“Quizás hemos normalizado la muerte”: Carolina Corcho
La salubrista y vicepresidenta de la Federación Médica Colombiana es una de las voces más consultadas desde que comenzó la pandemia de COVID-19.
Perfil realizado para la clase de Introducción al lenguaje periodístico (tercer semestre, 2021-2), con la profesora Laila Abu Shihab.
El día de la entrevista, Carolina Corcho me invitó a su apartamento en Chapinero. Me encontré con ella una cuadra antes del edificio. Me sonrió muy amigable, como lo fue el resto del tiempo que estuve con ella. Vestía un gabán azul claro, muy apto para el clima de Bogotá. Al llegar al apartamento estaba su madre, quien me saludó muy formal. Hicimos la entrevista en su sala, donde nos sentamos en un sofá rojo cerca a la chimenea.
Carolina Corcho es médica de la Universidad de Antioquia, psiquiatra de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en estudios políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana. Es vicepresidenta de la Federación Médica Colombiana y presidenta de la Corporación Latinoamericana Sur, una organización sin ánimo de lucro conformada por un grupo de profesionales de distintos campos que contribuyen a la promoción de un Estado social desde los valores humanos.
Nació el 13 de abril de 1983 en Medellín, pero tiene conexión con lo rural al ser proveniente de familias campesinas y mineras del Bajo Cauca antioqueño. Desde pequeña mostró un liderazgo en lo social y lo político, influenciada, además, por sus padres en ese sentido. Estos, más que todo su padre, soñaban con que su hija fuera médica. Según Carolina, esta era una aspiración normal en la Costa, puesto que tiene familia de origen costeño. Ella dice que, de alguna manera, creció con esa aspiración.
Sus padres se desempeñaban en dos campos distintos: el de la ingeniería y lo científico y el de lo político y lo social. Su padre, Freddy Hernán Corcho, era ingeniero y fue diputado de la Asamblea de Antioquia y profesor de la Universidad Nacional. Su madre, también ingeniera, es Amparo Mejía. Fue la primera alcaldesa elegida por voto popular de su pueblo, Zaragoza (Antioquia), de 1990 a 1992.
–Una lideresa, sin duda –le digo cuando termina de contarme sobre su madre.
–Ya entenderás la vocación que tengo respecto al temple que ella tenía. Le tocó muy difícil, porque el Concejo era contrario a ella.
Carolina vivió la violencia de Medellín en carne propia con la pérdida de su padre. Freddy Hernán Corcho fue una de las personas que vio el potencial innato en ella. Cada vez que Carolina habla de él o de su madre, se puede notar una profunda admiración y sentimiento en sus ojos.
–Entonces su padre tuvo una influencia en usted…
–El tiempo en él que estuvo, siempre me formó para que fuera una buena oradora y hablara bien. La preocupación de él era que yo hablara bien (risas).
Al terminar el bachillerato, Carolina sostuvo su decisión de estudiar medicina, aún con la insistencia por parte de las personas a su alrededor de que estudiara Derecho o alguna ciencia social. Comenzó sus estudios superiores en el 2000 con un pregrado de medicina en la Universidad de Antioquia, donde también fue investigadora del Grupo de Violencia Urbana. Allí participó en grupos de pensamiento sobre ciencias sociales, filosofía y música, y encontró diversas posibilidades que le ofrecían las universidades públicas en debates intensos y le permitían “ser una libre pensadora”.
En esos tiempos comenzó su admiración por dos personajes claves en la salud, Héctor Abad Gómez y José Félix Patiño. Al primero no lo conoció porque cuando ella entró a la Universidad de Antioquia, él ya había sido asesinado en 1987. Al segundo sí, era su maestro. Murió el año pasado. Ellos fueron quienes inspiraron su carrera.
–¿Cree usted que estudiar en una universidad pública, como la de Antioquia, reforzó esa visión humanista y social?
–Por supuesto, yo estudié en las dos universidades públicas más grandes de Colombia y eso te marca la vida. La UdeA fue la posibilidad de poderme acercar a muchas corrientes de pensamientos sociales; la de Héctor Abad Gómez y la de Estanislao Zuleta.
–¿Cómo fue ser investigadora del Grupo de Violencia Urbana de la Universidad de Antioquia?
–Ese grupo estaba inspirado por muchos de los discípulos de Héctor Abad Gómez, entonces allí empecé a entender la violencia como un problema de salud pública. Así comenzó mi carrera como salubrista, porque la salud pública va más allá de la medicina, tiene que ver con las problemáticas sociales que generan muerte y enfermedad.
–¿Por qué no continuó en esa línea?
–Porque fue bastante fuerte, estudiar la violencia en Medellín es difícil.
Tras obtener el título de médica en la Universidad de Antioquia inició su posgrado en psiquiatría en la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá. Allí fue elegida para ser presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR), gremio que representa a las y los médicos jóvenes que hacen su especialización, y lideró un paro que terminó en el cierre de la facultad de medicina. En 2015, lograron la apertura de lo que es hoy el Hospital Universitario de la Nacional. Ella afirma que fue un logro del movimiento estudiantil, ya que la Universidad Nacional había quedado golpeada con el cierre del Hospital San Juan de Dios en 1999.
Carolina fue escalando en su campo de acción “por casualidades de la vida”. Entre esas escalas, fue la precursora de leyes como la estatutaria en salud de 2015 y la de residencias médicas de 2018, también fue impulsora de la sentencia T-760 del 2008 que reformó el sistema de salud. Esta reconoció como problema estructural las vulneraciones al sistema y ordenó a las distintas entidades vinculadas con el mismo la corrección de las fallas presentadas en la prestación del servicio de salud.
Comenzó su activismo y la dirigencia gremial al entrar a su posgrado en psiquiatría en la Universidad Nacional. Por esa vía estuvo en un momento histórico en el que había un gran debate alrededor de la salud en el 2009. “El gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez había emitido los decretos de emergencia social” y, debido a esto, hubo movilizaciones en todo el país. En ese momento es cuando se articula con los presidentes de los gremios médicos a nivel nacional, mientras que estos se encontraban en el proceso de elaborar una ley que definiera a la salud como derecho fundamental, autónomo y de cumplimiento inmediato. Siendo lideresa gremial, participó de uno los hitos más importantes de la salud en Colombia con la aprobación de la ley estatutaria. Luego, decidieron hacer la ley de residencias médicas, que pretendía formalizar y reconocer los derechos laborales de 5.000 médicos y médicas de entonces. “Todo eso fue una batalla campal, esto no nos lo ha regalado nadie. Los derechos son luchas que uno, la sociedad civil, le gana al Estado. Y desde esa perspectiva, me fui vinculando a los procesos de reformas a la salud, en los cuales he participado activamente desde hace 10 años”.
–¿Cree usted que la salud es un asunto político?
–Claro, la salud es el resultado de un conjunto de políticas públicas para garantizar la vida humana y esas políticas públicas se definen en el Estado. Todas las visiones en la salud se desarrollan en un escenario político llamado Estado.
La salubrista se mantuvo firme en oponerse a las reformas a la salud y tributaria propuestas en el 2021, y estuvo además abiertamente a favor del Paro Nacional, que comenzó el 28 de abril y se extendió por cerca de tres meses. Carolina es una defensora de la salud pública como derecho fundamental y serlo le ha generado estigmatizaciones y hostigamientos en redes sociales. Las amenazas también han estado presentes, entre ellas una recibida en junio de 2021 aparentemente de Las Águilas Negras, en la que su nombre se encontraba junto al de varios dirigentes políticos y líderes y lideresas sociales, estudiantiles y gremiales.
–¿Ha buscado apoyo nacional e internacional por su situación de seguridad?
– Yo puse todas las denuncias pertinentes, pero la Fiscalía General de la Nación realmente es un órgano donde lo que reina es la impunidad. También acudimos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su visita para documentar nuestro caso como un ataque a la misión médica. Por ahora, de alguna manera, tenemos nuestro blindaje, pero no contamos con seguridad. Todavía no hay una respuesta del Estado ante las denuncias, como ocurre en este país todos los días con quienes lideran procesos democráticos.
Las denuncias presentadas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lograron el respaldo de diversas organizaciones de la salud y de otros campos en el país. Carolina asegura que esa persecución ha sido degradante, y que no solo ha venido de usuarios en redes o de grupos criminales, sino también de los medios de comunicación aliados a las personas de la tecnocracia que tanto incomoda. Desde antes del planteamiento de la reforma a la salud, ella expresó que reformas y leyes de ese tipo solo benefician a las élites del país.
– También la han criticado fuertemente por decir que la salud es un negocio, ¿no es así?
– Por supuesto. Y eso lo vamos a sostener, así sigan las estigmatizaciones. La tecnocracia y quienes han gobernado la salud de este país durante 28 años pretenden estigmatizar todo aquello que se oponga a la salud como negocio. Han tratado de mellar mi credibilidad diciendo que yo no soy científica sino politiquera.
–Y es que las personas tienden a confundir lo político con lo politiquero…
–Claro, lo confunden con lo del elemento partidista. Nosotros tuvimos una confrontación muy fuerte con Alejandro Gaviria, durante los seis años que estuvo en el Ministerio de Salud. Y para eludir el debate, salían a decir que nosotros estábamos haciendo campaña y politiqueando. Yo no tengo ese referente de ser candidata en el momento. Ahora, es absolutamente legítimo si uno se lanza al Senado. De hecho, hoy el señor es candidato (Gaviria). Ahí sí están callados porque los candidatos son ellos. Usaban eso para deslegitimar un debate que no han podido responder.
–Esa era justamente mi siguiente pregunta, doctora, ¿entonces no le gustaría, algún día, llevar la lucha por una salud accesible y de calidad para todos y todas al campo legislativo?
–Como te decía, en este momento no tengo esa decisión. Puede que más adelante.
Todas las experiencias académicas y personales que ha vivido conforman su visión social de la salud, haciendo de ella una salubrista. Y es que “no todo médico es salubrista”, dice. Seguir empleando esa visión le ayudó a entender la fuerte relación entre la violencia y la salud en un país como Colombia.
Desde que inició la pandemia ha tenido un auge en las redes sociales, al centrar su activismo social por la salud y ser una de las fuentes más consultadas en relación con los reportes del COVID-19. Carolina Corcho, dentro de su campo de acción, cuestionó fuertemente lo que considera es el mal manejo por parte de los gobiernos nacional y locales de la pandemia, a través de sus redes y de otros espacios. Colombia, en junio de 2021, ocupaba mundialmente un preocupante puesto en contagios y muertes, hoy el país cuenta con 5,07 millones de casos y 129 mil muertes (finales de 2021).
–Relacionado con la pandemia, ¿cómo cree que se ha manejado la salud en estos tiempos?
–Tuve muchas confrontaciones con los gobiernos nacional y locales. En Colombia no hubiera muerto tanta gente si se hubieran instaurado las políticas públicas adecuadas para enfrentar la pandemia. Y aunque hemos avanzado con la vacunación, aún está muy retrasada. En este momento los contagios y muertes han cedido, pero el costo ha sido muy alto.
–¿A qué se refiere?
– Colombia no tenía porqué tener todas esas mortalidades tan altas. Quizás hemos normalizado la muerte.
En esa última frase sobre la muerte, la doctora Corcho ya no se refería solo a la que había traído el COVID.