Comuna cuatro: entre contaminación y olvido
En un rincón cercano a Bogotá, existe una comunidad que se desvanece en la indiferencia.
Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón
Reportaje realizado para la clase de Taller de Géneros Periodísticos (Cuarto semestre -2022 II), bajo la supervisión del profesor Fernando Adrián Cárdenas Hernández.
Calles que parecen abandonadas, una laguna contaminada y restos de plástico, es a lo que se exponen diariamente los habitantes de barrios como Bella Vista, Buenos Aires, Rincón del Lago y otros tantos que conforman la Comuna Cuatro de Soacha. Personas que han perdido la noción de orden y quienes viven entre montañas de basura, escombros y manadas de perros callejeros. Un suceso al que se le suma otro agravante, pues, desde hace dos años, decenas de chozas de lata han invadido el lugar. Se les conocen como plastiqueras, lugares clandestinos en los que se trata el plástico de manera inadecuada y que producen humaredas contaminantes y olores nauseabundos en la zona.
Contaminados hasta el cuello, las personas que residen en estos barrios están expuestas a las enfermedades que los residuos en la zona han generado. Asimismo, la inseguridad en el sector conforma otra de las grandes amenazas que los asedia.
Los inicios de la Comuna y de la contaminación
Aunque la consolidación de estos terrenos ocurrió en 1983, después de que fueran adquiridos por Rafael Fetecua, un empresario y político de la época, en el pasado formaban parte de las históricas haciendas Terreros, Tibanica y Calderón. Inicialmente, Fetecua parceló y urbanizó la zona con la intención de ponerla al servicio de las víctimas del conflicto. Sin embargo, dicho complejo no cumplía completamente con las normas legales. Hacía parte de las denominadas “urbanizaciones piratas”, que se caracterizaban por ser pedazos de tierra económicos y que no tenían las condiciones necesarias para que los compradores vivieran allí. Sin posibilidad alguna de acceder a los servicios públicos que hicieran de la estadía algo digno, los primeros habitantes decidieron hacerse cargo por cuenta propia de la reestructuración del lugar. Se apropiaron de éste. Luego de más de 39 años de su fundación, actualmente la zona está dividida en 33 barrios.
Si bien la invasión del territorio y el poco sentido de pertenencia de los residentes ha contribuido a la contaminación y empobrecimiento que hoy afecta al lugar, en un pasado esto no siempre fue así. Según Gladys González, habitante de Rincón del Lago, líder social y una de las primeras compradoras en el sector, antes no había mucha urbanización y parecía un pequeño pueblo por las dimensiones sociales y territoriales que manejaba. “Nosotros hacíamos jornadas de limpieza. Limpiábamos los alcantarillados, las calles, todo”, recuerda la mujer.
Con un sentimiento de tristeza latente en el aire, Gladys agrega: “Por ahí bajaba la Quebrada Tibanica, yo logré lavar ahí y bañarme en esa quebrada cuando el agua era un cristal”. Según lo explica, el barrio se comenzó a ir cuesta abajo desde el momento en el que las invasiones comenzaron. A falta de recursos para asentarse y la poca importancia que muchos de los foráneos dieron al paisaje que los rodeaba, solo fue cuestión de tiempo hasta que las plagas comenzaron a aparecer; perros, ratas, bichos, son tan solo algunas de ellas.
Con el paso de los años la demanda del lugar se incrementó. Ante la necesidad de un acueducto y alcantarillado que controlara los residuos que invadían las calles, la comunidad trabajó en conjunto para comenzar la construcción de un sistema de desagüe decente. Después de cinco años, tuvieron donde botar sus residuos. Aunque por una parte dicha construcción facilitó la vida de los miembros del barrio, también dio inicio al desgaste y contaminación de las fuentes hídricas del lugar. A falta de un río o corriente que pudiera arrastrar los desechos, la Comuna cuatro escogió conjuntamente la Laguna Terreros para desembocar toda la suciedad de los barrios.
Solo se necesitaron 10 años para que el color natural del agua fuera reemplazado por un gris espeso y el olor de los desechos comenzará a adquirir protagonismo. Cinco años después apareció la espuma. Según explica doña Gladys: “Los detergentes y jabones de las casas traen mucho químico, y toda esta pichera ayuda también”. El choque de esas aguas residuales con las de la laguna es lo que hace que se genere ese cúmulo de burbujas, que con las lluvias agrandan su tamaño.
Inexistencia de alcantarillado
Según Fabio Rozo, presidente de la veeduría Intercomunal Unidos por el Progreso, las principales causales de la problemática ambiental y social que se vive en la Comuna Cuatro están implícitas en los siguientes tres hechos: la inexistencia de un plan maestro de alcantarillado, la contaminación de las empresas ubicadas en la zona y la escasa pavimentación de las vías.
Cabe resaltar que el primer factor es quizá el más agravante. Esto, debido a que la falta de un buen sistema de planeación del alcantarillado es lo que llevó a la población a desechar todos sus residuos en la Laguna y Quebrada Tibanica. “Como no hay un plan maestro de alcantarillado, entonces las personas construyen unos artesanales, que como no tienen una red a dónde conectarse, lo hacen allí”, cuenta Rozo.
Desde su propia perspectiva, la entrega de material a los habitantes para que sean ellos quienes coloquen la red de tuberías es una medida politiquera e inútil. Entendida como una acción provisional que no soluciona eficazmente el problema del alcantarillado, Rozo considera que la única forma de hacerle pie a este problema es cumpliendo las condiciones requeridas para las obras.
Aunque desde el 2014 hay contratos con la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá para la instalación de las tuberías de las aguas residuales, son pocos los recursos con lo que cuenta la Alcaldía de Soacha para dar un mayor alcance a las obras. Rozo señala que, del plan para instalar 4 desarenadores (como mecanismo de filtración de las aguas residuales), solamente se ha iniciado la construcción de uno de ellos y es el que conecta con la Autopista Sur de Bogotá.
“Si hubieran empezado con un desarenador diferente a este, como por ejemplo el número 1, habría habido un impacto más positivo, pero lo que se hizo – eso es un comentario de corrillo, dice Rozo – fue cuidar más la imagen de la ciudad”. Según el presidente de la veeduría, uno de los errores más grandes que se cometieron en la construcción del alcantarillado fue el protagonismo que se le dio a la estética del barrio por encima de las necesidades de las comunas. Para evitar los malos olores que se hubieran generado en la Autopista Sur, la Alcaldía de Soacha hizo una ejecución equívoca de las obras.
Espuma tóxica
Al pie de la montaña, los habitantes de los sectores más cercanos a San Mateo son quienes se han llevado la peor parte de la contaminación del lugar. Esto a causa de las nubes de espuma tóxica que aparecen en sus viviendas. Un recordatorio del peligro ambiental latente en el sector y que ocurre en las temporadas de alta precipitación, cuando el agua lluvia choca con fuerza en las fuentes hídricas que están contaminadas por sustancias químicas provenientes los desechos de los barrios.
En Rincón del Lago, la espuma es apenas es visible en la desembocadura de los ríos, pero en San Mateo la situación es otra. A nivel nacional, el pasado mayo de 2022, todo el país se volvió consciente de este problema. Fueron varios los medios de comunicación que reportaron cómo varias casas de la zona quedaron sepultadas bajo esa masa gaseosa fétida.
“Yo andaba estudiando y llegué tarde, como a las 11 de la noche. Entonces la casa estaba tapada y no pude entrar”, menciona Brayan Carranza, uno de los afectados por la espuma. Al menos una decena se quedó sin acceso a sus hogares, y esto ha afectado tanto a niños como adultos. “Yo perdí mi trabajo porque por la espuma no pude salir”, menciona Néstor, otro de los damnificados y quien no pudo llegar a trabajar ese día y perdió su puesto por un recorte de personal.
Al día siguiente de la aparición de la espuma, los problemas de salud se hicieron notar. “Hubo niños enfermos y personas de la tercera edad también. Esa gripa que le da a uno”, cuenta Jesús Antonio Corredor, quien solo pudo deshacerse de este malestar a punta de analgésicos. Tuvo dolor de garganta, fiebre y escalofríos. Solamente fue una vez al médico, quien le recetó un montón de medicamentos para que le pasaran sus dolencias.
Las plastiqueras
La contaminación también trajo un efecto colateral impensable. Por ejemplo, en Rincón del Lago, el aumento de la violencia, o como la señora Gladys la llama: “contaminación, pero de la otra”. No hay ninguna autoridad que lo confirme, pero es un secreto entre los habitantes de la zona. Unas microindustrias ilegales se han apoderado del sector. Esas a las que ellos llaman plastiqueras y que se dedican a triturar y procesar plástico, sin ninguna práctica sostenible. Allí es donde se encuentra el bajo mundo.
A pesar de que la mayoría ha optado por quedarse con los brazos cruzados, los líderes del sector siguen luchando por mejorar sus condiciones de vida. Gladys González comenta cómo en una ocasión quiso actuar para frenar el aumento de los robos en el sector.
– ¿Cómo así que a las cuatro de la tarde quitándole la cartera a las señoras?”, les reclamó un día la lideresa a los jefes de las plastiqueras.
La mujer pedía una solución al problema del hurto. “Así me tenga que morir yo, los denuncio”, manifestó.
Desde ese día, no ha vuelto a ver a los ladrones. Es como si los hubieran borrado de la faz de la tierra. Intrigada ante su desaparición, una tarde le preguntó a un trabajador de esa industria ilegal sobre estos jóvenes, a lo que él hizo mala cara y bramó:
– A esos los arreglaron arriba.
Al recordar esa frase, que es corta, pero diciente, el cuerpo de Gladys se estremece. Ahora, cada que pasa por el camino cuando llega a su casa piensa:
– Jueputa, pa que abrí la jeta.
Lejos de encontrar un panorama alentador, en la Comuna Cuatro existe una comunidad asediada, decepcionada y que clama ayuda. Una población a la que le ha tocado vivir en medio de la basura. No tienen recursos para poder trasladarse a otro sector, ni tampoco quieren abandonar el hogar que han construido por años.