Los súper calvitos
Patricia decidió cumplir los sueños de la pequeña Yury: ayudar a sus supercalvitos con una super casa, su fundación que fue creada luego de su muerte.
Reportaje realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con el profesor David Mayorga.
Cuando la adversidad y el dolor acompañan la vida de pequeños niños, el corazón de los demás trabaja con intensa pasión para hacerlos brillar nuevamente a través de sueños cumplidos. Esta es la labor de Patricia Avendaño: entregar su vida a menores diagnosticados con cáncer tras conocer la historia de Yury Monroy, una luchadora contra esta enfermedad.
Ella tocó las puertas de aquel edificio de cinco pisos y dos bloques grandes, con una entrada rectangular imponente de color negro, con la esperanza de hacer sonreír a todos los que allí vivían y diariamente combatían al monstruo más grande de sus vidas. La pequeña Yury, de tan solo 12 años, flechó su corazón, pero en aquel instante en el que cruzaron sus primeras miradas y palabras no podían imaginar lo que significarían cada una en la vida de la otra.
Patricia decidió ayudar a estos niños como forma de agradecimiento a Dios por la salud de su hija y de su familia. Una visita de la que no esperaba salir con una conexión tan grande como la que tuvo con la pequeña.
—Llegamos allá por sincronía de la vida, realmente por cosas que ocurren, por cosas que Dios quería que pasaran. Conocimos una chica muy especial: su nombre era Yury Dayana Monroy —recuerda Patricia.
Yury vivía en el Instituto Nacional de Cancerología. Estaba llena de alegría, agradecimiento y locura, tenía amputada su pierna izquierda por un osteosarcoma que la obligó a someterse a 23 cirugías. Patricia volvía a aquel lugar semanalmente, jugaba, se reía y hablaba con Yury. La pequeña empezó a sentir a Patricia como su lugar seguro.
Luego de dos años en otra visita al Cancerológico, Patricia salió de allí con una meta. Yury, que luchaba contra aquel terrible monstruo, le confió su sueño más grande: una fundación para niños que, como ella, sufrían de cáncer. A pesar de la ilusión, esa visita también le dejó a Patricia un vacío inmenso en el corazón, pues casi todos los amigos de Yury habían perdido la batalla, fallecieron.
El cáncer infantil parece arrebatar el brillo que resplandece la vida colorida de los niños. Ellos, en su lucha diaria, se enfrentan a emociones de miedo, causadas por el dolor de los tratamientos o las cirugías; a la ira y la soledad porque su mundo, en muchas ocasiones, se limita al trajín de un hospital; e incluso afrontan la depresión y a la ansiedad, especialmente a partir de los 12 años cuando entienden mejor el significado de esta dura enfermedad y temen por su futuro. Las emociones tan crueles por los que deben pasar estos pequeños los conducen muchas veces a un estado de apatía. Así lo describe un estudio de psicooncología de la Universidad de Murcia “Atención Psicológica en el cáncer infantil”, escrito por Xavier Méndez, Mireia Orgilés, Sofía López y Jose Pedro Espada en 2004.
A pesar de este común denominador en los pequeños con cáncer, Yury seguía motivada por su más grande deseo. La pequeña de 12 años también tenía en su pulmón derecho un nódulo, y fue cuestión de poco tiempo para que llegara a sus pulmones y deteriora su salud. Esta devastadora noticia le llegó a Patricia a inicios de 2013, cuando los médicos le informaron que Yury no tenía mucho tiempo de vida. A partir de este momento vivió una carrera contra el reloj para materializar el objetivo de la fundación.
De inmediato y sin apoyo alguno, las cosas parecían no ser muy fáciles. Diariamente se enfrentaba a impedimentos económicos, legales y a un gran ajetreo con papeles necesarios para su creación.
—Desde enero hasta abril se logró —dijo Patricia. Finalmente, en medio de tantas trabas, el 8 de abril de 2013 quedó constituida legalmente “Segundos de Vida”.
Luego de tanto tiempo, el sueño se había materializado y lentamente “Segundos de Vida” empezaría a crecer; mantenerla sería el reto más grande para Patricia. Todo iba bien, nada era sencillo ni rápido, pero en su corazón solo había una gran ilusión por presentarle la fundación a Yury, quien luchaba contra está tormentosa enfermedad en el Cancerológico.
De repente llegó aquel terrible día gris. Yury murió el 26 de abril, tan solo 18 días después de la creación de la fundación. Una devastadora noticia que dejó fría a Patricia y dentro de ella una de las luces más resplandecientes de su vida se apagó. La de aquella niña que le había enseñado que de los peores momentos se podía sacar una sonrisa mucho más grande que el dolor que invadía su cuerpo.
—Paty, estoy que salto de una sola pata —le decía Yury a Patricia con una sonrisa al hablar. Otras veces le decía: “me dicen ‘la Patasola’”, y la sonrisa no se desvanecía de su rostro.
Fue un mes muy difícil de afrontar para Patricia. Contempló la opción de no seguir con el proyecto, sentía que esta pérdida era de una “personita” que, más que su amiga, era una hija que le había puesto Dios.
—Yo decía, se fue como la inspiración, la dueña de esto —expresó Patricia con nostalgia.
Hasta hoy, ‘Paty’ enfrenta este dolor con admiración, amor y mucha impresión. La pequeña que en un momento fue su inspiración más grande, luego de partir al cielo se convirtió en su fortaleza más importante para seguir trabajando por la “supercasa” y por todos los niños a quienes Yury había dejado con su misma lucha.
En Colombia, por año, se registran 1628 casos de cáncer en niños e, infortunadamente, 532 muertes. La lucha y la pérdida contra esta terrible enfermedad se da, en primer lugar, por las leucemias, luego los tumores malignos del sistema nervioso central y por el linfoma Hodgkin, según el Boletín 03 del Día Mundial del Cáncer Infantil publicado por el Ministerio de Salud, que adiciona una alerta por un diagnóstico y tratamiento oportuno.
Patricia decidió seguir trabajando por el sueño, siendo Yury su luz en el proceso. Desde 2013 ha contado con un grupo de valiosos voluntarios que han entregado su corazón a estos niños y que algunas veces se sorprenden de las ideas tan grandes con las que sueña, e incluso les generan gracia.
El camino por un sueño…
De todas las cosas que pasaban por la cabeza de Patricia para seguir luchando en este camino, tener una casa propia donde los ‘súper calvitos’ pudieran hacer realidad sus sueños fue tal vez la meta más grande. Para todos parecía imposible, menos para ella.
Camila y Rubén, voluntarios de la fundación, han sido testigos y aprendices de Paty, una soñadora que lucha por sus deseos y que tiene como objetivo transformar la vida de estos niños. Conseguir una casa propia era algo demasiado difícil, pues les costaba pagar el arriendo de donde estaba la fundación, en la que tenían seis cupos para los niños y sus mamás; sin embargo, empezaron a soñar junto a Patricia.
Rubén solía acompañar a Patricia desde hace 11 años en sus primeros voluntariados para niños con cáncer, desde ahí ha sido el encargado de buscar personas que económicamente puedan ayudar a través de concursos, rifas, donaciones etc.
—Mitigar el impacto que el cáncer genera en estos chiquitos y en su familia, haciendo de estas situaciones tan trágicas algo mucho más llevadero y transformando las historias que traen encima —dijo Rubén al recordar su labor en Segundos de Vida.
Según un estudio de la revista de enfermería de la Universidad del Bosque, sobre el beneficio psicosocial para la calidad de vida en estos pequeños con cáncer, las ayudas “tangibles” dadas por otras personas como escuchar, demostrar cariño, guiar o expresar aceptación, los llenan de beneficios conductuales y emocionales, les permiten ser conscientes de la compañía de una persona en la que pueden confiar y compartir sus vivencias.
Camila, ‘El Encantico’, llegó a la fundación tan solo con 15 años luego de que su tía se fuera cielo a causa del cáncer. En sus primeros días Patricia no estaba convencida de dejarla entrar del todo, pues a su corta edad ver estas historias podían afectarla emocionalmente, pero su pasión por la causa era mucho más fuerte. La fortaleza era difícil de mantener, de esto se dio cuenta en el 2019 cuando seis niños de la fundación murieron, entre ellos ‘Laurita’ el angelito que con su historia le permitió ganar un concurso de escritura organizado por su colegio en 2019, con su texto “Laurina”.
—Su muerte me marcó mucho, ella agonizó estando conmigo —dijo Camila recordando aquel terrible momento—. En sus últimos días estuve con ella, le llevé amigos para que le cantaran y el spa de uñas que quería; me pregunté, “¿Por qué no hacerla feliz?”.
Para Camila, Patricia y los demás voluntarios de “Segundos de Vida”, Laura y los demás niños brillaron tras irse al cielo con sus más grandes deseos cumplidos, comer lentejas o una hamburguesa gigante, conocer el mar, volar en paracaídas, entre otros. Hacer estos deseos realidad es su esencia y los llena de felicidad. Es el camino por donde Patricia y su familia de voluntarios deciden transitar todos los días. En estos últimos meses, como una bendición desde el cielo con el brillo de Yury, llegó la casa propia para 15 ‘súper calvitos’.
—Sé que ella es la que está logrando que la fundación se impulse a ayudar muchos más niños y que se logre lo que ella siempre soñó: ayudar a sus calvitos, sus amigos de causa —dice Patricia al imaginar la reacción Yury al estar frente a la fundación—. Ella me dejó una misión gigante, pero yo creo que Yury está feliz.