El periodismo sigue en pie
Ignacio Gómez, director de investigación de Noticias Uno, cuenta cómo ejerció su labor durante el final de los años ochenta, una dura década para el periodismo en el país.
Entrevista realizada para Introducción al lenguaje periodístico (tercer semestre), con el profesor Fernando Cárdenas.
La guerra fue el común denominador y pan de cada día de muchas personas en el país en los años ochenta. Así lo vivió Ignacio Gómez, quien es el actual director de investigaciones de Noticias Uno. Un hombre que ha enfrentado frecuentes amenazas de muerte por sus trabajos de investigación. Sin embargo, “Nacho”, como le dicen los más cercanos, cuenta su historia con firmeza y temple porque no le ha temblado la mano a la hora de escribir sobre los escándalos políticos y de narcotráfico más grandes del país.
La vida periodística de Ignacio Gómez comenzó en el diario El Espectador, allí escribía sobre diferentes temas en cada edición, pero lo que más le apasionaba era hacer periodismo de investigación. Con Guillermo Cano, el célebre director del El Espectador, como jefe era imposible no hacer un trabajo de calidad y siempre pensando en la comunidad. “Guillermo Cano es para mí el ejemplo del ciudadano Kane”, dice Gómez con convicción.
Y es que para Gómez su profesión siempre ha sido una forma de “recuperar valores y principios sociales, derechos humanos, que son importantes para la sociedad”, que es una filosofía de vida muy parecida a la de Cano. Ignacio cuenta anécdotas con seguridad y algo de emoción, sin embargo, cuando habla del asesinato de Guillermo Cano su expresión y su voz cambian: “era el norte del periodismo colombiano, era el periodista más reputado o el más imparcial y por eso fue un honor poder trabajar directamente con él en esos cinco meses que le quedaban de vida en El Espectador. Pero Guillermo Cano está hoy conmigo”, asegura Ignacio.
De esos momentos, el periodista enfatiza en que las constantes amenazas al diario El Espectador y la bomba instalada cerca de su edificio marcaron momentos importantes en su vida y la historia de toda la nación, porque él tuvo que contar, denunciar e investigar sobre todo lo que estaba pasando en ese momento en el país.
OT.: ¿Cree que 1989 es una fecha clave?
IG.: Sí, porque es un año de colapso del Estado. Es el momento en el que Colombia empieza a ser un Estado fallido. No nos digamos mentiras, los paramilitares empezaron a tener mayor poder que los generales en el ejército y eso ya nos habla de un país fracasado.
OT.: ¿Eso se sigue viendo hoy? ¿Qué cosas han cambiado y qué otras no? ¿Ha cambiado la forma de hacer investigación?
IG.: En ese sentido no han cambiado muchas cosas, la violencia nunca fue un obstáculo para investigar, era un obstáculo para contar, que las fuentes pudieran hablarle a uno y ese miedo no ha cambiado; los malos de los municipios son los mismos y las personas siguen estando aterrorizadas por los mismos, por lo tanto, no era la guerrilla el factor de temor. Y ya no estamos frente a esas situaciones donde predomina la ilegalidad de una manera abismal, eso ha servido para darle mayor fuerza a la autoridad, más Estado.
AMENAZA POR AQUÍ Y POR ALLÁ
Con tantos reportajes e investigaciones sobre los mafiosos y los políticos del país Gómez tuvo que exiliarse varias veces por causa de amenazas directas. Esos momentos no fueron fáciles porque cada uno significó el rompimiento de una familia y asegura que, “es un precio personal que hay que pagar”. Cuando volvió a Colombia siguió investigando, lo que condujo a más amenazas que en varias ocasiones pusieron en riesgo su vida. Hoy Nacho lleva 13 años con escoltas y se acostumbró a vivir de esa manera, pero a lo que no se acostumbró nunca fue a quedarse callado. Siempre denunció.
OT.: ¿Cómo, dónde y por qué fueron los exilios que tuvo que vivir?
IG.: Yo me fui la primera vez y me exilié en España, allá duré nueve meses. La segunda vez me exilié seis meses en Bolivia porque la inteligencia militar británica me quería asesinar por haber revelado sus operaciones ilegales aquí en relación con la British Petroleum e inclusive vinieron a hacer una falsa denuncia en mi contra, denunciarme como si yo fuera un miembro del ELN. Y obviamente no lo soy. Mi único enemigo es la guerra, son las armas. Y después me fui a Estados Unidos porque me sentí en riesgo con la bomba al Espectador.
OT.: Usted también tuvo problemas y amenazas cuando publicó una investigación que relacionaba a Álvaro Uribe con el Cartel de Medellín.
IG.: Lo que yo publiqué antes de la elección de Álvaro Uribe fue el hecho de que su helicóptero, el que había heredado de su papá, era uno de los helicópteros que trabajaba dentro de la planta de Tranquilandia, es decir, el helicóptero de Álvaro Uribe era el que movía los jefes dentro del complejo industrial cocainero de Tranquilandia en 1984 y yo pensaba que eso era algo que el país debía saber en el año 2000.
OT.: ¿Y qué pasó después de publicada la nota?
IG.: La publicación quedó lista, editada, toda la historia, el sábado anterior y la íbamos a publicar un domingo y yo a las 9 de la mañana estaba en la sede de campaña de Álvaro Uribe diciéndole: vamos a publicar esto y aquí estoy con la cámara. Él nunca salió, dieron las 7 de la noche que era la emisión de ese día y él no había salido a responder.
OT.: ¿De qué manera sintió usted la molestia de Uribe?
IG.: Cuando yo llegué al noticiero me llamó una mujer angustiadísima, me dijo que yo había enloquecido a ese señor, que ese señor había salido como loco gritando de su finca y había matado a uno de sus propios caballos. Digamos que ese miedo de la señora fue paulatinamente convirtiéndose en una sensación de la sociedad y uno sentía que había desde el poder un odio específico hacia mí.
OT.: Después vienen los dos gobiernos de Álvaro Uribe y también hubo una presión por parte del DAS ¿cómo vivió esos 8 años de Uribe en la presidencia?
IG.: El DAS me perseguía de cerca y durante los dos gobiernos de Álvaro Uribe -ocho años-, mi casa fue asaltada 14 veces y me robaron 27 computadores, incluyendo los míos y los de mi hija. Hasta el mismo día en el que se anunció la liquidación del DAS, en la víspera, habían asaltado mi casa y habían robado computadores.
OT.: ¿Pero no se sentía incómodo de que lo estuvieran espiando?
IG.: El DAS me perseguía permanentemente, pero para mí ese nunca ha sido un problema, si el DAS está grabando eso pues que lo dejen allá, eso es lo que yo digo y eso es lo que yo pienso. Y es verdad, si se van a enterar de una historia que yo voy a publicar, igual se va a publicar, da lo mismo enterarse hoy que en la emisión del noticiero.
¿UNA VIDA MÁS TRANQUILA?
Sentado en su escritorio, Ignacio narra cada historia con un nivel de detalle tal que da la impresión de que hubieran acontecido ayer. Y, a pesar de las dificultades, Gómez tiene las mismas ganas de seguir descubriendo hechos como cuando era solo un joven pupilo de Guillermo Cano. A sus 56 años de edad no tiene filtros para hablar de temas de interés nacional y es crítico con lo que está pasando en el país.
OT.: ¿Qué piensa usted del proceso de paz?
IG.: En primer lugar, yo creo que el gobierno no está pensando en el proceso de paz. Y si el gobierno no está administrando un proceso de paz yo veo difícil que exista el proceso de paz. Lo que uno ve es guerra, guerra en todas partes.
Y es que ahora que trabaja en Noticias Uno parece que se identifica con su lema “la red independiente” o al revés, lo cierto es que el reconocimiento al mejor noticiero del país lo impulsa a él y toda la sala de redacción a seguir adelante. “Yo siempre trabajaré para los que no creen que se vuelvan gais si refrendan los acuerdos de paz”, asegura Gómez.
Ahí está: un periodismo independiente y serio, ese mimo que se empezó a gestarse desde la dirección de Guillermo Cano en El Espectador y que ahora su pupilo profesa como una religión.