La odisea de la recuperación
La recuperación de pacientes covid que pasaron por las Unidades de Cuidado Intensivo no es nada fácil y requiere de bastante tiempo para volver a la normalidad.
Reportaje realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con la profesora Laila Abu Shihab.
La rehabilitación del covid-19 es un proceso largo y complejo que depende de la condición de los pacientes. Algunos de los que logran sobrevivir al SARS-CoV-2 o coronavirus tienen que superar las duras secuelas que quedan conforme ataca esta enfermedad en el cuerpo humano.
La pandemia ocasionada por el covid-19 ha causado grandes problemas en diferentes ámbitos; político, social, medioambiental y, evidentemente, en la salud. Los hospitales y las clínicas se convirtieron en el lugar de lucha constante en el que miles de personas se baten entre la vida y la muerte. Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son consideradas por algunos como el purgatorio, donde no se cuestionan las acciones, ni las creencias, sino la situación de salud de cada persona.
En la UCI solo hay dos caminos: sobrevivir al covid-19 y afrontar las complejas secuelas que pueden quedar o llegar directo al destino que les espera algún día a todos los seres humanos, la muerte. Unos tardan meses y otros días en la UCI. Unos días mejoran, y otros, empeoran.
El coronavirus es un monstruo destructor que arrasa con muchos de los que se cruzan en su camino, dejando en varios de los sobrevivientes que salen victoriosos secuelas físicas y psicológicas. A algunos de los pacientes que lograron recuperarse del covid-19 les cuesta mucho volver a la normalidad. Prácticas rutinarias como subir escaleras, caminar más de dos cuadras, escribir o incluso dormir se convierten en un reto para los pacientes post-covid, quienes salieron de la UCI y están en proceso de recuperación.
Rosa Buitrago, médica terapeuta que trata a pacientes de la tercera edad y post-covid, afirma que la rehabilitación completa de una persona varía de acuerdo a su estado de salud. “La recuperación de un paciente con paso por la UCI depende mucho del tipo de complicaciones o compromisos de cada uno de los sistemas que haya sufrido previamente. Hablamos de compromisos cardiovasculares, neurológicos, musculoesqueléticos, entre otros”, explica Buitrago.
Como lo registra el Ministerio de Salud, actualmente hay más de 4 millones 800 mil personas recuperadas en Colombia, entre los asintomáticos y los que fueron pacientes de los hospitales. No se sabe con exactitud cuántos de ellos pasaron por los pasillos de centros médicos; sin embargo, la mayoría comparten unas secuelas que deja esta enfermedad: dificultad al respirar, fallas en la memoria, pérdida de la masa muscular, problemas para dormir, entre otros.
Diego Barbosa y su esposa Magaly Moreno vivían su vida de manera monótona y rutinaria. Diego, con 43 años, se desempeña como jefe de servicios públicos del municipio de Cachipay, en Cundinamarca, y Magaly es ingeniera ambiental especialista en salud y seguridad. Cada vez que estaban en casa, mantenían puesto el tapabocas la mayoría del tiempo ya que andaban gran parte del día en la calle y debían ser responsables y cuidar a su hija de 13 años. Pero el 17 de mayo de 2021 comenzó un reto complejo para Diego y su familia. En la tarde de ese día Diego empezó a sentir los síntomas comunes del virus como fiebre, dolor de cabeza y desaliento.
Esperó a que pasaran los síntomas como una gripe común y corriente, hasta que el jueves 20 de mayo decidió realizarse la prueba PCR para salir de dudas. El sábado de esa semana las cosas pasaron de castaño a oscuro. Aquella tarde se encontraba acostado en su cama sin el tapabocas puesto, e inmediatamente al verlo, Magaly le llamó la atención.
-Oye no seas irresponsable, ponte el tapabocas. Si tú tienes el virus me lo puedes prender a mí, a la niña, a tus papás que viven aquí – reclamó Magaly.
-Pero mi amor me estoy sintiendo ahogado. Es que si me pongo el tapabocas no puedo respirar – contestó Diego.
La cara de Magaly cambió por completo. Fue por el pulsioxímetro y le midió la saturación de oxígeno, que resultó con niveles inquietantes. Llamó a un amigo médico, quien le dijo: “Magaly corran para la clínica. Llévese a Diego para urgencias ya”. Desde ese momento hasta que llegó al hospital, los niveles de Diego siempre se mantenían entre 79% y 82%.
Según la American Thoracic Society (Sociedad Torácica Estadounidense), organización dedicada a la investigación y atención de las enfermedades pulmonares, el nivel de oxígeno normal en la sangre figura entre el 89% y el 100%. Los resultados que estén debajo de esta cifra pueden significar hipoxemia, lo que significa un nivel de oxigenación inferior al normal. Directamente, esta condición genera problemas de anemia, agitación y la misma dificultad para respirar.
Lo que comenzó como el regaño de una irresponsabilidad terminó en la preocupación por una terrible situación. Diego ingresó a la Clínica Palermo de Bogotá el 22 de mayo, y durante esos días los resultados de los exámenes practicados por los médicos arrojaban un diagnóstico complicado: sus pulmones no respondían y por eso calificó como candidato para ingresar en la Unidad de Cuidados Intensivos.
El riesgo de ingresar a la UCI era alto. Diego sufre de obesidad. Al entrar a la clínica tenía un peso de 122 kilogramos. Calculando su Índice de Masa Corporal (IMC) y teniendo en cuenta que su estatura es de 1.75, se obtiene que su IMC daba un total de 39,84. Según su resultado y la categorización establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), él está ubicado en la categoría de obesidad severa.
El jueves 27 de mayo Diego fue intubado en la UCI. Antes de iniciar con el proceso, los médicos se comunicaron con Magaly y le informaron lo que iba a pasar. Ella quedó atónita y aterrorizada de que el final fuera catastrófico para Diego. Antes de que lo dirigieran al cubículo para ser conectado, ambos se despidieron. Una conversación de WhatsApp fue el último contacto entre ellos.
-Amor, dicen los médicos que voy a UCI- dice Diego.
-Sí, ¿tú qué piensas?- le pregunta Magaly.
-Es lo mejor, estoy sufriendo mucho.
-Tranquilo, Dios y mamita María van a estar contigo- sostiene su esposa.
-Mi amor te amo mucho -dice Diego para calmarla-. Dale un beso a mi hija, a mis papás, a mis hermanos, a tu mamá, a todos tus hermanos. Los quiero mucho.
A las seis y quince minutos de la tarde Diego ingresó a la sala de Cuidados Intensivos y necesitó de ventilación mecánica. No volvió a despertar hasta el miércoles 16 de junio, cuando sus pulmones comenzaron a mejorar. Entonces, los médicos consideraron que era el momento pertinente para desintubar, y que así dependiera de sí mismo para respirar y mantener los niveles normales de oxigenación.
Cuando salió de la clínica tenía un peso de 108 kilos; sin embargo, seguía en la misma categoría de obesidad. Adelgazó esos 14 kilogramos debido a que estuvo mucho tiempo en estado de quietud y sus músculos perdieron grasa corporal. A esto cabe adicionarle las comorbilidades que vienen acompañadas de la obesidad; la diabetes, la hipertensión y los problemas cardiorrespiratorios, entre otros.
Durante su permanencia en la UCI muchos de los pacientes tienen que ser cambiados constantemente de postura y pasar de estar boca arriba a la posición decúbito prono, es decir, boca abajo y con la cabeza de lado. También conocida como posición prono, el objetivo de esta postura es mejorar la condición del paciente y que los pulmones desarrollen una respuesta positiva en su funcionamiento.
“El pulmón es un órgano que funciona con presiones y flujos. De tal manera que cuando se cambia la posición del cuerpo se alterna la distribución del aire dentro de los pulmones y el flujo de la sangre que está dentro de los vasos sanguíneos”, explica Adriana Barriga, médica especialista en anestesiología y reanimación de la Clínica de la Mujer. “Al voltear al paciente boca abajo se optimizan zonas que normalmente no están oxigenadas y ayudan a mejorar su situación y la respuesta del intervenido”, complementa la anestesióloga.
Un estudio realizado por la Universidad Católica de Chile en 2020 reportó que la recuperación completa de un paciente post-covid con ventilación mecánica tarda entre tres meses y un año. Dependiendo el estado de salud con que sale la persona, para poder rehabilitarse bien tendrá que contar con el acompañamiento de profesionales de la salud como médicos terapeutas, kinesiólogos, fonoaudiólogos, nutricionistas, e incluso psicólogos si lo amerita la situación. Así mismo se necesitará de la asistencia de equipos médicos auxiliares como condensadores, balas de oxígeno, entre otros.
Diego requirió del condensador que tiene como principal función enviar oxígeno desde el equipo, o también llamado concentrador. A través de una manguera, el aire pasa por las fosas nasales hasta llegar a los pulmones para suministrar el oxígeno. Con el concentrador se busca adelantar el proceso y regular los niveles de oxigenación para que progresivamente el paciente en recuperación mejore su respiración.
La mayoría de pacientes que salen de la UCI requieren de muchas sesiones de terapia física. Estos procedimientos sirven para, inicialmente, reacondicionar el estado físico del cuerpo que durante mucho tiempo estuvo inmóvil y postrado en una cama. Con el paso de los días, los músculos se contraen y así mismo van perdiendo fuerza, dejando en algunos casos secuelas graves como la dificultad al caminar. “La terapia física se encarga de la rehabilitación del movimiento corporal humano. Nosotros trabajamos todos los procesos del desarrollo motriz del ser humano, y a través de estos movimientos y ejercicios podemos generar una recuperación parcial o completa dependiendo su estado de salud”, comenta la médica Rosa Buitrago.
Si bien Diego había perdido peso cuando salió de la clínica, no tenía fuerza en sus extremidades. Sus músculos estaban tan contraídos y con poca grasa corporal que no podía sostenerse por sí mismo. Mientras pasaron sus primeros días de recuperación en casa, tenía que depender de la atención de su esposa. Magaly no tuvo problemas con su trabajo, sus jefes le dieron el permiso de estar netamente entregada en la recuperación de su esposo. Un gesto que fue de gran ayuda ya que una persona que acaba de salir de la UCI necesita mucha atención y, en especial, un buen cuidado. Antes de llegar a su apartamento en el quinto piso del Conjunto Residencial Portal De San Ángel, ubicado al noroccidente de Bogotá, Magaly adaptó la habitación de su hija para que el espacio fuera lo suficientemente cómodo y fácil para el cuidado de Diego. Consiguió una silla de ruedas para que su desplazamiento dentro del apartamento fuera más fácil para él.
“No fue hasta el día siete que Diego se bañó por sí mismo, él todavía no tenía la fuerza para sostenerse de pie. La manera de bañarlo era en la silla de ruedas con agua de hierbas, menticol y una toalla. Humedecía la toalla, se la pasaba y así lo limpiaba”, comenta Magaly.
Otra de las secuelas que tuvo Diego fue la hemiparesia. Esta es una condición de debilidad muscular que afecta un lado del cuerpo, es decir que un costado del cuerpo humano queda paralizado o con muy poco movimiento, a comparación del otro costado. En su caso la parte afectada fue el lado derecho de su rostro. Cuenta Magaly que cuando lo alimentaban por sonda, la comida no entraba toda y se chorreaba por su labio derecho.
En el momento en que le quitaron la sonda, Magaly comenzó a hacer ejercicios de gesticulación en la mandíbula junto a Diego para recuperar su movilidad total en la boca. “Le dije: ‘vamos a fortalecer la mandíbula’. Entonces yo empezaba a hacerle movimientos. Le decía ‘abre la boca, cierra la boca, sonríe, manda besos’ y así”.
Magaly jamás le pudo decir que tenía la boca torcida. Sentía que comunicarle eso lo debilitaría emocionalmente. Sin embargo, de principio a fin Diego se mostró fuerte y optimista. Esa misma fortaleza la ratificó ella el día en que encontró a Diego en la sala pasándose la mano por su cabeza, quitándose el pelo. Sentado en el sofá procedió a arrancarse parte de su pelo que salía con el cuero cabelludo junto. Lo que se iba quitando lo colocaba en un mueble cercano al sofá.
– ¿Qué estás haciendo? – preguntó Magaly.
– Mira amor – le respondió Diego.
– Sí, yo ya me había dado cuenta.
– ¿Por qué no me lo dijiste antes?
– ¿Pero para qué? – le dijo ella
– Pues sí, igual el pelo vuelve a crecer.
Ella nunca se lo dijo y cuando a Diego se le caía el cabello sin darse cuenta, hacía todo lo posible por no dejar rastro alguno. Constantemente cambiaba las fundas de las almohadas y las sábanas de la cama.
Si bien la alopecia se puede dar por varios factores como el carácter hereditario o enfermedades autoinmunes, con el pasar de los meses se ha detectado que esta es también una secuela que suele aparecer en el periodo de recuperación del paciente. “Como consecuencia de la fase aguda post-covid, el 20 por ciento de pacientes refiere caída de cabello. Particularmente un tipo de alopecia que se conoce como efluvio telógeno y que puede presentarse de dos a cuatro meses posterior a la recuperación de la infección por el SARS-CoV-2”, dijo el doctor Rodrigo Roldán Marín, responsable de la Clínica de Oncodermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en una conferencia realizada en abril de 2021.
Menos de dos meses después, Diego está cerca de terminar su recuperación. Actualmente recibe los cuidados y las visitas médicas de su EPS en su casa. Además, optó por recurrir a otros tratamientos para adelantar su rehabilitación. Sueros, masajes terapéuticos y medicamentos homeopáticos fueron las alternativas que escogió para acompañar la asistencia del personal médico. Progresivamente ha vuelto a su trabajo en la alcaldía de Cachipay. Aunque todavía no puede hacer las actividades rutinarias de antes a cabalidad, mantiene su proceso activa y constantemente. Así como el ave fénix, Diego pasa por un nuevo renacer aprovechando la segunda oportunidad que le dio la vida.