El ladrillo de un obrero
Javier Sánchez, con su arduo trabajo pegando bloques por mas de 15 años, ha sido el único que ha llevado el sustento a su hogar, conformado por Nohora Urrea y su pequeña hija Danna.
Reportaje realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con el profesor David Mayorga.
Siempre es suficiente, más que suficiente. Detrás de la cotidianidad de las familias de bajos recursos de la capital colombiana hay una historia llena de caídas, de trabajo y de lucha por un sustento. Javier Sánchez es el único encargado de alimentar a su hogar, producto del esfuerzo de su labor como obrero, en el que lleva pegando ladrillos durante 15 años. Su esposa Nohora y la pequeña hija Danna han recibido todo de él, gracias a otro protagonista en su historia y que se ha convertido, literalmente, en su sostén: la mano de obra con el ladrillo.
Las raíces de Javier están en el campo, en la vereda Mochuelo Bajo, en Cundinamarca, de donde salió hacia Bogotá apenas con 17 años buscando un mejor futuro. La primera oportunidad para empezar a edificar su historia en la capital fue la construcción. Se convirtió en ayudante de unos maestros que le tendieron la mano. Tiempo después llegó el momento en el que, sin pensarlo, el aprendizaje de pegar ladrillos y empañetar, gracias a su cuñado, definiría sus próximos 15 años y los de su familia hasta hoy.
-La cuota de la casa, el colegio de la niña, los servicios, el mercado, todo -dijo Javier al comentar lo que en su casa dependía de un único bolsillo, de un trabajo no muy sencillo como el de ser obrero.
Mezclar arena y cemento en batea para pegar ladrillo en muros o cuando había un poco más de suerte, en casas de dos pisos, durante una jornada de 10 horas por quince años, resumen un pesado día de labores en la vida de Javier. Este diario vivir parece ser el destino más lógico para una persona como él, por su género, por sus pocos estudios, por su estrato (es residente de Bosa, El Recreo, un barrio del sur de Bogotá) y por ser el responsable de una hija en preescolar. Así como se mencionaba en un artículo de la Universidad del Valle del 2011, titulado “¿Cómo eligen hombres y mujeres?: un estudio sobre la ocupación laboral de tres estratos socio económicos”, escrito por Marcela Restrepo y Lina María Plaza, todo está atado bajo la lógica del “trabajador añadido”, que describe y explica el porqué de la elección de trabajos “manuales no calificados” en estratos bajos, especialmente en el sector obrero.
Los resultados mostraron que específicamente hombres de estrato bajo eligen estar en esta área laboral para sustentar las necesidades dentro de su hogar, así se reciba un sueldo poco estable y que no recompense su gran esfuerzo físico a diferencia de los trabajos de estrato alto. Las estadísticas del DANE demuestran esto: con un 17,4% de hombres de estrato bajo reciben sustento gracias a “trabajos manuales bajos”. El estudio parece haber hecho una radiografía completa en la vida de Javier.
Mientras este hombre cumplía con sus extensas labores, en algunas ocasiones el esfuerzo físico tan agotador por el clima y las condiciones del día, afectan su cuerpo y le dejan huellas de cansancio, así como llagas en sus manos o fuertes dolores de espalda por la posición con la que pega ladrillos por más de 8 horas seguidas. Por otro lado, Nohora cumplía otras tareas desde casa, cuidando a su mamá y a Danna. Esperando la noche para atender a su esposo que llegaba con el sustento del hogar.
“Ese trabajo lo cansa mucho y lo presiona también, llegan muy cansados y maltratados. Cuando venía de allá, yo lo atendía, le tenía su jugo, su comida. A veces, que le tenía su agüita calientica para sus pies, porque le tocaba mucho tiempo de pie o agachado. Ayudaba a atenderlo y a tenerle paciencia cuando llegaba con su genio y estresado”, describió Nohora sobre su papel como esposa frente a la labor de Javier, hombre al que ha acompañado todos estos 15 años de esfuerzo.
Luego de mucho tiempo trabajando en Bogotá se dio la oportunidad de salir de la ciudad. Se fue rumbo a Girardot, como maestro encargado de obra, con dos ayudantes para la construcción de una casa de cuatro pisos en ladrillo. Fue la construcción más extensa en la que trabajó, con la ganancia más “grande” para su bolsillo y como una bendición para su hogar. Casi 1’500.000 de pesos entraron a la familia Sánchez-Urrea. Fue muy complicado para Javier, el clima y el trabajo en la intemperie de este lugar que cambiaban las condiciones a las que él estaba acostumbrado.
La sed, el sudor y la rasquiña que le causaba el intenso calor de aquel municipio, lo obligaban a mojar tres veces al día su camisa, estar con el pantalón empapado, usar un sombrero inmenso para cubrirse del sol y calmar la sed apunta de agua hervida. Javier regresaba a su casa en El Recreo cada 8 o 15 días y Nohora junto a su hija iban otros cuantos a Girardot para estar juntos.
Como buenos colombianos sin memoria, el trabajo de Javier y sus colegas es completamente infravalorado e incluso desagradecido por las mismas personas que un principio los contratan. Así lo plantea Santiago Rivas en un capitulo de los Puros Criollos, titulado “Los Rusos”, término comúnmente utilizado en la capital, pero discriminatorio para los maestros, aunque este haga referencia a obreros que tradicionalmente trabajaron muy duro. En este episodio los colegas de Javier hablan de una segregación hacia ellos, muchas veces, porque “no andan limpios”. En esto coinciden él y Nohora.
“Las familias deben valorar este trabajo, hay mucha gente que discrimina a los que trabajan en lo que llaman ‘la rusa’”, dice Nohora acompañada por la afirmación de Javier quien reconoce la discriminación que ha sentido en este país, al que le ha aportado tanto.
En el capítulo de “Los rusos” aparecen sus colegas, muchos oriundos del campo, quienes tampoco han tenido mejores oportunidades por falta de estudio. El sueño de tener hogar propio después de construir por años casas para los demás no se ha cumplido. La realidad es que en Colombia la construcción en un inicio con piedra, ha sido importante desde épocas de la Conquista, con la mezcla de culturas indígenas y españolas.
Hace pocos días, exactamente el 6 de agosto de 2021 y después de 15 años de trabajo poniendo ladrillo sobre ladrillo en casas ajenas, Javier y Nohora terminaron de pagar las cuotas de su casa. Un hogar sin muchos lujos, en el que algunas veces sentían angustia por falta de dinero, pero sobre todo en el que supieron sobre pasar los momentos difíciles juntos. Su casa se convirtió en su refugio, una recompensa más que suficiente para ellos.
Su estabilidad económica hoy en día sigue en manos de Javier como todero, su trabajo que no se ha desligado de la construcción sigue siendo una lucha diaria para el sustento.