Facultad de Comunicación Social - Periodismo

El combatiente de las 250 batallas

Este hombre afirma que se le han atravesado unos 250 obstáculos, pero que siempre busca la manera de salir adelante, a menos que de matrimonio se trate.

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2020-1), con el profesor David Mayorga.

Las palabras salen de su boca como si tuviesen la misma rapidez que tienen las balas que se disparan desde una ametralladora, solo que estas no tienen el objetivo de lastimar, por el contrario, siempre van con el fin de sacarle una sonrisa a la gente con sus ocurrencias. Este es Javier Ojeda, el hombre que no se deja vencer.

La ametralladora y sus municiones le pertenecen a un combatiente por la supervivencia. Sus ojos de un hermoso color verde que se podrían confundir con un cristal, rodeados de unas inflamadas ojeras, demuestran su cansancio y agotamiento, pero siempre anda firme, como sus ganas de seguir luchando.

En la Clínica Palermo nació un 26 de mayo de 1964, Javier Ojeda, hijo de Pepe y Amparo, a quienes él da gracias a Dios por tenerlos en su vida, así su padre ya no lo acompañe físicamente. Su relación con ellos siempre ha sido excelente, siempre han estado presentes en cada momento de su vida y tratando de guiarlo a tomar buenas decisiones a lo largo del camino. Las personas más importantes en su vida son su familia, sus hermanos Cristina y Juan Ricardo, sus sobrinos y, por supuesto, su “novela bombril”.

Su madre siempre ha sido una mujer muy emprendedora y en la época en la que Javier nació, ella trabajaba haciendo ropa para niños de cero a cinco años. “Mi mamá siempre ha estado allí”. Prueba de esto es que en el año 1989 Amparo tuvo la idea de empezar un negocio con Javier que se llamaría “Cubo Fruta”. Se trata de una versión mucho más practica de hacer jugos en casa. Amparo le sacaba la pulpa a la fruta, la congelaba en cubos, la metían en empaques de a seis y Javier era el encargado de venderla. Solo es cuestión de usar dos cubos de fruta por cada litro de agua y agregar cinco cucharadas de azúcar. Negocio que aún sigue vigente, solo que ahora el encargado de todos los procesos es Javier.

Doña Julieta, una amiga de toda la vida de la familia, afirma que Amparo decidió crear el negocio de “Cubo Fruta” debido a que a Javier no le había ido muy bien en la carrera que había estudiado y para que “se defendiera en la vida”.

Julieta conoce a Javier desde que nació, pues ella era amiga de la hermana menor de Amparo. Así que entre reuniones en casa y salidas se conocieron desde la niñez. Javier es contemporáneo con la hija menor de Julieta, Claudia. Doña Julieta no tiene más que decir, solo cosas buenas de él. Lo considera como “un muchacho muy querido, con una conducta intachable, un buen hijo, siempre pendiente de sus padres y decente. A pesar de que ya es un hombre hecho y derecho, lo quiero mucho”.

Cuando era un niño, el sueño de Javier era ser veterinario, amaba a los animales y era muy introvertido, pero con el tiempo fue cambiando, creciendo, y madurando. Se volvió extrovertido y buen conquistador. Sagradamente, los viernes, sábados y domingos se la pasaba de fiesta en fiesta tomando trago casi al punto de volverse alcohólico, llegando a no recordar lo que había pasado la noche anterior. Tanta fiesta y tanto trago lo llevaron a descuidar su carrera de Ingeniería Mecánica, pues dice que prácticamente no estudió nada. Hasta que un día se cansó de ese estilo de vida tan banal y superficial que estaba llevando, así que, arrodillándose, con fervor y mucha fe, se propuso cambiar, dejar esas malas andanzas y vagabundería. Se juró a sí mismo que la próxima vez que estuviera en un bar lo echarían por cualquier cosa pero no por borracho. Juntando sus manos mientras cerraba sus ojos, empezó a rezar, pidió perdón y reconoció su problema, sus errores, y poco a poco, lentamente, se fue sanando.

En medio de esta sanación, en 1997 conoció a la que sería su “novela bombril”, su novia Beatriz María. Antes de ella tuvo otra “novela” de “estrato 15”, pero se dio cuenta de que “ni amor en su casa había” y ahí en ese momento fue cuando llegó su “muñeca”, como le dice cariñosamente a su “novela bombril”. Todo fue en medio del proceso de “espiritualidad” en el que estaban ambos, como lo llama él al proceso de rehabilitación por el alcohol. Desde ese momento se han vuelto inseparables, aunque este siga viviendo con su mamá. Da excusas como “las cosas no se han dado”, que siempre ha pensado “¿en qué año me casaré con mi muñeca?”, pero que cuando menos lo pensó, le llegó 2020 y con él un número mayor acumulado en su cédula de ciudadanía. Dice que a su edad (55 años) no está para casarse ni para tener hijos, y que al imaginarse yendo hipotéticamente a una reunión de padres de familia de su hijo, se reía al pensar que ya no sería de padres, sino que pasaría a ser “reunión de abuelos de familia”. La verdad, se necesitaría de un verdadero milagro para que Javier, después de 23 años de novios, se decida para que su “novela bombril” se convierta en su esposa y que deje al fin el tan acogedor hotel mamá.

Su momento más feliz fue en mayo del año pasado, cuando a su padre le iban a hacer una cirugía muy difícil. Pepe, con 90 años, se encontraba muy grave de salud, tenía cáncer de próstata y esta cirugía era crucial para tratar su enfermedad. Debido a su fragilidad y a la complejidad de la operación, los médicos no pensaban que fuese a sobrevivir. “Qué susto tan tremendo”, pensó Javier en aquel momento, pero afortunadamente a la mañana siguiente despertó. Para su padre octubre consistió en varios viajes de la casa a la clínica. Este fue un mes de solo cuidados y cariños para él, preparándolos para el más difícil adiós. Lamentablemente, así como es para muchos, o mejor dicho para todos, el tiempo en su reloj de arena se agotaría. Un día en la clínica el médico les dice que lo mejor era que se fueran despidiendo. El último granito de arena había caído y no había más para contar. Siendo este el momento más difícil que él haya podido vivir. Lo dice con un desgarro en su voz y cierta nostalgia, “no lo he podido olvidar, fue terrible”.

“Como decía Maturana, perder es ganar un poco”, afirma Javier, y añade que esa es su mayor enseñanza en la vida. Reflejado en ella luego de su fallido intento de estudiar ingeniería mecánica, entró a la Universidad Central, donde estudió Comunicación Social y Periodismo durante cinco semestres. Pero también se retiró. Doña Julieta afirma que la razón fue porque Javier no pudo hacer su carrera porque tartamudeaba mucho, e incluso se demoró mucho para poder escribir bien, pero él dice que su decisión radicó en que se dio cuenta de que lo suyo eran las ventas, y luego con ayuda de sus padres nació “Cubo Fruta”.

En su negocio ha tenido unas 250 crisis y la más reciente es la actual, debido a la COVID-19, pero esto no es motivo de desesperación, me decía hace unos días, pues se considera un hombre “muy equilibrado y no le queda tiempo para la depresión”.

Hace unos días envió una nota de voz hablando más rápido que de costumbre y muy exaltado, pues su mamá, desde días atrás no lo dejaba salir a trabajar por miedo a que se contagiara. Javier dice que lo tiene chantajeado, pero acepta que quedaría con remordimiento si algo le llegara a pasar a Amparo. Toda su familia le reclama, lo llama y le insiste que no salga por el bien de su madre, pero él no sabe qué hacer pues le han llegado muchos pedidos de clientes y esta es la única fuente de ingresos que tiene. Él mismo es el que hace los domicilios, no puede dejar que su negocio se quede trancado así no más, “la gente sigue saliendo a comprar sus cosas, es solo ponerse el tapabocas y ya”. Sus hermanos han llamado también a reclamarle, vaciarlo y alegarle, “todo el mundo fregándole a uno, mi hermana llamándome a decir que iba a matar a mi mamá”. En medio de su terquedad decidió hacer caso omiso a todas esas quejas e incluso dejó de lado los chantajes de su madre y le tocó quedarse en la casa de Beatriz María, porque así no lo iba a recibir Amparo. ¿Quién sabe?, tal vez se haga el milagro.

Y sin más, se despide con “hoy no ha sido un día muy bueno, pero esa es la vida”.