Facultad de Comunicación Social - Periodismo

El mañana nos aterra

El pueblo colombiano vive bajo la mirada indolente de sus gobernantes y tras un oído funcional que no parece querer escuchar ni entender.

Artículo realizado para la clase de Pensamiento crítico y argumentativo II (segundo semestre, 2021-2), con el profesor Guido Tamayo.

La juventud está cansada de ver que los ancianos más desfavorecidos tienen que sentarse todos los días en las calles para vender o pedir limosna. Está cansada de pensar que hay que ser trabajadores mal pagos, pero fuertes y persistentes, tras un anhelo que no parece que llegará.

A medida que el salario mínimo aumenta, los productos se encarecen y los trabajadores tienen que pasar cada vez más tiempo en sus puestos de trabajo, en un país donde la informalidad alcanzó el 48% en 2021 y el trabajo formalizado es cada vez peor pagado, los jóvenes piensan que sus futuros están mejor asegurados en otros países que en el suyo propio.

El aumento de la esperanza de vida también es desalentador, puesto que sabemos que la edad de pensión estará cada vez más alejada y que cada año habrá más y más profesionales que entrarán en la lucha por el trabajo digno como nosotros lo estamos. Se está dejando a los mayores sin trabajo para buscar la efectividad en las empresas.

El mañana nos aterra. Muchos dicen que es una ilusión y un deseo, ya que nunca sabemos si al otro día vamos a despertar o si el mundo continuará tal y como lo conocemos. Los efectos de nuestras acciones son lo que puede definir nuestro futuro o el de otros, por lo que usualmente buscamos obrar bien, persiguiendo el bienestar propio o a veces el de una comunidad. El anhelo de un mejor mañana impulsa a personas y sociedades.

Los colombianos son personas que tienen la fama de trabajadores, de echados para delante y de ‘berracos’. Sin embargo, el trabajador y el campesino siempre han estado mal remunerados en su trabajo, lo que genera que estos sean explotados en el día a día para ganar una penuria, vivir del diario, y a veces subsistir con un salario inferior al mínimo. El trabajador es fuerte porque es pobre y no tiene de otra.

Ver al colombiano como alguien trabajador ha servido como una propaganda para la política y la manipulación de las masas, que siempre han creído en las “buenas intenciones” de los aspirantes a la Presidencia o al Congreso, aunque cada vez reiteran el populismo oculto tras ellas. Tan pronto como los periodos electorales acaban, se olvidan de tantísimas comunidades a las cuales les han hecho falsas promesas y ocupan felizmente sus curules.

Los jóvenes tememos al populismo del trabajador mal pagado y a la idea de una vejez en la pobreza. Son efectos de las malas políticas de gobiernos anteriores y de generaciones que no lucharon lo suficiente por una vejez digna, o que fallaron en el intento. Estos fallos de las distintas generaciones que soñaron con una vejez digna desembocaron en un periodo más grande de trabajo, muchas veces mal pago, y que tampoco puede ser asegurado para los mayores, que se ven obligados a vivir de las ayudas del Gobierno o trasladarse a la informalidad para seguir ganando una miseria.

Cada vez hay más profesionales jóvenes ansiosos por conseguir un buen empleo en su campo, pero la búsqueda de empleo es una competencia de quien tenga más títulos sobre quien no, es decir, quien tiene más recursos logra emplearse con mayor facilidad en el campo al que aspira, mientras que quien sea más pobre se enfrenta a empleos que no ofrecen oportunidades a futuro, y los cuales lo mantendrán con poquísimo bienestar e inestabilidad.

Vemos nuestro futuro lejos de nuestro país, porque sabemos que a medida que la esperanza de vida aumente trabajaremos por más tiempo, porque habrá aún más profesionales en nuestro campo, los cuales serán tentadores para las empresas por parecer contemporáneas y amigables con las próximas juventudes mientras que a los mayores los descartan. Tenemos la esperanza de que un futuro en países más estables y conscientes de sus ciudadanos es mejor que el que nos esperaría en Colombia.