Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Crónica de un hotel deshabitado

¿Qué hace un hotel de talla mundial sin huéspedes, con más de 220 trabajadores laborando en un espacio que ocupa casi 8 lotes?

Trabajo realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2020-2), con el profesor Sergio Ocampo Madrid. 

El salón vacío, los pasillos solitarios y los dormitorios desiertos inundan y acompañan el silencio que reina en el hotel Clarion Bogotá plaza, el mismo lugar en el que meses atrás las voces, las carcajadas y hasta los sollozos inundaban cada rincón.

Hoy no cuenta con más de 40 habitaciones ocupadas de las 193 en total que conforman el hotel, y ni hablar de los 15 salones donde se realizan reuniones ejecutivas. Lo que antes era un espacio para 400 personas ahora no más de 35 individuos pueden ocuparlo.

Adolfo Rolnik, presidente de la junta directiva de hoteles Bogotá plaza, nunca pensó que la pandemia duraría lo que ha durado hasta ahora. Como la mayoría, pensó que sería no más de 4 meses, pero, así como una bola de nieve que va creciendo, las cosas poco a poco fueron empeorando. En un principio optaron por cerrar el hotel y dejaron solo el primer piso abierto ya que se encontraban algunos huéspedes allí, la mayoría extranjeros sin posibilidad alguna de salir del país como si hubiese caído un domo gigante que dividiera el mundo, y sin oportunidad de volver al lugar de origen. La situación de los empleados era similar; aunque estaban en compañía de sus familias, el futuro era aún incierto. A principios de mayo se decidió enviar a los huéspedes al hotel plaza suites que se encuentra en la avenida calle 100 #18 A-30. “Acá los gastos son menores ya que las habitaciones son más grandes, cuentan con cocina propia y una sala más cómoda. Esto le evita al huésped estar pagando servicio de restaurante”.

En ese momento el hotel Clarion Bogotá Plaza cerró completamente. Todo el personal fue enviado a unas “vacaciones” como si se tratara de una oportunidad de ocio, pero claramente no fue así. Al pasar los meses de mayo y junio las cosas no pintaban de buena forma. Cada día existían nuevas restricciones y la vida social se iba apagando poco a poco junto con las esperanzas de cada uno de los trabajadores que laboran allí.

Todos los días se sorteaba la suerte para los 220 trabajadores; los contratos no se prorrogaban. Se llegó al acuerdo de que los empleados operativos trabajaran solo la mitad de tiempo; esto representaba una reducción del salario al 50%. Los sueldos varían dependiendo del trabajador, por esto es difícil calcular un valor preciso del sueldo actual. En esta situación hasta el sindicato cedió para ayudar a mantener la estructura del hotel.

Se ha mantenido también gracias a la ayuda de varias empresas que han extendido la mano para brindar un apoyo económico. Por ejemplo, el Gobierno logró quitar hasta el mes de diciembre la sobretasa en las facturas de energía con lo cual se logró la reducción de hasta un 20%. También en el servicio de televisión por cable se logró desconectar más del 70% de los decodificadores que se encuentran en las estancias.  

En los pasillos largos y extensos que conducen a las habitaciones no se escucha más que el sonido que produce el choque de los zapatos con la alfombra roja; no se ve entrar ni salir a nadie de las habitaciones lujosas que acompañan la soledad del hotel, todas con una cinta amarilla pegada entre la puerta y el marco, con la leyenda “Este lugar se encuentra desinfectado para tu uso”, pero ¿qué uso?, si las reuniones se acabaron, la tecnología y la virtualidad se apoderan del mundo así como el miedo de salir. No existe certeza aún de que en algún momento próximo estas cintas serán rotas para volver a hacer uso de las instalaciones ni que los escritorios que se encuentran dentro de los dormitorios serán de nuevo apoyados por libros. Tampoco existe la seguridad de ver el gimnasio, las zonas húmedas o el spa aprovechados de nuevo. Por estos lugares solo se evidencia la presencia de aseadoras que realizan la limpieza del mero polvo que cae.

Según Rolnik, solo desde septiembre se ha empezado a notar una pequeña reactivación; alcanzar un punto de equilibrio tomará mucho más tiempo del que se pensaba en un principio. Aunque el Gobierno ha dado vía libre, no todo es tan fácil, se necesita un impulso. En este momento el hotel va a la velocidad de un tren que apenas está partiendo de la estación y que se toma el tiempo necesario para llegar a la velocidad deseada; le tomará más de un año para llegar a esto.

Manuel Ortega, contador del hotel, comenta que “en el 2019 el hotel lograba una ocupación del 75%, hoy en día no se logra llenar ni el 20%. La disminución de las tarifas también es muy notoria, anteriormente una noche costaba no menos de 300.000, hoy está entre 160.000 o 200.000, lo que provoca que aun hasta el día de hoy los ingresos no superen ni el 10% de lo que eran antes”.

Otro salvavidas que el Gobierno envió fue el PAEF, Programa de Apoyo al Empleo Formal, el cual ayudó a la empresa a pagar la nómina a los 100 empleados que están operando en este momento. Sin embargo, así como existieron flotadores también hubo anclas, que fueron los pagos del impuesto predial. Manuel comenta que el apoyo por parte de la Alcaldía de Bogotá hacia el sector ha sido mínimo por no decir que nulo. El pago del predial, que es uno de los costos más grandes que tiene el hotel por la ocupación de 8 lotes en total que se encuentran sobre la calle 100 con 19, no dio espera. Alrededor de 500 millones de pesos tuvo que costear el hotel sin demora alguna.

Los pagos generaban cada vez más preocupaciones. Es así como se llega al tema de empezar a manejar una serie de domicilios a nivel general. Con esta idea se mataron dos pájaros de un solo tiro, pues no solo generó un ingreso extra, sino que también auxilió a 10 personas que se encontraban sin trabajo y que durante la pandemia han permanecido ejecutando esta labor. Esta idea también evitó que los ingresos fueran totalmente nulos. Aun así, según Sandra Paredes, gerente de Alimentos y Bebidas, esto no representó ni el 5% de las ventas normales.

Luego, en julio se empezaron a disponer cajas decoradas que posteriormente se destinaban a entregar como desayunos sorpresa, que fueron promocionados a través de las redes sociales ya que el hotel maneja una estrategia de mercado digital bastante amplia. Los pedidos a través de estas plataformas eran bastantes, por esto se decidió crear una tienda online que maneja aparte de los desayunos sorpresa una amplia variedad de comida para pedir a domicilio.  

Es así como ha empezado a revivir el hotel que en un principio solo era testigo de desgracias; los proyectos se han vuelto a retomar. Poco a poco se ha dado la apertura de los planes románticos, de cumpleaños o de aniversarios. El 17 de septiembre por primera vez el gran salón que se adornaba con globos y decoraciones fue testigo de algo más que no fuesen simplemente partículas de polvo. También, las conferencias de las empresas han abandonado las pantallas para volverse a reencontrar en aulas dispuestas para esto, con su gran escritorio negro ubicado en el centro y rodeado de no más de 10 sillas que apuntan al gran televisor colgado en la pared junto a una pizarra que aún no ha sido utilizada.

El futuro es incierto; con el virus rondando en el mundo la vida que se conocía está lejos aún. El hotel Clarion Bogotá plaza sigue apostándole al mercado local, a las nuevas oportunidades de negocio y a la innovación. Esta última, según Adolfo Rolnik, ha sido la más importante para poder mantener el hotel a flote puesto que cada día se piensan opciones para ir sacándolo adelante y a su vez ir creando nuevas oportunidades de empleo con mayores beneficios. Pese a que el hotel hasta el día de hoy ha funcionado como si fuese solo de 80 habitaciones, no han dejado de apostarle al deseo de regresar a lo grande. Aunque la incertidumbre inunda cada espacio y cada persona, la ilusión de volver a tener huéspedes que colmen cada zona es lo que motiva a cada trabajador a seguir con su labor como si el hotel estuviese ocupado al 100%. Así demuestran cada día que sí se puede sobrevivir aún cuando todo se vea de color gris.