Johana Bahamón, la mujer de las segundas oportunidades
Conozca la historia de Johana Bahamón, una mujer que pasó de ser una actriz que interpretaba papeles de niña vanidosa a ser activista social.
Perfil realizado para la clase Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2020-2), con la profesora Laila Abu Shihab.
Johana Bahamón aceptó participar como jurado en un reinado de reclusas en la cárcel El Buen Pastor de Bogotá. Ella nunca había visitado una prisión. Lo que no sabía es que su vida de niña vanidosa, problemática y consentida empezaría a cambiar desde aquel lunes 24 de septiembre del 2012.
Johana se acercó a una de las mujeres que estaban recluidas:
–¿Y tú por qué estás acá?–, preguntó con aire de curiosidad.
–Ay niña, si tú supieras, pues te cuento –suspiró– , yo maté a mi marido porque lo encontré violando a mi niño, a mi hijo de tres años.
Johana se quedó sin aliento, el ruido que se escuchaba en la cárcel se había ido, ahora solo era silencio. Lo único que se le pasó por su mente es que ella hubiera hecho lo mismo si hubiese encontrado al papá de su hijo Simón, de tres años, violándolo. “¡Yo estaría en la misma posición de ella! ¡Estaría pagando 32 años de cárcel por impedir que violara a mi hijo!”, exclamó exaltada.
Ese momento fue el inicio del final para la rubia problemática, como la solían llamar sus compañeros de la universidad.
Los amigos que conocieron a Johana antes de que se sumergiera en el mundo de las cárceles la tildaban de creída, antipática, niña rica y vanidosa y, claro, muy bella. La mujer mide 1.75 metros de altura, tiene los ojos azules, es delgada, su cabello es rubio, sus facciones son delicadas y definidas, como sus labios y su nariz. “Tiene pinta de Barbie”, afirma José Chávez, que estaba estudiando Administración de Empresas al mismo tiempo que ella en el CESA. Esta universidad es reconocida por ser una institución donde se forman como empresarios los hijos de varias de las personas más poderosas y adineradas de Colombia. José tuvo que hacer un par de trabajos con Johana, él se caracterizaba por ser un muchacho tímido y estudioso y ella se aprovechaba de eso. Nunca llegaba a las reuniones que cuadraban, y lo dejaba plantado. Sus excusas eran que estaba haciendo alguna audición o grabando una escena debido a que en ese año (2000), ya Johana había empezado su carrera actoral. Sin embargo, a José no le importaba, le creía y hacía los trabajos solo, pero en nombre de los dos.
Un día cualquiera, saliendo de la universidad, la joven actriz escuchó cómo hablaban de ella en un pasillo. En silencio, se quedó escuchando un minuto detrás de los dos hombres que decían que ella se acostaba con los profesores para pasar las materias. Johana, al escuchar esta especulación, no tardó ni un segundo en decirles hasta de qué se iban a morir. “Ella era una mujer que no se quedaba callada, siempre se defendía. Johana era una joyita”, cuenta José entre risas. Eso era lo que más le gustaba a José: su carácter.
Cuando Johana entró en el mundo de la actuación, conoció a una de sus mejores amigas: Patricia Vásquez. Ellas se conocieron en el 2004 en la grabación de Amores Cruzados, una telenovela colombiana. Patricia recuerda que, ese año, las dos se volvieron como uña y mugre. Durante la grabación estaban trabajando con la mamá de Gael García, famoso actor mexicano. Johana vivía deslumbrada por la belleza del actor, tanto, que le rogaba a la mamá que por favor se lo presentara y también obligó a Patricia a que se volviera amiga íntima de la mamá para que ella pudiera conquistarlo. Finalmente no logró conocerlo, y Gael García hasta hoy ha sido el amor platónico de Johana Bahamón.
Luego de resignarse a vivir sin conocer a Gael García, conoció al cantante colombiano Andrés Cabas. “Johana era una mujer muy enamoradiza, de amores pasajeros. Sin embargo, cuando conoció a Cabas, se enamoró de una manera enloquecida”, recuerda Patricia, quien fue ‘violinista’ en sus primeras citas. Andrés fue el primer amor de Johana. La pareja viajó a Japón en el 2008. En aquel viaje se casaron de manera sorpresiva en un templo budista por idea de Boni (como Cabas le decía a Johana). Ellos tenían contemplado casarse en algún momento de sus vidas, y hasta tener un hijo, pero nada estaba planeado. La boda fue un ritual espiritual con kimonos, vapor, sushi y, para terminar, hicieron el amor. Un mes después Johana se enteró de que había quedado embarazada de su primer hijo: Simón Cabas Bahamón.
Un año después, Johana decidió cortar su relación sentimental con Andrés Cabas porque los dos tenían proyectos diferentes y, prácticamente, nunca se veían. Johana vivía día y noche en el set de grabación y Andrés, de gira por cualquier país del mundo. Ahora, los dos son excelentes amigos. A Johana le sorprende que a la gente se le haga extraño que Andrés sea parte de su familia. “La gente dice que es rarísimo que yo hable con él, que él me ayude con mis proyectos. Pero a mí me parece más rara esa gente que cree que uno debe terminar con su pareja para tenerla de enemiga. Vea pues. Además, es el papá de mi hijo, ¿por qué no apoyarnos?”, afirma Johana.
Su primer hijo fue la pequeña entrada a su evolución personal. Simón hizo de una manera inexplicable que su mamá dejara a un lado la vida desordenada que llevaba y pensara en un buen futuro para él y para ella. Quería que su hijo tuviera una buena infancia y, para lograrlo, ella debía ser un ejemplo.
Johana hasta ese momento no se había puesto a pensar en cómo había sido su infancia, pero sentada un día en la silla de su carro recordó que, en Cali, donde nació en 1982, tuvo una niñez llena de comodidades. Sus papás le dieron todo lo que ella quería, y también mucho amor. No entendió qué hicieron sus padres para merecer en ese entonces a una hija, una adolescente tan rebelde. No encontró explicación. De pequeña, su familia siempre le decía Candelaria, porque la niña Johana era candela, una candela que no se apagaba y que estaba todo el tiempo llena de energía, pero con el pasar del tiempo, este nombre quedó en el olvido y, ahora, ella prefiere no recordarlo sin querer decir por qué.
Lo que sí sigue presente es la candela que tenía cuando era solo una niña. Desde el día en que conoció las cárceles y desde que escuchó aquella historia de la reclusa que asesinó a su marido por encontrarlo violando a su niño de tres años, decidió que quería trabajar por los derechos de la población carcelaria. Ese lunes, al llegar a su casa en el norte de Bogotá, lo primero que hizo fue abrazar a Simón y agradecerle a la vida que el padre de su hijo no fuera como ese monstruo. La conmovieron tanto los testimonios de las reclusas, que ni ella sabía que tenía un corazón tan grande. Quería ayudarlas, quería ayudar a todos los presos. Encontró su pasión ese día que fue invitada a ser jurado del reinado de reclusas gracias al papel que hizo en Tres Milagros, telenovela colombiana. Y desde la siguiente mañana, Johana no paró. Visitaba las cárceles todos los días. “Ser actriz era algo que yo no había escogido, no era mi pasión. Simplemente se me iban dando las oportunidades y las aprovechaba, pero no era algo que yo en realidad quería hacer”, dijo Johana, después de hablar apasionadamente sobre sus primeros momentos en las cárceles.
Lo primero que pensó Johana fue crear una fundación que les permitiera a los reclusos expresarse. En este caso decidió trabajar en lo que había hecho durante 15 años: la actuación, pero aplicándolo a su nueva pasión de trabajar por los derechos de las personas privadas de la libertad. Así nació la Fundación Acción Interna en 2013, una entidad sin ánimo de lucro que tiene como objetivo transformar, reivindicar y reconciliar la población carcelaria con la sociedad civil, además de mejorar la calidad de vida de los reclusos.
Buscó a la que consideraba la mejor profesora de teatro para montar la obra La Casa de Bernarda Alba con 12 internas. La elegida fue Victoria Hernández, su profesora de teatro, la mujer que la había formado por ocho años en el mundo de la actuación. Victoria estuvo trabajando con Johana durante dos años, ayudando a preparar a las reclusas para las obras. Sin embargo, en el II Festival del Teatro Interno hubo un conflicto que hizo que su relación se desvaneciera completamente.
Johana se encontraba muy estresada en la ciudad de Montería con asuntos de organización de la fundación. De un momento para otro, Alejandro Rueda, maquillador y actor de teatro, presenció unos gritos y decidió acercarse al otro lado del salón de la cárcel Las Mercedes. Johana y Victoria estaban discutiendo.
–Ay Johana, si iba a estar ocupada en otras cosas, no merece ni un poco ser jurado de este festival. Finalmente, usted no sabe qué es ser actriz. Todos los papeles que interpretó simplemente reflejaban lo que en realidad es: una niña que lo ha tenido todo en la vida en bandeja de plata–, dijo Victoria exaltada.
Johana se levantó de la silla.
–¿Y tú ahora por qué te metes en esto? Si no me quieres ayudar entonces no me ayudes. Yo estoy haciendo lo que realmente me apasiona. Si no te gusta, pues de malas, te puedes ir.
Johana trató de contenerse, pero al parecer esa pelea fue el final de su amistad y de su trabajo en equipo. Aún no se sabe cuál fue la raíz de aquella discusión. Al finalizar el festival en Montería, Victoria no volvió a aparecer, y no volvió a la fundación, ni a verse con Johana. Aún hoy, la profesora de teatro se niega a hablar del tema: “No tengo nada bueno qué decir de ella”, comenta. Victoria tenía algo en común con Johana, y esto era su fuerte carácter. Siempre querían que las cosas salieran como ellas querían y tenían roces de vez en cuando, pero nada como aquella pelea en la ciudad de Montería. No era nada raro para los que presenciaron la discusión que esto pasara. Johana siempre había sido una persona conflictiva, nunca había dejado que nadie pasara por encima de ella.
Afortunadamente, después de conocer las cárceles y de haber empezado a trabajar como activista social y ser reconocida por los editores de la Revista Forbes como una de las 50 mujeres más poderosas de Colombia, empezó a controlar su carácter por el bien de ella, de su familia, de los reclusos y de las personas que trabajaban en la fundación. Porque si nos regresamos al 2012, Johana era una persona completamente diferente, podía llegar hasta a agredir físicamente a una persona que no la dejara hacer lo que ella quería, como fue el caso de Lucía Salas, quien la demandó por agresión debido a que Johana en una de sus primeras visitas a la cárcel El Buen Pastor intentó entrar en un área restringida. Lucía le cortó el paso, a lo que Johana reaccionó violentamente, golpeándola y arañándola. Ella lo niega completamente, pero nadie duda de que, en ese tiempo, Johana era capaz de este tipo de agresiones.
Gracias a los hijos que se fueron sumando a la lista, Johana se fue sintiendo aún más agradecida con la vida de tener una segunda oportunidad para cambiar, evolucionar y salir de ese capullo para florecer con mayor fuerza, con más candela. La segunda hija en llegar después de Simón fue Mía Salazar Bahamón en el 2015, hija de su segundo esposo Juan Manuel Salazar, corredor de bolsa y polista. Juan Manuel es un hombre reservado y tímido, no le gustan las cámaras, pero ha estado para Johana desde el 2014, apoyándola en todo momento y acompañándola en cada paso que da.
La familia de Johana es una familia que rompe barreras. La última hija en llegar fue Evelyn, esta niña es hija de una reclusa, su nombre es Claribel. Johana estaba en la cárcel El Buen Pastor cuando le dieron sorpresivamente a la pequeña de tres meses para que la sostuviera. En ese instante sintió una conexión que no tuvo explicación. Johana acogió a Evelyn en el 2018, tiene su custodia temporal mientras la mamá sale de la cárcel. “Evelyn ya es parte de nuestra familia, yo la siento como mi hija. Mis hijos la adoran. Claribel también es parte de nuestra familia, yo a ella la quiero como una hermana, y cuando salga de la cárcel, voy a estar ahí para apoyarla”, afirma Johana.
Su esposo Juan Manuel Salazar afirma querer a Evelyn como una hija. Además, hacen chistes entre ellos porque la pequeña niña es crespa, como Andrés Cabas, el exesposo de Johana. Juan Manuel, además, es el padrino de Simón y Andrés es el padrino de Mía. Johana agrega: “Juan Manuel no quería esposa, ni mucho menos una familia grande, y terminó con una mujer, tres hijos y un exesposo”.
Luego de ocho años, hasta el día de hoy, Johana ha trabajado en 31 cárceles del país beneficiando a más de 30.000 personas privadas de la libertad, dándoles una segunda oportunidad a cada uno de los reclusos, muchos de los cuales no tuvieron ni siquiera una primera oportunidad en la vida, para que puedan aprovechar los proyectos de la fundación: teatro interno, crecimiento interno y trabajo interno, y actividades productivas como el Restaurante Interno en Cartagena o la primera agencia de publicidad en el mundo en una cárcel, La Modelo de Bogotá.
Las condiciones en las cárceles no son buenas, el objetivo de privación de la libertad, además de castigar, es la resocialización. Sin embargo, según un estudio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, se muestra una contradicción en cuanto a la capacidad real de alojamiento, los datos estadísticos de la población que se encuentra recluida y los tratos por parte del personal de seguridad en las cárceles. Estos puntos fundamentales se reflejan en el ensayo realizado por Ómar Huertas Díaz, docente de la Universidad Nacional de Colombia, en el que dice que más allá del hacinamiento, existe la vulneración de derechos humanos de la población carcelaria. Johana Bahamón lo que busca con la misión, visión y los objetivos de la Fundación Acción Interna es principalmente luchar para que los derechos de las personas que hacen parte de este sistema penitenciario se cumplan. En la página de la fundación se evidencian los resultados favorables con relación a la calidad de vida de los reclusos en los últimos años.
Johana afirma que no se le ha pasado por su cabeza tirar la toalla, no ha ocurrido alguna situación que le haya permitido replantearse lo que está haciendo en las cárceles. Los reclusos nunca la han agredido física ni verbalmente, al contrario, ella cuenta que diariamente todos le agradecen por el trabajo que realiza, al igual que su equipo, conformado por aproximadamente 50 personas, desde la presidencia hasta los encargados de liderar los proyectos artísticos; pero ellos no son los únicos, también hay una sección de voluntarios que se encargan de acompañar a los reclusos en los programas de la fundación en el aspecto que ellos deseen (apoyo emocional, trabajo práctico, logística). Además, en 2020, la activista social publicó Historias Privadas De La Libertad, un libro con ocho historias de reclusos. Historias que invitan a reflexionar sobre la libertad y el perdón. Ahora, el siguiente paso es tener listo el modelo que ha usado durante estos años con la Fundación Acción Interna en las cárceles colombianas, para empezar a aplicarlo en países de todo el mundo.
Mientras suspira, Johana dice que no pudo haber tenido una mejor segunda oportunidad. Pudo encontrar su verdadera pasión, conectarse con su alma para poder ayudar a los que lo necesitan. Encontró una familia maravillosa, dejó de lado su vida desordenada y la mentalidad caprichosa que tenía hace una década, pero, sobre todo, no pudo haber encontrado una mejor razón para levantarse todos los días con ganas de trabajar y de conocer a humanos que diariamente van cambiando su vida: los reclusos. “Ellos hacen más por mí, que lo que yo hago por ellos. Me hace feliz verlos contentos, con un aire de esperanza. Si yo tuve una segunda oportunidad para cambiar, ¿por qué ellos no?”, puntualiza Johana con una suave sonrisa.