Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Sueños frustrados

Realizado por: Sergio Cortés, estudiante de tercer semestre – 2017, para la materia: Introducción al Lenguaje Periodístico del profesor Sergio Ocampo.

Las canchas de fútbol no son abundantes en el sur de Bogotá, solo se ven en los parques grandes de cada localidad y hay que hacer mucho papeleo para alquilarlas. Por el contrario, las canchas de microfútbol, algo tan colombiano como llegar tarde, abundan como el pan caliente esperando todos los domingos por el desayuno con tamal y chocolate. Algo tan usual en los comedores de los bogotanos para iniciar el día después de una parranda. Así nos recibió la señora Sandra, la mama de Jhon, mientras esperaba en una sala con un televisor tan grande como un ventanal, miles de objetos decorativos de todas las partes del país, una casa recién remodelada e inmensa que, viéndola por la fachada, uno no esperaría que tuviera todo lo que tiene por dentro.

Habíamos pactado un partido para las 9:00 a.m. pero la resaca de todos y de Jhon Mario, no nos dejó llegar más temprano y terminamos por arribar a Ciudad Jardín a las 11:00 a.m. en un día soleado donde no se vislumbraba ni una sola nube en el cielo, algo característico de los últimos domingos en la capital.

Cuando llegamos nos recibieron con la mayor amabilidad, como si fuéramos de la misma familia: tamal, chocolate, pan y queso campesino para todos antes del “cotejo” de micro a unas cuadras de la Carrera Décima con Calle 18 sur.

Doña Sandra no nos dejó salir antes de la casa sin que nos comiéramos todo el desayuno, según ella “si no comen eso por allá en la cancha se vomitan”-creo que al comer semejante banquete al correr los primeros diez metros en la cancha podría vomitarlo-. Cuando iba a revisar si había traído todas las cosas para jugar, me percaté que se me habían quedado los tenis. Amablemente, Jhon Mario me prestó un par que le sobraban y me dijo “con estos fue con los que jugué en esa misma cancha una vez que Robayo vino a jugar ahí”.

Mientras caminábamos para la cancha, en medio del ambiente de un barrio de clase media (o que algunos denominan como el más bonito del sur) Jhon me comentaba que a unas cuadras de donde íbamos a jugar, vivía la abuela de Rafael Robayo, jugador de Millonarios, que por estas calles también habían pasado jugadores como Fabián Vargas y Kilian Virviescas. Decía que este barrio podría ser una de las cunas del fútbol bogotano y colombiano, “si tuviera más apoyo por parte del gobierno, de este barrio habrían salido grandes jugadores, hasta yo estaría jugando profesionalmente”.

Jhon Mario Garzón Franco, sus amigos le dicen Jhon. Tiene 19 años, mide aproximadamente 1,75 m, su contextura es normal, pesa 67 kg, pero él mismo asegura que va aumentar en función del consumo de alcohol que realiza semanalmente. Aunque por la barba aparenta mucho más, su vestimenta dominguera refleja su actitud juvenil y tranquila, además de aficionado al deporte rey. Como todo buen colombiano dice que respeta la tradición de llevar la camisa de su equipo del alma en el fin de semana, Atlético Nacional. Dice que este año fue cuantas veces pudo a Medellín solo para verlo jugar, pero al partido que no pudo ir fue la final de Copa Libertadores, afirma con total seguridad y rabia: “Era el único que no me podía perder, esas oportunidades se ven una sola vez en la vida, creo que me arrepentiré porque yo había conseguido boletas para irme a ver la final, pero por los trabajos de la universidad no pude”.

Actualmente está estudiando Finanzas en la Pontificia Universidad Javeriana o “la pontifarra” como él le dice. “Porque a veces no hago ni un culo”, dice que toda su vida estuvo relacionado al mundo del fútbol y pensó que ese sería su camino, que de eso viviría. Su recorrido por las distintas escuelas deportivas del sur de Bogotá le hicieron pensar eso, además mencionó que antes de graduarse del colegio estuvo presentando unas pruebas en Boca Juniors en Argentina, lo único que mencionó con tono de burla era que “jugué contra la cuarta categoría y esos parecían unas máquinas para jugar, corrían cada balón, no daban nada por perdido, ellos sí sentían de verdad la camisa, más que los jugadores colombianos de primera”.

Para ver hay que creer y en mi vida he conocido a más de un bocón con los temas del fútbol, creyéndose el mejor jugando, mucho toque toque y de aquello poco. Necesitaba verlo jugar para corroborar todas las historias que había escuchado de todos aquellos que ya lo habían visto jugar. Pese a que es un espacio reducido, la zurda que tiene para rematar a muy pocos se la he visto, es un cañón siempre listo para desenfundar toda su artillería sin importar quien esté al frente del arco. Su carácter se ve reflejado en la intensidad con la que vive cada instante, cada pase, cada pérdida y recuperación del balón, no deja nada al azar dentro de la cancha.

Al finalizar el “picao” de barrio, con el sol picante después del mediodía en su punto más alto, llegaron los papás de Jhon con dos petacos de Poker fría para el famoso tercer tiempo. Amablemente a todos nos ofrecieron para pasar la sed y el sol fastidioso que había en ese momento. Sabía que Jhon había tenido una novia con la que había durado bastante tiempo, me enteré por sus más allegados. Cuando se la mencioné cambió todo su semblante -es entendible, todos hemos pasado por esos desamores- la seriedad se hizo evidente.

-No es necesario hablar de ella.

-Tranquilo, ya lo que pasó con esa vieja es cuestión del pasado, es bueno recordar para no repetir las mismas huevonadas.

– ¿Qué es lo que más le dolió en lo sentimental y quizás económico?

-Lo económico importa poco, pese a que gasté mucho en ella. Lo que más me emputó fue la actitud que tuvo muchas veces ella siempre que intentaba dar lo mejor de mí, su forma de ser era parca y poco interesada, aunque pienso que era interesada en el billete.

– ¿Qué era lo más bueno de ella?

-La mamá (me consta, la conocí porque estudió conmigo en bachillerato)

Lo curioso de todo es que él tuvo una relación clandestina con una prima, no tuve conocimiento hasta ese día, quizás por mi poca comunicación con ella o porque a duras penas había tratado con él, el mundo resulta siendo un pañuelo, todos se conocen con todos. Era necesario investigar un poco más la parte sentimental. Laura lo describe con una voz entrecortada, carisma y nostalgia “Jhon Mario es una persona dulce, muy entregada a la gente, humilde. Uno puede confiar en él”, no todos son perfectos, no es Dios “no sabe decirle no a la gente, en algunas ocasiones su fuerza de voluntad se va”. Quizás esto corrobore lo que hablamos más adelante con su exnovia, no quisimos entrar en detalles para no arruinar el día después de un cotejo tan emocionante, como esos que solo se pueden ver al sur de la ciudad.

Antes de coger rumbo a casa al final de la tarde, hablé con uno de sus grandes amigos, Sebastián, ha compartido mucho con él. Curiosamente, cuando estaban en el colegio, se detestaban, pero aprendieron a conocerse el uno al otro. “Jhon cada que tuvo adversidades en su vida sacó ese ejemplo que le dieron en casa para sobrepasar las dificultades, yo de él rescato es que cuando cree que todo está perdido, es cuando se levanta con fuerza y energía.”

Las personas son un mar que no tiene fin, no se sabe cuándo se terminan de conocer y cuáles terminan siendo excelentes seres humanos, cambiando la perspectiva que se tenía de ellos. Es un caso particular, porque se ha destacado por su lucha en todo lo que ha incursionado y siempre dispuesto a seguir mejorando como persona, en especial con los que lo rodean.