A-mato
Un domingo de agosto, esa tarde lo vi más precavido de lo normal, como si todo lo que él dijese pudiera ser usado en su contra.
Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón
Perfil realizado para la clase de Pensamiento Crítico y Argumentativo II (Segundo semestre -2024 I), bajo la supervisión del profesor Guido Leonardo Tamayo Sánchez.
Los ojos de Felipe Quijano Vargas, medio cerrados y siempre al borde de una sonrisa sincera, el porro que descansa de sus labios es más que un simple accesorio; es una extensión de su alma que se entrelaza con las corrientes etéreas del humo que exhala.
Un domingo de agosto, esa tarde lo vi más precavido de lo normal, como si todo lo que él dijese pudiera ser usado en su contra. Sus cejas despeinadas parecían responder más a las preguntas que su propio rostro.
—“Yo tengo una relación con Dios, con mi Dios” —explica casi para sí mismo—. “Mi familia era católica, pero mi mamá era cristiana. Creo que eso me llevó a la que yo considero la energía fundamental y creadora que se asemeja al amor. Es una energía…”
En la misma banca, sus amigos, G, Juanpo, Secuesch y Liberato, lo escuchan con atención, una atención que va más allá de un momento efímero. Es una red que se entreteje con la confianza; son su apoyo inamovible.
“Me hace feliz pensar que tengo un contexto y que puedo decidir si atiendo a él o no.” Pipe fuma su porro, deteniéndose de vez en cuando para dar una profunda chupada. “Me hace tan feliz cuando atiendo a mi contexto, y mientras tanto se van sembrando cosas bonitas; me parece que estas amistades, como nosotros”—hace una pausa y sus pupilas se dilatan buscando la mirada de sus amigos, sus párpados ligeramente caídos están acompañados por una leve sonrisa—“hemos sembrado cosas tan hermosas”—continúa—“y me hace sonreír mucho cantar, gritar, poder ser sincero con ellos. Ellos estuvieron cuando yo me quise matar.” Se ríe con un toque de inquietud.
Cambiando el ritmo de su voz, de lento y pausado a rápido y energético, dice: “Porque morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque cuando el amor no muere, mata; y porque amores que matan nunca mueren.” Para Felipe, la amistad que ha sembrado junto a sus amigos y compañeros de la banda es absolutamente sincera. A Pipe no le importa que dure un momento; él sabe que, quizá, esos amigos que tiene hoy no estarán mañana, pero él no tiene expectativas. Él solamente quiere tener amor, y ese amor lo hace sonreír. Felipe ama de una manera tan sincera, y a su vez, lo único que espera de los otros es que cada uno pueda ser sincero consigo mismo.
—Y nada, yo solamente sé que amo —dice Quijano con una delicada sonrisa que pende de sus labios.
El día era frío y grisáceo, pero aun así se sentía la calidez de una amistad que estaba al borde del florecimiento; el aire azotaba el rostro de los integrantes.
El presente, la ansiedad, la depresión, el pasado. Hay cosas que Pipe espera del futuro, pero no sabe cómo unificar el pasado, el futuro y el presente. —“Porque al fin y al cabo el pasado y el presente son solamente el presente”—su discurso se ve interrumpido por un soplón largo. —“Probablemente siempre vaya a ser así…”— Felipe cree que uno pierde mucho tiempo idolatrando el pasado y el futuro. —“Por ese tipo de cosas uno no puede vivir el presente.” Por eso, este joven de 21 años intenta cuidarse de las sustancias de la comodidad. Para Pipe, una sustancia puede ser una persona o una religión. G, sentada del lado derecho de la banca, complementa su opinión: “Incluso Dios es sustancia, por eso nunca vas a necesitar algo externo para poder estar con Dios, porque realmente la sustancia que es Dios ya está en ti.” Para el chico de cabellos despeinados y cara adormecida, todo es sustancia; incluso esa sustancia se puede comparar con el concepto de Dios, pero al referirse a Dios no se refiere al Dios todopoderoso, no, se refiere a Dios como un título, como un nombre. “La sustancia se vuelve un título y un lugar hacia donde va tu intención, tu energía”—dice entrecerrando su mirada.
—“Siempre vamos a estar sujetos a sustancias, pero las sustancias psicoactivas están en otro lugar”—dice Pipe. Podemos estar intoxicados de “creencias condicionadas” que cambian nuestra percepción sobre la “realidad”.
En numerosas ocasiones, Pipe debe hacer una pausa, se enreda en sus propias palabras y pensamientos. Después de un par de soplones más, está listo para continuar con la tibia conversación acompañada de los fríos vientos de agosto.
Sentir no es difícil; existe para Pipe toda una red de “creencias condicionadas” abatidas constantemente también por males asumidos que habitan en nuestra psique. —“Creo que algo que va tan de la mano de nosotros mismos, como lo es sentir, nos empieza a generar muchísimo miedo y nos empezamos a aislar de nosotros mismos”—allí, según Pipe, inicia algo que él denomina una “despersonalización colectiva”. —“Siento que es muy gonorrea sentir desapego de las cosas que tú sientes”—. Somos seres sintientes; está implícito en el ser humano, pero lo difícil es no saber procesar todo aquello que una persona puede sentir y que, en algunas ocasiones, carece de nombre. En la nueva canción de la banda se repite una y otra vez la estrofa: “¿¡Por qué siento, cuando es tan difícil sentir!?” canta Pipe, el vocalista de la banda, a grito herido. —“Siento”—dice Pipe—“que si no hubiera tanto amor entre nosotros no se podría traducir toda esa energía que viene de arriba para que nosotros la traduzcamos y hagamos música. Creo que las canciones que hacemos hablan mucho de la confianza y del amor que tenemos entre nosotros.”
—“Una vez me pasó que estaba muy drogado y veía muchas cosas”—. Los sueños cíclicos de Pipe narraban una versión distorsionada de la realidad. En una ocasión, en uno de esos sueños, Quijano se levantó riéndose; fue un viaje con hongos alucinógenos—me explica Pipe—. “En ese viaje, en el momento en que empecé a reírme, tuve todo el flashback de cómo me levanté y de lo que había soñado.” —A Pipe esto no le pasa diariamente, sino más bien ocasionalmente—corrige—. “Para mí es algo que yo permito que suceda”—para Pipe es más normal este tipo de experiencias que le han pasado desde hace mucho tiempo y que, en sus palabras, se han complementado con su contexto.
Para el muchacho de cabellos teñidos y ligeramente anaranjados, es mucho más real este tipo de cosas espirituales que incluso la realidad misma. Pipe quisiera que su evento más espiritual fuera el presente, cada día, en cada instante. —“No me acuerdo del momento en el que las cosas cambiaron, pero solamente sé que cambiaron”—. Con sus gestos amplios y escandalosos, transmite su percepción sobre el paso del tiempo: “Todos los días están pegados”—dice un poco confundido al escuchar sus palabras. —“No es real, nada es real”—dice entre carcajadas.
Títulos y dioses
Las sustancias psicoactivas que consume no son sus dioses ni titulares. Sin embargo, Felipe tiene muchas “creencias condicionadas” de las cuales intenta ser consciente. Intenta ser consciente de toda la violencia que promueven dichas creencias.
Una vez más, el porro descansa en sus labios; su voz, un poco seca, sus ojos, algo cansados, su respiración, de vez en cuando agitada, a veces se va y a veces vuelve, observa los ojos de quien le habla, busca en pupilas ajenas más que respuestas: preguntas. Sabe leer su entorno, aunque aparentemente esté perdido, siempre encuentra un lugar donde ser amado. Probablemente su búsqueda ha sido resuelta: un lugar para amar sinceramente, un lugar donde pueda ser él sin juzgarse a sí mismo premeditadamente. —“Sonreír es fácil”—dice Pipe—. “Hay muchas cosas que nos hacen sonreír”—pero lo que él espera realmente es que su sonrisa sea sincera.
—“Si algo sé de Pipe es que todo el mundo lo quiere”—dice Juanpo con una sonrisa.
Felipe Quijano Vargas siente, ama y es amado. Por eso es conocido popularmente como A-mato, proveniente del italiano que quiere decir: un ser amado. Y, en palabras del propio caballero: “Yo solamente sé que amo, porque morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque cuando el amor no muere, mata; y porque amores que matan nunca mueren.”