Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Comunicar sin perderse en el proceso

Ejercer el periodismo requiere más que saber escribir y tener uno que otro contacto. Tiene un proceso completo si se ejerce correctamente.

Columna de opinión realizada para la clase de Introducción al lenguaje periodístico (tercer semestre, 2022-2), con el profesor David Mayorga. 

El oficio de periodista ha sido demeritado de manera constante y para nada sutil. Se dice que cualquiera puede ejercer, que basta con escribir un par de palabras lindas o conocer a alguien con influencias para triunfar. Que quienes se dedican a esto simplemente viven escribiendo cosas irrelevantes y que su trabajo jamás podría compararse con el de un doctor o un ingeniero.

Es claro que el oficio se ha ido deteriorando, que muchos de los que se hacen llamar periodistas hoy en día -presionados por la necesidad de publicar y de mantenerse activos- dejan de lado la pasión por informar solo para subsistir en el mercado laboral.

Pero no por esto es correcto anular el trabajo y el esfuerzo que estos enfrentan para salir adelante. El periodismo, y el periodismo hecho correctamente, tiene investigación, tiene rechazos, tiene interés, tiene voluntad, fuerza y persistencia. Tiene valentía y audacia, y sobre todo, tiene la capacidad de llegar a donde otros no lo han logrado, de saber y comunicar lo que ha permanecido oculto. Es un proceso de aprendizaje y mejora, pues debe cambiar y moverse con la misma velocidad con que lo hace el mundo pero sin dejarse llevar por él. Debe sospechar de lo que le rodea e intentar hasta el último momento no ser engañado por cuán brillante sea la nueva versión del mundo al que se enfrenta.

Es por eso que coincido con Kapuściński, un cínico jamás sería el rostro ejemplar del periodismo. Una labor tan compleja no podría ser atribuida a alguien falso o desvergonzado, más aún cuando, en su falsedad, no podría retratar las realidades que quiere contar con fidelidad.

Basta con leer algunas páginas de Los cínicos no sirven para este oficio para percatarse de que un buen periodista tiene un sinfín de cosas por cumplir. Sin duda, la más importante es saber cuáles son las historias que va a contar, cuál es su gente, en qué mundo va a centrar su profesión. Así, podrá hacerse uno más con ellos y desarrollará las habilidades más importantes: observar y escuchar.

En este sentido, queda claro que a pesar de la búsqueda de objetividad, siempre se puede caer un poco en contar la historia desde el punto de vista propio, pues va partiendo de la experiencia. Sin embargo, con el perfeccionamiento de la técnica y el conocimiento de que una historia jamás tiene un solo lado, surgen los periodistas más destacados, los que -pese a la dificultad- buscan todo tipo de fuentes y cuentan las historias desde todos los puntos, con la mayor imparcialidad del caso.

Pero no es posible ignorar que una gran parte del periodismo de hoy en día no le sirve a la comunidad ni a su esencia pura. Por el contrario, le sirve al mercado, a las élites económicas y fuerzas políticas dominantes. De ahí que la confianza de las personas en los medios de comunicación tradicionales sea casi nula, ya que los periodistas, cuales ciervos, cada vez hacen más evidente la posición de sus líderes.

 Es aquí donde se pierde lo esencial del periodismo, pues aunque las historias grandes, de las élites y de sus intereses pueden aportar un poco a la construcción de comunidad, es en los marginados, en los que tienen poco, en los que se han estrellado con el mundo repetidas veces en quienes se conoce una sociedad. Son ellos los que crean una identidad, y los que cambian junto con ella, son ellos a los que se debería escuchar y son ellos a los que se les debería comunicar.

Por último, hay que recordar que el periodismo es una manera de cambiar el mundo, de construir uno mejor para todos. No se ejerce por dinero, se ejerce por amor, por pasión y por convicción.