La voz del tejido
A través de este perfil, desentrañamos el viaje de Kera, desde sus primeros pasos detrás de la cámara hasta su ascenso como una voz poderosa en el mundo del cine indígena. Descubrimos cómo sus raíces profundamente arraigadas la han llevado a explorar las complejidades de la identidad, la preservación cultural y el empoderamiento de su comunidad a través de sus obras cinematográficas.
Editado por: profesor Fernando Cárdenas
Perfil realizado para la clase de Introducción al lenguaje periodístico (Tercer semestre, 2023-1), con el profesor Sergio Ocampo Madrid.
El cine es un portal hacia un mundo de historias auténticas, tradiciones ancestrales y voces que merecen ser escuchadas. Es lo que hace la protagonista de esta historia. Representar a las minorías, luchar por los derechos de su comunidad y reparar y reconstruir el tejido social
Históricamente, las producciones audiovisuales que se realizan sobre comunidades indígenas las han estereotipado, perpetrado mitos y presentado una imagen inexacta de sus culturas y formas de vida. Aunque existe una apuesta para dar voz a la realidad de estas comunidades desde el cine, este modelo es utilitarista y a su vez extractivista pues los retratos y representaciones se convierten en solo mostrar la parte más bonita de un territorio o la belleza de ser indígena. Esto es lo que piensa Keratuma.
“Kera”, como le dicen sus familiares y allegados, es una mujer originaria de la comunidad Embera Eyabida, que ha sido desarraigada, obligada a ubicarse y “estandarizarse” dentro de nuestra sociedad entendiendo que la reconstrucción de la memoria es un proceso que requiere unión en cada uno de los tejidos dentro de la comunidad. Mileidy Orzoco, como aparece en su cédula, es una chica de 31 años que junto con su cámara teje la memoria que necesitan los pueblos para ser recordados.
Desde muy pequeña Keratuma se sintió inquieta al querer saber lo que pasaba dentro de su comunidad y cuál era su origen. Cuenta Luz Adriana, una de sus mejores amigas y compañera de carrera, que en ella siempre hubo ese despertar místico que caracteriza a las comunidades indígenas. “Pareciera que Mileidy tuviera poderes”.
Según Adriana, Kera tiene un don que se puede ver reflejado en sus narrativas, en su forma de escribir guiones y en la forma en la que habla. “Su don es su cámara”, dice ella. “Es el gran talento que tiene para decirle a alguien que no está mal pelear, que merece tener derechos”. Keratuma es de aquellas mujeres que no temen a nada, como dice ella: “de los temores se aprende a surgir de las cenizas”.
Para Kera, la cámara es una extensión de la voz que ha sido callada, y el cine el fuego que concentra a las comunidades para hablar por las noches. Para la comunidad Embera Eyabida, el fuego significa protección y en ese sentido el cine se convierte en un mecanismo no solamente para rearmonizar las voces, sino un modo de defensa de los derechos, tradiciones y costumbres que identifican este gran telar llamado pueblos indígenas.
Dentro de la comunidad Embera Eyabida habitan distintas personalidades y esto es lo que la hace realmente interesante, porque de esta manera pueden relacionarse de una forma más sencilla dentro de su territorio. En el caso de Mileidy la tarea de relacionarse con otras personas de su comunidad ha sido compleja, porque desde que era una niña, supo que debía situarse en un mejor lugar dentro de la sociedad colombiana.
Sin embargo, ella ha sentido que al pasar de los años su identidad como habitante de los pueblos indígenas se ha perdido. Como ella lo dice: “los años de desarraigo han hecho que mis tradiciones, y vestimenta haya cambiado”, y en este sentido Kera teme que la cultura no indígena la invada y destruya todo lo que hasta el momento ha construido como realizadora audiovisual y como habitante de un tejido social.
“Ser y pertenecer a un grupo indígena requiere de mucha valentía, en especial si se habita en ciudades grandes como Bogotá, o en el caso de Kera, Medellín”, afirma Adriana.
De esta manera la idea de apostar por el cine se convierte en algo cada vez más poderoso, que sobrepasa los límites del pensamiento y de lo catalogado por la sociedad. Para las comunidades y especialmente para Kera, esto se convierte en un lugar seguro, otro lugar de enunciación en donde sus miedos, carencias, tradiciones y costumbres se extienden como una voz que no será callada.
Mileidy dirigió su primer documental en 2011. En aquella producción narra historias de desplazamiento forzado y violencia, y de cómo cada una de estas situaciones han hecho que su esencia como persona sea mucho más fuerte. En Mu Drua (mi tierra) en lengua embera, se retrata el anhelo de los pueblos indígenas de ser retornados nuevamente con sus familias; y aunque la violencia hace parte de lo que son, se han contado sus historias de resiliencia. El cine juega como ese manantial que posibilita el retorno de la comunidad a sus sendas.
Esta producción de alguna manera busca retratar un pasado nostálgico, al sentir que habita en un espacio que no es completamente suyo, un espacio que la ha llevado a tomar decisiones no tan acertadas en su vida como persona. Sin embargo, para ella la elección más acertada en su vida es haber sido estudiante de comunicación audiovisual.
Mileidy egresó como comunicadora audiovisual de la Universidad de Antioquia en 2016. Tuvo reconocimientos por parte de sus docentes por actos de resiliencia y resistencia dentro de su academia. Durante sus 5 años de carrera, alcanzó metas como una mujer perteneciente a una comunidad indígena, cuentan sus compañeros que siempre estuvo interesada en transmitir las voces de aquellos que necesitaban ser escuchados e incluso la suya.
“Mu Drua nace realmente de un proceso de sanación, es creado a partir de un momento en mi vida en el que estaba perdida, no sabía quién era yo”, dice Kera. Esta es la voz de una mujer que es pueblo y que necesita ser sanada.
“El cine es como un puente que me ha permitido transmitir las voces de mi comunidad a los medios audiovisuales”. Las causalidades de la vida, como dice, son las que permitieron abrir este puente al medio de la industria audiovisual, pues los modelos utilitaristas de la industria ya habían causado suficiente daño en los pueblos, así que fueron obligados a “cerrar” sus voces porque muchas veces estos procesos son los encargados de sembrar las semillas de cizaña entre los pueblos indígenas.
Desde esta perspectiva, en Mu Drua no solamente se construye la historia de Mileidy, también la de muchos otros que, al igual que ella, han sido arrancados de sus tierras y obligados a comportarse de diversas maneras que no identifican lo que ser parte de un tejido social indígena significa. De esta forma se logra la rearmonización de la comunidad, por medio del reconocimiento de la violencia, las voces y las grandes diferencias que existen en los distintos grupos que habitan cerca de ella.
Mu Drua hace parte de un cine que evoca memoria. “Este proyecto quiere representar el esplendor de la tierra, esa tierra que es nuestra, la que nos vio nacer y crecer”.
Para entender el cine indígena es necesario comprender la tradición oral. De esta manera se han conservado los tejidos y redes que forman los pueblos. “Los espacios para hablar y dialogar son aquellos en donde podemos transmitir conocimiento”, y no solo se trata de la espiritualidad y misticismo a los que podría referirse una persona que habla sobre los saberes de dichas culturas. Se trata de reconocerse en el otro y notar que ella también es pueblo.
No obstante, la representación y el reconocimiento de las comunidades dentro del cine es complicada, porque este reconocimiento depende de la visión subjetiva que tienen las comunidades de sí mismas, afirma ella. “Es importante pensar el tipo de prácticas que se están utilizando para hacer buen cine, porque, por ejemplo, para nosotros el cine no es algo comercial, es una manera de restituir algo que desde hace rato se ha perdido”.
Pero no es solo un asunto de cultura y tradiciones; Mileidy habla de lo difícil que es estar lejos de la familia, haber perdido algo que significa tanto para ella. “No solamente hablo de haber perdido la cultura, es haber sido desterrada del lugar en donde crecí, son las montañas en las que nací, es la tierra porque la tierra es familia, es ese lugar que aunque no se crea tiene una voz y su voz debe ser considerada y respetada”.
Hablando desde la tierra, Mileidy construye sus relatos haciendo referencia al valor que tiene cada elemento de la naturaleza para ella. “Por ejemplo el agua es ese símbolo puro que para mí comunidad significa reposo y renovación”.
En su producción Bania, que traduce agua, representa precisamente esto, la conexión que tiene la comunidad Embera con respecto al agua, con los ríos, con cada gota de agua que cae de las nubes por la mañana.
“Ser indígena es ser sensible, pero no sensible de que me pueden hacer lo que sea y yo me voy a dejar; es ser sensible a las voces de la naturaleza, es entender que ella es nuestra madre, y como madre debe ser llamada y representada”. De esta manera, es posible hacer una distinción entre las producciones de cine comercial con el cine documental que produce Mileidy; cada una de las formas de representación depende de la identidad de cada cultura y de cada pueblo y del reconocimiento de que son pueblos vivos que buscan restaurar sus tejidos, no solamente entre ellos mismos sino también con su tierra.
Con todo, Mileidy permite que aquellos que la escuchen o vean piensen en lo que significa la tierra, en lo que reproducen de acuerdo a sus ideales, y en la percepción que día con día se tiene del mundo en el que vivimos. Porque en cualquier momento, dice ella, “el mundo da grandes revoluciones, y de nuestra tierra podemos ser quitados y lo único que quedará es el espíritu, es la armonía de las voces, el ruido del silencio, y la imagen de nuestra pantalla grande, por eso hago cine”.