Las letras silenciadas por el racismo
Este escrito es un llamado a la memoria y a la reivindicación de minorías étnicas que han sido excluidas en el universo literario.
Crónica realizada para la clase de Introducción al Lenguaje Periodístico (tercer semestre, 2023-1), con el profesor Sergio León Ocampo Madrid.
Tras la abolición de la esclavitud en muchos países, incluyendo a Colombia, la discriminación racial contra las personas negras continuó en otras formas. A menudo, se les negaba el acceso a la educación, la propiedad de la tierra, la igualdad ante la ley y las oportunidades económicas y políticas. En algunos casos, se les sometía a trabajos forzados o a la discriminación en el empleo y la vivienda, como lo estableció una investigación hecha para la Organización de Naciones Unidas en 2001 por el filósofo chileno Martín Hopenhayn y el antropólogo mexicano Alvaro Bello.
Uno de los escritores antioqueños más reconocidos, como Tomás Carrasquilla, se encargó de dejar plasmado en su literatura el inminente racismo de la sociedad a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Ganador del Premio Nacional de Literatura y Ciencia José María Vergara y Vergara de la Academia Colombiana de Idiomas con su libro “Hace mucho tiempo”, Carrasquilla tuvo una vida dedicada a la escritura e incluso fue cronista de El Espectador en 1914, así lo cuenta la biografía hecha al escritor por el apartado cultural del Banco de la República.
Darío Henao Restrepo, decano de la facultad de humanidades de la Universidad del Valle, en un artículo hecho para Poligramas en 2008 (la revista de literatura de la misma institución), cuenta que en 1928 Carrasquilla publicó su libro “La Marquesa de Yolombó”, en donde presenta una visión de la sociedad colonial en la que se evidencia la segregación racial. Los personajes mestizos y mulatos son descritos de manera despectiva, y los personajes blancos son retratados como superiores en términos de educación y moralidad.
En la reforma constitucional de 1991 se les concedieron a los grupos afrodescendientes los derechos de consulta previa, a la propiedad colectiva de las tierras ancestrales, la etnoeducación, el acceso a la política, cupos especiales en las universidades públicas, entre otras acciones afirmativas y diferenciadoras positivas. Pero solo fue hasta el 27 de agosto de 1993, con la aprobación de la ley 70 que las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras fueron reconocidas por el estado como grupos étnicos diferenciados, reconociendo sus derechos a la propiedad colectiva de las tierras que han habitado y trabajado históricamente. Además, establece medidas para la protección de los derechos culturales y lingüísticos autóctonos.
No hace falta mirar más allá de la literatura contemporánea para notar que en múltiples ocasiones, los escritores afrocolombianos se vieron obligados a publicar sus trabajos con la ayuda de editores internacionales o fuera del país. En esta lista se encuentra el escritor Manuel Zapata Olivella, reconocido por sus obras como “Changó, el gran putas” y “La rebelión de los brujos”. Zapata publicó su primera novela “Tierra mojada” en 1950, con la ayuda del escritor español Clemente Airó y su editorial Espiral, ya que los editores nacionales no estaban interesados en publicar una obra escrita por un autor afrodescendiente, proceso descrito en la cronología hecha por el Instituto Distrital de las Artes en el año 2020; a su vez, su hermana Delia Zapata Olivella publicó un libro de poesía llamado “El mestizaje” en 1957. La obra, que celebraba la cultura afrocolombiana, fue considerada subversiva en la época debido a su contenido y el origen racial de su autora, quien también se encargó de crear el primer grupo artístico de danzas del caribe con personas negras y campesinas, a pesar de las críticas en contra de la denominada “Madre del Folklor”, lo recuerda así Edelmira Massa Zapata, su hija, en un especial dedicado a su vida y legado, emitido en 2018 en el canal Señal Colombia.
A pesar de los grandes esfuerzos de la academia y los gobiernos de erradicar un racismo sistemático hacia las personas de estos colectivos, solo a partir de 2010 que el Ministerio de Cultura en dirección de la entonces ministra Paula Moreno, hizo la publicación de una colección de 19 títulos representativos que incluye novelas, crónicas, poesía, teatro y literatura infantil, denominada como la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, también conocida como Blacol por sus siglas; esta cumplió con dos objetivos, la conmemoración de los 200 años de la independencia de Colombia y la continuación de un proceso de resignificación del canon de la literatura nacional, dando luz a todos los procesos de resistencia cultural de los autores afrocolombianos, según dio a conocer Paula en múltiples entrevistas. Algunos de los escritores seleccionados para este proyecto son Gregorio Sánchez Gómez, Arnoldo Palacios, Hazel Robinson Abrahams, Carlos Arturo Truque, Óscar Collazos, Lucrecia Panchano, María Teresa Ramírez, Laura Victoria Valencia, Ana Milena Lucumí Orosteguí, entre otros. La red distrital de bibliotecas, les permite a los lectores navegar a través de esta serie de textos tanto digitalmente, como en sus instalaciones físicas.
La exministra Moreno dijo en una entrevista hecha por un estudiante de Magister en literatura para la revista de la Universidad de Los Andes en el año 2022: “Me di cuenta de que uno de los vacíos que tenemos (no en nuestra historia, sino en nuestro presente, y si no trabajamos, en el futuro) es ese registro de los escritores que han narrado la vida y las comunidades, y han pensado el país desde su diversidad, en particular los escritores negros y los escritores indígenas. Por ejemplo, no todas las obras de Manuel Zapata Olivella estaban publicadas; con Arnoldo Palacios existen algunos ejercicios sobre su obra, pero no una publicación de ella. Son figuras grandes de la literatura de las que hablo y hay muchos más escritores que no lo son, porque, primero, la mayoría de los autores negros se han autopublicado o los han publicado afuera, como pasó con Arnoldo, pero no han tenido un espacio en el sector editorial colombiano.
Las grandes editoriales no han tenido un interés por estos escritores, y además se justifican con un cliché bastante complejo: las comunidades negras y las comunidades indígenas somos más orales, manejamos la tradición oral. Esta es una de esas cosas que a mí me dicen líderes culturales muy reconocidos en este país”. También reconoció explícitamente que las editoriales se han valido de excusas para rechazar a los escritores negros, lo que ha generado un “vacío” (como ella lo llamó) dentro de la literatura colombiana, que se ha negado a la multiculturalidad y diversificación de etnias.
Moreno, quien fue reconocida como la afrocolombiana de la década en el sector social, también hizo énfasis en cómo estos vacíos generan una exclusión cultural, que da como resultado una invisibilización sistémica de la diversidad.
Los colectivos afrocolombianos han sido insistentes a través de la historia en que se les reconozca como poseedores de saberes ancestrales y de conexiones con la tierra madre, es por eso que es primordial recordar la lucha que todo este grupo de personas ha tenido durante siglos y reconocer que a las escrituras de origen negro se les ha dificultado su camino simplemente por su color de piel. En la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana se rescatan temas como rituales mágico-religiosos, realismo mágico, orfandad, identidad, música y oralidad.
Hoy en día, se ha luchado en contra de la exclusión y es por eso que algunos escritores afrocolombianos han podido continuar su camino en el mundo de literatura, como es el caso de la novelista Adelaida Fernández Ochoa, la cuentista Amalia Lú Posso Figueroa, la dramaturga Ana Yuli Mosquera, la poetisa Elcina Valencia Córdoba o la escritora Indhira Serrano. Esta última publicó su segundo libro en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2023, llamado “Rosa la crespa”, publicado por Penguin Random House. En este texto se celebran las diferencias culturales del personaje principal, quien en un principio tiene problemas de autoestima debido a su cabello crespo y oscuro, considerado poco deseado por los demás; este es también un espacio que le permite a la autora debatir sobre los estereotipos de belleza que se ejercen en contra de la naturaleza de las personas negras.
Consumir y apoyar la literatura de autoras y autores afrocolombianos o negros podría servir como un acto de reivindicación histórica, apoyo a la comunidad y muestra de empatía por el sendero de espinas que han tenido que atravesar a través de la historia, aun cuando la literatura se caracteriza por ser la rosa, lo bello del arte.