Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Mauricio Toro, congresista de todos los colores

El niño que jugaba entre ríos y árboles, el adolescente tímido al que no le iba bien en el amor, es hoy el primer congresista abiertamente homosexual.

Perfil realizado para el Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre) con la profesora Laila Abu Shihab.

Eran alrededor de las 3:30 de la tarde, aquel domingo 11 de marzo nadie parecía tranquilo en la casa de Mauricio Toro. Todos esperaban con ansias los resultados de las elecciones parlamentarias del 2018, en las que él se había lanzado por una curul en la Cámara de Representantes. Mauricio y su equipo se mordían las uñas, se miraban unos a otros sin decir una palabra, el único sonido en el cuarto era la voz del locutor de radio anunciando que el escrutinio había comenzado. Estaban preparados para lo que fuera.

Yury Orjuela, madre de Mauricio, esperaba lo mismo que cualquier otra madre esperaría de su hijo: que estudie una buena carrera, que se gradúe, que se case con una hermosa mujer y  que le dé uno o dos nietos bellísimos, a los que ella pueda visitar en su casa cerca de la colina. Sin embargo, la única ilusión que Mauricio pudo cumplirle a su mamá fue tener su propia casa cerca de las montañas. En definitiva, no era el hombre cliché que su mamá esperaba que fuera, desde muy pequeño sabía que era diferente a los otros niños. No fue fácil, pero esa diferencia que lo atemorizaba y que tanto le costó aceptar, hoy es motivo de orgullo y felicidad para él.

Armenia, la capital del departamento del Quindío, fue testigo del nacimiento del primer hijo de Diego Toro y su esposa Yury Orjuela, quienes se convirtieron en padres con la llegada de Mauricio el 13 de junio de 1981, el mismo año en el que 41 hombres homosexuales en Estados Unidos se convirtieron en las primeras víctimas mortales de un extraño virus que años después se conocería como VIH/Sida.

Su infancia en el Eje Cafetero fue tranquila y sin mayores complicaciones. Vivía a las afueras de la ciudad, en el barrio La Castellana, donde pasaba sus días entre ríos y árboles, jugando de sol a sol con sus amigos y montando en bicicleta. Sus padres se separaron cuando tenía siete años, pero para él esto no fue algo trágico, en su mente inocente estaba feliz porque ahora tendría dos casas, dos regalos de cumpleaños y otros dos de Navidad.

A los 14 años tuvo que mudarse a Cali por cuestiones del trabajo de su mamá. Fue algo que lo afectó emocionalmente, ya que significó no solo dejar la ciudad que lo vio crecer, sino también pasar de un colegio mixto a uno masculino, en donde regía la ley del más fuerte, del más macho. No se sentía cómodo en ese lugar, sus últimos años de colegio fueron un infierno al que tuvo que sobrevivir. Pero de algún modo también fueron un alivio, ya que la ausencia de mujeres le quitaba ese peso de andar detrás de una y aparentar algo que no era.

En 1999 Mauricio ingresó a la Universidad Javeriana de Cali para estudiar ingeniería civil; más que por gusto, lo hizo por complacer a su mamá. Pero duró poco, la carrera no le gustaba y los números lo estresaban. No era muy social por aquella época, se sentía frustrado. Esa frustración aumentó cuando su madre tuvo que regresar a Armenia y él tuvo que quedarse viviendo solo en Cali. Fue una época amarga, vivía solo en una ciudad que no le gustaba, lo que estudiaba no era lo que él quería, estaba solo y desmotivado. Hasta que un día se armó de valor y le dijo a su mamá que lo suyo eran las personas y no los números,  que quería ser politólogo. El cambio de carrera implicaba también un cambio de ciudad, fue así como Mauricio abandonó ingeniería civil en quinto semestre y emprendió su nuevo rumbo hacia la capital.

En 2001 la enorme jungla de concreto recibió a un joven entusiasta, lleno de sueños y esperanzas, dispuesto a dar el todo por el todo. Allí comenzó a estudiar ciencia política en la Pontifica Universidad Javeriana, esta vez se sentía seguro, sabía que había tomado la mejor decisión. Le apasionaban cada una de las clases, madrugar para ir a la universidad era para él un motivo de alegría. Enrique Valenzuela, uno de sus profesores de universidad, lo recuerda como el más pilo del salón. “Era un muchacho de esos a los que de verdad les apasiona estudiar. Yo llegaba 15 minutos antes de la clase y él ya estaba en la puerta del salón”. Era el típico universitario, se trasnochaba haciendo trabajos, se quedaba hasta tarde leyendo, pero también salía de rumba con sus amigos, disfrutaba su mejor época. Pero todavía había algo con lo que cargaba, un secreto que no le había confiado a nadie, ni a su propia sombra.

Mauricio es homosexual, desde pequeño sabía que lo suyo no era estar con una mujer, no le atraían, y aunque en el colegio tuvo una novia, asegura que lo único que le gustaba era conversar con ella. Hasta ahora su único acercamiento con un hombre había sido en el colegio. “Mi amigo, el más macho, el hijo de militar, se emborrachaba y a mí me tocaba cuidarlo. De vez en cuando en su borrachera me abrazaba o me daba uno que otro pico en la mejilla”. Los hombres eran un territorio desconocido para él, pero cuando llegó a Bogotá las cosas cambiaron, empezó a explorarese mundo, aunque con un perfil bajo. Mientras sus amigos arreglaban citas a sus espaldas para que él saliera con las más bellas damas, Mauricio estaba armando el siguiente plan para ir a Theatron con sus nuevos amigos gais. Para él no era fácil revelar sus preferencias sexuales, pensaba que ser gay era sinónimo de rechazo y de burlas, más en un país tan conservador como Colombia.

Durante su paso por la universidad casi nadie supo de su orientación sexual, solo una o dos amigas cercanas llegaron a saberlo. En su último año de estudios conoció a Sergio León, el hermano de su mejor amiga que también era gay y con quien en un principio no tuvo mucho ‘feeling’ pero con quien después comenzaría a salir y posteriormente entablaría una sólida relación. Hoy llevan 11 años juntos.

Al culminar su carrera comenzó a trabajar en organizaciones gubernamentales, después se convirtió en el gerente general de Innpulsa (organización gubernamental dedicada a apoyar el emprendimiento en Colombia), donde trabajódurante seis años. Su orientación sexual nunca fue un tema de conversación en su trabajo, hasta que un día y sin quererlo lo reveló durante una integración de trabajo. “Yo podré ser muy gay, pero como Shakira si no bailo”. En ese momento el silencio invadió el lugar, pero después de eso todos corrieron a abrazarlo, eso le dio confianza y así reveló, además, que Sergio, quien hacía parte de su grupo de trabajo, era su pareja. Ahora las personas más cercanas a él sabían de su orientación sexual pero su familia no tenía ni idea.

Su madre siempre le hacía la misma pregunta: ¿Y su novia?

Solo dejó de preguntarle cuando un sábado en la noche recibió una llamada de un desconocido diciéndole que su hijo frecuentaba bares gais con otros hombres. Esa misma noche esperó hasta que Mauricio llegara de la rumba a las 5 de la mañana y le preguntó, de frente:

-¿Usted es gay?

-Sí mamá, contestó él sin dilación.

Al principio no fue fácil, pero su madre termino por aceptarlo. Incluso fue ella quien se encargó de ‘sacarlo del clóset’ con mucha gente. “Si mis amigas me preguntan por su novia yo diré: No tiene, mi hijo es gay y tiene novio”.

Mauricio comenzó su carrera política en 2016, haciendo parte del partido Alianza Verde, en el que muchos de sus colegas lo alentaron a que se lanzara a la Cámara de Representantes por Bogotá. Así fue. La campaña de Mauricio había comenzado y junto con su equipo tenían una enorme labor, lograr que la gente lo conociera y que votara por él en los comicios de marzo. Annie Botia, una de sus amigas más cercanas y también miembro de su equipo, recuerda aquellos días de campaña.“Eran las 2 de la mañana, llevábamos más de 10 tomas y él aun no lograba hacerlo bien. Me metí en la toma, le agarré la cara y le dije: ‘Mauricio no lo repitas más de la misma manera, piensa que le estás diciendo a las personas que levanten su culo y vayan a votar’. Él se murió de la risa y la siguiente toma quedó perfecta. Ocho días después ganó la curul”.

Así fue como Mauricio Toro, con 19.074 votos, se convirtió en el primer congresista abiertamente homosexual de Colombia y el únicohombre de las 17 personas LGBTI que aspiraban a un puesto en el Congreso, según el Observatorio de Participación Política de Personas LGBT en Colombia. Sin duda ha hecho historia, ha logrado un avance enorme para las personas LGBTI en el país del Sagrado Corazón. Ha puesto en el radar a una minoría, aunque esto le ha costado el odio y el repudio de muchos.

Hoy tiene 37 años, es un hombre humilde y sencillo, es ‘compinchero’, no le gustan las corbatas, usa trajes y medias con diseño. Tiene ese aire joven y fresco que no se encuentra en todos los políticos, de vez en cuando se le sale una grosería mientras habla, pero parece no importarle. Dice que no es de izquierda ni de derecha, le cae bien la gente, apoya al pobre y al rico, saluda al rubio y al moreno, apoya a los gais, pero respeta a la iglesia, es el amigo de todos, es un político de todos los colores.

Foto: Esteban Parra