Facultad de Comunicación Social - Periodismo

“Seamos más personas y no tanta gente”

De baterista de Wamba a estudiante de comunicación y de estudiante a locutor de Radioacktiva. Así ha sido la vida de Luisca Guerrero.

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con la profesora Laila Abu Shihab.

Luis Carlos Guerrero es el dueño de la cabina de Radioacktiva durante las noches capitalinas. Luisca, como mejor se le conoce en el mundo radial, es el encargado de brindar compañía a los oyentes desde su programa El Correo de la Noche. Pilotear la nave (su mascota es un alien) de la emisora de rock más importante de Colombia, fue un lugar al que nunca imaginó llegar, pues su sueño desde niño era ser músico. A sus 32 años recuerda su niñez y su adolescencia -durante finales de los años noventa y principios de los dos mil- como una época en la que no existían los teléfonos inteligentes, IPods o tabletas; la única forma de entretenerse era disfrutar de sus juguetes, jugar fútbol y correr como un loco por todos lados.

La vida de Luis Carlos Guerrero ha dado muchos giros, pasó de tener una banda musical y hacer giras por toda Colombia, a enamorarse de la enseñanza dictando clases de comunicación.

Sus padres sufrían cuando llegaban las vacaciones del colegio pues no les gustaba que Luisca se quedara sin algo que hacer. Por eso desde muy temprana edad lo impulsaron a probar todo tipo de actividades. Pasó por clases de tenis, baile y fútbol; trató con instrumentos como la guitarra y el piano, pero sus manos eran muy cortas para alcanzar ciertos acordes o teclas, respectivamente. Después de muchas pruebas y errores llegó a la batería. Allí se reveló un mundo distinto para él y comenzó a sentir un gran amor por la música que mantiene hasta el día de hoy.

Wamba

Iniciando su bachillerato en el Liceo Moderno de Bogotá y un año después de comenzar a recibir clases, sus padres le compraron su primera batería en una de las tiendas que hay en el corredor de la carrera séptima a la altura de la calle 55. Y sin tener idea de esos instrumentos, Luisca se enamoró de una que según él era “pésima”, pero que se acoplaba al presupuesto que había. Sus ídolos son Travis Barker, de Blink-182, al cual veía interpretar esos solos que lo caracterizan todas las tardes, después de llegar del colegio, por el canal MTV, y Alex González, de Maná, por esa capacidad que tiene de ser un showman desde la parte trasera del escenario.

Mientras Luisca empezaba a desenvolverse más en la batería conoció a Juan Pablo Jaimes, quien se convertiría en su mejor amigo y que justo estaba empezando a recibir clases de guitarra. Así se les ocurrió la idea de reunirse en sus casas para tocar juntos canciones de Green Day y Blink-182. En esos ensayos empezaron a soñar con llenar estadios y tener a miles de personas coreando sus propias canciones, por lo que tomaron la decisión de formar una banda con todos los juguetes. Luisca tenía un conocido de otro colegio que tocaba el bajo (Camilo Zapata). Al cantante (Camilo Salazar) lo conoció por una clase electiva de música que vio en décimo grado, y cuando se acabó el año escolar no dejó pasar la oportunidad de invitarlo a cantar en ese proyecto que empezaba a cocinarse. Fue el mismo cantante de la banda quien a los pocos días de haberse unido se encargaría de traer al percusionista (Miguel Ángel Rodríguez). Wamba ya estaba completa, y aunque siempre quisieron agregar un piano y una trompeta, siguieron adelante los cinco.

El siguiente paso en la lista de deseos era lograr pegar a nivel comercial, por eso Luisca “se puso la 10” pidiéndoles que ensayaran más seguido. Subieron de nivel, asistiendo a ensayaderos especializados, que contaban con todo lo necesario. Su predilecto era el Jam Session, dirigido por el exbaterista de Mauricio & Palo de Agua: Álvaro “Coque” Arango. Ensayaban sin falta de lunes a sábado y entre todos aportaron su granito de arena desde su instrumento para llegar al estilo musical que los caracterizó: el tropipop, influenciados por figuras como Carlos Vives, Fonseca y hasta el mismo Mauricio & Palo de Agua, quien también había estudiado en el Liceo Moderno.

“Compadre” fue su primera canción, escrita por Luis Carlos y Camilo Salazar, aquella canción que habla de desamor surgió de una charla casual que tuvieron en el salón de música, pues ellos empezaron a ‘capar’ clases por permanecer allí escribiendo temas. Las dinámicas eran diferentes, WhatsApp no existía, los únicos mensajes de texto de la época tenían un límite de caracteres que no permitía contar un chisme completo. Los problemas que tenían se los contaban en persona y así es como iban surgiendo temas para las canciones.

El ascenso

Lo que los catapultó fue su participación en un concurso nacional de intercolegiados organizado por Los 40 principales, una de las emisoras juveniles más influyentes por esa época, y la revista Shock, al cual entraron sin previo conocimiento, pues Camilo Zapata, el bajista, tomó sin permiso el carnet estudiantil de cada uno para inscribirlos en los intercolegiados.

Wamba logró avanzar todas las rondas hasta coronarse campeón del intercolegiado musical del año 2006. Esta victoria les abrió muchas puertas. A los pocos días recibieron una llamada de Gonzalo Gutiérrez, uno de los jurados, quien les ofreció un contrato para grabar tres canciones, y les dijo que si les iba bien, podrían convertirse en un álbum completo bajo el sello discográfico Sony Music y la representación de SCP Music, empresa dirigida por Gutiérrez y que también tenía en su menú de representados al cantante Lucas Arnau, entre otros.

Uno de los premios del concurso era que una de sus canciones sonara en Los 40 principales, y en menos de un mes “Compadre” estaba dentro del top 10 de la emisora y no solo pegó en Bogotá, sino a nivel nacional. Así mismo, la emisora Radio Tiempo empezó a llevarlos de gira por todo el país. Fue en uno de estos conciertos, en la ciudad de Neiva, cuando Luisca, con apenas 17 años y recién graduado, sintió que ya no eran una banda de colegio, porque era tanta la multitud que estaba saltando ese día que le pareció que el estadio Guillermo Plazas Alcid empezó a derrumbarse por dentro. 

Otro momento de grandeza que sintió fue cuando el mismísimo Jorge Barón le dio la famosa “patadita de la buena suerte” en el Show de las Estrellas, mientras Luis Carlos recibía ese acto icónico de la cultura colombiana, a su padre le estaban haciendo el también famoso “cosquilleo” entre el público. Le robaron las llaves del carro. Ese día quedaron tirados en Sogamoso. En presentaciones como esas, Wamba ya no estaba representando a un colegio o a una ciudad sino a un país entero.

El concierto más grande en el que tocó el baterista fue El Evento 40, que se hizo en el Parque Simón Bolívar de Bogotá en abril de 2007, y lo que más recuerda de esa presentación fue sentarse en su batería con el vacío en el estómago característico de los nervios, mirar al frente y observar de fondo la rueda de Chicago de Salitre Mágico y no encontrar ni un solo espacio entre la tarima y la rueda. Ese día había aproximadamente 80 mil personas en el parque. Cuando terminaron de tocar, y ante la respuesta positiva del público, Luisca y Juan Pablo se atacaron a llorar. Su sueño se había hecho realidad.

La despedida

A pesar del gran éxito por el que estaba pasando la banda, al momento de grabar su segundo álbum de estudio Gonzalo, su mánager, gastó 70 mil dólares que Wamba tenía que pagar y para saldar esta deuda decidió firmar un contrato con una entidad pública que recorría el país enseñándoles a las personas cómo prevenir la violencia sexual. “Les explicábamos a los jóvenes cómo ponerse un condón. Era una muy buena labor”, dice Luisca, pero por enfocarse en esta causa se empezó a dejar de lado la música, dejaron de componer, dejaron de ensayar, la radio ya no ponía sus canciones porque pensaban que Wamba se había convertido en una “banda de ONG”. Este contrato hacía que la banda permaneciera alejada de los escenarios, pues pasaban una semana entera en los lugares a donde los llevaran, semana en la cual solo tocaban una vez y el resto del tiempo lo dedicaban a labores sociales. Esto causó que los dejaran de llamar a festivales y conciertos, ya que no tenían agenda disponible, cosa que le disgustaba a Luisca y parecía que a los demás no.

La motivación de los demás por seguir creando música fue disminuyendo. Además, Luisca empezó su primer semestre de Comunicación y Periodismo en la Universidad de La Sabana, y llegó a un acuerdo con la banda de llegar después a los lugares donde tuvieran que estar e irse antes para no perder clase, los tiquetes debían ser financiados por la banda, pero esto nunca se cumplió.

La combinación de estas dos cosas tenía abrumado a Luis Carlos y el detonante final sucedió cuando en junio de 2010, tras pedir con seis meses de anticipación vacaciones para ir al Mundial de Fútbol de Sudáfrica y en pleno aeropuerto, su mánager lo llamó enfurecido preguntándole dónde estaba, y Luisca le recordó que ya le había informado de su viaje, pero a esas alturas la comunicación entre los dos ya estaba rota y lo único que salió de la boca de Luis Carlos fue: “Gonzalo, no se preocupe que conmigo no tiene que volver a hablar”. Colgó y de inmediato escribió en el grupo de BlackBerry de la banda: “Muchachos tranquilos, búsquense mi remplazo, porque al parecer yo no sirvo acá”, y se fue a Sudáfrica. La banda había cogido otro rumbo y quien en su momento fue ese eslabón que encadenó todo, por cuestiones administrativas y falta de compromiso con la música no podía seguirlo siendo.

Una nueva pasión

Después de dejar la banda y vivir la vida universitaria que tanto había aplazado, en sus últimos semestres de carrera Luisca descubrió que enseñar era lo suyo, sobre todo después de una mala experiencia con un profesor que le dijo que no iba a tener futuro en la radio y mejor se cambiara de carrera. Desde ese día en la cabeza de Luisca se implantó el chip de no permitir que las futuras generaciones se encuentren con profesores como ese. Recién graduado tuvo la oportunidad de dictar clases de comunicación y periodismo en su hogar, el Liceo Moderno, pues en esta institución en los grados décimo y once los alumnos tienen la posibilidad de cursar una materia enfocada en la carrera universitaria que más les llame la atención. Desde cualquier ingeniería hasta gastronomía, los profesores a principio de año presentan sus clases a todos los estudiantes y ellos deciden en cual inscribirse por el resto del año escolar.     

Martín Jaramillo hizo parte de su primera generación de estudiantes y describe sus clases como algo único. “Este tipo nos botó al agua de una, las clases siempre eran más prácticas que teóricas, él apuntó a nuestros gustos y a partir de eso nos ponía a hacer noticias y notas radiales o improvisaciones frente al micrófono para irle perdiendo el miedo”, dice. Otra cosa determinante en sus clases es el factor humano, el “seamos más personas y no tanta gente”, que es la frase con la que siempre cierra el buzón de El Correo de la Noche.

Muchas puertas como educador se cerraron cuando inició la pandemia por Covid-19. Al no ser un profesor de planta del colegio o de universidades donde ya había dictado clases como la CUN y la Sergio Arboleda, decidió crear un proyecto propio llamado “La verdadera facultad”, que consiste en dar cursos virtuales rápidos de una semana, en los que les enseña a las personas cómo mejorar su expresión oral. Para hacerlos dinámicos invita a personas que también hayan recibido alguna educación en el manejo de la voz, como Milena Pinzón, quien actualmente es voz comercial de Caracol Radio. “En su momento le envié un demo comercial y cuando nos conocimos en persona, de inmediato sacó ese instinto de educador, porque empezó a darme consejos sobre cómo mejorar mi voz, sin importar que estuviéramos en un bar viendo un partido de fútbol”, cuenta ella.

Péguelo

El cariño por los escenarios no desapareció de su memoria, pues aparte de trabajar para Radioacktiva, tiene un podcast en el que habla del contexto musical en Colombia con el empresario musical Julio Correal, recordado por ser uno de los encargados de traer a los Guns and Roses a Colombia en el año 1992. “Lo distinguía desde su época en Wamba, pero fue cuando me contrataron en Radioacktiva, a unos días de cumplir 60 años, que nos volvimos parceros. La conexión fue inmediata gracias a la música”, afirma el empresario. La diferencia de generaciones de este dúo fue lo que enganchó a la audiencia.

Por eso, después de la salida de Correal de la emisora decidieron crear Péguelo el Podcast. “La pasábamos del putas, el programa venía funcionando muy bien, nos extrañábamos, por eso le dije a Luisca: “marica sigámoslo como podcast”, y lo de péguelo no es de adorno, efectivamente nos juntamos a pegarlo cada que grabamos o para tener ideas de qué hablar sin ningún tipo de tapujos”.

Desenvolverse y apretar el botón de AL AIRE genera en Luis Carlos Guerrero muchas sensaciones bonitas; sin embargo, jamás llegará a ser igual que el sentimiento al presentarse en tarima como músico, observar cómo las personas reaccionan a su arte no lo compara con nada.