¡Un, dos, tres por mí!
¡Un, dos, tres por mí!, busca educar desde el respeto y el amor a la generación del futuro.
Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón
Revista realizada para las clases de Introducción al Lenguaje Periodístico y Diseño de la Información (Tercer semestre – 2022 II), bajo la supervisión de los profesores Jairo Iván Orozco Arias y Nelson David Mayorga Perdomo.
La estrellita apagada
El bullying o acoso es una agresión que podemos recibir de forma física, verbal o psicológica. No es
normal aceptar que te hagan cosas como esas. El cuento que leerás a continuación narra la historia
de Estrellita, una niña que sufrió acoso escolar por sus compañeros de colegio.
―¡Hola, niña gorda!― gritó un compañero. Desde ese día dejé de ver al colegio como un lugar para hacer amigos, porque las burlas, agresiones y los malos tratos se convirtieron en mi día a día.
Soy Estrellita, vivo en Torbellino, un pueblo pequeño y tranquilo, rodeado de naturaleza y en el que solo
hay un colegio para todos los niños, con un patio lleno de juegos, columpios, toboganes y pasamanos
que me hacían sentir en casa. En mi primer día de clases estaba muy contenta por conocer nuevos compañeros, con los que soñaba jugar. Pero, aunque traté de ser amigable y divertida, se reían cuando hablaba o pasaba frente a ellos, me hacían sentir rara e incómoda. Yo traté de ignorarlos pero sus tratos me empezaron a molestar, porque siempre me sentí una niña muy linda, inteligente y sobre todo
amigable, pero luego de eso comencé a dudar.
El colegio ya no era divertido. Los niños de mi salón ya no solo me decían gorda, rara o fea,
ahora halaban mi cabello, me empujaban e, incluso, me golpeaban. Yo me sentía culpable
por ser así, dejé de ser amigable y prefería estar sola todo el tiempo, porque sentía que
todos me odiaban. Por eso empecé a odiarme a mí misma.
Mi familia no tenía idea de lo que me hacían en mi colegio, y aunque muchas veces pensé
en hablar, me daba mucho miedo que, al igual que los otros niños, me juzgaran… ya sabes…
que pensaran lo mismo de mí. Pero una noche en la que estaba llorando mucho por todo
lo que me hacían, mi mamá se dio cuenta:
–Hija, ¿qué pasa? ¿Qué tienes?
Y… pues… no tuve opción, le conté todo lo que me decían y también cómo me empujaban
y golpeaban. Me sentí rara, la verdad, pero agradezco que mi mamá se haya dado cuenta
porque me dio el mejor consejo de mi vida:
―Mi amor, nunca debes sentirte mal por lo que otros digan de ti. Tu familia y yo te
amamos, eres muy valiosa para nosotros. Jamás debiste ocultarlo, y mucho menos
desconfiar de lo que eres. Debes respetar tu cuerpo y amarte mucho, porque esas
diferencias te hacen ser Estrellita, mi hija.
Ana, la mamá de Estrellita, acudió a primera hora al colegio para hablar con la rectora y encontrar una solución a este problema, porque la niña feliz, inteligente y segura de sí misma que ella conocía había desaparecido. Al llegar, habló con la rectora, le contó que a causa de los apodos y las agresiones de las que era víctima, Estrellita ya no era la misma de antes. Al escucharla, la rectora Cecilia, sorprendida,
le pidió disculpas por no haberse enterado antes y se dirigió al salón de Estrellita. Eran evidentes los nervios de todos los niños al ver a la rectora, pues no solía ir a los salones y menos a interrumpir una clase.
Ella, con voz fuerte, les dijo a los niños:
-Quiero que se pongan de pie los que saben respetar a las personas.
Los niños, confusos y sin entender nada, se miraron entre ellos y de inmediato se pusieron de pie. Ella los observó y les ordenó sentarse, sacó de su bolsillo dos dulces completamente diferentes: uno rojo, muy grande, y otro verde. Al mostrarlos, la rectora les preguntó:
-¿Se comerían estos dulces?
Todos asintieron con la cabeza, y la rectora continuó con las preguntas:
¿Acaso les importa cuál sea el color del dulce para comérselo? Por supuesto que no: es un
dulce. Así mismo debe darles igual la estatura, el peso o el cabello de alguien… Todos somos
diferentes y tenemos que respetarnos unos a otros. Muchas veces, con nuestras palabras,
podemos hacer que los demás se sientan tristes. Estrellita es una niña muy inteligente y no merece sentirse insegura por sus comentarios, no está bien recibir esos malos tratos. Quiero que empecemos a respetarnos, a ser amables entre nosotros y no hacernos daño.
Los niños, pensativos, reflexionaron sobre sus malas acciones hacia Estrellita y entendieron que lo que estaban haciendo era incorrecto e irrespetuoso. Al día siguiente llegó Estrellita al salón, triste y desanimada, esperando el primer ataque, pero cuando se sentó en su puesto se acercaron todos sus compañeros a pedirle perdón y a prometerle que nunca más se burlarían de ella. Ahora querían ser
sus amigos para, de alguna forma, reparar el daño que habían hecho.
Estrellita entendió que las diferencias nos hacen únicos y debemos aprender a querer y respetar nuestro cuerpo. Su mamá también le ayudó, la motivó a comer saludable para la escuela, le mandaba frutas, verduras y mucha agua para sus onces. Comenzó a tener muchos, muchos amigos con los que jugaba, compartía con ellos más que con su familia, y nunca más a Estrellita ni a ningún otro niño lo volvieron a molestar en el colegio por su apariencia, porque entendieron que se tenían que respetar y apoyar como
amigos que eran.