Calles ciegas; semáforos sin colores
Realizado por: Valentina Velásquez, estudiante de cuarto semestre – 2017, para la materia: Taller de géneros periodísticos del profesor Sergio Ocampo.
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Para una persona con discapacidad visual, la mejor manera de movilizarse en Bogotá es en un sistema mediocre de transporte o transitar entre calles como en un video juego de obstáculos.
El reloj parlante que indica las 8:00 de la mañana es el encargado de romper el silencio en la sala de esa casa más bien sencilla en el distinguido Park Way. La habilidad con la que Diego Armando Castellanos maneja su celular y los aplicativos para personas ciegas, genera un sentimiento de estupefacción. Su aspecto elegante hace que su madre (presente en el lugar) se colme de orgullo. Ella asegura que es la forma más adecuada para ir a estudiar. A sus 20 años, Diego Armando estudia Licenciatura en educación especial en la Universidad Pedagógica Nacional. Allí forman para trabajar en el ámbito educativo o socio-laboral con personas que padecen alguna discapacidad. Sus materias están enfocadas a conocimientos generales y a programas de acompañamiento para las diferentes discapacidades. Así mismo, se habla sobre cómo, en tiempos modernos, se está empezando a discutir una inclusión más visible en la sociedad. A pesar de lo engorrosas que son sus materias, Diego no deja de lado sus ratos libres los fines de semana, pues además de hacer los trabajos asignados, pasa tiempo con la familia y entrena Goalball cada sábado sin excepción. Este deporte le permite a él y a muchas personas invidentes jugar fútbol a su propia manera.
Gladys comienza a inquietarse. Son las 9:15 de la mañana y se le hace tarde para acompañar a su hijo a la universidad. “No te preocupes, yo me guío. Hoy déjame ir por mis medios”. Ver no siempre significa observar.
Con pizarra y punzón en mano escribe algunas frases mientras habla sobre el reto que significó para él aprender braille. “Cuando Dieguito quedó ciego y se rehabilitó en el CRAC durante un año se veían unos casos terribles – cuenta Gladys -. Yo lloraba y el ángel de la guarda de mi niño me regañaba ‘no llore al frente de Diego’”.
Los ángeles también pueden estar entre la gente pues se dice que toda persona dispone de uno, Diego atesora el que para él es el mejor. Alba Berrio llega a la vida de los Castellanos con el característico resplandor de un ángel. Estuvo al lado de Diego y de Gladys durante toda su rehabilitación, la de ambos. Más adelante ella sería quien le ayudaría a continuar con sus estudios.
Seis años atrás Diego pierde la vista luego de que un alfiler fuera proyectado hacia su ojo izquierdo, por un compañero del colegio Agustín Fernández, en un juego de niños. El médico les aclaró a él y a su madre que solo era cuestión de tiempo para que a su ojo derecho, cansado del sobre esfuerzo por la falta de funcionalidad de otro, se le desprendiera la retina. Luego solo fue oscuridad. Después de una larga y compleja rehabilitación y adaptación la decisión es finalmente tomada y Diego retoma sus estudios en el colegio José Félix Restrepo en el 20 de julio a sus 16 años.
En el barrio Libertadores, San Cristóbal Sur, Zona cuarta, residen los Castellanos en una casa esquinera más bien pequeña junto a 16 familiares. “En mi casa llueve más adentro que afuera y algunos domingos, cuando hace buen tiempo, vamos a Boquerón a ver los globos flotantes”, comenta Gladys. Sus rutinas no varían mucho. Entre semana el día empieza a las 4 de la mañana. A las 5 camina a una cuadra de su casa para tomar el alimentador Libertadores que en 45 minutos llega al portal de Transmilenio del 20 de julio. A las 6 con 15 Diego aborda el B18 y hace transbordo en la Calle 63, allí coge un – ruta fácil – y finalmente llega a la 72. Sale hacia el norte, pasa la librería Pamericana, sube una cuadra y con destreza y un asombroso desenvolvimiento en la calles llega a su Universidad.
“Tengo un amigo con perro guía y siempre se lo maltratan en la hora pico. Esos perros se los dan a quienes se les dificulta la movilidad, que son muy miedosos y el perro les da esa seguridad-“, explica Diego mientras aclara que se inclina mucho más por el uso del bastón.
“De Transmilenio se hablan muchas cosas, que es el mejor servicio por ejemplo. Pero es el más excluyente de todos” asegura.
Los letreros luminosos y el altavoz están o bien para las personas con discapacidad visual o bien para las personas sordas pero casi nunca están prendidos. Se ha reclamado por medio de cartas. La respuesta de la administración siempre es la misma. “están dañados”. Son muy pocos los que ayudan dentro del sistema. Policías en servicio y guías ven a una persona con cualquier tipo de discapacidad y es muy difícil que presten su ayuda. Desde ahí se ve la exclusión en Transmilenio y en las mismas personas. “O se sube o se queda, así nos toca a nosotros”, remata Diego
A la falta de capacitación en términos de inclusión en la movilidad capitalina, Diego no excluye a otro de los transportes públicos más usados por la población bogotana: el SITP. Este puede llegar a ser más excluyente que los demás servicios. “El SITP No nos deja ser autónomos. ¿Qué voy a hacer yo solo en una parada del SITP sin poder preguntarle a nadie?”. Calles peores que nunca. Con huecos y grietas, No adecuadas. Semáforos desadaptados y disfuncionales. Baldosas para invidentes con función decorativa. Ramplas mal elaboradas o mal ubicadas. Bolardos y contadores de agua como responsables de caídas y accidentes. A esto y mucho más se enfrentan diariamente 40.000 bogotanos con discapacidad visual. “Ese Peñalosa dice que en Bogotá hay inclusión, diciendo que hay accesibilidad en las calles de Bogotá. La infraestructura está mal planeada, mal diseñada”, refuta Diego. ¿Cuál es tu palabra favorita? ¿Incluyente, cierto? “Esa palabra no existe todavía, en Colombia No”, añade.
Actualmente Diego se enfoca más que todo en estudiar. En representar a las personas invidentes de la universidad como miembro del colectivo LINCE (licenciados incluyentes construyendo educación) “tratamos de gestionar espacios para que las personas con discapacidad visual puedan ser visibles en la universidad y que los tengan en cuenta”