Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Mario Mendoza

Mario Mendoza: el escritor que ha llegado muy lejos gracias a la disciplina

Perfil realizado por Cristina Parra para el Taller de Géneros Periodísticos (cuarto semestre).

Una fila ordenada de aproximadamente 700 personas, en su mayoría adolescentes, estaba ansiosa por conocer al escritor que los había desvelado varias noches con sus historias. La fila, en cuanto pasaba el tiempo, se hacía más y más extensa. En la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) muchas personas se quedaron sin un turno para obtener el tan anhelado autógrafo de Mario Mendoza.

Al final de la fila se encontraba él. Cada joven pasaba a su encuentro con el libro Diario del fin del mundo, que se vendía por montones –se calcula que en total el libro lanzado este año vendió durante la Filbo unos 800 ejemplares-. Mientras tanto, Mario Mendoza, sentado ante una mesa, firmaba con paciencia cada libro, se tomaba una foto con su lector y luego esperaba al siguiente, que tardaba menos de 30 segundos en subir al escenario. El escritor llevaba una chaqueta verde, camisa negra, se veía un poco pasado de peso, usaba jeans y zapatos cafés. Su rostro se notaba cansado y sus ojos café claros estaban atentos a cada firma. Tenía notables entradas en su frente, lucía una barba bastante poblada en la cual predominaba el color gris. “Ya no quedan más turnos”, anunciaron de repente los organizadores del evento, y la euforia del lugar se transformó en seriedad. Ahora muchos debían conformarse con solo mirar cómo la estrella principal firmaba sus libros… para otras personas.

Mario Mendoza nació en Bogotá, la ciudad que tanto retrata en gran parte de los 24 libros que ha escrito a lo largo de sus 54 años. Ha vendido más de 20.000 ejemplares, una cifra enorme para el mercado editorial colombiano. No tiene esposa ni hijos, puesto que “lo más importante para mí era la obra, todo fue sacrificado en aras de poder hacerla”, asegura Mendoza.

Es un hombre paciente, serio, su tono de voz es grueso, habla pausadamente y en muchas ocasiones no mira directamente a los ojos. “Solo se publica lo que he escrito con el corazón y el hígado en la mano”, comenta fervorosamente. No tuvo temor de dejar su vida estable como profesor, pues escribir sus obras exigía mucho tiempo; ni siquiera se dio cuenta cuando se convirtió en un escritor de tiempo completo, pues todo fue muy rápido y se volvió rutinario.

De joven jamás habría imaginado que en un futuro sería quien es ahora. “Parece mentira, si pudiéramos mirar a Mario a los 18 años en una pensión en el barrio Quiroga y nos preguntáramos qué opciones tenía ese muchacho de convertirse en un escritor latinoamericano no había ninguna posibilidad y, sin embargo, lo hizo con disciplina y aguante”, dice ahora. Sus padres se divorciaron cuando era adolescente, tuvo varios problemas con su madre así que decidió irse de la casa, su padre le pagaba la carrera de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Trabajaba en una librería para pagar sus propios gastos, pero de todas maneras no le alcanzaba el dinero y muchas veces pasaba dificultades económicas. “La necesidad va templando el carácter”, añade.

No obstante, toda esa tristeza y soledad que alguna vez sintió se vio atenuada cuando ganó ePremio Biblioteca Breve de Novela en 2002. Este premio es uno de los más prestigiosos de la industrial editorial de América Latina y es entregado por la Editorial Planeta. Lo obtuvo con su obra Satanás,basada en una historia real que relata la vida de Campo Elías Delgado, autor de la famosa masacre en el restaurante Pozzetto de Bogotá, y también relata la vida de tres personajes más, todos ficticios. Perseverante,concursó varios años en ese premio, nunca se dio por vencido. Este galardón le dio el reconocimiento que necesitaba como escritor, pero hoy comenta que lastimosamente no pudo disfrutarlo tanto como hubiera querido, pues se encontraba en un muymal momento económico y no teníacerteza de cuál sería su futuro.

Mario Mendoza foto

[ts_delimiter admin-label=”Delimiter” element-icon=”icon-delimiter” type=”gradient” color=”rgba(255,255,255,1)” element-type=”delimiter” custom-classes=”” lg=”y” md=”y” sm=”y” xs=”y” ][/ts_delimiter]

Desahucio y críticas

Cuando tenía siete años ocurrió un acontecimiento que le cambió la vida a Mario Mendoza: le dio una peritonitis gangrenosa. Pasó en la clínica siete meses y lo desahuciaron, pero de un momento a otro empezó a curarse, algo extraordinario con esa enfermedad. Allí, internado en el hospital, conoció la literatura gracias a su padre. Primero leyó Cuentos de Hadas Franceses, libro que recuerda con ternura.

Los enfermos muchas veces se preguntan porqué tienen que pasar por ese padecimiento, qué es lo que deben aprender, y Mario Mendoza encontró la respuesta rápidamente. “Para mí al otro lado del dolor estaban el arte y la literatura”. Y él supo aprovechar eso.

Este famoso autor se considera una persona muy disciplinada y es enfático en decir que la disciplina siempre ha caracterizado su carrera. “La disciplina es más importante que el talento”, comenta Mendoza.

Y aunque Luis Fernando Afanador, un reconocido crítico de libros colombiano que habló de la obra de Mendoza, coincide con eso, también tiene una opinión muy crítica de su obra: “Es trabajador, honesto, se esfuerza mucho, ¿pero qué le aporta a la literatura?, ¿cuál es su valor literario?”. También dice que este autor maneja muchos clichés literarios e ideas preconcebidas. “Siempre hay una ciudad desconocida que hay que conocer, héroes que caen y luego se levantan, escribe libros de superación, vende la rebeldía a los jóvenes contra el sistema y esto se convierte en una fórmula comercial”. Afanador añade que el hecho de ir a colegios y dar decenas de charlas hace que llame la atención y “son cosas que enganchan a los lectores” y cree que sus personajes como prostitutas o vagabundos tienen diálogos filosóficos que pertenecen más a personajes eruditos, cosas anacrónicas que restan verosimilitud a sus obras.

“Mario escucha las críticas, no entra en debates. Respeta las opiniones diversas”, afirma por su parte Sandra Contreras, quien trabajó junto al autor durante 25 años en la editorial que publica sus libros.

Mendoza está de acuerdo con ella, pues considera que no puede pretender que todos piensen igual que él. Comenta que “al estar expuesto públicamente siempre habrá gente que denigrará, o encontrará lo tuyo como algo de poca monta, es parte del ejercicio de la democracia”. Zoraya Peñuela, amiga del escritor desde hace cinco años, quien también trabajó con él en Planeta, coincide con la actitud de Mendoza frente a los comentarios: “Recibe las críticas negativas con respeto, nunca responde a ataques, deja que sus obras hablen por él”.

Su casa es amplia, ordenada y llena de cuadros, muchos referentes a sus obras. En una pared al frente del comedor hay un cuadro de Jesús, en el que sólo se ve su rostro moreno padeciendo con espinas en la cabeza. En otro cuarto al lado del comedor está la sala y tiene una enorme biblioteca con cientos de libros y al otro lado del comedor está su escritorio con un computador en el que pasa hasta 12 horas al día escribiendo, releyendo, borrando, reescribiendo lo que seguramente terminará en una obra.

Con el tiempo, este trabajo le ha traído complicaciones de salud, añade con una expresión de nostalgia en su rostro.

Curiosamente, de no haber sido escritor le hubiera encantado ser deportista. Durante años practicó diversos deportes, le encantan el fútbol, el tenis y el atletismo, siempre ha admirado a sus practicantes.

Cuando habla no es muy expresivo con sus manos, en 40 minutos de entrevista las movió tan sólo un par de veces. Empero, su rostro demuestra lo que con sus palabras intenta decir: abre mucho los ojos, arquea las cejas, mira hacia el horizonte, arriba, a un lado, pierde la mirada por instantes, pero no deja de hablar. La seriedad suele hacer parte de su rostro, pero cuando habla sobre los jóvenes -sus mayores lectores- su expresión cambia radicalmente y se observan varias sonrisas en sus labios.

“Yo sigo creyendo que soy el mismo que cuando tenía 20, mi manera de pararme críticamente frente al sistema es relativamente la misma, yo no he claudicado”, afirma Mendoza.

Sebastián Urrego, un joven de 20 años, creador de cuentas en Twitter, Instagram y Facebook dirigidas a los lectores de Mario Mendoza, que juntas cuentan con más de 30.000 seguidores, comenta que muchos de ellos son adolescentes y que los comentarios de esas redes sociales reflejan que les gusta Mendoza pues narra la realidad que tanto les cuesta percibir. También dice que “Mario toca temas que para algunos hoy en día son tabú como el sexo, el alcoholismo, los asesinatos y las bajas pasiones; y nosotros, como jóvenes, al ser abiertos no le metemos maldad como otros. Él nos enseña lo cruda que es la realidad mediante su ‘catarsis’, como él la llama, que está reflejada en cada una de sus obras”.

Mendoza afirma que los jóvenes, al leer sus libros, dicen:

“Aquí hay algo honesto, está escrito con la verdad, nosotros también sentimos esos libros”.

Y opina que eso se debe a la empatía que él tiene con ellos.

Mario Mendoza no se considera una persona feliz, se estima satisfecho por su trabajo, muy afortunado de haber tenido tiempo y oportunidades de construir una obra literaria, pero no feliz. “Estoy muy preocupado, yo creo que lo que viene es un mundo cada vez peor”, dice pesimista, así que espera seguir escribiendo para intentar, de cierta manera, ayudar a este país en decadencia.