Ser mujer, ¿condena o privilegio?
La violencia hacia la mujer, un tema recurrente en nuestra sociedad, desgraciadamente es ignorado por muchos.
Texto realizado para la clase de Lenguaje Escrito II (segundo semestre, 2020-2), con el profesor David Mayorga.
Desde tiempos históricos la violencia ha estado presente en nuestra sociedad, como un vehículo de intercambio de poderes. Ni las leyes, ni el desarrollo cultural, y mucho menos la diversidad, han logrado disminuirlo.
En Colombia, las cifras de violencia suelen ser elevadas. Según estadísticas de Forensis – Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 2017 se registraron 25.381 muertes violentas y 260.624 por lesiones no fatales; en 2018 fueron 25.807 muertes violentas y 263.267 lesiones no fatales, y en 2019 se presentaron 24.389 muertes violentas y 253.482 lesiones no fatales. Las muertes violentas incluyen hechos como homicidio, suicidio, evento de transporte y las lesiones no fatales incluyen delitos sexuales, violencia intrafamiliar, violencia de pareja y lesiones accidentales, teniendo presente que estos registros no fueron muy variables entre sí, ya que durante estos tres años se registraron cifras alarmantes de violencia.
La violencia de género presenta índices muy elevados; según Medicina Legal, en el año 2014 se registraron 810 homicidios; en 2015 se registran 670 asesinatos y en 2016, 731 muertes, en los cuales las mujeres solteras han sido las principales víctimas de asesinatos; y seguidas de ellas, las mujeres que viven en unión libre. En los años 2018 y 2019, en solo los meses de enero y febrero, se evidenció un número alto de violencia de género, cifras de 149 y 138 homicidios, respectivamente, y en promedio asesinaron a 2,3 mujeres a diario, de acuerdo con las estadísticas presentadas por Forensis – Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Y, según la Red Feminista Antimilitarista, a septiembre de 2020 se habían registrado 243 feminicidios durante la cuarentena, delito en el que el asesino priva de la vida a una mujer por razones de género.
Antes de continuar, es pertinente definir qué es género. Según la abogada Alejandra Castaño, especialista en derecho penal y ciencias criminológicas, a través de la característica sexo se nace hombre o mujer, categoría dada única y exclusivamente por los genitales, vagina o pene. Pero el género no se puede clasificar únicamente en la categoría de si se es hombre o mujer, ya que, es un concepto construido socialmente a partir de un conjunto de creencias, representaciones e ideas que cada sociedad ha integrado a partir de las diferencias sexuales entre hombre y mujer, por ejemplo, en el caso de que nazca una persona en un cuerpo de hombre, pero sintiéndose mujer, esta persona se construirá socialmente como mujer porque no se reconoce a sí misma como hombre. Teniendo claro este concepto, la violencia de género corresponde a cualquier acción o conducta que desarrollan hechos de violencia en virtud del género.
La Constitución Política de Colombia declara que todas las personas nacemos iguales ante la Ley. Igualmente, determina que las mujeres son sujetos de especial protección ya que, desde la historia, la mujer ha tenido vulneración de sus derechos, razón por la cual hay leyes que las protegen, como la Ley 1257 de 2008, la ley de no violencia en contra de la mujer, para que cuenten con una protección reforzada.
Colombia ha sido desde siempre un país que ha tenido una historia arraigada en el machismo, por lo cual, esta mentalidad en nuestra actualidad genera muchos desaciertos y malestar en la cultura, ya que según Sigmund Freud en su ensayo Malestar en la cultura, estamos en un intento constante de protegernos de las restricciones y lo negativo que se tiene impuesto por la misma cultura, en este caso, el machismo, lo cual hace sentir una inconformidad al individuo.
Un ejemplo de ello es el ámbito laboral. Según el DANE, hasta el año 2018 la brecha en el mercado laboral en Colombia para el hombre fue de 6,7%, mientras que para la mujer fue de 12,4%, seguramente este tipo de estadísticas y muchas más en lo que respecta al tema no tienen tanta visibilidad en nuestra sociedad. Es por esta y muchas razones más que la violencia de género debería ser un tema más importante, hablado y tratado en nuestro país.
Como lo manifiesta Victoria González, comunicadora social – periodista y profesora de la Universidad Externado de Colombia, la violencia de género es un tema tan extendido y flagelado en la sociedad, que el papel de los medios de comunicación es fundamental, pues por medio de estos es posible dar a conocer a los ciudadanos del común la magnitud del fenómeno, la forma como los gobiernos lo están enfrentando y la actitud que la sociedad debe asumir para impedir que se siga propagando.
Por otro lado, la periodista, activista y lideresa colombiana del movimiento feminista, Mariángela Urbina, cree que durante muchos años la violencia de género era tratada como un tema menor en la prensa, ocupaba la páginas interiores e incluso era amarillista con titulares como: “Por crimen pasional muere una mujer en su casa”, pero con el tiempo entendimos que hablar de crímenes pasionales estaba errado, ya que era una forma de justificar la violencia, por lo cual hoy ya se denuncia como un feminicidio; murió por ser mujer, más no murió por pasión. Un tema en la agenda, que cada vez más en distintos medios de comunicación lo hablan con más rigurosidad e importancia. Mariángela resaltó una frase muy importante del movimiento feminista que dice: “Lo personal es político”, entonces ahora sabemos que no es justo que “la ropa sucia se lave en casa”, que lo que pasa en casa también es un acto político y que la violencia de género siempre será de interés público, y si el periodismo no se interesa en ello, entonces no podrá combatirse y seguirá siendo un secreto a voces.
Siendo un tema de suma importancia, es pertinente crear comunicación que le apueste a transformar el mundo, las palabras construyen mucho y a través de ellas la sociedad se puede informar. El periodismo puede contribuir a frenar el fenómeno de la violencia de género asumiendo una perspectiva que se aleje del amarillismo, que no revictimice a las víctimas, que no exalte el papel del o los victimarios o, por el contrario, lo minimice; que no destaque las características positivas de un victimario para ocultar su culpa y que no presuma la culpa de las víctimas por su profesión, el lugar donde se encontraban, su edad e incluso su orientación sexual.