Facultad de Comunicación Social - Periodismo

“A mí todavía me siguen diciendo guerrillero HP”

¡Intensa! Así describe su vida Antonio José Navarro Wolff en esta entrevista. Como una de las personalidades más influyentes y con mayor experiencia en la política colombiana, Wolff habla abiertamente de los altos y bajos que ha tenido que atravesar a lo largo de sus 73 años de vida.

Entrevista realizada para la clase Introducción al Lenguaje Periodístico (tercer semestre, 2021-2), con la profesora Laila Abu Shihab.

Antonio José Navarro Wolff nació el 9 de julio de 1948 en San Juan de Pasto (Nariño). Se graduó como ingeniero sanitario de la Universidad del Valle en 1972 y se especializó en Ingeniería del Medio Ambiente en Loughborough University, Inglaterra. Su larga trayectoria en la política colombiana destaca por los puestos que ha ocupado, entre los cuales se ubica como uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución de 1991; Ministro de Salud durante el gobierno de César Gaviria, y gobernador de Nariño en el periodo 2008-2011, entre otros. Sin embargo, la historia de su vida es de carácter polémico debido a su pasado en la guerrilla, ya que llegó a ser segundo comandante de una de las organizaciones armadas que más marcas ha dejado en la historia del país: el M-19.

Navarro accedió a dar esta entrevista sin problema alguno, pero por una situación médica, no aceptó que el encuentro fuera en persona. Al tener una agenda muy ocupada, se unió a la reunión de Zoom cuarenta y cinco minutos después de la hora pactada, pero llegó con toda la disposición de responder mis preguntas y, más importante aún, con la mejor actitud para entablar un diálogo franco conmigo. Al iniciar la entrevista, fue fácil evidenciar la dificultad que tiene en el habla, pues cuando era militante del M-19, en 1985, sufrió un atentado en el cual una esquirla de granada penetró su cuello y le afectó un nervio de la lengua. No obstante, eso no fue impedimento a la hora de contarme la catarsis de su vida y cómo ha afrontado sucesos tan importantes en la historia del país.

Antonio Navarro relata los recuerdos que tiene de su infancia en San Juan de Pasto, su tierra natal. Estudió kínder y primero de primaria en un colegio de monjas que se llamaba Las Franciscanas. Recuerda con alegría el camino que recorría a pie para asistir al colegio y la emoción que le producía ser parte de la banda marcial y participar en desfiles por todo el pueblo. Como el mayor de siete hermanos, argumenta que siempre fue muy juicioso y que esa etapa de su vida, en Pasto, le trae de todo tipo de recuerdos.

¿Existió algún acontecimiento o algún detonante a lo largo de su adolescencia que lo haya encaminado en el mundo de la política?

-Mi papá pensó que valía la pena meterme a un colegio público que se llamaba Santa Librada; allí estudié todo mi bachillerato y fue donde aparecieron las primeras lucecitas de que había un mundo más grande que la academia, que era el mundo de lo público, de la política. Como era bueno en matemáticas, cuando me gradué del colegio decidí estudiar ingeniería en la Universidad del Valle y ahí ya me metí de frente en la política, ya que me tocaron varios movimientos estudiantiles grandes.

Después de esa etapa en Pasto, sus padres decidieron llevar a toda la familia a Cali. Allí estudió el resto de la primaria en el Colegio San Luis Gonzaga de los Hermanos Maristas y culminó su bachillerato en otro colegio, un colegio público en el que, según él, tuvo su primer acercamiento a la actividad pública. Vivió en Cali durante toda su adolescencia. 

Permítame preguntarle, en esa época, ¿su familia tenía alguna orientación política establecida?

-Mi papá era liberal y mi mamá igual, pero no eran personas muy políticas. 

Su mamá era antioqueña, su papá tolimense y, cuando se conocen, se casan y nacen él y sus seis hermanos en Pasto. Recuerda a sus padres como personas sin ninguna actividad política especial. “Eran muy promedios como liberales colombianos”.

¿Cuál fue la reacción de sus padres al enterarse de que su hijo hacía parte de un movimiento guerrillero de izquierda como lo era el M-19? Es decir, ¿cómo lo tomaron?

-Mi mamá con resignación y amor, como todas las mamás. Mi papá me quitó el saludo porque yo nunca estaba en casa y ellos se enteraron por los medios de comunicación que yo pertenecía al M-19. 

Pese a que su padre era liberal, le molestó mucho el hecho de tener un hijo guerrillero. Pero recuerda que, con el paso de los años, se dieron oportunidades de reconciliación en la familia.

Tengo entendido que usted se integra al M-19 en 1974 cuando se produce el robo de la espada de Bolívar por parte de este grupo, ¿por qué este acontecimiento lo motiva a unírseles?

– A mí me pareció muy interesante que se robaran la espada y la utilizaran como un símbolo, porque las guerrillas de esa época se proclamaban marxistas y leninistas, pero el M-19 no, ¡esa era una guerrilla nacionalista!

Pese a que el robo de la espada de Bolívar fue su principal motivo para unirse a esta guerrilla, Wolff se integró “seriamente” en el año 1978 tras su regreso de Inglaterra, país donde estudió luego de ganarse una beca. “Cuando el M-19 se roba la espada de Bolívar en 1974 era en respuesta al fraude electoral que le hicieron al general Gustavo Rojas Pinilla en 1970, y yo pensaba, si a un general retirado del Ejército –y además conservador-  le hacen fraude, entonces, ¿a quién le van a respetar los resultados en este país?”. La espada fue robada de la casa museo Quinta de Bolívar el 17 de enero de 1974 y su paradero fue un misterio. Años después y tras la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno de Virgilio Barco y el M-19, la organización devolvió la espada en el mismo lugar de donde fue hurtada, la ceremonia se llevó a cabo el 31 de enero de 1991. Desde entonces, la espada reposa en el depósito del Banco de la República.    

Usted fue una persona realmente importante para la organización, llegó, inclusive, a tener personas bajo su mando puesto que era el segundo comandante. ¿Cómo lidiaba con la presión de liderar a un grupo de izquierda en un país tan conservador como Colombia?

-Yo estuve primero en el sur del Caquetá, en una zona conservadora. El norte de Caquetá era liberal y siempre lo ha sido y allí se movían, como pez en el agua, las FARC, que venían de ser una guerrilla liberal inicialmente, por lo menos por Manuel Marulanda que había sido guerrillero liberal. Como el M-19 se crea a partir del fraude a un general conservador, entonces la zona sur nos veía más afín al Partido Conservador, de manera que nos recibieron muy bien cuando llegamos allá.

Con el paso de los años va ascendiendo de cargo, puesto que la cúpula de la organización se ve reducida drásticamente debido al conflicto armado entre guerrillas y el Ejército Nacional. Llega al Caquetá con unos pocos compañeros, pero en menos de un año el número de militantes de su cuadrilla se incrementa hasta llegar a ser más de mil. “La población joven se sentía atraída con los ideales del M-19”, dice.

Ahora que menciona a las FARC, ¿cómo era esa relación entre guerrillas?

-Fue intensa durante muchas épocas. En algún momento se intentó arreglar nuestros asuntos, sobre todo cuando vino el proceso de paz en 1989, pero ellos al final no quisieron seguir en ese proceso y ahí nos volvimos a distanciar. Definitivamente, éramos guerrillas muy distintas.

Usted coordinó las negociaciones de paz entre el M-19 y el gobierno de Belisario Betancur entre 1984 y 1985, ¿por qué cree que fracasaron?

-Porque el presidente Betancur necesitaba el apoyo de los verdaderos dueños de este país y él solo tenía el apoyo de su gobierno. 

Sin el respaldo económico y político de muchas instituciones, las negociaciones no pudieron avanzar y no se logró nada más allá de una amnistía que para el M-19 no era suficiente.

En mayo del 85 usted sufre un atentado a manos de un colaborador del Ejército, por el cual pierde su pierna izquierda. ¿Cree que sus ideologías y convicciones lo llevaron a perder su pierna? 

-No me quejo, ¡nadie almuerza gratis! (risas). Yo también pertenecía a una organización alzada en armas y estábamos tratando de lograr la paz, pero no se pudo. Me quedé mucho tiempo dando papaya y me hicieron el atentado. Yo perdoné en esa época a los que me hicieron el atentado, por supuesto ¡casi me muero! ¡Yo estoy vivo de milagro!, pero esa era una consecuencia de lo que se estaba viviendo.

El atentado se efectuó en una cafetería en Cali. La detonación de la granada provocó daños irreparables en la pierna izquierda de Navarro y una esquirla penetró su cuello, produciéndole problemas en el habla de por vida. Le amputaron la pierna en México y su recuperación fue en Cuba.   

 Es decir, ¿valió la pena?

-Si yo pudiera volver a vivir con todo lo que sé ahora, no hubiese hecho lo que hice. En aquella época estaba haciendo lo que tenía que hacer, más allá de las consecuencias de lo que eso pudiera tener, de manera que no estaba haciendo cálculos sobre mis acciones, sino que estaba respondiendo a mis convicciones del momento. 

Aquí debo remitirme a un acontecimiento histórico y fatídico en la historia del país, aquel miércoles 6 de noviembre de 1985, cuando un comando del M-19 se toma el Palacio de Justicia. ¿Cree usted que la toma era la mejor manera de entablar un diálogo con el gobierno? ¿O qué era lo que buscaban realmente?

-Cuando eso sucedió, yo estaba en Cuba haciéndome la prótesis de la pierna. Recuerdo que estaba en un hotel y un mesero se me acercó y me preguntó si yo era colombiano. Cuando le digo que sí, él procede a contarme que por televisión estaban pasando una toma guerrillera en mi país y es así cómo me enteré de que el M-19 se había infiltrado en el Palacio de Justicia. Evidentemente, no participé en esa decisión y, cuando veo eso por televisión, lo primero que pienso es que había sido un error muy grave.

Con un gesto serio, argumenta luego que le es muy difícil criticar una decisión de la cual no fue partícipe. Pero, en reiteradas ocasiones, menciona que la toma del Palacio, que terminó con un saldo de al menos 98 muertos, decenas de heridos y doce desaparecidos, fue un error fatal.  

Y, ¿cómo hablarle de paz a un país que vive atormentado con este suceso?

-Hay que cambiar la historia. No podemos quedarnos pegados a una manera específica de vivir la historia. Cuando usted se da cuenta de que hay cosas que cambiar, ¡hay que hacer el esfuerzo por cambiarlo! Y el conflicto armado en Colombia no tiene futuro, no tiene sentido, solo ha hecho daño y, por lo tanto, hay que dejarlo atrás. Eso significa negociar y hacer la paz.

En 1990, el Estado colombiano firmó los acuerdos de paz con el M-19 durante el gobierno de Virgilio Barco. Esto se da debido a la fuerte presión con la que estaba lidiando el gobierno puesto que, el año anterior (1989), fue catalogado como el periodo más violento en la historia del país. Colombia estaba bajo el yugo del narcotráfico liderado por el Cartel de Medellín, surgieron movimientos paramilitares y guerrillas como las FARC y el ELN estaban en pleno furor. El gobierno debía tomar acciones para librar al país de tanta violencia, el pueblo lo exigía. 

¿Cómo fue ese proceso de generar confianza en la opinión pública luego de un acontecimiento como la toma del Palacio y de tantos encuentros violentos entre el Ejército y el M-19?

-Pese a que había mucha incertidumbre y miedo en la organización en el momento de firmar la paz, en nombre del M-19, Carlos Pizarro y yo firmamos la paz porque estábamos convencidos de que era lo correcto y eso creó mucha expectativa entre los colombianos. Cuarenta y cinco días después de haber firmado la paz con el gobierno de Virgilio Barco, el Cartel de Medellín asesina a Carlos Pizarro porque estaban matando a candidatos presidenciales, ya habían asesinado a Luis Carlos Galán (18 de agosto de 1989) y a Bernardo Jaramillo (22 de marzo de 1990) y ahora, a Pizarro. A pesar de eso, los del M-19 continuamos firmes con el cumplimiento de la paz y eso creó un gran espacio de apoyo porque el pueblo se dio cuenta de que era una paz seria.

¿Por qué cree que la izquierda está tan satanizada no solo en Colombia, sino también en la gran mayoría de países alrededor del mundo?

-En Colombia, porque ha estado ligada al alzamiento armado, pienso que esa es una realidad que aún no termina de resolverse. A mí todavía me siguen diciendo por ahí en redes sociales ‘guerrillero HP’, sabiendo que yo estuve 12 años en la guerrilla y que llevo 31 años cumpliendo con la paz. A pesar de que llevo más tiempo como cumplidor de la paz, para algunos sectores de la población sigo siendo un “guerrillero HP”, ¡imagínese! (risas). Ahora, a la izquierda en el resto del mundo no le ha ido muy bien. En muchas zonas el socialismo se ha equivocado, por ejemplo, la Unión Soviética, que terminó bastante mal. En general, el socialismo, como la dictadura del proletariado, fracasó totalmente en el siglo XX. 

En este punto del diálogo pasamos a otro capítulo de su vida y, posiblemente, a la parte más tensa de la entrevista. Antonio Navarro fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente y, como tal, participó activamente en la redacción de la Constitución Política de 1991

¿Cuáles cree que fueron los principales factores que llevaron a la creación y proclamación de esta Constitución Política?

-Primero, una serie de consensos nacionales que le dieron paso a la Asamblea Nacional Constituyente. Segundo, en esos 5 meses de la asamblea, se trabajó con mucha intensidad para crear una muy buena Constitución y así fue, se acertó en muchas cosas. Colombia es un Estado Social de Derecho, eso dice la Constitución, eso es un acierto y se tiene que volver realidad, no necesita reformarse, ¡necesita cumplirse! La tutela, el fin del bipartidismo, los mecanismos crecientes de participación, la independencia del Banco de la República y muchos otros aspectos, son elementos positivos de la Constitución de 1991. 

Hay quienes la califican como un documento que es redactado bajo mucha presión, con afán y que a la hora de ponerla en práctica tiene muchas incongruencias. Treinta años después de su proclamación, ¿qué opina de esos comentarios? ¿Cree que necesitamos una nueva Constitución Política?

-No estoy de acuerdo (habla ahora con una expresión seria y un tono de voz fuerte). Sí, fue redactada bajo mucha presión y con rapidez, pero quedó muy bien hecha. Yo no veo donde están las incongruencias. Realmente, si acaso hubo alguna que otra, son menores. Pero lo más importante es que esta Constitución estableció un punto de llegada para la democracia que queríamos en Colombia. No necesitamos una nueva Constitución, necesitamos aplicar la que está vigente. 

Luego de eso, decidimos hablar de sus aspiraciones a la Presidencia. En dos ocasiones ha sido candidato presidencial, en 1990 y en 1994; y en el año 2006 fue precandidato presidencial, pero decidió declinar a su aspiración. Gracias a esa experiencia, tiene una visión clara de lo que actualmente es Colombia y, con mucha autoridad, habla de la importancia del pueblo a la hora de una candidatura.

¿Por qué tomó esa decisión en el 2006?

-Porque hubo una encuesta en la que Carlos Gaviria me ganó y él fue el candidato de la coalición de ese momento. Es que uno no siempre puede ser candidato cuando quiere, sino cuando la gente lo apoya. 

 Y, ¿cómo cree que sería Colombia con Antonio Navarro Wolff como presidente?

-Si yo hubiese quedado como candidato en 2006 y hubiese ganado las elecciones, Colombia sería un país con más paz. Yo me habría anticipado diez años a la paz del 2016 y, seguramente, sería una Colombia con más políticas de igualdad, porque Colombia sufre de algo muy grave que se llama desigualdad. Pero bueno, eso es teoría porque, en la práctica, no pude ni siquiera ser candidato en el 2006. 

Navarro cree fielmente que debemos dejar atrás la política tradicional, permitir que alguien nuevo tome la dirección del país y plantea que los jóvenes son muy importantes en ese proceso. “Mi mensaje para ustedes es que participen, que ayuden, que no se queden mirando desde afuera porque ustedes son el motor básico más importante en el cambio de la sociedad”.

Ahora, con todo su conocimiento y experiencia, ¿quién cree que será el próximo presidente de Colombia? Y ¿por qué?

-No voy a dar nombres porque yo soy parte de un partido que tiene unos precandidatos, no voy a escoger a ninguno de ellos, ni voy a escoger a alguien más. El que escojan los colombianos, que sea una opción de cambio. ¡Es la hora del cambio!

Actualmente es copresidente del Partido Alianza Verde, el cual cuenta con seis precandidatos a las elecciones presidenciales de 2022. Cree que la persona que sea elegida debe asumir grandes retos y piensa que, pese al esfuerzo del presidente Iván Duque, su gobierno ha dado resultados insuficientes. “A Duque no le ha ido bien, lo ha intentado, pero no le ha ido bien. Eso se ve reflejado en las encuestas, tiene baja aceptación por parte de los ciudadanos”. 

Tras 30 minutos de conversación, me habló de lo feliz que lo hace ser político.

La historia de su vida sin duda alguna es muy interesante, con muchos altos y bajos. Con todo esto, ¿cómo describiría su vida?

-¡Intensa! He vivido con el pie puesto en el acelerador (risas). Llena de todo tipo de sucesos y acontecimientos. Dura en algunos periodos, muy dura. Pero también con muy buenos resultados. ¡Sin duda alguna soy una persona que ha vivido intensamente sus 73 años de vida!