Más allá de los estigmas, Egipto vive
Egipto es un barrio que no sólo sobrevive sino que sigue brillando a la espera de todos aquellos que tengan la oportunidad de conocerlo.
Filminuto realizado para la clase de Fotografía (2020-II, Segundo semestre), con el profesor Victor Barrera.
La pandemia ha sido un gran arrebatador de sueños. Ha robado la esperanza y las ganas de vivir a muchas personas, nos ha dejado con los ánimos por el suelo y una óptica bastante pesimista. Es difícil en circunstancias como estas -en las que personas perdieron a sus seres queridos, sus empleos, su cotidianidad- que la visión sea diferente a esta. Sin embargo, hay personas que me otorgaron, a través de su testimonio, un punto de vista diferente.
En la parte más alta de los cerros orientales que bordean la capital se encuentra ubicado el barrio Egipto, una comunidad estigmatizada por la violencia y sus rezagos. Sería increíble creer que un lugar como este escondería tras sus calles de piedra y casas de concreto historias de vida tan impactantes y motivantes, varias de ellas plasmadas a través de las fotografías que verán a continuación.
La Fundación Buena Semilla, una organización con más de 20 años de trabajo en esta comunidad, nos abrió las puertas -y los ojos- para conocer lo que aquí se oculta: un comedor y “escuela” para niños y jóvenes habitantes del barrio, un taller de carpintería que funciona como centro de reinserción para expandilleros y expresidiarios, un taller de tejido para madres y mujeres cabeza de hogar, y por último, pero no menos importante, un huerto comunitario en el que los habitantes del barrio tienen acceso a numerosos alimentos de origen orgánico.
La labor de la fundación nació como propuesta para mostrar una cara más humana y menos difamada de Egipto, y por años lo han logrado. Han trabajado mano a mano con voluntarios para levantar esta institución que es tanto para vecinos como para visitantes, una insignia. Al contrario de lo que muchos pensarían, la pandemia no fue mansa, sino que también puso contra las cuerdas la continuidad de la Fundación, pero la resiliencia que los caracteriza no solo los llevó a salvarse sino a ser de paso un salvavidas y faro para otros.
Aún con las restricciones abren sus puertas, dan un plato de comida o un mercado a quien lo necesita. Buscan con sus talleres fomentar empleos legales y sostenibles, y con su nuevo huerto proveer a la comunidad. Son ejemplo, y un tesoro escondido.