Polvos y blush: la vida de una artista
Roxana ha dedicado su vida a hacer del maquillaje una herramienta para combatir los estigmas que rodean su profesión.
Trabajo realizado para la clase de Pensamiento crítico y argumentativo II (segundo semestre, 2021-2), con el profesor Guido Tamayo.
Roxana Jaramillo es una joven maquilladora que abrió su corazón para expresar sus temores y sueños, además de las dificultades que enfrentan quienes deciden dedicarse a una profesión desacreditada y estigmatizada.
Ella se ha dedicado a hacer del maquillaje una herramienta en la que la creatividad y el arte convergen en piezas con un mensaje de carácter social. En este perfil encontrarán las dificultades a las que se enfrentó durante la pandemia, así como una mirada distinta sobre el empleo y las problemáticas que afrontan diariamente quienes deciden tomar la decisión de estudiar maquillaje en Colombia, un país caracterizado por sentenciar al final de la “cadena alimenticia” aquellas profesiones relacionadas con las artes, entre muchas otras.
Se exploran anécdotas en las que su paciencia fue puesta a prueba y las amistades jugaron un papel fundamental. Lo anterior acompañado de maquillajes de su autoría en los que se expone una crítica hacia la definición de masculinidad y feminidad que otorga la sociedad.
Para Roxana Jaramillo el maquillaje ha sido un instrumento que le ha permitido manifestar la inmensa creatividad e ideas que rondan su cabeza durante días enteros. Expresa con júbilo sus fallidos intentos a sus cortos ocho años empleando el maquillaje de su madre; y ahora, observa con una sonrisa y ojos brillosos los cientos de elogios que recibe a diario de sus seguidores y amigos cercanos.
La llegada de la cuarentena a inicios del año pasado representó la punta del iceberg de una serie de problemas a nivel económico y mental. Al buscar ahondar en el tema, su mirada se pierde, frunce el ceño y con un tono bajo me dice “pasado pisado”. Sin embargo, y contra todo pronóstico, fue en ese momento en el que decidió explorar a profundidad su estilo y marca personal. Algunos se toman la libertad de definirlo como dark beauty, para Roxana, no hay palabra lo suficientemente grande en la que sus creaciones quepan.
Desde sus clases de higiene hasta sus primeros pasos en el body painting, se encuentra agradecida con cada experiencia adquirida hasta el momento; no obstante, siente que la universidad no fue el jardín en donde su arte esperaba florecer. Es más, la gran mayoría de las clases fueron un constante repaso de experiencias adquiridas, algo que en su momento llegó a decepcionarla un poco. Su primer trabajo fue una sorpresa que la dejó mirando el blanco techo de su cuarto varias noches, era un cortometraje para Smartfilms en el que la exigencia era alta y los errores no eran una opción. Me cuenta entre risas cómo sus temblorosas y sudorosas manos hicieron que un delineado tomara quince minutos, a diferencia de sus usuales siete. El staff la acogió como una de ellos, entre halagos a su trabajo y bocadillos entre tomas; lleva en su corazón a varios compañeros, muchos incluso la recomiendan para trabajos, algo que la enorgullece enormemente.
Sus sueños, al igual que sus palabras, son claros. Reconoce que durante sus primeros pasos en el maquillaje los comentarios desalentadores la hicieron dudar de su talento, pero ahora, a pocas semanas de finalizar su carrera y obtener su título, está más segura que nunca. Junta sus manos en su regazo y con una pequeña sonrisa me cuenta sobre su sueño de emigrar a Canadá y trabajar de tiempo completo en el maquillaje; sabe que no será tarea fácil, pero está determinada a hacerse un lugar y brillar en medio de blush y polvos compactos, donde la imaginación no tiene límites.