La moderna inquisición
El amor ha pasado por varios procesos, y hoy se busca legitimar todas sus formas, como muestra el testimonio de David Zuluaga.
Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón
Crónica realizada para la clase de Introducción al Lenguaje Periodístico (Tercer semestre-2024 I), bajo la supervisión de la profesora Estefanía Fajardo de la Espriella
Este año se conmemoran 41 años desde la primera marcha del orgullo en Colombia, sin embargo, hay una realidad que se esconde bajo los discursos de salvación.
Nos dicen desde pequeños que el amor es lo más hermoso del ser humano. A través de la historia de la humanidad, muchos han experimentado este sentimiento que los consume; creemos que realmente la felicidad de la vida recae en esta afectividad: aceptación propia, hacia el otro, la familia, los amigos… pero ¿desde cuándo le empezamos a otorgar una etiqueta de validez al amor?
¿Desde cuándo las personas tuvieron que empezar a esconderse para decidir a quién amar? ¿Desde cuándo relacionamos la palabra flagelar con amor?
Esta es la realidad de alrededor del 22% de las personas pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+ en Colombia según un estudio de la Universidad de Los Ángeles que además revela que una de cada cinco personas LBGTIQ+ han pasado por algún tipo de proceso ‘esfuerzo de cambiar orientación sexual e identidad y expresión de género’ (ECOSIEG). David Zuluaga es un joven colombiano de 26 años, es orgullosamente gay, pero el camino hacia esa libertad se vio afectado por varios años de unas supuestas terapias de conversión que realmente distorsionaron su manera de experimentar el amor.
Nació en un pueblito al que le llaman ´La Perla Azulina del oriente antioqueño´, en una sociedad conservadora llena de tradiciones. El Carmen de Viboral, una sociedad que a pesar de su gran entrada a diversas expresiones artísticas, “se ubica en una zona que sufre por su condición geográfica, que es el oriente antioqueño. Entonces sabemos que el conservatismo es muy fuerte, eso también empieza a permear en la forma en que uno decide hablar acerca de su sexualidad”, comenta al describir la reacción de sus padres al enterarse acerca de su orientación.
Al preguntarle acerca de cuándo se da cuenta que sus gustos son diferentes a los socialmente normalizados, comenta que es una pregunta compleja al no reducirse a una fecha en específico y menciona dos diferencias significativas en el proceso de afecto. “Va del tono de cómo uno se va dando cuenta de ese gusto, pero como también uno va permitiendo que ese gusto exista en la vida de uno que son dos cosas distintas”, y precisamente, ¿porque existe esa diferencia? Él comenta que dentro de lo que se piensa acerca de la homosexualidad solo vemos cuando se acepta tener afectos hacía, en su caso, otro hombre pero que va más allá de eso. “Hay un doble camino que nos toca trazar porque primero está la cuestión de ‘quiero enamorarme, pero no puedo enamorarme porque siempre me han dicho que no me puedo enamorar de un hombre’, para uno simplemente está mal y ahí se detiene la discusión, contemplación y la ideación.”
Esta concepción del mal junto con el aislamiento y el matoneo que sufría por parte de personas en la comunidad, fue lo que lo llevó con 12 años a tomar la decisión de insertarse a una comunidad de laicos misioneros llamados ‘Lazos de Amor Mariano’, un nombre un poco irónico para las realidades que le provocan a la vida de David Zuluaga por los próximos años.
“Empiezo con un proceso, yo diría que de represión. No voy a fijarme en esto porque está mal… más bien voy a dedicarme a la vida de esta comunidad, pero a los 14 se me hace insostenible eso y digo, yo necesito curarme de esto que supuestamente está mal y que es pecado. Quiero tener una vida normal y tranquila; ser un misionero más que tiene esposa e hijos”.
Con estos pensamientos inculcados inician sus terapias a la corta edad de 14 años, unos presuntos tratamientos de curación en contra de los espíritus diabólicos de la homosexualidad. “Decido hablar de eso en la comunidad, les digo: estoy muy incómodo con esta situación de pecado…me siento angustiado porque es algo que no puedo controlar. Y entonces empezó, ‘terapias’ que realmente son los famosos ECOSIEG: esfuerzos para corregir la orientación sexual y la identidad o expresión de género, pero, se usa la palabra ‘terapia’ para manipular la realidad de tortura que se presenta”.
Con todo el respeto que merecen esos años de conflicto se le pregunta qué tipo de aflicciones se le generaban y lo que relata es completamente inhumano.
“Yo pase por unos supuestos exorcismos hechos por ellos donde había violencia física; me tiraban al suelo, incluso, me daban codazos para que vomitara el espíritu de la homosexualidad, te empiezas en este punto a mortificar, haces ayunos de días enteros …. fueron 3 años en los que al final termine con temas de úlceras gástricas y desafortunadamente, cuando constantemente te repiten que existe un demonio dentro de ti por tanto tiempo, empiezas a creerlo y el lugar de tus pensamientos, tu inconsciente, se convierte en ese demonio que te hace sufrir”.
Estas son algunas de las secuelas tan graves que comenta David acerca de su experiencia bajo estas torturas con la fachada del amor. Continúa su relato con lo siguiente: “todo eso se comporta como una práctica violenta para que te mantengas ahí, te despoja de tu dignidad humana y el argumento es corregir algo que no es posible que cambien, solo que repriman y ¿que nace de la represión? La depresión. ¿Y de la depresión que florece? El suicidio”. Esta es otra problemática mucho más profunda que encuentra una relación directa con todos los atentos emocionales que se le provocan a personas pertenecientes a esta comunidad ya que, como nos relata el y varios archivos de instituciones activistas y defensoras, debido a la discriminación, el prejuicio y demás actos como los mencionados, hay una prevalencia de 2 a 6 veces más alta la contemplación y actitudes suicidas.
David concluye su etapa dentro de esa comunidad a los 17 y se da cuenta de las posibilidades que brinda el amor, pero se encuentra plagado por culpa y secuelas de las terapias que le habían prohibido amar, “(…) a los 17 años salgo de esa comunidad y tengo otras experiencias y me doy cuenta de que me puedo enamorar de los hombres, que me puedo relacionar de una manera muy especial…pero ese camino tiene mucha culpa. A los 18 años me doy cuenta de que existe un camino que hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo de las secuelas que ha dejado en mi forma de hacer vínculos, la forma de enamorarme y tener una vida en pareja”.
Cuando se le menciona su relación con Dios, con un pequeño suspenso alude al hecho de que su espiritualidad quedó fragmentada por las ocurrencias vividas y el discurso de odio de otros, “creo que a muchos homosexuales se nos niega que nosotros también podemos ser personas espirituales siendo esa una dimensión muy importante del ser, pero se nos retira a veces esa posibilidad por la historia de exclusión y discriminación de algunos creyentes. A mi si me dejaron un poco roto con la posibilidad de yo hacer mi camino espiritual”.
Como todo en la vida, se requiere de un proceso de sanación y más en este tipo de situaciones en las que toca, iniciar una vida desde cero para construir lo que otros han dañado. Para él, esto fue la literatura; leer después de muchos años acerca de ficción y otras cosas en vez de santos y las doctrinas laicas. La universidad para él fue un nuevo renacer con amigos que conserva hasta el día de hoy y por supuesto, terapia verdadera que le ayuda al poner palabras a lo que experimentó por tantos años.
Comenta su proceso de sanación desde la posición del perdón de manera tan sincera y vulnerable; perdonar aquel niño asustado que no entendía cómo el mundo lo veía y su manera de expresarse, su manera de amar, que permitió practicar estos tormentos hacia su ser. “El perdón hacia mí porque yo permití que se hicieran esas cosas conmigo, pero también desde verme vulnerable en un punto de mi vida que creí que era lo mejor para mí y bueno, ahora mantengo la esperanza que, con el proyecto de ley Inconvertibles, se prohíban estos actos inhumanos”.