Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Cuando la máscara deja al descubierto el rostro

¿Qué sucede detrás de los actores que hacen reír al país? Este es el detrás de cámaras de Enrique Carriazo.

Perfil realizado para la clase de Taller de Géneros Periodísticos (cuarto semestre, 2021-1), con la profesora Laila Abu Shihab.

¿Qué sucede detrás de los personajes que interpretan los actores? ¿Acaso buscan un escape de lo que ellos nunca podrán ser? ¿Necesitan usar un disfraz constante o es simplemente una profesión? ¿Esconden algo los actores que hacen reír al país? 

La primera vez que oí hablar sobre Enrique fue a mis 12 años, en 2013. En la familia siempre se ha mencionado mucho a Arquímedes —mejor amigo de mi abuelo— y la gran pelea, de la que nadie sabe, que tuvo con su hijo Enrique Carriazo.

Yo siempre me preguntaba: ¿quiénes serán esos? Entraba la duda —o más bien el chisme— de esa discusión entre ellos dos y por qué es un tema que no se menciona por ningún motivo a nadie. Lo que sí sabía era que el hijo se fue de la casa cuando era adolescente, logró conseguir trabajo y regresó hasta hace 10 años para pedir perdón. Hay varias versiones. Para mi abuelo, Arquímedes mató al perro de Enrique y eso desató su ira. Para mi tía, entre ellos dos no ocurrieron nada más que malos entendidos de los que se arrepintió después Enrique. Para los medios, hubo maltrato constante y una infancia muy solitaria.

Llegó el 2014, de nuevo me encontraba haciendo lo que más me gusta: chismeando. Mi mamá y mi tía estaban viendo sorprendidas una entrevista realizada por ‘Bravissimo’ del canal CityTV al protagonista principal de la serie colombiana ‘Dr. Mata’, Enrique Carriazo, en la que la entrevistadora le preguntó por el maltrato que vivió en su infancia de parte de sus padres, pues es lo que él les ha contado a algunos medios muy por encima. Él solo mencionó que las actitudes de ellos eran gravísimas. Llegó el 2017, vi una entrevista realizada por Christian Argüello, conferencista y youtuber, en la que Enrique mencionó que tuvo una infancia muy dura y solitaria, pero no dijo por qué.

Nadie sabe por qué y, lastimosamente, yo tampoco revelaré el secreto, pues solo sé rumores. Lo que sí haré será mostrar que Enrique es totalmente diferente a los personajes —más que todo cómicos— que interpreta. Uno de ellos es Edilberto Reyes en la telenovela ‘Los Reyes’ (2005), protagónico que le sacó risas a la mayoría de los colombianos por sus frases inesperadas, frases que lanzaré a lo largo de esta historia, como la que sigue. 

“Sí, lo que pasa es que yo no le pego a la comida japonesa por este problema: la comida japonesa es picante. Es decir, entra suave pero al salir hay que pagarle peaje”.

Siempre que voy de visita a la casa de mi abuelo en Bogotá, en el barrio Salitre Greco, en el occidente de la ciudad, me fijo en cada detalle de este lugar que existe hace más de 50 años y almacena más momentos que la memoria de un computador. Las dos salas, una con un estilo egipcio y la otra japonés. Dos comedores, uno en madera y el otro en piedra. Una cocina blanca pegada al jardín de atrás, inmensa, es el punto de encuentro de todas nuestras tristezas, alegrías y celebraciones. Uno de esos festejos fue el cumpleaños número 100 de mi bisabuela, el 17 de noviembre de 2018, cuando yo tenía 17 años. Podría decir que ha sido uno de los mejores días de mi vida. Estábamos en otra sintonía, otra dimensión, lo único que escuchaba era la perfecta y única chirimía, género musical favorito de mi familia. Las risas, cantos y gritos eran el complemento de esa dulce melodía para mis oídos y lo único que veían mis ojos era a mis seres queridos bailar, abrazarse, explotar de risa.

De repente, sonó el timbre. Vi entrar a un hombre imponente vestido completamente de negro, fue algo así como ver a James Bond en la puerta. La casa se hizo pequeña, el ruido desapareció, las miradas se agrandaron. Lo que más detallé fue su sombrero negro y sus ojos, entró como un escolta reclamando por su protegido. “Buenas noches, sigan disfrutando”, fue lo único que dijo, y bastó para que mi familia se fuera a saludarlo. Era Enrique, quien había sido invitado a los Premios TVyNovelas e iba a recoger a su papá para que lo acompañara. No duró ni media hora, pero hizo que la casa se congelara por dos cosas: la primera, su aspecto físico, esa mirada seria, su sonrisa amplia y acogedora. Tiene una voz suave. Es bastante alto. Grueso. Reflejaba una calma que no puedo describir, que hizo que olvidara lo duro de la vida. La segunda, ¿qué hacía recogiendo a su papá si tenían tan mal relación?

“Yo sé que la violencia no conduce a ninguna parte, pero como yo no quiero ir a ninguna parte”.

Enrique Carriazo nació en Bogotá el 24 de julio de 1967, tiene 53 años y actualmente vive en Santa Marta. Es actor por casualidad, pasó de leer sentencias a guiones. Estudió medio semestre de derecho en la Universidad de Los Andes, pero no le convenció. Un día, llegó a un taller de investigación teatral gratuito y, como no tenía plata, fue por desaburrirse. El requisito de ese taller era ser actor, Enrique, a sus 18 años, mintió y dijo que lo era, empezó a actuar de una manera desenfrenada, natural y tranquila, sin saber que ese iba a ser el inicio de todo. 

Luego estudió cine y fotografía en el Teatro La Candelaria, pero su sueño siempre fue ser escritor, eso es lo que realmente le apasiona y admira. “Seguí actuando, con la escondida idea de aprender a escribir, yo no me creía actor, yo quería ser escritor”. La escritura se está materializando en su vida con una obra de teatro escrita por él y basada en la novela “La gloria de Lucho” (2019), que retrata la vida de Luis Eduardo Díaz, un hombre que pasó de ser embolador a concejal, y en la que Enrique es el protagonista. También está terminando un mediometraje que empezó hace cinco años llamado “El Lunar”.

“Esta gente piensa que porque los presidentes somos ignorantes y no estamos preparados, entonces no podemos decidir”.

Cuando le pregunté a Lida Margarita Carriazo, hermana menor de Enrique —que estaba de vacaciones en Bogotá pues vive en España— sobre esa crisis secreta que había tenido la familia, me respondió: “Solo te puedo decir que Enrique y yo nos amamos y nos amamos profundamente, tuvimos un tiempo de distanciamiento y problemas como en todas las familias, pero realmente en este momento de la vida tengo una relación hermosa con mi hermano, el pasado está chuleado, no quedó cicatriz”. Lida no para de hablar de lo mucho que lo ama, lo describe como un hombre dulce, generoso, divertido, inteligente, talentoso, una persona con la que se puede hablar de todo. Y recuerda lo protector que era en la adolescencia, en las fiestas ella solo podía bailar con él y sus amigos, si le daba frío no podía ponerse un saco que no fuera el de él.

Lida ve a través de los ojos de Enrique pues ella quedó ciega hace 15 años por un desprendimiento de retina que no tuvo reversa, sumándole a eso una cirugía que no concluyó bien. Su vida y la de su familia cambió de un día para otro. “Hay momentos en los que siento que hacen falta los ojitos, momentos en los que pienso que esto es literalmente una cárcel. Pero bueno, se cambia de idea, de gustos, se pierden muchos apegos, te sientes más libre, menos criticón. Fue una situación muy fuerte para ambos, la más dura, y creo que eso todavía por momentos es difícil”. Eso hizo que su relación fuera mejor, Lida no cambiaría nada de él, recuerda sus primeros personajes cómicos pero confirma que Enrique es lo opuesto a ellos. Dice que él es muy serio y su sentido del humor es inteligente.

-¿Usted conoce alguna mujer que se llame Carmen? 

-Carmen se llama mi abuela, ¿usted está insinuando que yo tuve un hijo con mi propia abuela, o sea que soy el padre de mi propio padre.

Su padre, Arquímedes Carriazo Delgado, piensa lo mismo. Comenta que su hijo es totalmente diferente a sus personajes pues el que actúa se desdobla y representa a alguien que no es Enrique. Él es jocoso, pero es una jocosidad seria, de las que no se entienden al primer momento. Arquímedes tiene 85 años, nació en Ayapel, un municipio del departamento de Córdoba. Su voz es suave y dulce, como si estuviera leyendo un cuento. “No recuerdo ningún momento duro, fue su respuesta al preguntarle por la discusión con su hijo, se quedó en silencio por unos minutos y después pidió que continuáramos con la siguiente pregunta. Dice que la función fundamental de su hijo es ser actor y escritor. “No ve televisión ni lee periódicos porque eso lo ofusca y confunde, los medios de comunicación tratan de vender información para tener más clientela, pero no siempre son veraces ni respetuosos con la opinión pública”. Eso me parece curioso, Enrique trabaja en el medio pero no le gusta verlo. 

Arquímedes vive en el barrio La Esmeralda, en Bogotá, desde hace 53 años. Recuerda que la infancia de su hijo fue bonita, llena de reuniones en la casa con los amigos, vecinos, cuando el barrio era sano, la gente sincera y la ciudad calmada. “Cambiaría que no fuera tan amorosamente misericordioso, no le importa desprenderse de las cosas para servir a los demás”. Hablan todos los días, intercambian ideas y se dan consejos.

-Doctora, yo le confieso una cosa, yo la primera vez que la vi a usted dije: esta es la mujer más inloputa que he visto en mi vida, y eso fue lo que me gustó, lo inloputa que es usted. 

-Es ¡impoluta!

Enrique se considera un buscador, una persona que está tratando de entender de qué se trata la vida. Le gusta mucho la libertad, no solo de él sino también la de los demás, pues dice que vivía encadenado a creencias que no eran ciertas como culpar a sus papás de la soledad que inconscientemente él creaba. Lo que Enrique creía que era verdad ya no es así. La visión que tenía de su niñez y adolescencia es diferente a la que tiene ahora, piensa que él se causó daño a sí mismo proyectando un clima de miedo y de culpa en su vida y mente. “Yo estaba bastante confundido, tenía la idea de proyectar la culpa en los demás, y en ese estado de confusión yo no sabía que lo que veía afuera era lo que tenía adentro pues es más fácil culpar a los demás diciendo que son los que cometen las cosas y no aceptar el hecho de que realmente todo eso lo fabrica la mente y lo pone afuera”.

Dice que escogió el camino del humor porque era el más fácil en televisión y con más cabida. Sabe que así interprete personajes dramáticos, los más reconocidos son los de comedia; no cambiaría nada de su vida, piensa que todo tuvo que ser así porque lo que aprendió y vivió antes le enseña a estar seguro de lo que no quiere y lo que no acepta ahora. 

Puede que el gran secreto entre su familia se mantenga así, oculto, lleno de rumores, pero este es Enrique Carriazo cuando no lleva una máscara puesta; lo que las personas no ven, pues a veces solo se quedan con las risas que les causa, sin interés de ir más allá.