¡Se vale la riña!
Las peleas de gallos en Colombia posiblemente están a punto de llegar a su fin, el debate de si estas prácticas son tradición o maltrato no cesa.
Reportaje escrito realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2023-1), con la profesora Laila Abu Shihab.
Mientras trataba de entrar al Club Gallístico Gualivá, en La Vega, Cundinamarca, ya en la puerta, el hombre de suéter verde oscuro que cobraba la entrada me observó de pies a cabeza y, con el ceño fruncido, como si le extrañara mi presencia me dijo: “siga”. Adentro, me sorprendió la organización del lugar, había gente de todos los estratos sociales, no faltó el doctor al que todos le rendían pleitesía ni los borrachos que discutían y al momento se abrazaban. A punto de empezar la quinta pelea de la noche y con todos los asientos llenos, un hombre se acercó a donde me encontraba con mi amigo, nos explicó las características de cada gallo y nos preguntó a cuál le iríamos: “yo les aconsejo que le vayan a la gallería La Candela, porque por lo general siempre ganan sus gallos”, vociferó en medio de la algarabía que ya se empezaba a escuchar.
Dos hombres se encontraban en el centro del coliseo, cada uno tenía un gallo en sus manos. Mientras uno lo acariciaba, el otro le hablaba de cerca, como quien aconseja a un amigo antes de empezar una competencia. A un costado, más exactamente en el borde que divide las sillas del público de la arena, se encontraba el juez, quien contó hasta tres para que los dos hombres que tenían a los animales los soltaran. Luego de cinco tiradas -picotazos- entre los gallos el juez gritó: “¡Se vale la riña!”, dando así inicio a la pelea. Todos empezaron a gritar, unos alegres, otros con algo de cólera, y poco a poco pequeñas plumas empezaron a verse en el aire, como cuando los niños hacen burbujas en el parque.
Actualmente, las peleas de gallos en Colombia son legales, la Corte Constitucional en la sentencia C-666 de 2010 estableció que, en las actividades taurinas, el coleo y las riñas de gallos no se debe considerar el maltrato animal, ya que son manifestaciones culturales, ancestrales y por ende la Constitución tiene el deber de proteger su diversidad e integridad.
Aunque la Constitución protege estas prácticas, en el Congreso de la República están cursando dos proyectos de ley propuestos por senadoras animalistas, que buscan acabar con estas tradiciones. Dichos proyectos son: el 085 de 2022, propuesto por la senadora Andrea Padilla, del partido Alianza Verde, el cual busca la prohibición progresiva de espectáculos de entretenimiento cruel con animales. Aunque antes de pasar el proyecto a la plenaria del Senado, las riñas de gallos y las corralejas fueron excluidas, nadie puede garantizar que no vuelvan a incluirlas en el texto. Por otro lado está el proyecto de ley 123 de 2022, el cual busca directamente prohibir las riñas de gallos, presentado por la senadora Yuly Esmeralda Hernández, del Pacto Histórico.
Lo que dicen los galleros
Muchos aficionados ven esta práctica como una forma de entretenimiento mas no como un medio de sustento, o así lo ve Hugo Enrique García, un empresario y constructor que vive en Bogotá, a quien su padre le inculcó desde niño el gusto por las riñas de gallos: “yo compartía con los animales en la casa porque yo los ayudaba a cuidar desde muy pequeño”. Tanto así, que actualmente tiene un criadero de gallos que lleva su nombre: “Criadero Hugo García”, en Facatativá, Cundinamarca.
En la gallería tiene 550 aves de combate, 300 machos y 250 hembras. García me comentó que es difícil mantener el criadero, ya que se gasta aproximadamente de seis a ocho millones de pesos mensuales, pues toca tenerlos vacunados por las gripas y además debe tener empleados que le ayuden con la crianza. Cuando le pregunté a Hugo qué consecuencias traería para él la prohibición de las riñas de gallos respondió: “esto para mí es una entretención, porque yo soy constructor y empresario, pero para la gente que trabaja conmigo es su medio de sustento…gente que no sabe hacer más nada que esto en la vida”.
En el otro lado está Walter Parra, un caleño de 46 años que es juez de peleas de gallos desde que tenía 16 años. Me contó que el amor por los gallos finos en su caso es herencia familiar, pues su padre también era juez y él fue su ayudante: “recuerdo que desde muy niño mis padres me llevaban a las galleras porque hace muchos años no era prohibida la entrada de menores, era común que fueran los padres con sus hijos, era más un entretenimiento familiar”.
Por lo general, un juez cobra el 3% del monto total de una riña de gallos, por ejemplo, si una pelea es por un millón de pesos, el juez cobra $30.000, pero de ahí debe pagarle al que recibe el dinero de las apuestas, al ayudante y debe comprar los insumos como esparadrapo y algodón, el resto le queda a él.
Actualmente el tiempo estimado de una pelea de gallos es de 8 minutos o menos, dependiendo de la arremetida entre las aves, si se llega a este tiempo y los gallos siguen peleando se considera empate. No hay un número exacto de cuántas peleas se pueden llegar a hacer por noche, ya que esto depende de muchos factores como la cantidad de gente que asista, el número de gallos, el ambiente de la gallera, cómo se publicite y organice el evento y si es en un coliseo grande o pequeño. Lo único claro es que, entre más peleas, más se benefician el juez y los organizadores.
Al igual que don Hugo, Walter es propietario de una gallería, en la que tiene alrededor de 250 aves de combate, pero Parra sí vive de esto. “En mi caso los gallos son mi sustento, son mi medio de trabajo, por el cual me beneficio económicamente y depende mi familia… gracias a los gallos de pelea pude darle estudio a mis dos hijas mayores, que hoy en día son profesionales, y sé que gracias a las peleas de gallos sacaré adelante a mis dos hijas menores, quienes tienen 6 y 11 años”, expresó Walter.
La lucha de los animalistas
“Hay un componente social detrás de esto, es machista, es una apología como la narcocultura, pero más allá de eso pues es completamente arcaico, no tiene ningún sustento moral que hoy en día tengamos espectáculos que se regocijen con base en el sufrimiento animal y en la sangre”, afirmóJorge Mario Torres, un joven abogado, concejal de Fusagasugá, Cundinamarca, y activista animalista desde hace aproximadamente 9 años.
Torres me comentó lo que ha hecho para salvaguardar la vida de los gallos de combate: “desde mi posición como concejal he logrado tumbar varias peleas de gallos a través de medidas completamente jurídicas y legales, porque si bien las peleas de gallos en Colombia tienen cierta protección por parte de la Corte Constitucional esa protección es limitada y no permite las peleas de gallos en cualquier parte, ni en cualquier contexto, ni en cualquier momento y eso ha generado malestar en las personas que disfrutan y organizan estos eventos”.
Este tipo de acciones han traído consecuencias. El 26 de diciembre de 2022 Jorge Mario fue el responsable de que no se realizaran las riñas de gallos organizadas para ese día en Fusagasugá y, a raíz de esto, Torres fue víctima de amenazas, presuntamente por parte de los galleros, a tal punto que tuvo que dejar su municipio: “la verdad no recuerdo ni qué estaba haciendo ni dónde estaba, ni siquiera me acuerdo cómo me enteré, formalmente yo no puedo asegurar que son los galleros, pero han sido amenazas a través de redes sociales y quienes me amenazan son organizadores y asistentes de peleas de gallos”.
Jorge Mario no teme por lo que le pueda pasar, pues tiene claro que este tipo de cosas son “normales” en la actuación pública. Sin embargo, ha tomado las respectivas medidas legales: “yo tengo un programa de protección por mi cargo público, se llama Plan Padrino y es con la policía de Fusagasugá, pues obviamente hice el reporte al policía que está encargado de mi seguridad y pasé el reporte al Concejo municipal, a la alcaldía y a la Fiscalía, y por supuesto, hice la denuncia para que llegara a la Unidad Nacional de Protección (UNP)”.
¿Por qué sí y por qué no?
Según la Federación Nacional de la Gallística en Colombia (Fenagacol), en el país hay 7.700 galleras y 30.000 gallerías que ofrecen 290.000 empleos a personas de los estratos uno y dos. “Por otro lado, está el tema del agro, nosotros consumimos 290.000 toneladas de maíz al año, esto transversalmente cobija varios sectores de la economía, entonces, nosotros movemos en el país anualmente 4,4 billones de pesos”, afirmó Campo Elías Manotas, presidente del gremio. Sin embargo, ninguna entidad puede validar estos datos. Estas cifras son un aproximado que el gremio, conformado por 24 asociaciones en todo el país, calculó.
“Esto es una cosa completamente innecesaria dentro de lo cultural, dentro del crecimiento como seres humanos, y tendrá un tema económico, pero no podemos excusarnos con el dinero, con el crecimiento económico de cada quien, y menos si se hace con el dolor de los demás”, expresó Eduardo Peña Garzón, coordinador de campañas para Latinoamérica de Animal Defenders International y cabildero colombiano.
En cuanto a qué pasaría con las personas que se benefician de estas actividades si se llegaran a prohibir las riñas de gallos, la senadora Yuly Esmeralda Hernández del partido Pacto Histórico y ponente del proyecto 123 de 2022, informó a través de su cuenta de Instagram lo siguiente: “vamos a garantizar el tránsito progresivo de estas familias a economías formales, economías legales que respeten sobre todo la vida de los animales y que convivan en armonía con el ambiente y con la naturaleza”.
Por ahora, los animalistas lo único que pueden hacer es llamar la atención de las autoridades para que ejerzan control y de alguna manera tratar que los ciudadanos y el gremio gallístico se acojan a las leyes. Mientras tanto, cada fin de semana en las distintas galleras del país, después de que los gallos se tiren -piquen- cinco veces, un juez gritará: ¡se vale la riña!