Facultad de Comunicación Social - Periodismo

La voz del campo

Conoce la historia de @Soycampesino, un personaje que visibiliza a los hombres y mujeres del campo y el trabajo de la tierra.

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (tercer semestre, 2021-2), con el profesor Fernando Cárdenas.

Hacer un cambio o no hacer nada, el interés individual no va. No le llena un like, sino una sonrisa grata. Vive en una lucha de empatía. Combatir el olvido e indiferencia de Colombia es su meta. Quiere al campo y quiere al campesino. Es un campesino. Por ello se manifiesta con la fuerza que le ha heredado su tierra.

El amarillo de la papa criolla emanaba de su costal. Sobre una canasta verde estaban exhibidas cuatro bolsitas listas para llevar. Junto a su papa, sentado en aquel andén permanecía él esperando quien comprara su cosecha, quien valorara su trabajo. Sombrero clásico, saco de lana y pantalón de paño, así lucía, el sol de la mañana de aquel 15 de mayo del 2021 lo acompañaba incesante. La esquina: en la calle 31 con 65 en Carmen de Viboral, Antioquía, quedó plasmada con él en una foto que rodó a miles de pantallas. El autor explicó la situación en la descripción, pidió apoyo y difusión: “ayudemos a nuestros ancianos, campesinos y cultivadores”.

El mensaje inicial llegó a la persona indicada y lo difundió dentro de sus posibilidades en sus redes sociales, que para eso están. Llegó a “@Soy Campesino”. En Instagram, Twitter y Facebook se vio al paisa en aquella acera. Recordando la empatía que proclama finalizó su mensaje con un “apoyémonos entre todos”.

“¿Se acuerdan de que publicamos la historia esta mañana de un adulto mayor en Carmen de Viboral que necesitaba vender su papa?”, iniciaba la descripción en una de sus publicaciones horas después. La noticia con la historia de un final feliz rodaría otra vez por mil y más pantallas. “Pues así celebró porque los colombianos que estaban cerca le compraron todo”. El mismo señor que estuvo sentado en aquel andén ahora se veía en un video bailando y cantando con alegría, con sonrisa de oreja a oreja alardeaba sus 83 años y su energía.

– Lo quiero mucho señor- agregó el responsable de aquella sonrisa-. Sigamos apoyando el campo colombiano.

El responsable de aquella sonrisa estuvo sin estar. Desde Boyacá le tendió la mano al abuelo paisa, porque en pro de ayudar al campo y a los demás utiliza el poder de la red social. “Soy Campesino” ha sido su seudónimo desde el inicio, quizá porque nunca ha querido darse protagonismo. En sus redes el protagonista es el campo, es el campesino. Ahora, con tantas sonrisas que brotan desde la lejanía rural a razón de su apoyo inquieta saber sobre el ser humano que está detrás de esto.  Él es Diego Andrés Guerrero, pero públicamente dice soy campesino porque en su ser esa esencia está latente y así también latente su deseo porque sus paisanos y su pueblo estén bien.

Con su mano empuñada en lo alto, como reflejando su espíritu de lucha, van quedando algunos recuerdos de su vivir. Con su mano empuñada en lo alto posó frente a la iglesia de Villa de Leyva, Boyacá. Al remanso de paz viajó para ayudar a quien lo necesite y promocionar el mercado campesino local. Doce de mayo marca la fecha de esa fotografía en la cámara de quien escribe estas líneas y quiso retratarlo el día en que conoció por su voz su historia y por su esencia su ser.

Día a día pasa las horas al pendiente de ayudar, a dónde puede viajar, que más puede hacer por revivir el campo, por generar un cambio en Colombia en pro de sus raíces, las raíces de todos. Las notificaciones saturan sus redes, las llamadas son constantes. Más de ochocientas mil personas se interesaron en algún momento por su mensaje en Facebook, igual que más de cien mil en Instagram y diecisiete mil en Twitter y cada día acumula más, aunque eso no es lo más importante para él, el objetivo siempre está en influenciar a otros con la lucha que mantiene, “lo importante es que genere un cambio positivo, ahí es cuando uno se siente orgulloso”, afirma Andrés con certeza.

Viste juvenil, camisa roja y jeans negros, su celular siempre a la vista. Lleva sus gafas oscuras, las mismas que le caracterizan en muchos de sus videos, es una duda si son una especie de barrera que le brinda seguridad, lo que asegura es que no logró dormir bien la noche anterior, quizá solo oculta el cansancio. También es una duda que pensamientos llegan en una noche de insomnio a la mente de alguien que lleva a sus hombros esa responsabilidad voluntaria de servir a todo un pueblo. 

En un café que guardan los rincones de aquellas calles empedradas villaleyvanas, un tinto que compartió mientras hablaba de su vida y su proyecto, aunque parece más que su proyecto es su vida, un café que a nadie le niega si se lo piden. Ese café que se convierte en una charla. Sus manos lucen fuertes como las manos del campesino que se forjan con la fuerza de alzar bultos o usar un azadón, al hablar las usa para exponer sus ideas o juguetear sobre la mesa de aluminio. A muchos les puede surgir la duda de quién ha construido tal iniciativa y comunidad por el campo como a nadie se le había ocurrido, o quizá sí, pero nadie la había sacado adelante, y fue él, ahí estaba sentado. Un joven que prefiere tomarse un café sabiendo que se produjo en su tierra, prefiere un canasto para cargar sus compras, prefiere comprar en la plaza, prefiere el agua de panela, los envueltos, la cuajada y el sumercé.

-Soy un tunjano de 27 años- dice.

Con un humor repentino lamenta estar viejo, aunque en realidad no aparenta su edad y es consciente de ello.

Habla con tal sencillez que quien lo escucha se siente en compañía de un amigo. Son muchas las experiencias y logros que guardan su historia pero parece no estar para alardear si no para inspirar y quizá enseñar. Muestra con decoro los videos que ha creado, “por ejemplo este es el más bonito que he hecho – afirma mientras muestra en su celular a uno de sus amigos promocionando la plaza de mercado- y siempre lo había querido hacer porque la gente había dejado de ir a la plaza”. Y es que no son simples videos, son mensajes con sentido. Su actitud demuestra que no pretende presumir con arrogancia solo mostrar los frutos de sus ideas.

Las ideas, convicciones y forma de ser de alguien cuya madre afirma que Dios le ha dado un gran premio con su existencia, tienen que ser algo interesante, poco común, finalmente, personas así son las que logran marcar la diferencia. Interesante ha de ser si su mamá, la señora Gladys, reconoce que su familia se sorprende con la historia que ha escrito en su caminar por la vida, “estamos muy orgullosos, toda la familia, de los logros que él ha tenido, nunca imaginamos que fuera a llegar donde está”.

– Yo lo describiría como un pelao´ emprendedor, muy pilo, versátil, espontáneo, tiene muchas ideas en la cabeza, es muy ágil en todos estos temas- dice su tocayo con la mirada hacia arriba como buscando en sus recuerdos.

Un ser humano lleno de ideas, abierto a aprender, crecer, con mucho amor y admiración, por el prójimo, por el campo, por el campesino, por su familia y su pasado, es quien ha construido a “@Soy Campesino”.

Un computador, conexión a internet y una inquietud infinita lo acompañaban en algunos ratos de su juventud. “Ha sido un chico muy inteligente e interesante- cuenta doña Gladys- desde pequeño le gustaba mucho estudiar, leer e investigar”. El buscador se llenaba de dudas sobre ideas que pudiera aplicar ayudando a otros, a los jóvenes. Hacer videos musicales también le interesó. Ideas, más ideas. Lo que llamaba su atención no se quedaba en el saber se convertía en el hacer. Habrá una larga lista -quizá difícil de recordar- de las ocurrencias que pasaron por su mente, por ahora queda deducir con las narraciones de su mamá.

 -Y muchas ideas más- concluye ella tras mencionar los destellos de creatividad y emprendimiento de su hijo hace algunos años.

Las ideas se hacen realidad en manos de la creatividad y en sus manos se han realizado varias con éxito. Un día se le ocurrió hacer posters representativos en la zona sur de Tunja, de pronto en ese deseo que aguarda por visibilizar la riqueza de su tierra. Lo recuerda su amiga Katherine Pinzón de los tiempos de universidad cuando fueron compañeros, según ella “siempre fue un buen líder, siempre ha sido muy creativo, siempre está pensando en cómo hacer cosas nuevas y cómo llegarle a la gente de buena manera”.

La realidad de los proyectos exitosos no se da sin la voluntad y empeño continuos. La determinación o esa terquedad que muchos envidian pues es la que lleva a cumplir sí o só lo que se quiere, se suma a esos aspectos que integran su forma de enfrentarse a la vida.

-Es muy estudioso y capaz de llegar donde quiere- dice mamá.

– Él cuando dice algo lo cumple, siempre ha tenido claro de dónde viene y para dónde va- dice su amiga Kathe.

Sumado a todo, quiere mucho a los demás.

“Desde Soy Campesino el principal objetivo es ayudar la gente, o sea digamos que yo hago trabajo social, pero a través de las redes sociales”, expone Andrés dentro de esas afirmaciones que cierra con un “¿sí?”  en varias ocasiones. Sus acciones irradian nobleza y solidaridad, ese amor al prójimo que muchos proclaman él lo aplica. Su amiga Katherine agrega, “él sabe para qué está hecho definitivamente”. Como afirma su mamá: “siempre está su corazón dispuesto a ayudar a quien lo necesite”.

-Él hace lo que hace, porque le nace- dice Katherine sin titubear.

Y su lucha, aunque parece, no es individual.

“Uno puede hacer campañas que sensibilicen a nivel nacional que cambian el chip y la cultura, entonces la gente se da cuenta que es mejor comprarle al campesino”. Ese amor por el prójimo Diego logra impregnarlo en el corazón de quienes ven su labor. Dejan de ver como los sucios, los apartados, como los que trabajan “allá”, a los campesinos. Empezaron a ver un poquito la importancia que tiene el campesino en la vida de los colombianos. Ha creado un movimiento con influencia sobre un buen número de personas a favor del campo. Eso es de las cosas en que ve resultado y gratitud.  “La gente ya pone “gracias Andrés”, porque ya sabe que es un muchacho el que está ahí y pues uno no se da cuenta, pero uno inspira a demasiadas personas, así sea con un granito de arena, estoy apoyando el campo colombiano, he podido ayudarle a muchas familias campesinas”.

Da la oportunidad a las personas de descubrir lo que se siente darle la mano a alguien directa o indirectamente.

“Es una cosa como muy entrañable, porque no solo es ir y hacer el video, uno se vincula con las personas, genera un afecto, una necesidad de ayudar – expone su amigo Andrés a quien Diego ha permitido acompañarlo en ciertos momentos apoyando a los campesinos- a través de estas cosas simples, participar en un video, oír a la gente, atender sus necesidades, sus tristezas, sus alegrías, uno forma un vínculo, entonces uno puede ayudar a la gente de la manera más mínima. Ese sentimiento es de solidaridad, de empatía, porque te pones en el lugar de los demás”. Su esencia de solidaridad y empatía inspira, y el resultado de ello emociona a amigos, familia, conocidos y seguidores.

Todo esto ha sido impulsado por un sueño latente de ser alguien importante.

Ha llegado hasta el punto de su vida en que muchas personas lo conocen, medios de comunicación visibilizan su iniciativa, es admirado más que por tener seguidores por su labor social. Tales cosas no se logran si el deseo y la pasión por un objetivo se desvanecen. Podría decirse que lo acompañó la ambición. Ambición porque el conformismo nunca estuvo en su mente.

– Sonará feo, pero yo nunca quise ser un empleado, como constructor o algo así, yo quería ser alguien importante y así poder ayudar a otras personas- responde tras preguntarle sobre sus aspiraciones desde niño.

La situación de su familia también lo ha impulsado a soñar, crear ideas y luchar por ellas.

La señora Gladys se levantaba día a día a trabajar, siendo madre cabeza de familia. Andrés es el mayor de sus hijos. Y si es tan empático con todos, imposible imaginar que no lo conmovía la situación de su madre.

-Voy a ser alguien importante para ayudarle mamá- le decía Diego a doña Gladys en sus conversaciones con el convencimiento de un compromiso.

¿Quién ha sido un referente para Andrés?, es cierto, surge la duda. La respuesta es nadie en específico, quizá las versiones anteriores de sí mismo, él y sus errores en el aprendizaje empírico. “Lo que he hecho, lo he hecho empíricamente, no inspirado en alguien”, contesta mientras toma su café. Pero al final sí hay alguien, es un fiel creyente de Dios, como su familia, como su madre, quien en su crianza le inculcó el respeto, la honestidad y, ante todo, el amor a Dios y lo agrega a su respuesta. “Pues obviamente primero Dios yo creo mucho en Dios y pues eso era lo que hacía Jesús, ayudar a los más necesitados”.

Y es que, como la multiplicación de los peces y los panes de Jesús, él hace multiplicar desde sus publicaciones las ventas y así el sustento de los campesinos que se cruzan por su caminar, por sus chats, por su vida. Hace por ayudar a quien se lo pida, por dar una oportunidad a quien pueda.

En Villa de Leyva aquel doce de mayo se encontró a los campesinos ofertando sus productos, al siguiente día por las calles de Tunja otros que en sus carritos ofrecían sus frutas, en Bucaramanga lo haría la siguiente semana y después en varios lugares más. No se permite no intentar ayudar. “Sumercé ¿le puedo tomar un video?, es para mi página, tiene más de ochocientos mil seguidores, es para apoyar el campo colombiano. Yo le ayudo a vender”, ese ha de ser más o menos su discurso según las descripciones de Katherine que recuerda los momentos en que lo acompaña y encuentran a alguien vendiendo en la calle.

Se ha convertido en la voz del campo y el campo se lo agradece.

“La gente es muy generosa y a veces hasta de lo que venden le regalan, por ese agradecimiento”, cuenta Katherine sobre la respuesta de las personas a las que ayuda su amigo. Ha de ser rara la ocasión en que alguien noble se detiene a apoyar consciente de su esfuerzo para conseguir sus cosas, al señor de la esquina o con la carreta llena de plátanos, como no agradecerle. Doña Gladys expone que “es mucho agradecimiento por alguien que no esperaban fuera a ser de mucha ayuda para sus tierras y menos que fuera un joven quien alzara su voz por ellos”. Dentro de esas afirmaciones en que madre y amigos coinciden, Andrés Manosalba agrega, “él es como una voz, la voz del campo”.

Esa gratitud y cariño se le van quedando en una colección de recuerdos.

Las manos marcadas con los años de trabajo, talladas con tierra y herramientas, la ropa de trabajo decorada con el barro y las botas pantaneras de sus paisanos, esa realidad le conmueve. “La gente en el campo es demasiado humilde, demasiado sencilla, ellos no tienen mercado, pero si hay un agua de panela entonces le hacen un agua de panela a uno, así sea su sustento para toda la semana”, para este joven esos simples detalles y momentos son recuerdos gratos pues es sentir el cariño y la humildad mientras conoce la realidad de su gente.

-Sí vale la pena seguir ayudando a estas personas que de verdad sufren- le dice la voz de su conciencia.

Aceptar una cerveza y hablar un rato para distraerlos de su soledad es el gesto más importante que queda de recuerdo cada vez que hace su trabajo, se lo agradecen con aprecio, negarse sería una imprudencia.

– La gente a veces no les para muchas bolas a los campesinos, pero si uno va y conoce un pedacito de su vida, al menos solo con verlos de verdad, uno se da cuenta que son las personas más bonitas que hay- Andrés concluye.

Es que su historia no está aislada del campo.

Quizá creció escuchando el cantar del gallo en las madrugadas, tomando leche y no de bolsa, corriendo con botas entre el barro y correteando pollitos. “Nuestra familia es del campo y vemos todas las necesidades, de ahí nació la idea de apoyar el campo”, según doña Gladys el pasado de Diego está allí donde el verde perdura. Además, sus hermanos y él acompañaban a la abuela a vender tinto, agüitas y comida en la plaza. Su papá manejaba tractomula, su mamá trabajaba, la abuela los cuidaba. En las frías madrugadas de Tunja iban a trabajar. “No tenían a veces con quién dejarnos, entonces nos dejaban con mi abuelita y mi abuelita ya estaba a las tres de la mañana en la plaza del sur”.

En un momento de su vivir el rumbo del camino cambió y las dificultades empezaron.

Él, sus hermanos y su mamá se quedaron solos sin el apoyo paterno para avanzar. La mamá entró a trabajar en la plaza, después conoció una nueva pareja, todos trabajaban en medio del “a la orden” y el olor a frutas. La señora Gladys, con la fortaleza que caracteriza a las mamás colombianas, hizo el mejor esfuerzo por su hogar. “Mi mamá siempre nos tuvo en los mejores colegios para darnos la mejor educación”, lo reconoce como algo bonito de esa lucha. El tema es que en los tiempos de adolescencia sentía un poco de pena en el colegio por su entorno, “entonces nosotros éramos los de la plaza y los otros eran los hijos de los dueños de los bancos”, pero quién en la adolescencia no se deja llevar por este tipo de cosas. Claramente de esa vergüenza hoy no queda nada y es que emana en su sonrisa, al hablar de ello, que ahora no hay más que orgullo de esos lugares dónde creció y que le dieron sustento a su familia.

Acercándose a la juventud se alejó poco a poco de la plaza. La graduación del colegio llegó y mamá tenía preparados sus ahorros para que su hijo entrara a la universidad, como lo hacen los padres colombianos con anhelo de que sus hijos tengan las oportunidades que ellos no. Ese mismo 2011 en que Andrés esperaba matricularse llegó a la vida su hermanita menor. Ella nació con una enfermedad huérfana, los ahorros de mamá y los esfuerzos de la familia tuvieron que volcarse hacia la salud de la pequeña. “Entonces como que se me cerraron las oportunidades”. Las oportunidades él las buscaría, sin embargo, su familia lo necesitaba, su mamá y su hermana. Desde ese instante ha estado para ellas como relata su mamá, “desde ese tiempo ha sido mi compañía en tan duro proceso y también de gran apoyo puesto que ha estado en todas sus 31 cirugías y sigue siempre al pendiente de ella sin importar el tiempo ni las circunstancias”.

Su abuelo materno, quien es profesor de medicina en la UPTC, le pagó una carrera para darle oportunidad, Contaduría pública.

– Pero no me gustó y no seguí. No me gustó esa vaina.

Para el abuelo, tras la decisión de abandonar tal carrera, al muchacho no le gustaba el estudio, no lo siguió apoyando, las puertas se le cerraron. En la inquietud y ganas de aprender y avanzar, quedarse en casa no era una opción así que entró al SENA, allí estudió algo que tampoco le gustó, ni menciona cuál fue esa elección. Parece que la vocación lo llamara, ese espíritu solidario e interés por ayudar a los demás estaba latente y encajó con la carrera con la cuál se quedó, Trabajo Social. En el 2014 inició el camino duro, el semestre era costoso para sus posibilidades, era en la universidad privada Juan de Castellanos en Tunja. “Los fines de semana trabajaba en un almacén en Unicentro, pero no me pagaban mucho”.

Como si su campo lo llamara, el esposo de su mamá le ofreció trabajar en la plaza.

– Venga yo le pago setenta mil diarios y me ayuda en la plaza- le propuso.

Le pagaban el doble y trabajaba me dio tiempo, no podía negarse.

Al principio me dio resto de pena, porque pues uno ver a sus compañeros de universidad allá comprando, a los profesores”, la pena volvió, pero conocer la realidad del lugar y vivir su cultura lo hizo sentirse como en su hogar. “Pude conocer la realidad de la plaza, a todas esas familias que les toca duro, que luchan por sacar sus hijos adelante. En la plaza hay gente de la ciudad, hay madres cabeza de hogar que le compran a campesinos y hay uno que otro campesino”. Luego logró ponerse en los zapatos de las personas que allí frecuentan, de pronto ahí empezó a fortalecerse el cariño por la gente del campo.

– ¡Ish! entonces uno ahí se da cuenta que la vida es super dura, no solo para uno sino para todo el mundo- trasmite Diego con asombro.

Le cogió cariño a la plaza, a la cultura que allí se vive, al saludo cordial de sus paisanos, a la amistad con los clientes. Mientras los días avanzaban entre el trabajo en la plaza y las clases en las aulas, empezó a experimentar con las redes sociales en un proyecto de opinión. Tenía alrededor de 150.000 seguidores en su página y uno de esos amigos a los que vendía aguacates, el director de las emisoras comunitarias de Boyacá, vio su trabajo y le dio una oportunidad.

-Le mostré lo que yo podía hacer, me hizo una prueba y el señor me contrató como por tres salarios mínimos, nunca había ganado eso en la vida- termina Andrés la oración con una risa de esas que surgen al recordar con alegría.

La oportunidad quizá alivianó el camino.

“Me daba permiso para ir a estudiar, me enseñó, tenía su medio de comunicación propio que se llamaba Boyacá Radio, tenía cámaras de TV supercostosas y eso nadie lo estaba usando, entonces yo entré ahí a aprender de todo”. En su convicción de lograr lo que se propone y hacer de la mejor manera los retos que se le cruzan, hizo exitosas las redes de Boyacá Radio. “Esa página tenía solo tres mil seguidores y como en cuatro meses ya tenía treinta mil o sea yo puse a volar esa vaina con lo que sabía empíricamente”.

Sumado a los aspectos que alimentan la razón de su labor, en la inquietud y búsqueda de aprendizaje empírico ha tenido otras experiencias como trabajar con Gustavo Petro y aprender de muchos jóvenes que hoy son líderes de opinión y en su momento eran pensadores políticos. Si no trabajara por los campesinos, lo haría en otro aspecto, pero en las redes, “es que creo que yo nací con esto”.

Estos jóvenes que conoció, ahora cada uno se enfoca desde su perspectiva, como lo denomina él. Andrés inició con la política, era un crítico contundente. Investigaba, encontraba información importante, la convertía en tendencia. Pero su familia empezó a sentir miedo, el miedo que no debería existir pero que es realidad en un país como Colombia. El asesinato de líderes sociales empezó a perpetrarse y en cierto momento recibió amenazas, así que decidió retirarse, o mejor cambiar de perspectiva. “Me retiré de opinar en redes directamente contra ellos, después dije, hagamos algo diferente, algo que le guste a todos y meses después creamos también el proyecto del campo”. La perspectiva de Andrés fue el campo. Esto porque sus raíces están allí, madrugaba con su abuela a las plazas, creció entre frutas y campesinos, es uno de ellos.

Varios momentos le han hecho reafirmarse esta perspectiva.

Estaba en quinto semestre, año 2016, viajó con sus compañeros a Chisca o algún lugar de Boyacá que no logra recordar con claridad. Era una práctica universitaria, un trabajo fotográfico. Se encontraron con una terrible realidad que muchos ignoran. La mayoría de las personas eran viejitos, como los llama él, solos, que se alegraban con un saludo. Sus casitas eran negras, pues sus estufas son de carbón, el olor no era agradable. Sus compañeras lloraron al ver tal situación. La historia que no olvida es la de una pareja, casi ni caminaban, pero aún así trabajaban, se veían recogiendo su papa u ordeñando las vacas, nadie les ayudaba.

“Ese día yo creo que de verdad fue cuando me empecé a interesar por las cosas del campo, yo dije, no solo pasa en Boyacá, también está pasando en todo el país – cuenta Andrés sobre ese momento en que quedó encendido aún más el deseo por ayudar al campo-, ahí fue cuando me empecé a interesar por eso y es que nadie los ayuda, nadie los promociona, el que los promociona les cobra”.

Ahora es un profesional en Trabajo Social, se graduó en 2018, cuenta con un empleo en la secretaría de Agricultura, se siente orgulloso de venir de la plaza y haber sacado adelante su carrera, aunque recuerda con nostalgia esos cinco años de estudio. “Pero en esa época fue difícil, o sea, yo estudiaba en una universidad privada, a veces yo no tenía para comer. Eso era terrible, encima lo de la enfermedad de mi hermana, fueron cinco años muy difíciles, pero pues de lo que uno siembra, cosecha y yo creo que hasta ahorita estoy empezando a recoger todas esas cosas”. 

Su vida y su proyecto han escalado, pero siguen presentándose dificultades. Una de ellas se basa en lo económico, las convicciones de su proyecto no van con la intención de lucrarse, de cobrarle a los campesinos, pero mantenerlo a flote le cuesta. Parte de su sueldo como trabajador social lo destina para seguir apoyando a su gente. “Uno quisiera hacer todo gratis, pero no se puede, para los viajes, tomar una foto, un video, se necesita plata”. Conseguir patrocinio de entidades que vayan con sus principios e ideales es complicado, sigue buscando, pero mientras tanto, el “gracias a Soy Campesino” de los que por su apoyo venden sus cosechas, la cerveza que le brinda uno de sus paisanos o el agua de panela en casa de alguna familia en el campo, son su mejor recompensa.

Esos principios que defiende y no cambia por dinero, son los mismos que lo han llevado a marchar en el Paro Nacional que se desarrolla en Colombia, lo han llevado a opinar desde Soy Campesino por encima de las críticas, al inicio no sabía cómo manejarlo, pero lo hizo guiado por sus ideales. “La gente no entiende que todo es político, que lo que le pasa al campo colombiano es por causa de las malas decisiones políticas, por causa de las malas leyes”, conoce la situación del país y no defiende posiciones defiende la justicia de su pueblo, “yo no soy ni de uno, ni de otro, pero pues uno sabe cuándo las cosas están mal”. En algún momento recalca que ser político no le interesa, pero es de esos ciudadanos conscientes que la política compete a todos.

Ha salido a marchar con la responsabilidad que tienen todos los colombianos. Ha usado sus redes para visibilizar la protesta y guarda un recuerdo de ello. La marcha avanzaba por las calles de Tunja, él tomo su celular e inicio una transmisión en Facebook, nunca la había hecho, quizá la euforia del momento lo motivó. “Yo dije ojalá se conecten solo cuatrocientas o trescientas personas- expresa esos nervios de la primera vez ante un público-  y se conectaron como mil personas, yo no sabía ni que decir, me bloqueé, no hallaba la hora de terminar, ¡no!, ponía a hablar a la gente no hablaba, entonces la primera transmisión fue terrible y fue la que más se vio”.

Las siguientes transmisiones las supo manejar, como todo, aprendió a manejar la situación, solo fue soltarse y opinar, como con sus amigos. El tema es que ese recuerdo refleja un aspecto sobre él que muchos no pensarían que tiene, la timidez. “Sí, también es muy tímido. Él cuando empezó este proceso de la página, lo hacía oculto, la gente no sabía quién estaba detrás de esta página, siempre le decíamos, pero hable usted porque siempre hablan otras personas”, expone Katherine. Su amigo Andrés también comenta sobre el tema, “de cierto modo es tímido, de pronto él tras bambalinas y con sus videos ha logrado transmitir, pero cuando ya aparece en primera persona es algo que está puliendo, debe fortalecer el tema de participar frente a las cámaras y eso que él lo maneja super bien”.

– Es que no sé cómo expresarme- respondía Andrés tras los reclamos de sus amigos para que se mostrara.

–  No sé cómo mover las manos, no me siento cómodo- aún dice en ciertos momentos.

Pero sí lo maneja muy bien, habría que fijarse muy bien en los detalles de su actitud para notarlo y ha de trabajar en ello siguiendo los consejos de quien le da una mano. Después de todo lo que hasta este punto se sabe de él, no es de creer que este aspecto lo iba a detener. Este tipo de cosas también logra dominarlas como cualquier otra dificultad, reto o defecto porque sabe escuchar y recibir consejos. “Es un buen amigo”, coinciden en afirmar sus dos amigos. “Sabe atender consejos para ser un mejor hermano, hijo y persona”, dice Andrés, “Siempre comenta, tratamos de buscar soluciones y vemos cuál es la correcta siempre con sabiduría”, agrega su mamá sobre las dificultades.

Esto mismo lo aplica cuando emocionalmente no está tan bien.

– Siempre me pasa una vez a la semana, digo pero para qué hago esto, nadie me ayuda, nadie me paga – cuenta sin reparo, mientras termina su café, de los momentos de crisis emocional en que le pierde sentido a todo lo que hace-. Pero sin embargo ya después como que bueno, se le pasa a uno y pues hay que continuar porque así son esas cosas de las redes sociales.

Siempre busca un cambio en la vida de alguien, ayudar, quizá porque siente que a veces no lo logra piensa que está perdiendo el tiempo.

Los seguidores no llenan los vacíos como ser humano, “La gente se preguntará qué se sentirá tener todos esos seguidores y no se siente nada”, afirma con risa y expresando ironía. Cuando no da más, en ciertas ocasiones habla con Katherine. “Sí, me dice, ay no yo no puedo con esto, es mucho trabajo, quiero vender la página, ya le cambia el sentido”, ella le ha ayudado a superar esos momentos, igual que su familia, lo ayuda a responder mensajes o manejar lo que le sea posible. 

Le queda aferrarse a la pasión por su labor y elevar la actitud.

-Sí, en los momentos emocionales primero que todo como que aferrarse a Dios, aferrarse a los sueños de uno y es una lucha que, aunque uno está cansado tiene que seguir dando, porque pues imagínate tú trabajando por algo que no te pagan y de tiempo completo- sigue expresando.

El agradecimiento desde la ruralidad también lo levanta.

“Gracias a Soy campesino” dicen desde Cali, Carmen de Viboral, Villavicencio, Bogotá y muchos rincones más de Colombia. Su recompensa es saber que ayudó a alguien y que está inspirando a los colombianos para voltear la mirada al campo. El sentido que le tiene a su lucha vuelve. Sueña con hacer crecer más sus proyectos y tiene la seguridad de que así será. “Esto está una locura, no sé en que se vaya a convertir, pero está muy bonito, toca es seguir el enfoque y seguir creciendo”, finaliza con emoción.

Días después de su visita en aquél café villaleyvano, en una de sus historias en que celebraba la alegría de los campesinos en las plazas pues sus ventas han aumentado, usó la canción “Yo Marché” de Ninio Sacro, esa canción que representa a muchos colombianos. Los gustos por la música permiten de algún modo conocer a alguien. Él quizá disfrute una carranga, pero sin duda varias líneas aisladas de la letra de aquella canción en su Instagram representan a Andrés Guerrero, a aquel ser humano detrás de “Soy Campesino”:

“Yo represento al trabajador que estudia y al estudiante que trabaja”.

“Voy tomado de la mano con la madre soltera, la que siempre da un buen consejo sin que se lo pida, voy con el señor que vende aguacates sobre la acera”.

“Soy el campesino, el indígena que en la tierra crece, el que siembra la comida que a veces ni te mereces”.

“Quisiera ser el que usa palabras en vez de espadas, el que teniéndolo todo ayuda a los que tienen nada”.