Every en llamas
La humareda y las mini explosiones fueron la antesala de uno de los peores incendios ocurridos en la localidad de Fontibón
Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón
Crónica realizada para la clase de Taller de Géneros Periodísticos (Cuarto semestre – 2022 II), bajo la supervisión del profesor Fernando Adrián Cárdenas Hernández.
El 26 de marzo de 2008 fue un día imborrable para varios de los habitantes del del barrio San Pablo Jericó. Todo inició con una gigantesca nube de humo que empezó a asomarse por sus ventanas. Era una sombra inmensa que parecía impenetrable. Como un rascacielos que con el paso del tiempo se hacía cada vez más alto. Era como si el fuego estuviera decidido a conectar lo más profundo de la tierra con el cielo y, al hacerlo, dejara una capa oscura y espesa en el ambiente. Pero el abrumador smomg no fue lo único que generaron las poderosas llamas en la mañana de ese día. A este se le sumó el sonido constante de pequeñas detonaciones. Una sinfonía aturdidora para los habitantes del sector que con el paso de las horas los resultó alejando por varios días de sus hogares.
“Eso toteaba”, cuenta Carmen Molina, de 65 años y quien lleva viviendo en el barrio por más de 30. Una testigo que recuerda con nostalgia todos los daños ocasionados por el incendio en la fábrica de Pinturas Every. Una empresa que se ubicaba en las inmediaciones de la calle 22 con 123 de la ciudad de Bogotá.
– ¡Booommm! ¡Booommm! – son los sonidos que imita cuando habla de las explosiones.
Las alarmas iniciaron a eso de las 10 de la mañana, con la antesala del inmenso humo y los estallidos. Fue en ese momento cuando arribaron varias unidades de policía, ambulancias y camiones de bomberos, los cuales acordonaron la zona. Fueron varios los funcionarios públicos que ayudaron a evacuar la zona cercana a la tragedia. El eco de las sirenas de los vehículos sirvió para reforzar la gravedad de los hechos. “Estábamos atendiendo un incendio en la Cali con sexta, en una bodega de material reciclable. Fue una conflagración muy grande y estuvimos casi toda la madrugada”, relata Yesid Marín, un hombre perteneciente al Cuerpo Oficial de Bomberos de Fontibón y quien atendió la emergencia de Pinturas Every del 2008.
En la mañana de ese día de marzo, luego de culminar un turno agotador de 24 horas, ansiaba llegar a su casa para poder descansar. No obstante, en contados minutos, sus planes se vieron frustrados. En compañía de otro compañero, regresó a la estación de su localidad a eso de las 9 y 30 de la mañana. Guardaron el camión y, en seguida, cada uno se duchó. De repente, empezaron a escuchar fuertes golpes en la puerta.
– TOC, TOC, TOC, TOC.
– ¡Eyyyy, eyyyyy!!!!! Salgannnn, salgannn – les gritaban.
– Pero, ¿qué pasa? – respondió Marín.
Entonces, junto con su amigo, salieron del puesto de bomberos y vieron la impresionante columna de humo que se divisaba en el cielo. De inmediato, informaron a la central de radio lo acontecido.
– Todos los recursos están en el incendio de la bodega de chatarra y hay un trancón terrible. El único recurso disponible es el que tienen ustedes – les respondieron.
Aunque Marín y su colega estaban exhaustos por el episodio de la avenida Cali, no dudaron en salir con el camión de bomberos para tratar de controlar el incendio de la fábrica de pinturas. Sin embargo, no dimensionaron su magnitud hasta cuando llegaron al lugar. El humo se había expandido de una manera bestial, a tal punto que impedía toda la visibilidad de las calles aledañas. Al ver lo sucedido, Marín llamó nuevamente a la central y dijo “mande todo lo que tenga porque ese incendio está declarado y está grande”.
Si eso era lo que experimentaban los bomberos, era otra la situación que vivieron los empleados de Pinturas Every, antes de que las unidades llegaran. “Yo me di cuenta porque empecé a oír los gritos de las personas”, explica Jorge Grisales, actual gerente administrativo y financiero de la empresa y quien trabajaba en esa sede cuando sucedió la emergencia.
– Hay un accidente, … UN INCENDIO – le gritaban.
Cuando se asomó desde su oficina para ver qué sucedía en la planta, observó una humareda negra gigante. Así que ayudó a evacuar al personal de la compañía.
– ¡Salgan, salgan! – les decía Grisales.
Al terminar la evacuación, todos los empleados se ubicaron al frente de la entrada de la fábrica. Estaban esperando a que llegaran los bomberos. Lo que no sabían es que su arribo iba a ser difícil porque para ese momento se produjo un choque de tránsito entre una tractomula y un carro particular. El incidente ocurrió a 100 metros de la portería de la empresa. “El trancón era horrible y los bomberos se demoraron mucho tiempo”, menciona el gerente. Agrega que, como la mayoría de los bienes que se producían eran inflamables o explosivos, se oían detonaciones de tambores y tanques de solventes que explotaban.
Jonatan Barbosa, quien vivía a tan solo 3 cuadras de la empresa, y que para esa época tenía 18 años, se impresionó cuando fue consciente que ese 26 de marzo nunca llegaría a su casa. Venía de estudiar y se asombró cuando vio que toda su cuadra estaba acordonada. “Se veía mucho humo. Había mucha ceniza. Recuerdo que se escuchaban detonaciones pequeñas”. Aunque veía el fuego, el sentía que no era algo tan grave. No obstante, como no tenía antecedentes, le preguntó a la gente qué había pasado.
– Fue una explosión súper dura y a partir de ahí se generó el incendio – fue la respuesta que recibió de un habitante de San Pablo Jericó.
Marín y su coequipero fueron los primeros bomberos en llegar a la fábrica. Los que vieron más cerca ese show de canecas voladoras de 55 galones, que por momentos parecían proyectiles que se dirigían velozmente por el cielo.
– ¡BOOOMMM … BOOOMMM! – coincide Marín con Molina, cuando trata de replicar los sonidos que escuchaba.
Los dos bomberos vaciaron toda el agua, polvo químico y demás material que contenía el camión en el que llegaron.
– ¡Cuidado!, ¡escóndase! – eran las palabras que Marín escuchaba de su amigo cuando se dirigía a descargar el material para atacar el fuego.
“Fueron unos minutos en los que podía perder la vida fácilmente, pero por encima está el deber”, relata Yesid. A pesar de que en sus planes de vida nunca estuvo convertirse en un bombero, en la actualidad tiene un gran sentido de pertenencia por la institución. Lleva 22 años dedicándose a proteger la vida de las personas en situaciones extremas. Para él esto es lo más gratificante de su oficio. Ser la esperanza de los otros es un sentimiento indescriptible. Aun cuando en ocasiones se pierdan vidas, está convencido del valor y la importancia de su profesión.
Ese 26 de marzo de 2008 a Marín y su compañero les fue imposible controlar el incendio. Era tan grande que sobrepasaba todos los recursos que habían llevado para contrarrestarlo. Luego de unas horas de arduo trabajo, a la zona empezaron a llegar más máquinas y carrotanques. Una ayuda que resultó insignificante ante la voracidad de las llamaradas que se extendían por la planta que ocupaba los cerca de 2.500 metros cuadrados.
Ante los intentos desafortunados por tratar de controlar las tempestivas brasas, y como un héroe dispuesto a salvar el día, Nelson Forero llegó al lugar de los hechos. Era un bombero pensionado que conocía esa fábrica de hace años y que resultó ser una pieza clave para que esta emergencia no hubiera sido extremadamente catastrófica. “Recuerdo mucho que, con rabia y con fuerza, él nos llevaba para un sitio y nadie le hacía caso porque todos estábamos concentrados en el punto que suponíamos era el más neurálgico”, cuenta Marín.
– Vamos pa allá – les insistía el bombero retirado. Era persistente en advertir que lo que tenían que hacer era concentrarse en otro punto particular, en lugar de aquel en donde estaban las llamas más grandes y en el que estallaban las canecas.
Como Forero había realizado la inspección de la planta, él sabía que allí existía una bodega de nitrocelulosa. Un químico utilizado en la producción de pinturas, que por su composición es un material altamente inflamable. Si las llamas hubieran alcanzado este almacenamiento, posiblemente se habría generado una explosión que hubiera acabado con todo lo que existía a 2 cuadras a la redonda. Por fortuna, las advertencias de Forero fueron acogidas a tiempo y los bomberos se focalizaron en controlar las llamas del incendio para que no se acercaran a este espacio de la planta. Sin embargo, aunque las intentaron acabar con espuma, sus esfuerzos fueron insuficientes para apagarlas.
Fue ahí, cuando solicitaron la ayuda del Cuerpo Oficial de Bomberos del Aeropuerto. La unidad aeroportuaria llegó dos horas después de su llamado. Afortunadamente, la espuma frecuente y grande de este camión aplacó las incesantes e incontrolables flamas.
Finalmente, el incendio pudo controlarse completamente luego de un trabajo continuo de tres días en la planta. Los dos primeros para apaciguar las llamas y el tercero para la refrigeración de los puntos calientes. En la operación intervinieron aproximadamente 10 máquinas de bomberos, entre camiones y carrotanques, y 40 uniformados que rotaron durante las intensas jornadas de trabajo.
Para los habitantes que tuvieron que ser desalojados de sus casas por la cercanía de estas a la fábrica, los minutos que estuvieron alejados de su hogar fueron insoportables y angustiantes. La familia Ortiz Niño, es un claro ejemplo de ello. Salieron de su apartamento cuando el humo negro parecía estar a tan solo unos metros de ellos y solamente pudieron regresar hasta altas horas de noche de ese día. Clara Niño, Efraín Ortiz y su hija Camila fueron evacuados a eso de las 11 de la mañana. La menor de la familia fue quien les comentó a sus padres sobre la nube negra que se expandía por el cielo. Salieron con sus pijamas puestas y apenas alcanzaron a coger unas chaquetas para resguardarse del frío.
– ¡Tienen que evacuar ya! ¡Tienen que evacuar ya! – gritaban los bomberos, mientras golpeaban las puertas de los apartamentos.
Dejar sus cosas abandonadas y de manera tempestiva les dio miedo, pero no hubo tiempo para tan siquiera pensar en la posibilidad de quedarse. Camila y Clara se resguardaron en la casa de un familiar que vivía cerca de ellas. La madre estaba enfrentando una bronquitis y estar en contacto con el humo hubiera empeorado su condición médica. Por su parte, Efraín sí se quedó cerca del incendio. Era uno de los tantos espectadores que estaba atento a las nuevas noticias. Para su fortuna, fue la mejor decisión. “Acompañé a Clara hasta la casa del familiar y cuando me devolví, me di cuenta que en el conjunto estaban tratando de entrarse personas que no conocíamos. – afirma Efraín -. Nos tocó hacer guardia con unos dueños de los apartamentos”.
En la noche ya era seguro regresar al apartamento. “La situación está controlada. El peligro pasó, pero estén pendientes de noticias por si hay que evacuar de nuevo”, son las palabras que Marín recuerda sobre lo que vociferaban los bomberos con megáfonos.
Cuando regresaron a su casa, por más que no había humo, se percibía un ambiente extraño “Era un olor fuerte, como químico, pero por lo menos ya estábamos en casa”, expresa Camila. Algunos hablan de que el incendio no dejó ningún muerto y que fueron pocos los heridos. Pero para Jesús Rodríguez, un habitante de San Pablo de Jericó, quien ha vivido toda su vida en ese lugar, son otras las estadísticas. Cuando sucedió el incendio su madre tenía 92 años. Fue otra de las personas que tuvo que ser evacuada de su casa por la cercanía que tenía a la empresa. Aunque no murió por las llamas, el humo afectó considerablemente sus pulmones. A los pocos días del hecho, la mujer falleció por problemas respiratorios.
Han pasado 14 años del evento y también son varias las especulaciones sobre el posible origen de las llamas.
– Yo escuché versiones que dicen que reaccionaron algunos químicos – dice Marín.
– Nunca supimos qué pasó. Sabemos que se incendió. Que haya sido un accidente o un atentado, no lo sabemos – sostiene Efraín Ortiz.
– Nunca supe cuál fue exactamente la razón, pudo haber sido un cortocircuito. Solamente fue una explosión super dura – cuenta Barbosa.
A pesar de que algunas de estas afirmaciones podrían ser ciertas, la que más podría tener verosimilitud es la que viene directamente de Pinturas Every. Grisales afirma que el fuego se inició por un error involuntario de uno de los empleados encargados de la elaboración de las resinas. Una de las materias primas principales para la producción de las pinturas, de las que se autoabastece la compañía y que se fabrica en reactores con temperaturas de alrededor de 260 grados centígrados.
Aquel nefasto 26 de marzo de 2008, uno de los trabajadores de Every trató de destapar una de las válvulas en las que el químico estaba contenido utilizando un tubo. Esto ocasionó una fuga del líquido de manera descontrolada. Mientras este se derramaba rápidamente, a la temperatura en la que se producía, el operario salió corriendo y no avisó a nadie de lo sucedido. “No era un empleado nuevo. Llevaba algún tiempo trabajando. No sabemos qué pudo haber hecho. En realidad, esa fue una decisión de él”, manifiesta Grisales. Lo que no supo este trabajador fue que el material entraría en contacto con uno de los cables eléctricos de la planta y esta combinación se convertiría en la fuente de las primeras chispas.
En la actualidad, Pinturas Every ya no opera en el barrio San Pablo Jericó. En el 2012 se instaló en el municipio de Madrid, Cundinamarca, con una moderna planta de producción, laboratorios que poseen tecnología de punta y nuevas oficinas. Aunque la fábrica cerró su sede en Fontibón, al visitar sus calles colindantes se identifican otras industrias. Es indiscutible preguntarse si es al coexistir tan cerca de centenares de personas no generan daños en su salud. Pueden ser diminutas llamas que no se extinguen, pero que resultan más nocivas que las de aquel incendio ocurrido en el 2008.