La tabla de madera en el naufragio de la vida de Gonzalo
Gonzalo Mallarino, amante de la literatura, economista, columnista del Espectador, y autor de obras como Trilogía de las mujeres, habla sobre una vida.
Perfil realizado para la clases de Introducción al lenguaje periodístico y Escritura creativa (tercer semestre, 2021-2), con los profesores Laila Abu Shihab y Gonzalo Mallarino.
“La voz femenina me llena, me preserva y me sana. Es la única fuente de fuerza y de elementos creativos que tengo, las mujeres”. Gonzalo Mallarino tiene 63 años, es amante de la literatura, esposo de Carmen, quien por mucho tiempo ha estado junto a él, padre de familia, economista, administrador de empresas, escritor, columnista del Espectador, profesor en la Universidad Externado y autor de obras como Morada de tu canto, Trilogía de Bogotá y Trilogía de las mujeres, entre otras.
Mallarino ha dedicado la mayor parte de su vida al mundo empresarial. Casi hasta los 40 años estuvo en el sector financiero y en el mundo corporativo, como él dice -con la mala suerte de que le fue muy bien ahí-. Incluso durante esos años la escritura estuvo muy presente, pues desde muy temprano sabía que le apasionaba la relación con las palabras, con el lenguaje literario. De hecho, durante todo ese tiempo de la vida empresarial no dejó de escribir, pero en ese momento escribía solo poesía, pues esta le permitía cierta intermitencia y balance con su trabajo.
Finalmente, cuando sintió que había llegado el momento de escribir novelas tuvo que dejar el mundo corporativo. Fue así como llegó al Gimnasio Moderno a hacer lo mismo de siempre, administrar, hacer flujos de caja, análisis, todo lo que hace un administrador de un colegio, pero con la diferencia de que en ese lugar estaba más tranquilo y tenía una relación mucho más personal, pues en esas aulas ya habían pasado varias generaciones de Mallarinos. Ahí empezó a escribir, o como él lo define -a tener una conversación con la literatura, esa que no tuvo a los 18 años en el bachillerato porque tenía miedo de sus propios defectos, falta de carácter, de sus debilidades y confusiones-.
El Gimnasio Moderno es un lugar que lo acompaña mucho, pues le organizó la relación con el éxito y el dinero y así pudo dedicarle muchas horas a la escritura. Eventualmente en esos años escribió la trilogía de Bogotá, libro que recorre al tiempo la historia de una familia y de una ciudad en el transcurso del siglo XX, Esta novela, muy bogotana, evoca lo femenino y la transformación de la ciudad en los últimos años.
Poco a poco la poesía se volvió narrativa, entraron otras voces, más personajes y empezaron las novelas, “para eso sí hay que tener otro tipo de estado físico, de pulmones, de psiques, de emociones, porque hay que meterle muchos días de trabajo, muchas horas. Escribir una novela es una cosa metódica”, afirma.
Mallarino también se refugió en el psicoanálisis para poder escribir, “fue una especie de tabla de madera en el naufragio de la vida”. Con esto pudo poner cierto orden a las angustias, los miedos y las debilidades que tiene y que lo componen. Ha tenido tres psicoanalistas en 20 años, a quienes lleva en su corazón y afirma que sin las horas del psicoanálisis se hubiera autodestruido, hubiera dañado a Carmen y a sus hijos: “pues la vanidad, la inconstancia, el miedo, la relación con el poder y con la plata, también pueden llegar a ser muy equívocas, el trago, sobre todo, se lleva todo por delante”. Tuvo la suerte de haber encontrado unos buenos psicoanalistas que lo ayudaron a ver dónde se estaba engañando y eso le ayudó a escribir novelas.
En su vida han influido muchos escritores, principalmente Gabriel García Márquez, también Álvaro Mutis, algunos poetas colombianos y después la literatura española que lo obsesionó. “Según la costumbre”, su primera novela y la primera de la Trilogía Bogotá, está muy presente la influencia sobre todo de Federico García Lorca y Antonio Machado. “La cosa es que tú no tengas consciencia de esas influencias si no que te lleguen a los deditos, pero si te llegan desde lo hondo, desde el olvido, ya tienen una carga tuya que modifica el material y hacen que la influencia esté bien asimilada y se convierta en un paso adelante, en una renovación”, cuenta una tarde en un café del Chorro de Quevedo.
También está la influencia de Carmen, su esposa, muy marcada en todo lo que escribe y aunque en sus obras no hay un personaje que sea ella específicamente, dice que su voz está en sus mujeres, sobre todo cuando está terminando los capítulos o la porción de algún libro, Carmen tiene que leerlo, y si ella no está tranquila, Mallarino tampoco. Con las columnas de periódico que él ha escrito pasa lo mismo, no se atreve a publicar algo que Carmen no haya leído. Mallarino la describe como una mujer muy inteligente, que tiene mucha sensibilidad, mucho gusto y mucha sensatez. Entre risas recuerda que Carmen le dice: “tú no te puedes meter, tus fobias, tus predilecciones no se pueden meter, los personajes son sagrados, una vez que hablan, existen y son verosímiles, tú los ves levantarse y ponerse en pie, son unos seres que no te pertenecen, no puedes dañar ni contaminar a los personajes con las cosas tuyas, eso no puede ser”.
Para escribir Mallarino tiene más afinidad con lo femenino, escribir sobre Bogotá y las mujeres solucionó un problema muy difícil que él tenía con la técnica, lo salvó la poesía y le dio una cosa rítmica, sensitiva, sensorial, que lo ayudó a crear una sintaxis, un lenguaje. Él sabía que el asunto era Bogotá y sabía que en Bogotá el asunto eran las mujeres, se interesó por los pabellones de maternidad en los hospitales de caridad, las enfermedades y los dolores de las mujeres, la inclemencia de los hombres, el mundo que es tan cruel.
Las mujeres eran su objeto y justificación del trabajo como escritor, lo femenino es una forma de relacionarse con la realidad, con el mundo, con la tierra, con el amor, que no tiene lo masculino. Es mucho más misterioso y extraño, la relación de las mujeres es más telúrica, más asociada a la tierra y, según él, eso es lo que hay que buscar.
Escribir sobre lo femenino ha sido un reto pues todas las novelas las ha escrito en primera persona y ha tenido que hacer la cosa extraña de transmutarse, de volverse otra persona, las voces de sus mujeres, como él dice, le nacen en las tripas, así poco a poco van fermentándose y van naciendo los personajes, hasta que hablan por sí solos. Esto le costó mucho tiempo, pues es un proceso psicológico, emocional y también de salvación, pero cuando aparece la voz, hay una novela, y él sabe que tiene por delante tres o cuatro años, dependiendo en lo que esté trabajando, en los que va a estar a ojos de todos la versión menos mala de él, que es cuando está escribiendo. “La voz femenina me llena, me preserva y me sana. Es la única fuente de fuerza y de elementos creativos que tengo, las mujeres”. Eso le hace pensar que ese proceso largo valió la pena.
No le gusta escribir de manera lineal, esto se ve reflejado en sus obras, principalmente en Matrimonio, un libro que hace parte de la Trilogía de las mujeres. Se dio cuenta de que narrar treinta o cuarenta años en la línea convencional del tiempo hubiera sido muy aburrido. Incluso la primera versión de la novela fue así, la escribió de forma convencional, cronológica, pero había algo que le incomodaba, entonces la volvió pedazos contra el piso, como si fuera un cuadro y empezó a coger en desorden los fragmentos, ahí se fue consciente que hecha la novela así, de manera un poco desordenada, esos fragmentos se podían narrar en presente siempre, eso lo cambió todo, se perdió la línea narrativa y notó que los seres humanos siempre recordamos en presente, apenas entramos en la escena del pasado que estamos recuperando, la vivimos en presente, eso tenía mucho más sentido, así pudo narrar siempre en presente, el tiempo verbal y gramatical que él llama el pasado exacerbado, la exacerbación del presente.
Dice que nadie puede pensar en escribir en busca del éxito, “eso es una forma muy vil y desgraciada de enfrentarse a una cosa como la escritura, tan extraña, tan misteriosa, tan inconsciente, tan llena de belleza, de libertad y de futuro”, afirma. Aunque en Colombia son contadas las personas que pueden vivir de ser escritores, para él eso no tiene la menor importancia, lo importante es escribir, los libros acaban por publicarse, las cargas acaban por distribuirse bien, la plata llega, pero dice que no se debe dejar de escribir y no se debe tener miedo como él lo tuvo.
“La imagen del escritor del romanticismo languideciente, destructivo y angustiado no sirve para nada, hay que tratar de estar tranquilo, muy lúcido y vigilante para escribir, hay que leer mucho, pensar en el misterio de la escritura y las voces interiores que tienen que dar la solución a todo, ese es el asunto, no cuánto vas a ganar y si mientras tanto tienes que poner un asadero hay que hacerlo”. Por eso a lo largo de su vida ha escrito para otros medios, en otras tonalidades, en otro tipo de arreglo con la realidad y ha trabajado en otras cosas.
Actualmente es profesor en la Universidad Externado de una materia que se llama escritura creativa, algo que nunca había hecho, pues con la pandemia, la vida alrededor de la economía y las finanzas, se fue quedando un poco atrás, también como él dice, fue quedando atrás en la medida en que envejece. Él quería enseñarles a escribir a los muchachos y una cosa que lo une mucho a la universidad es que su poesía está en la colección ‘Un libro por centavos’, lleva dos semestres dando clases y está feliz.
Su última obra, Parque el Virrey, que se publicó el 23 de junio de 2021 fue un éxito. Por ahora, durante un año no escribirá ninguna novela, pues está escribiendo para la Editorial Planeta un libro sobre los cuarenta años del viaje a Estocolmo del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, esto para él ha supuesto mucha investigación, mucho texto, mucha cosa que aún le falta. Hecho eso volverá a pensar en una novela, hay por ahí unas ideas que tocan a su ventana, pero él aún no sabe de qué se tratará. Mientras tanto los que somos seguidores de su obra, esperaremos con ansias más de su literatura.