¿Realmente es de machos?
La construcción social de lo que significa ser hombre se ha ido replanteando. Es momento de reflexionar para prevenir el acoso sexual en las universidades.
Estrategia diseñada para la clase de Comunicación Estratégica (séptimo semestre, 2019-2) con la profesora Sonia García
El acoso sexual en entornos académicos se ha convertido en un tema recurrente en los últimos años, del que mucho se habla debido al incremento de denuncias, el impacto de los casos que han salido a la luz pública, las complejidades de los procesos que podrían conducir a la sanción de las conductas asociadas a esta modalidad de las violencias basadas en género y lo reciente de la inclusión de este tema concreto en las leyes colombianas.
Aunque no está completa y estrictamente definido, según la Corte Suprema de Justicia de Colombia, el acoso sexual se configura cuando es reiterativo y genera incomodidad en la víctima, no es un delito de resultado -es decir, no depende de la “consumación” de un acto-, y está relacionado con relaciones en las que está implícita la superioridad, sin que esta necesariamente implique que se trate de un jefe y un subordinado, porque las posibilidades de amedrentar, coaccionar e intimidar surgen de la asimetría entre la víctima y su agresor.
“¿Es de machos?” es un proyecto de comunicación estratégica que nace con el ánimo de evitar que en las instituciones de educación superior del país continúen sucediendo casos de acoso sexual, diseñada para evitar que los hombres se sientan atacados -porque esta vez serán ellos mismos quienes reflexionarán en una tarde solo para hombres- y considerando que la invisibilidad del problema está estrechamente ligada con lo mucho que se han normalizado y arraigado estas conductas en la sociedad. Buena parte del problema radica en que los acosadores no se reconocen como tales y, en la práctica, se avalan discursos y conductas violentas asociadas con el acoso sexual.
Los datos no son precisos. Según un informe de la Fiscalía General de Nación entre los años 2008 y 2017 se han registrado 10.830 denuncias que relacionan estudiantes con acoso sexual. Sin embargo, no existe un dato exacto de los casos puntuales en las universidades, una inexactitud que contribuye a la negación de esta conducta en las instituciones de educación superior, esto sumado a las respuestas evasivas e ineficaces e incluso a la total falta de respuesta por parte de muchas de ellas.
Una encuesta liderada por la Universidad Central, realizada en cinco centros de educación superior del país, en el que participaron 3.024 personas, indicó que el 27 por ciento de las personas -entre estudiantes, docentes y personal administrativo-, conoce casos de acoso sexual en el ámbito universitario. Otro estudio de la Universidad Nacional encontró que el 42 por ciento de las jóvenes ha sufrido acoso sexual.
El acoso sexual en las universidades ha suscitado todo tipo de debates, pues muchos critican a quienes denuncian fuera del marco legal, por el respeto al debido proceso. Otros se muestran incrédulos y, precisamente por la escasez de denuncias “oficiales”, encuentran bastante improbable que este tipo de agresión suceda en espacios académicos.
Para el presente proyecto se determinó que el grupo objetivo al que se dirige la estrategia principalmente son estudiantes hombres que no se reconocen como acosadores o incluso creen que es un problema lejano mientras que en la práctica tienen una serie de comportamientos que validan socialmente el acoso:
-Se burlan cuando tienen conocimiento de un caso de acoso.
-No manifiestan solidaridad con la víctima.
-Publican o comparten contenido relacionado con el tema en sus redes sociales, pero lo hacen de manera jocosa y no lo reconocen como un problema real.
-Se aproximan físicamente a sus compañeras, aunque se sientan evidentemente incómodas.
-Están vinculados a grupos de WhatsApp en el que eventualmente comparten fotografías íntimas de mujeres que conocen, incluidas sus compañeras de universidad.
Durante el proceso de investigación previo al diseño de esta estrategia, se realizaron entrevistas semiestructuradas a miembros del grupo objetivo que arrojaron resultados importantes para su planeación: ninguno de los hombres entrevistados tiene clara la definición de acoso sexual, tienen ideas al respecto, pero manifiestan no estar seguros de lo que significa; pese a que la mayoría considera que el acoso se presenta en mayor proporción de hombres hacia mujeres, se habla de la posibilidad de que ocurra en igual proporción en contra de los hombres, pero se invisibiliza porque los hombres no lo denuncian; el 80% de los hombres entrevistados aseguran haber recibido fotos íntimas de mujeres enviadas o expuestas por amigos cercanos y el 60% de los entrevistados cree que sí ha acosado, aunque haya sido sin intención, bien sea en edades más tempranas, en fiestas universitarias o incluso en escenarios académicos.
La influencia del alcohol en la conducta acosadora también generó controversia entre los entrevistados. Pese a que cerca del 80% está de acuerdo en que el consumo de alcohol no exime a la persona de sus acciones mientras se encuentra bajo ese estado porque “el alcohol solo potencia lo que la persona es, lo que en realidad quiere hacer”, en palabras de los entrevistados. Para otros de ellos, el alcohol sí modifica quien realmente eres “y te hace cometer acciones o tener comportamientos que sobrio no tendrías”.
Para formular la estrategia, se trazó un objetivo claro: promover un cambio en los comportamientos socialmente validados que normalizan el acoso en las universidades a través de un proceso de sensibilización y reflexión sobre el lenguaje y las acciones cotidianas que apoyan la desigualdad de género para generar empatía con las víctimas.
Es por esto que “¿es de machos?” propone que se cambie el señalamiento hacia al “acosador” -generalmente hombre-, y se apueste por la creación de espacios que inviten a la autorreflexión, en los que se pueda llegar a sentir empatía gracias a la socialización de experiencias personales en compañía de otros hombres, quienes también enfrentan el mismo proceso, complejo, de reconocer esas conductas cotidianas que son acosadoras y que ni si quiera ellos mismos reconocían como tales.