Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Vigilias del yo, desentrañando mi propio ser

"Vigilias del Yo", un camino de autoconocimiento donde la introspección se convierte en un puente hacia la comprensión más profunda de uno mismo y del mundo que nos rodea.

Editado por: Laura Sofía Jaimes Castrillón

Artículo de opinión realizado para la clase de Ecologías Mediáticas Digitales (Quinto semestre – 2024 l), bajo la supervisión de la profesora María Catalina Cruz González.

Explorar en cual es la visión del mundo, para mí, es lo que Hugo Zemelman en su texto “Pensar teórico y pensar Epistémico”​ (Zemelman, 2003, págs. 1-2)​ define como “Desfase”: Aquellos conceptos donde suponemos que su significado es claro, pero realmente no lo es, o incluso, no lo tienen.  

Por tanto, explicar mi visión del mundo es complejo en cuanto a que es una construcción que se desarrolla a lo largo de la vida con experiencias, sentimientos y mucho conocimiento; además de contextos sociales, culturales, económicos, etc.  Después de meditar en la ducha con la música a todo volumen, comer e incluso dormir buscando respuestas y no encontrarlas, decidí recurrir a la forma más básica, pero, probablemente, más eficaz de adquirir conocimiento: el arte de preguntar. Encontré cosas muy interesantes y un punto de partida.  

Le pregunté a mi mamá cuál era su visión del mundo. “Para mí es una porquería, somos malas personas y solo pensamos en nosotros mismos”. Para mi papá “la vida se trata de trabajar para poder responder con las necesidades básicas del hogar, y de vez en cuando, darse uno que otro gustico” En cambio, para mi hermana de seis años, su mundo era abrazar a su familia, salir a jugar al parque y molestar al gato.  

Es interesante analizar la transición de perspectivas e interpretaciones que existe entre los niños y los adultos. ¿La falta de vivencia o de responsabilidades en los niños es la causante en su forma de ver el mundo? ¿Los adultos solo piensan cómo máquinas para trabajar y producir? 

El planteamiento de esas preguntas me ayudó a erigir el camino hacia la búsqueda de mi visión del mundo. Desde que tengo uso de razón he presenciado un mundo que corre por la producción, por la eficacia y el consumismo. Inherentemente también soy víctima de esta corredera.  

He sido víctima porque desde muy corta edad tengo la necesidad de producir, de autoexigirme lo suficiente para no tener tiempo de descanso porque de lo contrario me siento inservible. He sido víctima porque dormir cinco minutos más, romper la dieta y comerse una hamburguesa o tomarse un sábado para compartir en familia ha supuesto un conflicto interno al no sentir que estoy “aprovechando el tiempo” para construir mi futuro.  

Es necesario recalcar que la “corredera” que nombré hace unos instantes no son intrínsecos al ser humano, no nacimos con la necesidad de sobreexplotarnos. En principio, como parte del reino animal, basamos nuestros hábitos en comer, dormir y reproducirnos.  

Sin embargo, el uso de la tecnología con la apropiación de la técnica, la inclusión del número como el gobierno de la humanidad, la oralidad y escrituralidad como parte de la evolución y a su vez herramienta de persuasión y hegemonía política, economía y cultural, pero sobre todo, el manto del sistema capitalista que nos cobija a todos como nuestro dios, han sido el principal exponente de la forma en que vivimos, incluso me atrevería a afirmar, que la visión del mundo intransferible y única para cada persona es creada por el sistema.  

El sistema capitalista, más allá de ser un simple modelo económico, actúa como un entorno cultural y social que configura nuestros valores. La constante búsqueda de eficiencia ha dado lugar a una sociedad centrada en el consumo haciendo que nuestra identidad esté vinculado al éxito material, generando una dependencia de los avances para encontrar satisfacción y propósito en la vida. El sistema es un medio, el entorno donde vivimos, capaz de cambiar nuestra forma de pensar.  

En la anterior premisa, radica la forma en cómo ha cambiado mi visión del mundo: Primero, en entender que hago parte de un sistema, un sistema al cual es imposible renunciar, pero si cuestionar. Segundo, para explicar la forma en que veo el mundo es necesario recurrir otra vez a Zemelman; intento ver el mundo de forma epistémica, abandonando un poco ciertos significados, desapegándome de lo que sé para tratar de reinventar significados sociales. ​(Zemelman, 2003, págs. 10 -15)​ 

He cambiado mi forma de ver el mundo al entender que soy humano, al entender que el saber hacer es importante pero también que hago con ese “saber hacer”. Comprendiendo que vivimos a la par del tiempo, y no corriendo para tratar de rebasarlo, no vivo para consumir, no vivo para trabajar y, sobre todo, no vivo para dominar. Vivo para compartir.  

Mi forma de ver el mundo ha cambiado cuando me puedo tomar un tinto y aunque sean cinco minutos, no sentirme mal por hacerlo, sino en vez de eso, disfrutarlo. soltar la certidumbre de donde estoy parado y preguntarme si quiero estar donde estoy  

Por último, no estoy queriendo decir que los avances tecnológicos sean nocivos para la sociedad, por el contrario, facilitan y satisfacen las necesidades humanas a un punto de no retorno, lo que sí pienso, es que la sobre exigencia del mundo actual no da cabida a los pequeños detalles de la vida como detenerse a pensar que estamos vivos. 

​​Referencia bibliográfica 

Zemelman, H. (2003). Pensar Teórico y Pensar Epistémico. Los retos de las ciencias sociales latinoamericanas. Instituto Pensamiento y Cultura en América A.C 

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