Carlos Cubillos, vicario de la parroquia del Niño Jesús, contó en entrevista con Aleteia que Del Rizzo recibía a los feligreses con esta advertencia: “Quienes tengan fe pidan poco; los que tengan más fe, pidan más, y quienes tengan mucha fe, pidan todo lo que quieran porque el Niño Jesús tiene los brazos abiertos para todos”, por este motivo, y según el diario El Tiempo, en 1936 se hicieron los planos para la construcción de la parroquia, que estuvo a cargo de Juan Buscaglione y Constantino de Castro, miembros de la comunidad salesiana de Italia. “Un año más tarde, el 19 de marzo de 1937, del Rizzo, fundador del templo, hizo la bendición de la primera piedra”.
Conforme el barrio va creciendo se gana la calificación de que sea un barrio obrero, dijo Cifuentes, “quieren organizar las autoridades ese tipo de viviendas, que es plano modelo para casas de obreros. Lo que tenía que unirse junto con la licencia de construcción. Y lo que se supone, es que se venden esos planos modélicos para que se estandarice y construyan”. Frente a esta suposición, el exalcalde local respondió que el barrio “Inicialmente era residencial, donde vivían familias con cierta condición económica favorable, familias de escasos recursos y familias con algunas condiciones favorables, pero que han tenido que ir migrando debido a la congestión que se presenta”.
Sin embargo, la fe y las fuertes creencias en el templo han hecho que crezca en cantidad desmesurada, para 1942 el templo, que abrió sus puertas oficialmente, lo siguieron administrando los salesianos. Así siguió funcionando muchos años, con el templo y las donaciones que los feligreses hacían, pasaron de la pastilla de chocolate y el pan, a entregar mercados completos, que es una tradición que todavía sigue en pie. Para 1948, en el bogotazo, el barrio no se vio afectado.
El padre Juan Del Rizzo murió el 30 de junio de 1957, a los 75 años, y por él nombraron el colegio que queda al lado del templo. La iglesia siguió funcionando, honrando al padre con otra escultura justo en la entrada.
Tras la cantidad de años que llevaba y la romería excesiva, ya no daban abasto, y además, esto les impedía cumplir con los nuevos estándares antisísmicos. Por esto, la inglesia tuvieron que remodelarla para el año de 1989, remodelaron el santuario del Niño Jesús, el altar principal de la parroquia y se hizo la construcción de un salón auxiliar donde está actualmente el domo. Según un artículo del El Tiempo, “La estructura de acrílico y metal pesa 30 toneladas y fue entregada en 1992, con la que logró tener capacidad para recibir a 1.200 personas”.
A la vez de esta remodelación y cerca al barrio, se construyó la plaza de mercado del 20 de julio, que está ubicada sobre la carrera 6 en el cruce con la calle 24 Sur. Actualmente, en sus alrededores se concentra gran actividad comercial. Se destaca por tener una Zona Campesina, donde se comercializan los fines de semana hasta 168 productos tradicionales, provenientes de 17 municipios de los departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Santander. Era importante para la época por su cercanía a la antigua y única vía que conectaba la capital con los llanos orientales, donde se generaban dinámicas de intercambio de alimentos entre campesinos y la naciente clase obrera.
Así mismo, las concentraciones de vendedores ambulantes fueron posicionándose a los alrededores de la iglesia. Entre uno de los retos de los alcaldes de la zona 4 ha estado restablecer el orden: “Muchas de esas casas que eran residenciales se han ido transformando en actividad comercial y eso se ha venido desagregando, y pues se han venido desconcentrando cuadras a la redonda del centro religioso”, dijo José Ignacio Gutiérrez, el exalcalde de la localidad. Pero este es un tema contradictorio, porque para muchos ese es su fuente de vida. Una entrevista de la FM a Carmenza, vendedora del sector, nos muestra la realidad de esos alrededores: “¿Cuál es la más vendida? Ninguna imagen se compara a la del Divino Niño, pero una virgen o un escapulario también se venden bien. Los precios van desde los $50.000 hasta $80.000, dependiendo el tamaño o la calidad, aunque se puede encargar una figura mucho más fina, cuyo costo será mayor”, es difícil encontrar en el 20 de Julio a alguien que no sea creyente, “católicos hasta la médula”, como dice María del Carmen. “Aunque los jóvenes cada vez creen menos. Es una lástima, porque no se dan cuenta de el poder del Divino Niño”.
El barrio tiene muchos retos, y como dice el exalcalde local, “Tiene muchas posibilidades de servir como un foco de desarrollo para toda la localidad, es un barrio que con su templo pues lo primero que invita es a eso, a que vayamos a pedirle a ese ser supremo en el que creemos. Este es un barrio que hay que popularizar teniendo en cuenta que lo primero que debemos hacer es buscar la regularización, la regularidad y el cumplimiento de unos preceptos”. Según él, no quiere desplazar a nadie, pero sí quiere generar conciencia y una organización dentro del sector, que se pueda aprovechar la mina turística que hay.
Datos curiosos alrededor del Divino Niño: Ernesto Samper, tras el atentado que casi le cuesta la vida, se convirtió en fiel devoto del Niño; Andrés Pastrana, tras su secuestro, acudió al Niño para agradecerle haberse salvado; el general Maza Márquez está bajo la eficaz protección de la imagen; Carlos Pizarro fue al 20 de Julio, escuchó misa y se encomendó al Niño. En este último caso, por desgracia, la realidad nacional fue más contundente que la fe.