Facultad de Comunicación Social - Periodismo

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Maikol Chacón, entre risas: 'No hay conciencia ni conocimiento; son ignorantes', gesticulando con su mano libre del bastón.

Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (Cuarto semestre-2024 lI), bajo la supervisión de la profesora Estefanía Fajardo De la Espriella

“Aquí no hay conciencia de que tienen gente dañada, gente enferma, no inculcan esa cultura a los demás, ni tienen el conocimiento, son ignorantes”. Dice Maikol Chacón, fugando una sonrisa y haciendo ademanes con la mano que no sujeta el bastón blanco, entre chistes, continúa todo nuestro encuentro.
La gran metrópolis de Colombia, una ciudad llena de infraestructura urbana acompañada de escandalosos sonidos que ambientan sus calles. Quienes la viven, ya están acostumbrados a deambular en los pavimentos de temperas desaturadas y bruscas, poco se fijarían en aquellos que pudiesen pasar por esas mismas zonas, tan solo los ojos ansiosos, percibirían que es una ciudad poco capacitada para una cantidad abrumadoramente diversa de gente que la sufre. Como quien dice, una ciudad discapacitada.

Quien del ajetreo lograse huir, se percataría entonces de él. Un joven cuyos pies dirige la batuta de un bastón que diseña el camino por el que anda; sus ojos deslumbrados en constante asombro, apuntan al cielo mientras sus oídos pincelan la realidad que habita. No abandona sus audífonos, y como augurio del arte que ama, regala a quien lo vea una sonrisa acuarela con la que sopesa sus inmersivas anécdotas. 

—Iba caminando en una estación por lo común, no hay guías para los ciegos, y uno siempre camina de un lado para el otro, entonces seguí en diagonal y casi me caigo a la vía del Transmilenio, me salvé porque me cogieron. —Es un experto rompiendo el hielo, entre risas cuenta los chascos que le ha jugado su ceguera, mientras revela la ineficiencia de ciertos lugares en cuanto adaptabilidad. 

La mañana es acompañada de un caluroso sol, Maikol Chacón de 20 años, desde temprano elabora en cuestión de segundos chistes con los que se ríe del glaucoma que lo dejó ciego hace 12 años. Como si de una mala broma se tratase, logra reconocer la luz del sol, pero un mal procedimiento médico le ha negado la posibilidad de ver el manto celeste del cielo que arrulla a la inmensa estrella. Aprecia la diferencia lumínica, pero no percibe en absoluto nada más.

¿Su fortuna? Ser ciego, no tiene duda, ha sido primordial para crear material y hacer comedia. Sería facilista y cobarde, suponer que su condición de ceguera, atribuye en él algún tipo de pena lastimera con la que sería sencillo empezar a escribir, con pretensión de arrancarle a la fuerza lágrimas al lector. Sin embargo, la realidad de Maikol es otra; al contrario de lo que uno supondría, vive burlándose de él, de su condición y del mundo que lo rodea e ingenuamente lo juzga. Dice que lo mejor que le ha pasado es quedar ciego a los ocho años, por extraño que suene. 

No abandonó en ningún momento sus aficiones a pesar de su diagnóstico. —Como yo quedé ciego a los ocho, para mí no fue algo trascendental en ese momento, yo seguía montando cicla y jugando futbol. A los 15 años empecé a darme cuenta de que tenía que salir solo —Dice, mientras hábilmente golpea los relieves que decoran las banquetas en las calles de una ciudad atumultuada de imperfectos. Esquiva con anterioridad los obstáculos que personifican tenderos, postes y huecos que estorban en el pavimento podotáctil, diseñado en específico para sus tocayos.  

—En varias ciudades hay inclusión, están las guías, pero es una mala infraestructura porque en casi todas las ciudades a las que he ido del país, por toda la guía siempre ponen un poste, o ponen una señalización. —Aunque Maikol reconoce que la ciudad en muchos sentidos está adaptada para personas invidentes, también recalca que la inclusión no se resume en cemento. La cultura y la educación quedan cortas cuando tratan de entender la movilidad en la ciudad de alguien como él. En su recorrido, no falta quien torpemente se tropieza y golpea su bastón, quien lo empuja de manera apresurada para ganarse lo que consideran un trono disfrazado de un puesto libre en una silla del Transmilenio.

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Aproximadamente dos millones de personas viven con alguna discapacidad visual en Colombia según el DANE, quienes representan un 4 % de la población. Aún con ello, las aulas aún no se adaptan a todo tipo de personas. 

—En sí, la educación no está hecha para educar a alguien con una condición distinta. 

Maikol, asistió al CRAC (Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos) donde se aprende a convivir y adaptarse a una ciudad tan convulsa de caos y desorden. Pero si de adaptación se trata, fue la comedia quien le dio la oportunidad de reírse de lo que otros considerarían tragedia. El 25 de junio de 2023, las tablas recibieron a lo que hoy por hoy se convertiría en uno de los referentes más populares de la comedia colombiana; y de la que pretende vivir con proyectos como: La Risa Cura (donde debutó) y Por la Ventana Podcast, además de sus rutinas en Boom Comedy Live. Tal parece que el ciego tuvo buen ojo para la comedia. 

—Al momento de guiarlo a uno, no saben cuál es la manera correcta. No se coge nunca ni de la muñeca o de la mano, solo del hombro o del codo y tener presente en que espacio se lleva a la persona, no solo donde pisa la misma persona, sino el invidente.

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—El amor es ciego y estoy muy enamorado.

—A mí me daba mucha pena ser ciego, que me vieran utilizando bastón, que me vieran los ojos, desde que empecé a hacer comedia supe aceptar más la condición y que me vieran como soy.

—A los 15 años, no tenía bastón lo que hacía complicado quedarme solo, ahorita es más fácil, la transición ha sido complicada.

—A mi como ciego me toca darle la confianza a quien me lleva. Muchas veces me hacían estrellar muy duro.

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Toca trabajar mucho la memoria, ustedes trabajan con memoria fotográfica por la vista, nosotros es una memoria muy espacial.

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—Yo camello en el Transmi, siempre que salgo voy a la estación, ahí ya empieza mi día. Si hay gente que ayuda como hay otros que uno les pregunta donde para tal Transmilenio y dicen: ‘allá, mire’.

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— Cuando voy solo tengo que analizar más el área o ir más lento, las marcas del pavimento a veces ayudan, pero a veces la mala infraestructura hace que uno la cague.

—El sistema de transporte está adaptado, por ejemplo, los Transmilenios hablan y avisan las estaciones, aunque no todos son así, uno queda perdido y empieza uno a preguntar.

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—En hora pico yo me llevo muchísima gente, digo: ‘perdón que pena no veo no veo, pasó un ciego’.

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“Hay gente que nace con el don de molestar y otros que aprenden de esas personas, como yo”