Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Echada pa’ lante

Karina es una mujer colombo venezolana emprendedora y migrante, quien está dispuesta a hacer lo que sea por el bienestar de sus hijos.

Perfil realizado para la clase de Pensamiento crítico y argumentativo II (segundo semestre, 2021-2), con el profesor Guido Tamayo.

La crisis migratoria de venezolanos en el territorio colombiano, con el pasar de los últimos años, ha conllevado a la adaptación del mercado mediante los emprendimientos. Karina supo tomar ventaja de ello, aunque primero trabajó como nunca antes en su vida y aprendió cómo lidiar con la depresión que la atormentó por meses. Los sacrificios que realizó hace algunos años hoy le brindan la oportunidad de irse a otro país, en busca de mejores oportunidades para ella y su familia.

Un pasado del cual se rescatan momentos de suplicio e ingenio, un presente que la posesiona con la fuerza de ser la dueña de dos negocios construidos desde cero y un futuro que no está escrito son la demostración de la berraquera colombo venezolana que la han llevado a tomar cada una de las decisiones en su vida llena de obstáculos.

Mediante el perfil de Karina se contemplan los desafíos de una ciudadana completamente ordinaria. Hambre, sueño y lágrimas que no se retratan literalmente, se logran percibir entre las líneas que hoy dejan en evidencia los sacrificios de una madre por su familia. Palabras propias de la jerga venezolana ilustran la apropiación cultural como recurso literario de una bitácora compartida por millones de personas que buscan mejores oportunidades en otros territorios.

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Ana Karina Pabón es una joven colombo venezolana emprendedora, como gran mujer cabeza de hogar, conoce de primera mano lo que es trabajar hasta el cansancio para poder vivir con dignidad. El obtener su doble nacionalidad por tener sus dos primeros hijos en una Venezuela próspera, jamás la llevó a imaginar no querer regresar al lugar donde inició su matrimonio.

Nos encontrábamos en el lugar que más la enorgullece, un restaurante, el cual abre desde la 7 de la mañana hasta altas horas de la noche, especializado en comida típica venezolana. Me describió en detalle su plato insignia, “empanada pabellón” –inmediatamente su postura se tornó más recta, tomó aire para explicar con entusiasmo los componentes-: carne desmechada, queso, tajadas y carotas llevan a cabo una explosión de sabores, que en su momento fueron la salida de la miseria.

Todo inició hace cinco años, cuando su esposo llegó a Bogotá vendiendo tintos, dejándola a ella y sus dos hijos con la esperanza de construir un nuevo hogar en la capital. Él trabajó por su familia en un lavado de autos e incluso en Abastos construyendo guacales. Karina y su esposo eran conscientes que trasladar a su familia serían meses de arduo trabajo, así que llegar a laborar en lo que pudiera era la prioridad. En el autolavado obtuvo su primer empleo con paga, al igual que su esposo. Después de un tiempo la contrataron en restaurantes donde cocinaba hamburguesas, “en unos me pagaban, en otros no”, menciona con sus ojos fijos en su hija, quien reposa en el coche frente a nuestros asientos. Emprender mediante su propio negocio fue complejo, pero el ahorrar para comprar su carro de comida se logró gracias al sacrificio: en un inicio se vendían de 30 arepas en la mañana y en la noche, dato que menciona con la precisión de haber realizado la cuenta hace unos minutos, cuando en realidad fueron años.

El carro se estableció en un parque común, rodeado de muchos vendedores ambulantes, tras meses de prueba y error logró establecer su sazón distintiva en el menú, lo cual resultó en un rotundo éxito. Durante los siete meses en los cuales Karina resistió ante el frío de la capital en las calles, al llegar a su casa a altas horas de la noche lloraba, viendo como en las noticias los miles de inmigrantes se robaban los titulares, aquellos hombres mujeres y niños que salieron de una nación “dejando todo lo material” marcaron la época de depresión más larga de su vida.

Crecieron con el paso de los años y establecieron su propio local, mientras ella se encargaba del restaurante, su esposo establecía otro negocio de celulares. Después de meses, los sacrificios rindieron frutos, lograron establecer un segundo lugar de comida e incluso más grande. Durante la pandemia del 2020 lastimosamente tuvieron que cerrar ambos sitios de comida por cuatro meses y el sobrellevar la crisis económica con solo el local de celulares no fue sencillo, se sacrificó el local de comida pequeño con el fin de no perder los demás.

Para Karina es sencillo mirarme a los ojos cuando habla de todo por lo que ha trabajado. Preguntar por el lugar donde se encontraba su esposo resultó inevitable, ella contrapreguntó si era en serio, respondí diciendo que si no se sentía cómoda lo olvidara, y así fue. Karina no piensa continuar con su familia en Bogotá, sino que piensa irse a otro país (el cual se esforzó por no mencionar). Es un claro ejemplo de la berraquera, y muy seguramente no pasará mucho tiempo para que ella junto a su familia se enfrente ante una nación nueva.