Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Malabares del tercer mundo

Lleva malabareando dos décadas. Su arte lo llevó a Alemania, a Francia y lo devolvió a Colombia para reivindicar la identidad latinoamericana desde el circo.

Perfil realizado para la clase de Pensamiento crítico y argumentativo I (primer semestre, 2023-1), con el profesor Guido Leonardo Tamayo Sánchez.

Hace catorce años, Daniel Valderrama grabó y subió un video a YouTube. Le llamó The Poor King, es decir, el rey pobre. Así, todo escrito en minúscula y sin más explicación. De fondo en el video suena la canción homónima de Jorge Velosa. Cuando canta el primer verso — “en mi tierra yo me siento como un rey”— aparece Daniel malabareando tres clavas blancas, haciendo un truco que llamamos 423. Implica hacer algún movimiento con la mano mientras la clava y se encuentra aún en el aire.

Es un domingo cualquiera en Usaquén y él es un primíparo cualquiera de la Universidad Nacional, con tres clavas y una cámara haciendo malabares en un andén. Las personas que van pasando se bajan a la calle por miedo a ser golpeados por una clava, agachando la cabeza mientras pasan a su lado. Lleva puesto un saco naranja y cabello castaño largo cuyo estilo no ha variado en dos décadas. 

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—Desde que conocí el malabarismo no he podido dejar de pensar en esto ni un solo día. Eso fue hace ya casi veintitrés años, y hace dieciocho vengo al Externado.  

Es sábado, casi tres de la tarde. Entramos juntos a un restaurante vegetariano de la calle veinte con carrera quinta. Me hablaba mientras descargábamos de nuestras bandejas todos los platos para colocarlos en la mesa. Daniel se ofrece a devolver las bandejas a su puesto. 

—Mira esto— dice, mientras pone una bandeja a girar sobre su dedo índice. Siempre que tiene en sus manos cualquier objeto, inventa alguna maroma que trasciende su función ordinaria. 

—Yo empecé a venir al Externado por mi hermano. Él es seis años mayor, estaba estudiando economía por allá en el año 2004. Se metió al grupo de teatro y me contó que había otro grupo, de malabarismo. Un día le dije que quería ir, pero que me moría de la pena. Entonces él me dijo, “cuál me muero de la pena, camine”. Me recibió Paula Malik, ella fue quien fundó el grupo de malabarismo y me recibió con un cariño impresionante. Al final me insistió que siguiera viniendo los sábados a practicar, y desde eso nunca me fui.

Ahora es él quien dirige el grupo de malabarismo y viene cada sábado a perpetuar el legado de lo que su maestra construyó. A mediodía llega al solar del Externado donde se reúne el grupo de malabarismo, sonriente, con un saco de algún color plano y un buff en el cuello. Todo aquel que lo vea se contagia de su energía descomplicada. Dirige al grupo en sus estiramientos y hace un calentamiento que es más mental que físico.

Hace años le escuché a un maestro paisa que el primer paso para malabarear es aprender a caminar y mascar chicle, que la mente pueda hacer dos cosas al tiempo. Cuando ha pasado estudiante por estudiante para darles algo que practicar durante la sesión, pide que alguien use los parlantes del salón para reproducir música. Una vez todos están enfocados en algo, se dedican a sus propias maromas. Lo suyo son los chibchas. 

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“Saludos desde estas montañas. Saludos desde nuestras montañas”. Con esa frase dicha por Mateo Lasso, un colega de Daniel, se da a conocer al mundo Chibcha Juggling Project. Son una vanguardia de malabaristas que buscan traer la atención del circo a Colombia. Daniel es uno de sus fundadores. Su arma, diferente a las pelotas, aros o clavas convencionales, son los chibchas: bastones de circo hechos con otros propósitos, que ellos reivindican como juguetes del malabarismo.  

—No estoy de acuerdo con el desconocimiento que se les da a los indígenas en este país. La falta de participación política y social a la que se ven relegados, los atropellos a los que se ven expuestos y la falta de participación cultural por parte del estado. Estas culturas son nuestro patrimonio, no es lógico permitir que se extingan.

Desde muy joven defiende la cultura colombiana. Con ese horizonte se ha conseguido la oportunidad de estudiar y viajar por el mundo, logrando que otros ojos se fijen en estas montañas.  

—Vi un video hace años que se llamaba Juggling in Berlin. Y eran unos malabaristas muy serios haciendo cosas impresionantes en Berlín. Esa fue mi única relación con Alemania cuando me dijeron: “Existe una posibilidad de que te vayas a hacer un intercambio a Alemania”. Y yo lo único que pensé fue en ese video, Juggling in Berlin. “Pucha, eso tiene que ser una sede del malabarismo muy poderosa, yo quiero ir”.

Así fue. Y regresando de Alemania tuvo más claro que nunca que su identidad de colombiano era lo más valioso que tenía. El circo pasó de ser una cuestión estética a ser una forma de revolución, de resistencia contra la extinción de la identidad latinoamericana. En el 2012, año en el que terminó su carrera en cine en la Universidad Nacional, subió a su canal una película: Third World Juggling, Malabarismo del Tercer Mundo.

Con sus colegas capturaron la realidad latinoamericana a través de los malabares. Hacían malabarismo sobre la maquinaria de las obras públicas que aún en el presente no han sido entregadas; en las tiendas de los barrios, frente a los pelotones del ESMAD, en medio de las avenidas y en las canchas de microfútbol de los barrios populares. A través de esos proyectos encontró personas con su misma trayectoria: al Nené, a Coco, a Santa, a Gabo. Con personajes como ellos evolucionaron sus creaciones y se convirtieron en lo que hoy comparte con su grupo de chibchas.  

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“Allá en Alemania fue donde nos conocimos. Hace diecisiete años llegó a la casa de mi familia en Berlín, era estudiante de intercambio y estaba aprendiendo alemán. Y esta vez vengo yo a visitarlo a él”, me dice en inglés Chris, quien está de visita en Bogotá y en vez de “turistear” por La Candelaria, vino a “malabarear” a la clase de sábado de Daniel. Así como cualquier persona que lo conoce, Chris habla de Daniel como una especie de mago, habla de los chibchas, de la forma en la que se mueven y cómo es distinta a todos los otros juguetes. 

A su lado está David, un estudiante que lleva varios semestres en el grupo de malabarismo y está fascinado mirando en su celular un truco que solo funciona con chibchas. Es difícil no notar que el rostro de Daniel se alegra cuando escucha a las personas mostrar interés en su vanguardia.  

—La idea es que esto lo vean en todo el mundo y se interesen, que vean que esto es un centro del malabarismo muy potente y empecemos a escuchar la palabra chibcha en Francia, en Japón, en todas partes.

Esa misión la cumple desde su posición como profesor de malabares, y tiene maestros, amigos y estudiantes regados por todo el mundo que están contribuyendo a visibilizar su proyecto. Atrás quedó en la vida de Daniel Valderrama el malabarismo por pasatiempo, ahora lo convirtió en una declaración política y espiritual que se riega a quien conoce y explora la vanguardia de los chibchas. 

“Saludos desde estas montañas. Saludos desde nuestras montañas. Poseen años en los años, y este es nuestro camino. De la mano del bastón, como los más altos de la manada. Nos dirigimos a buscar nuestro bastón de mando. Un rumbo. Y es que, si hablamos de leyes, estamos a favor de quien crea en lo inmortal. Chibchas. Amantes de lo total, y verdugos del ahora”.