“La fiscalía solo funciona cuando el caso es mediático”
Entrevista a Miguel Ángel del Río Malo, abogado penalista y defensor de la exsenadora en fuga Aída Merlano.
Entrevista realizada para la clase de Introducción al lenguaje periodístico (tercer semestre, 2022-1), con la profesora Laila Abu Shihab.
Miguel Ángel del Río Malo, abogado de Aída Merlano, dinamita la asegurada impunidad de la corrupción. Lejos de estar acorralado, avanza por el tablero a punta de jaques a los reyes de la parapolítica colombiana.
A través de la distancia ineludible que la pantalla interpone, Miguel Ángel del Río alcanza con desenvoltura, y casi desde el principio, una cordialidad confidencial. A pesar de ser abogado penalista, no se adapta al molde frígido de su tipo. Su voz de chelo, sin asomo alguno de su endémico acento barranquillero, ya no me sorprende cuando vuelve a llenar el vacío de mi apartamento. Es la cuarta vez que acepta entrar a mi sala de zoom, porque así como me lo advierte desde el principio (“bueno, María José, le va a tocar transcribir largo”), Miguel Ángel del Río habla “mucho” y sus respuestas de libro ya han rebasado tres veces consecutivas el límite de las reuniones de la plataforma.
Sus ojos marrones me corresponden de nuevo con una simpatía abierta, de la cual me es imposible no dudar. Justo el día anterior, Miguel Ángel del Río acababa de asistir como defensor de Deyanira Gómez, exesposa de Juan Guillermo Monsalve –exparamilitar del Bloque Metro–, a una audiencia de preclusión del caso contra el expresidente Álvaro Uribe por presunto fraude procesal y compra de testigos.
Aquel día confiaba en que el resultado de la audiencia se inclinara a su favor y acertó: aproximadamente un mes después, la jueza Carmen Ortiz denegó la solicitud de archivar el caso en contra del expresidente . Y como si encabezar la defensa del testigo trascendental en contra del más intocable dinosaurio político de Colombia no fuera suficiente, también lleva en su agenda la defensa de Aída Merlano, exsenadora del Partido Conservador condenada— y actualmente prófuga de la justicia–, a 11 años de cárcel por corrupción al sufragante, concierto para delinquir y tenencia ilegal de armas de fuego de defensa personal. Por esto está avisado: se encuentra en la mira de unos matones del Atlántico.
“En los juzgados se les hacía raro que Miguel llegara con el pelo largo”, me cuenta Luisa Sánchez días después, una antigua colega suya y a quien ahora debo, con gusto, un almuerzo por ayudarme a contactarlo. Miguel Ángel del Río, ahora con el pelo corto, no tiene nada de típico. Lo entiendo cuando saca alientos de una fuerza desconocida para hablarme de que los sueños sí se cumplen, del rebelde fuego interior y de una bandera que lo tiene a sus 46 años enjuiciando a las casas políticas más poderosas del Atlántico: “La verdad es la verdad, independientemente de quién la diga”.
Abogado, yo leí en un artículo que usted solía colarse en las clases de una maestría en la Universidad Externado, hasta que le negaron la entrada…
Los sueños, que tenemos todos, están en lo más profundo de nuestro ser. En mi caso yo siempre tuve un fervor muy grande por ser abogado penalista. Uno de mis grandes sueños era entrar a una especialización que se dictaba en la Universidad Externado, llamada Ciencias Penales y Criminología. Me metía en las clases de los sábados hasta que me dijeron que debía pagar. Lo otro que hacía era irme a los juzgados de Paloquemao y entrar a las audiencias, a la que fuera. Me tocó salir de Barranquilla porque allá no había oportunidades, por eso decidí venir a Bogotá. A mí me tocó muy difícil. Las oportunidades que se me presentaban las tomaba, porque necesitaba sobrevivir. Así fue como un joven que se sentaba al lado mío cuando trabajaba en uno de esos call center, me recomendó en la oficina de abogados de su hermana y empecé a trabajar atendiendo accidentes de tránsito. Ahí es cuando conozco a Luisa. El aprendizaje nunca termina, María José. Uno siempre está aprendiendo. [Esto lo dice enfático, como si supiera que, como estudiante, me queda mucho por recorrer]. Uno se mide no en relación con los otros, sino en relación con uno mismo. Hoy me siento muy satisfecho de las cosas que se han hecho, pero siempre falta algo más, siempre.
Me imagino que estas iniciativas autónomas…
Entre otras cosas, y perdone que la interrumpa, me trataban muy mal, ¿no? [una sonrisa se asoma conforme habla]. Eso no era así de sencillo. Los abogados me decían: “Oiga, salga de aquí, ¿a usted cómo se le ocurre venir a pedir trabajo sin antes pedirme una cita?”. Una vez, me acuerdo que me encontré a Jaime Lombana, quien entonces era uno de los top de los abogados penalistas. Yo empecé a caminar para hablarle, pero uno de sus escoltas me cerró. En fin, una cosa muy… muy deprimente [ríe]. Y hoy, por ejemplo, que somos contraparte en diferentes procesos, que él es abogado de Álvaro Uribe y yo de Deyanira Gómez, es muy satisfactorio ver que ahí se materializaron mis sueños. Fíjese la vida cómo va construyendo. Todo es posible. Mire, a mí no me regalaron nada. NADA. Yo todo me lo gané a pulso [marca lo último con un ademán contundente de su mano].
Decía que la iniciativa propia de introducirse dentro de la práctica de lo que lo apasionaba, fue determinante en su formación como abogado, ¿no?
Sí, uno en la vida siempre tiene que crear espacios de rebeldía. Como estudiante, María José, siempre hay que ir más allá. Siempre. Yo vengo de una familia conservadora, tradicional, religiosa, casi que con un alto porcentaje uribista. Imagínese yo, miembro de esta familia, tener estas posiciones ideológicas rebeldes. Eso crea fracturas y así mismo ocurre dentro de la ciudadanía. La nuestra es una sociedad conservadora, en la que son muy importantes la autoridad y el poder, valores válidos. Pero por encima de esos valores están las necesidades de una ciudadanía que nunca ha tenido nada. Entonces me fui acercando a estas luchas, además por medio de un evento accidental: luego de yo hacer mi especialización y tener algunos casos importantes, me encontré en un proceso penal unas grabaciones en las que se escucha el ingreso de dineros del narcotráfico en la campaña del presidente (Iván) Duque. Esto produjo un conflicto no de convicción. Si esto se hacía público, dejaría de ser un abogado sereno. Con mi esposa decidimos que lo éticamente responsable era hacer pública esa información. Eso evidentemente cambió mi vida, pero asumí unos riesgos: arriesgar la vida de la pareja, de la familia.
***
Del Río se refiere al descubrimiento que se convirtió en la base del escándalo de la ‘Ñeñepolítica’, destapado el 3 de marzo de 2020 en el medio La Nueva Prensa. El abogado llegó al caso cuando era defensor de Carlos Rodríguez, el ‘sastre’, e investigaba el asesinato de su hijo. El principal sospechoso era el ganadero José Guillermo Hernández, el ‘Ñeñe’, relacionado previamente con el narcotraficante Marquitos Figueroa. En las grabaciones de las que habla Miguel Ángel del Río se escucha una conversación entre el ‘Ñeñe’ y Claudia Daza, exasesora del expresidente Álvaro Uribe, sobre dineros destinados para la compra de votos en La Guajira para la campaña de Iván Duque a la Presidencia en 2018.
Su abanico de clientes es muy diverso. ¿Cuáles son los criterios en los que se fija antes de tomar un caso?
Los criterios fundamentales para elegir un caso son: que represente un desafío jurídico, que pueda tener yo cierta línea ideológica con la causa o que vaya detrás de algo que represente un ataque contra las mafias. Fíjese que mis clientes no son ángeles caídos del cielo, pero conocen las estructuras del delito, tienen información con la que han podido enfrentar al poder y se han quedado sin soporte jurídico. Yo soy un abogado que hace valer la función social del derecho penal. ¿Dónde trazo la línea?: uno no puede ser cómplice del cliente, uno no puede sobornar funcionarios.
Hablemos del caso de Aída Merlano. ¿Cómo lo define usted?
Mire, Aída Merlano es una mujer que conoce las entrañas del monstruo que es el fraude electoral de la costa norte. Porque la vivió, porque participó en ella. Aída Merlano es una mujer valiente, víctima de muchas cosas y responsable de muchas otras. Sin embargo, es importante lo que tenía que decir y lo que seguirá diciendo de muchos políticos de la costa. A ella la capturaron en 2018 porque encontraron dinero en su sede política, pero además manipularon la escena del allanamiento porque introdujeron armas, cartuchos, proyectiles, para que ella quedara como la única responsable. Imagínese eso. Ella es una parte muy pequeña de un andamiaje que supera todo lo que usted pueda imaginarse. Por ejemplo, su campaña costó 18 mil millones de pesos. Hagamos el cálculo: un senador de la República en 4 años de ejercicio se gana más o menos 1.500 millones de pesos. Si una campaña cuesta 18.000 millones de pesos, ¿cómo recupera el candidato esa plata de la campaña? ¡Pues con corrupción y contratación pública! Mire una cosa muy importante: un día antes del allanamiento a su sede de campaña en 2018, Alejandro Char le hizo entrega a Aída de 600 millones, y esa plata se quedó ahí. Cuando al otro día la allanaron, encontraron ese dinero, el cual compone una de las pruebas reina en contra de ella. Lo que la Fiscalía no ha investigado es precisamente quien le entregó ese dinero. Las mafias electorales en el Atlántico lo controlan todo: la fiscalía y la policía. ¿Usted puede creer que en plena campaña electoral capturen a una mujer alfil de los Char, alfil de los Gerlein, por compra de votos? ¡Eso sería inaceptable en cualquier otro momento! Querían ponerle una trampa porque se había convertido, para el padre de Alejandro (Fuad), en una persona incómoda y en un factor desestabilizador para la familia Char.
¿Alguna intención política motivó que la revelación pública de las pruebas coincidiera con el lanzamiento de Alex Char como precandidato presidencial?
Aída quedó en el centro del huracán, dentro del cual inventaron una cantidad de cosas: que esto era político. No, no eran un tema político. ¿Que sí tenía repercusión política? ¡Pues claro que sí! Porque yo no iba a permitir que en plena campaña electoral los mismos mafiosos de siempre ganaran las elecciones. Entonces, ¡claro que también tenía una necesidad política! Pero no es que yo haya hablado con Gustavo Petro para acordarlo, es que yo decidí que en estas elecciones esto tenía que acabarse. [Asienta con la cabeza y aprieta los labios, lo que es para mí una pausa casi imperceptible para hacer acopio de una calma que vuelve a asentarse sobre Miguel Ángel del Río].
Gracias a los audios revelados por usted en el caso de Merlano, el senador Laureano Acuña tiene ahora una indagatoria abierta en la Procuraduría, ¿qué espera que ocurra con él?
Eso sí se lo puedo decir: yo espero que se vaya para la cárcel [al decirlo se inclina sobre la cámara ligeramente. Vuelve a perder algo, o más bien lo gana: enojo]. De hecho, hemos descubierto una información que lo relaciona con un posible intento de asesinato en mi contra. Pienso que un tipo de estos, el único lugar donde debería estar, es la cárcel. Yo seguiré trabajando con toda determinación para conseguir eso.
¿Usted cree que los medios de comunicación ejercen un papel trascendental en el ejercicio del derecho penal?
Alex Char tiene 40 investigaciones abiertas en Procuraduría y Fiscalía, María José. Ninguna avanza porque Alex Char es un hombre cercano al poder y al gobierno. Recordemos que la exministra (Karen) Abudinen, famosa exministra de las TIC por el robo de los 70.000 millones de pesos, era una cuota de la familia Char en el gobierno del presidente Duque.
Cuando yo era muy joven me levantaba muy temprano para leer a Daniel Coronell y a María Jimena Duzán. La vida hoy me ha llevado a ser gran aliado de ellos, que son periodistas además imparciales. No solamente en el derecho los abogados terminan sometidos ante el poder, en los medios de comunicación los periodistas también pierden su objetividad bajo el poder del dinero.
A los estudiantes de periodismo nos advierten en la universidad que al salir nos encontraremos con el dilema de decidir entre ser parte del establecimiento o no serlo…
No lo sean nunca. Lo peor que le puede pasar a un periodista es terminar del lado del poder.
El exfiscal Néstor Humberto Martínez dio a entender recientemente que las pruebas divulgadas por usted ya estaban en poder de la Fiscalía desde 2018…
Eso no es cierto. Hace dos años se entregó información muy valiosa, el problema es que la Fiscalía no ha investigado y funciona solo cuando el caso es mediático. Esas conversaciones de Aída Merlano con Julio Gerlein, sobre el ingreso de los 18.000 millones de pesos a su campaña, son evidencia nueva.
Martínez también hizo referencia a una posible prescripción de los procesos en contra de Aída Merlano. ¿Hasta qué punto esto es cierto?
Una cosa son los procesos en contra de Aída, y otra son los procesos en contra de otras personas con base en la información aportada por su caso. Ella está condenada y ahí no hay nada que prescribir. Sobre las informaciones relacionadas con ella, que involucran a terceros, llámense políticos o particulares, es allá donde estamos poniendo el dedo en la llaga, para que se den resultados precisamente en contra de la familia Char.
¿Usted cree que en caso de solicitarse al presidente Nicolas Maduro la extradición a Colombia de Aída Merlano, el Gobierno puede garantizar su seguridad?
Sí… porque solamente se la han solicitado a (Juan) Guaidó [sonríe]. No, no tiene cómo garantizarla. Es más, yo creo que al Gobierno le conviene que Aída Merlano sea asesinada. Si ella estuviera aquí, ya lo hubieran hecho, o en la cárcel o en la calle. Mire qué importante es esto: cuando ella se escapó, compraron unos tiquetes a nombre de ella para ir a una isla del Caribe. Querían dejar el mensaje de que se había desaparecido del mapa. En realidad, la orden era asesinarla. La iban a enterrar como una NN, como pasa mucho en este país. De hecho, ella le ha solicitado al presidente Duque en muchas ocasiones que la pida en extradición; no lo ha hecho y no lo va a hacer. No agachará la cabeza porque los poderosos tienen unos egos bastante inflados que no les caben en los cuerpos.
Unos son los propósitos de Aída Merlano. ¿Cuáles son los suyos?
Esa es una gran pregunta, María José. A mí me interesa la verdad [al decirlo, frunce el ceño y le da paso a un silencio que, aunque breve, es rotundo]. Si usted conoce una verdad, independientemente de a quién afecte, usted tiene la obligación ética de hacerla saber. A mí lo que me mueve es la verdad, es establecer lo que pasa con las miserias del poder, porque el poder es servicio, no es egoísmo.