Facultad de Comunicación Social - Periodismo

Mil ciudades y un solo corazón

Es músico las 24 horas, con rizos perfectos y gafas que suele emplear como escudo para su timidez. Es Andrés Cepeda, el intérprete del amor.

Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre, 2021-2), con la profesora Laila Abu Shihab Vergara. 

“Voy a extrañarte” fue una de las canciones que cantó Andrés Cepeda durante el concierto 360, el 17 de mayo de 2014 en Bogotá. A ojos de María José García, una de las espectadoras, fue impactante evidenciar el sentimiento con el que Cepeda interpretaba la canción, pues su voz se había perdido en medio de la melodía, provocando que el llanto fuera el protagonista del instante. Extrañar a su madre era inevitable para él.

Llegó al mundo en un momento muy sorpresivo, pues Myriam Cediel, su mamá, tenía 40 años en aquel entonces. Es el menor de cuatro hermanos. En el hogar de los Cepeda Cediel, los papás solían reunir a los pequeños cuando se iban a dar noticias importantes, generalmente tenían que ver con el destino de las vacaciones. Cuando los citaron en aquella ocasión creían que esta sería la razón del encuentro, pero se llevaron una sorpresa al recibir la noticia de que un hermanito venía en camino y que nacería en julio de 1973. Ahora, mientras sus ojos navegan por las memorias de una hermana mayor con alma de madre, Consuelo Cepeda recuerda: “ese día se armó una algarabía, fue una dosis de felicidad para todos nosotros que ya éramos adolescentes”.

Cuando empezó a crecer conoció la música y, con ella, a los amigos que lo acompañarían de por vida. Durante su niñez fue expulsado del colegio San Carlos, donde conoció a Gustavo Gordillo y Juan Gabriel Turbay, quienes también disfrutaban de este arte. Solían encontrarse durante los descansos en el salón de música mientras el resto de sus compañeros jugaban. Allí compartían su pasión. A sus 14 años le iba muy mal en el colegio; su padre, Humberto Cepeda, consideraba que esto se debía a que lo consentían demasiado, así que lo matriculó en el colegio Juan Eudes, una institución del Minuto de Dios. Durante ese periodo tuvo que coger bus público para trasladarse, ya que vivía en Santa Ana, en la calle 109 con carrera 2 este, y el colegio estaba ubicado en la calle 81. Fue una experiencia que le permitió entender su entorno desde otra perspectiva.

Hizo dos años en el colegio Juan Eudes y tiempo después empezó a estudiar en el colegio Emilio Valenzuela, ahí coincidió nuevamente con Gustavo. Él solía recordar a Andrés como un niño nerd, ya que en el San Carlos se la pasaba jugando “Dungeons & Dragons”, un juego de roles muy famoso en los años 90. En el Emilio decidieron formar una banda de rock a la que nombraron Poligamia, pues en sus corazones no existía espacio para una sola chica, ya que en esencia vivían enamorados del amor.

A Andrés no le daban permiso para salir a ensayar porque no le iba muy bien en el colegio. Para el primer concierto de Poligamia, en su primera conformación, no logró llegar, así que el baterista tuvo que cantar. Por eso Oscar Murillo y Danilo Gossaín abandonaron el grupo. Gustavo y Andrés decidieron ir en busca de Juan Gabriel Turbay, pues sabían que tocaba muy bien el piano, además de que tenía una hermana bellísima que les encantaba, su nombre era Paola Turbay. Él aceptó, puesto que estaba próximo a entrar al Emilio. Luego, le hicieron la invitación a Fredy Camelo y César López, así conformaron a Poligamia en 1990.

“Para grabar nuestra primera canción solo reunimos 35.000 pesos, en este momento vendrían siendo 300.000 más o menos”, recuerda con cariño Gustavo Gordillo, el bajista de Poligamia. “El productor, Luis Miguel Olivar, nos dijo que el dinero solo nos alcanzaba para grabar una canción acústica. Recuerdo que lo sacamos en dos horas. Allí surgió la primera canción, titulada “Desvanecer”. Con este primer sencillo, en 1990, participaron en un concurso de Radioacktiva y ganaron. Por esa razón la revista Cromos los entrevistó para una sección que se llamaba Cromo Rock. El día de la entrevista, en el estudio estaban cuatro de los cinco integrantes de Poligamia, extrañamente Andrés iba tarde.

–¿Chicos, de ustedes quién es Andrés Cepeda? –preguntó Karl Troller, el conductor del programa.

–No ha llegado, viene en camino, ¿por qué? –respondieron los cuatro en coro.

–Es que me llamó mucho la atención que llamé a su casa para citarlo y me contestó su mamá –dijo con gracia Troller.

Fredy Camelo, el guitarrista de la banda, recuerda entre risillas ese momento porque Andrés era el más desjuiciado de los cinco, entonces la mamá lo cuidaba mucho.

–Buenas, ¿me estoy comunicando con la casa de Andrés Cepeda? –dice Troller.

–Andrés no está, ya salió –responde doña Myriam Cediel.

–¿Sabe si ya viene? –le pregunta de vuelta Troller.

–Le voy a pedir un favor, cuando hable con Andrés, aconséjele que sea juicioso en el colegio porque ya se está tirando todo de nuevo y no quiero que lo echen otra vez –interrumpe la mamá.

Es así como Fredy recuerda con dulzura la forma en la que doña Myriam cuidaba de Andrés.

Les apasionaba lo que hacían y gracias a su proyecto encontraban el amor, componían, construían momentos que hoy recuerdan con cariño. Su repertorio de conquista consistía en dar serenatas. Una vez le dieron una a Shakira, fue la única que hicieron por el lado de Gustavo. Estuvieron en un programa que se llamaba RCN al día, que se transmitía en la mañana. El día de la serenata entraron al set de sorpresa interpretando la canción Embrujo, pues a ella le encantaba, en 1996 Shakira también estaba empezando su carrera y tenía una relación amorosa con Gordillo.

Querían que los reconocieran como una banda de rock, por esa razón grabaron el tercer disco. Este no sonó tanto como los anteriores, tan solo se escucharon un par de canciones, entre ellas “Mi generación”, escrita por Andrés y Federico García, su mejor amigo de la juventud. Antes de grabar, Juan Gabriel decidió hacer un disco como solista, así que se salió de la banda. Cada uno empezó a trazar su propio destino, dándole cierre al periodo de Poligamia. La decisión fue tomada en la casa de César en medio de un aguacero que ellos aún recuerdan. Fue como superar una tusa. Sin embargo, cuatro años después se volvieron a juntar.

En 1993 la madre de Andrés fue diagnosticada con cáncer de páncreas. Para su familia fue muy complejo recibir esta noticia, pero a quién más afectó fue al consentido de la casa, que ya tenía 19 años, y al que doña Myriam seguía tratando como a un niño. Lo despertaba, le hacía el desayuno y le empacaba las onces, siempre estuvo pendiente de él. Años después, escribió “Luna llena”, una canción que le permite recordarla. Durante la enfermedad de su mamá se descolocó, dudó de sí mismo y abandonó la música. Fue un momento de negación, asumir la muerte de su madre le llevó tiempo. Tras el funeral, el 30 de agosto de 1994, Cepeda y su papá llegaron a la casa, inmediatamente se miraron con nostalgia y se dieron un abrazo que le daría apertura a la nueva vida que llevarían juntos. Una de las preocupaciones de Myriam era dejar a este par de locos solos en casa, pero con el tiempo los dos aprendieron a manejar su ausencia.

Decidió estudiar ingeniería de sonido en The Recording Workshop, Ohio, Estados Unidos. Todos tenían la percepción de que sería productor, pero fue en aquel momento cuando decidió grabar su primer álbum como solista, el cual tituló “Sé morir”. Pero faltaba “la canción del disco”; le pidieron un boceto para el día siguiente, así que decidió verse con Federico para componer. “Esa noche pedimos unas cervezas, tan solo teníamos una contestadora automática, de esas que tenían un casete chiquito. A medida que surgían las ideas grabábamos la canción. Terminamos a las cinco de la mañana, Andrés salió para la emisora La FM. Ese día recibió la aprobación de la canción, les había encantado”, cuenta Federico García, politólogo y actualmente profesor en la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Externado. Años después, Federico y Andrés fueron socios en un bar en el norte de Bogotá, pero parece que unir la amistad con los negocios no fue tan buena idea y, después de que el sitio cerró, no volvieron a verse. En todo caso, García no habla de eso.

El amor y el desamor son un detonante para la creatividad y justo en aquel momento Andrés había terminado su romance con Jimena Ángel, una cantante que, tal como él, amaba el rock en español. “Sé morir” fue el primer álbum de Cepeda como solista y lo lanzó en 1999, en menos de un mes; debido a la producción musical, que fue todo un éxito, recibió un disco de platino, que le sirvió para recordar cuál era su verdadera pasión. En el 2001 produjo su segundo álbum, titulado “El carpintero”, con este obtuvo el doble disco de platino y, en 2005, recibió uno más por sus ventas en Colombia de la producción “Para amarte mejor”. En el 2007 logró por fin el reconocimiento internacional, hasta entonces tan esquivo: lo nominaron al Grammy Latino en la categoría “Mejor álbum pop masculino”.

En el 2009, “Día tras día” se convirtió en uno de sus mejores álbumes y el más reconocido de su carrera, otorgándole discos de oro y platino, además de la nominación a la canción del año y el álbum del año en los premios Grammy Latino. En 2012 lanzó “Lo mejor que hay en mi vida”, su séptimo trabajo discográfico y aquel que lo llevaría de gira durante más de dos años. Los ingenieros que suelen trabajar con él le tienen mucho respeto porque es bastante exigente. Siempre sabe lo que está ocurriendo. Cuando recién empezaron a ir a Miami junto a Fredy para producir música, se quedaban en la casa de un cantante cuyo nombre es Andrés Mendoza. “Los miércoles, cerca de su casa, existía un bar donde hacían karaoke, eso fue en el 2006. Una vez fuimos a tomar un trago, Andrés decidió cantar, la gente que asistía era bastante patriótica así que no gustaban de extranjeros. Cuando vieron a Andrés Cepeda en la tarima lo abuchearon y tuvo que bajarse. En estos días recordé la anécdota y por esa razón se la devolví a Andrés”, dice Fredy Camelo, actualmente productor de grandes artistas.

La frase célebre de la canción con la que se despidió la agrupación Poligamia fue: “Y aunque pase mucho tiempo, juraremos no estar viejos, para amarnos otra vez”. Así es como en el 2016 organizaron su reencuentro, que coincidió con el aniversario de la muerte del papá de César, actualmente compositor, pianista, guitarrista y creador y gestor de la iniciativa latinoamericana “24-0”, que propone 24 horas con 0 muertes violentas.

El día de la grabación de la pieza musical “Mi generación” el baterista llegó con un traje formal de color negro. Acababa de salir del funeral de su papá, y, aun así, estaba dispuesto a grabar. “Lo que uno vive con los amigos alrededor de la música es envidiable, sin importar para dónde vaya, sin importar si se es bueno o malo. La experiencia de crear algo y lograr que suene es una experiencia muy bonita”, menciona Gustavo Gordillo, hoy director y realizador de su propia productora, quien considera que por ello su amistad es una hermandad.

En el 2010 Andrés dio una entrevista al periódico El Colombiano y, sin imaginarlo, se topó con el amor de su vida, la periodista Elisa Restrepo. “Andrés era una persona que podía perder mucho el tiempo con amistades, que no podían ser las mejores en el sentido de que gastaba dinero. Trasnochaba, comía mal, no se cuidaba y bebía. Elisa llegó, de una manera muy especial y con mucho amor empezó a limpiar ese camino que había trazado Andrés. En ella encontró su polo a tierra”, cuenta Consuelo Cepeda.

El equipo de trabajo de Cepeda se ha convertido en una familia sólida, que perdura. Su manager, Luis Miguel Olivar, quien entre otras cosas descubrió el talento de Marbelle, lo acompaña desde Poligamia, ya son 29 años llenos de lealtad y una amistad incondicional, además de logros que hoy hacen de la carrera de ambos un camino de éxitos. “Andrés es súper buen jefe, muy exigente, le gustan las cosas bien hechas y pulidas”, comenta Alejandro Gómez, quién hasta junio del 2018 fue su fotógrafo de cabecera. “Es muy detallista, uno aprende a conocerle el gusto. Con él se establece una conexión en la que no se requiere de palabras”.

Sus fans lo adoran, han encontrado en él a un artista sensible y un buen amigo. “Yo tengo una manía, por así decirlo –dice entre carcajadas María José García, integrante del club de fans Cepedistas Bogotá–. A mí me encantan los crespitos que se le hacen en la parte de adelante y desde la tercera o cuarta vez que ya entré en confianza le decía que si podía tocar sus crespitos. Suelo tomarlos, jalarlos y veo cómo rebotan. Los managers me suelen decir que no me darán paso porque siempre despeino a Cepeda”.

María José conoció a Andrés en el 2014 tras su concierto 360 en Bogotá, en realidad iba por Santiago Cruz, pero al escuchar las letras de las canciones de Cepeda y el amor con el que cantaba, se enamoró del artista. Su primer encuentro con él fue en una firma de autógrafos y al, tenerlo de frente, quedó sin palabras, tan solo lloró de la emoción. En menos de una semana, volvió a verlo tras un evento en el que asistió junto al club de fans Cepedistas Bogotá, allí pudo conversar con él y conocer el ser humano que se escondía detrás de las gafas oscuras que lo suelen acompañar. Desde entonces, asiste a la mayoría de sus conciertos, está dispuesta a apoyar al equipo cuando necesitan extras para videos, va a firmas de autógrafos y asegura que su lema como fan del artista es “estaré con Andrés desde Poligamia hasta su último disco”.

Treinta años de trayectoria son suficientes para construir un legado. Poligamia le dio la oportunidad de despegar con su sueño, el cariño de su familia lo hizo fuerte para afrontar los momentos de crisis, su esposa le puso los pies en la tierra y permitió que su imaginación volara. Su mamá lo sentenció al éxito desde la vez que le dijo que ella lo vería como un músico de verdad el día que llenara el estadio El Campín. La música de Andrés Cepeda se convirtió entonces en un fenómeno porque está escrita desde el amor y el aprendizaje que le ha dejado el mundo que lo rodea.

–Los tiempos en los que vivimos hacen que las expresiones sensibles sean las que menos notemos, vivimos en un mundo muy veloz, en un mundo sensorialmente muy excitado. Entonces, no siempre tenemos el tiempo de sentarnos a reflexionar, a vivir básicamente, pero de igual forma en algún momento se tiene el espacio para hacerlo. Por eso suelo crear música –dijo Andrés Cepeda en el programa “Chao Ucrania, Hola Colombia” el 25 de abril del 2018.