Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Piedad Bonnet

“El mundo es un lugar donde uno siempre está incómodo”: Piedad Bonnett

Por María Camila Ricaurte

Piedad Bonnett es una reconocida escritora colombiana que ha publicado poesías, obras de teatro, ensayos y novelas. Estudió en la Universidad de Los Andes y se licenció en Filosofía y Letras. Ha recibido distinciones como el Premio Nacional de Poesía y el Premio Casa de América de Poesía Americana en 2011. 

¿Qué edad tenías cuando empezaste tu carrera como escritora?

Publiqué mi primer libro a los treinta y pico años con la universidad. El segundo lo sacó el Banco de la República y con El hilo de los días, el tercero, me gané el Premio Nacional de Poesía. Ese fue el camino que hice.  

¿Cómo ha sido ser escritora mujer en Colombia? ¿Te has sentido subestimada alguna vez?

Durante toda la primera época, cuando no era una persona muy conocida, siempre ponía seudónimos masculinos y me camuflaba porque me daba miedo ser rechazada por ser mujer. Fíjate que discriminada abiertamente por ser mujer, no.

En la vida práctica sí me ha pasado algunas veces, pero en el ámbito literario no; sin embargo, hay una cosa que sí sucede y es que cuando les preguntan a los escritores hombres por la literatura colombiana ellos solo se acuerdan de nombres masculinos, incluso grandes amigos mencionan solo hombres, no se acuerdan de las mujeres.

¿Qué significa la muerte para ti? ¿Le tienes miedo?

Sí, la muerte significa, sobre todo, despedirme de muchas cosas que quiero. Por ejemplo, el dolor más importante sería dejar a mis nietas; me daría mucho pesar morirme y no verlas crecer, o cuando tengo libros que están en proceso siempre tengo miedo de que la muerte me sorprenda y no los termine.

Probablemente sí le tengo miedo a la muerte, pero no es una cosa que me angustie profundamente, antes sí, pero ahora ya no.

¿Cuál es el sentimiento que más sueles usar cuando escribes?

No escribo bajo el impulso de alguna emoción que aparece en ese momento; algunas veces ha sido el amor, y otras, el dolor. Pero hay una cosa que sí prevalece y es la discordancia con el mundo: encuentro que el mundo es un lugar donde uno siempre está incómodo, siempre tengo algo que reprocharle a la realidad.

Leí tu libro: Lo que no tiene nombre y por un momento me invadió el pensamiento de no querer tener hijos por miedo a perder uno. ¿Qué le dirías a todas las mujeres que piensan como yo?

Pienso que eso es un pensamiento muy legítimo. Cuando era muy joven, pensaba en no tener hijos pero más por mi libertad que por cualquier otra cosa. Ahora no te podría dar una respuesta contundente.

Cuando murió Daniel, Héctor Abad me dijo: “¿Preferirías no haberlo tenido?” Es una pregunta muy tremenda porque te está hablando de un ser humano que ya existió. Pero si yo viviera en estos tiempos con todas las cosas que están pasando a nivel mundial, amenazas ecológicas y terrorismo por todos lados, lo pensaría dos veces.

¿Has dejado de creer en estas generaciones o tienes esperanzas en ellas?

No. Siempre tengo esperanza en la gente joven, es decir, fui profesora durante treinta años en una universidad, a mí me gustan mucho las personas jóvenes.

Por supuesto que tengo mis dudas porque a la gente le falta mucho rigor, disciplina y responsabilidad, y creo que eso también es muy colombiano: la falta de profesionalismo verdaderamente. Pero he conocido personas muy talentosas entre la gente joven con sueños y con ganas de hacer cosas. No soy pesimista.

Hay muchos jóvenes que les apasiona la escritura, pero deciden apartarla de sus vidas para estudiar algo más rentable, ¿qué tienes para decirles?

Ese fue mi problema pues también me planteé eso en un momento dado: tuve unas peleas  grandes porque mi papá no quería que yo estudiara literatura, él quería cosas más concretas –que dieran dinero– pero la vocación es decisiva en la vida de una persona.

Pienso que la vida se trata de correr riesgos y si uno trabaja en eso, la posibilidad, al menos de un éxito mediano, existe. Tampoco hay que hacerse muchas expectativas, yo nunca me las hice, no estaba segura de que iba a publicar en una editorial, pero pues amaba eso, ese fue el motivo por el que entré a la universidad contra todos los obstáculos.

¿Crees que habrá una generación futura de buenos escritores en el país?

Sí, no sé qué tan buenos, pero sí me parece que están apareciendo nombres interesantes.

Cuando la gente se revela como una buena opción está entre los trienta y cinco y los cuarenta y cinco, es ahí cuando uno realmente se da cuenta, pero conozco gente joven como Giuseppe Caputo, que tiene treinta años, y creo que ya es un buen escritor y que podemos esperar mucho de él, también está Margarita García Robayo, ellos ya son figuras consolidadas.

¿Qué nos falta como juventud?

¿Qué les falta? Lectura. La gente no lee suficiente, entonces no se forma un espíritu crítico y no tiene un lenguaje lleno de riqueza.

Me encuentro todos los días con periodistas que no tienen ni idea de escribir porque les falta respeto por el lenguaje; veo que no ponen ni puntos ni tildes y tienen una relación con el lenguaje como si fueran unos bluyines rotos. También les falta curiosidad y creo que las redes sociales han contribuido mucho a una especie de superficialidad, se aprendieron a mover en un terreno de informaciones básicas y no van mucho más lejos.

¿Qué le gustaría volver a tener de la juventud y qué no?

No me gustaría volver a tener esas incertidumbres sobre uno mismo, es decir, esas dudas de si sirvo para esto o si soy feo o bonito o si le gusto a la gente o no. Fui de malas en el amor adolescente y no me gustaría volver a tener esa sensación de no gustar lo suficiente.

Lo que lamento haber perdido es la elasticidad del cuerpo, mentalmente me considero joven, pero hay una disonancia de lo que es tu cuerpo y tu mente. Empezar a ver esa distancia entre lo que crees que eres y lo que de verdad eres es lo que es duro de envejecer.

¿Cuáles son tus proyectos a futuro?

Estoy terminando una novela que es lo que me impulsa literariamente, pero ya tengo otros proyectos que no sé si son poesía o si son cuentos, pero tengo un montón de temas ya apuntados. Sobre todo quisiera quietud; no estarme moviendo tanto, estoy cansada de eso, quisiera leer mucho y estar quieta en mi casa.