El hombre de plastilina
Perfil de Édgar Humberto Álvarez, maestro de la plastilina y artivista colombiano que cuenta con arte realidades de la calle y de la memoria.
Perfil realizado para la clase de Taller de géneros periodísticos (cuarto semestre , 2021-1), con la profesora Laila Abu Shihab.
Édgar Humberto Álvarez es un artivista social y político que empezó a ver el mundo en plastilina desde muy pequeño. Su proyecto “Se lo explico con plastilina” se ha encargado de darles voz a realidades subyugadas no solo de nuestro país, sino del mundo.
La única noche que el artista plástico Édgar Humberto Álvarez ha pasado en Facatativá fue la del 7 de abril de 1972, el día en que nació. Este artivista, egresado de la Academia Superior de Artes de Bogotá, tiene el cabello despeinado y a la altura de los hombros; además, viste una barba frondosa en la que se destacan algunos tonos blancos traídos por la edad. Es un hombre de piel clara al que le gusta andar con sudaderas, gorros, pantalones no muy holgados y unas Vans negras que siempre adorna con un cordón blanco en un pie y uno amarillo en el otro.
¿Por qué siempre utiliza los cordones de esa manera?
(Edgar se ríe) Tuve la grandiosa oportunidad de hacer un cortometraje para skaters en Los Ángeles, se llama ‘Alter Battles’. Me fascinó la informalidad que estos jóvenes manejaban en todos los aspectos, más que todo porque yo me considero un hombre muy informal. La historia es tan sencilla como que un día, en uno de esos encuentros, terminé utilizando por accidente un cordón de uno y otro de otro y me quedó gustando. Con el tiempo lo he ido resignificando. De vez en cuando pasan niños que me hacen un gesto de aprobación con el pulgar o me preguntan lo mismo que tú, a lo que yo les respondo: ¿y usted por qué los lleva del mismo color? (vuelve a reír). Es así de simple; siempre le dicen a uno qué debe hacer, cómo debe comportarse y a mí no me gusta eso. Yo odio la perfección, odio la simetría. Por eso soy artista, para mí la plastilina es lo más moldeable, lo menos recto.
Desde que era niño, Édgar tuvo gran apego a la plastilina. “Mi abuela solía hacer muchas cosas en masa de arepas y mi abuelo, al ser de Ráquira, Boyacá, se la pasaba elaborando vainas con arcilla. Verlos a ellos fue lo que me impulsó a trabajar con masas. Me acuerdo que cuando me iba mal en el colegio yo hacía mis trabajos en este material, a mis maestros les gustaba y yo realmente disfrutaba mucho haciéndolo. Claro, nunca imaginé que me fuera a dedicar a esto, creía que iba a ser pintor, siempre me ha interesado la historia del arte y todo lo que conlleva aprender esta disciplina”.
En el hablar de Édgar es común escuchar la palabra “curioso”. Es un hombre observador, creativo y sensible que a lo largo de su carrera se ha encargado de contar las distintas realidades del mundo por medio de la plastilina.
En 1989 consiguió trabajo como mensajero de una productora cinematográfica. Inspirado por el mundo que lo rodeaba, a la edad de diecisiete años produjo su primer cortometraje, un stop motion por el cual Édgar moldeaba plastilina hasta en los buses camino al trabajo y en el que animó la fábula del cuervo y la zorra. Este corto se mostró en el programa “¿Cómo le parece?”, presentado por el famoso periodista José Fernández Gómez. “El programa tenía un rating altísimo en la televisión colombiana. Para ellos yo tenía la historia perfecta, era algo así como un ejemplo a seguir. Fue muy chévere porque la popularidad de este show le sirvió de empuje a mi carrera; a través de él, Pelican, la empresa de plastilina, empezó a patrocinarme. Cabe aclarar que mi mamá hizo todo esto posible, ella insistía e insistía en que su hijo tenía talento, pedía en todo lado que me entrevistaran y así hasta llegué a hablar con un periodista de El Tiempo”.
Usted ha sido empleado, empleador e independiente a lo largo de su vida profesional, ¿cómo ha sido pasar por todo este proceso?
Bueno, la única empresa en la que realmente trabajé y en donde aprendí mucho de animación fue en Producción Nelson Ramírez, la productora de uno de los grandes pioneros de los dibujos animados en Colombia. Después, monté mi propia productora llamada Plastilina Creativa, y fue curioso porque pasé de ser ‘el mensajero’ a ser ‘el director’, ahí empezamos a sacar comerciales para Postobón y RCN, hicimos videos musicales, Plastichistes, de todo, trabajábamos muchísimo. Tener una empresa fue todo un cuento porque yo dirigía a 25 personas, me volví gerente, pero pues la pinta no me ayudaba mucho a pasar como tal (ríe). Estas dos experiencias fueron muy importantes porque me enseñaron lo que no quiero ser en la vida, y yo siento que a veces hay que ser lo que uno no quiere, para estar seguro de que no quieres serlo. Me decía que lo mío no era ser gerente ni mandar a nadie, pero tampoco me gustaba que nadie me mandase.
Édgar también fue profesor de artes plásticas en instituciones como la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Pontificia Universidad Javeriana y su propia casa de estudios, la Academia Édgar Humberto Álvarez. “Él es ese tipo de persona que siempre se esmera en enseñarles bien a sus estudiantes, lo hace sin ningún tipo de secretos o celos en cuanto a que la persona sepa realizar lo mismo que él. Édgar tiene paciencia y vocación para educar, con el tiempo termina convirtiéndose hasta en un hermano mayor”, confiesa Camilo Hernández, exestudiante y colega de Édgar, también cofundador del proyecto “Se lo explico con plastilina”.
¿Cómo es convivir con Édgar siendo estudiante y siendo empleado? ¿Existe alguna diferencia entre estas dos facetas del artista?
No, él siempre ha sido nuestro maestro. En la parte laboral somos muy amigos, cuando su proyecto o el mío está colgado, nos echamos una mano. Me atrevo a afirmar que nunca lo he visto gritar o enojarse. Él es muy exigente como profesor y como jefe, pero cuando algo te sale mal se pone serio y te habla con carácter, mas nunca te grita. Yo le agradezco a Édgar haber sido tan buen pedagogo, soy su estudiante desde que era un niño y ahora que me dedico a esto sé que si no fuera por su manera de enseñar nunca le habría cogido tanto amor a lo que hago.
Mientras era profesor y director de su productora, Édgar estudiaba en el Teatro Estudio Calarcá (Tecal), en Bogotá. “Hay un lema dentro del teatro y es que para ser feliz tienes que arriesgar. Yo esto me lo tomé muy en serio, así que decidí irme para Estados Unidos. Aquí tenía muchas cosas, por eso todo el mundo pensaba que yo estaba más loco que quien sabe qué y sí, era medio cierto, pero para mí eso era un comenzar de nuevo”.
El artivista, cegado por el amor de una de sus profesoras de teatro, Sandra, y un poco hastiado de la monotonía, liquidó su empresa y, en el 2008, emprendió un viaje a Los Ángeles. Allí empezó a trabajar en uno de los proyectos más grandes de su carrera, “Los Invisibles”, un documental que mezcla la realidad con la plastilina para mostrar la vida de los habitantes de calle en esa gran ciudad. Este corto animado fue nominado a más de 20 premios internacionales de cine y animación, y ganó en festivales como CINETORO, en Colombia; Locomoción, en México, y On Location New Filmmakers, en Los Ángeles, entre otros.
Édgar entregó cuerpo y alma a ese cortometraje de 7 minutos. Era común que mientras él grababa y acomodaba sus muñecos de plastilina, la gente le ofreciera monedas o comida. “Esa fue una experiencia muy curiosa porque en Estados Unidos si tú estás en el piso, así tengas una cámara 5d Canon y un computador Apple, eres un habitante de calle”. Fueron seis meses en los que el artista salía a las calles casi las 24 horas del día a sentarse en andenes, puentes, parques y túneles para poder retratar a uno que otro homeless que se le apareciera por el camino.
“A veces cuando uno es arriesgado, suele pasar de irresponsable. Me decían que era una locura salir a la calle con cámara y computador, y sí, era muy peligroso, pero si me va a pasar algo pues me tiene que pasar, y ya, así es la vida. Con eso aprendí que uno tiene que acostumbrarse a trabajar con lo que hay, yo en Estados Unidos no tenía el estudio ni el resto de las cosas que tengo aquí”. El artista se sumergió tanto en este proyecto que llegó a sufrir una leve depresión y a cuestionarse acerca de todas las problemáticas que, para muchas personas, hacen parte de la cotidianidad.
Fue así, con indignación en el pecho y plastilina en las manos, como el 6 de agosto de 2012 Édgar creó “Se lo explico con plastilina”, una página de Facebook e Instagram en la que realiza análisis sociopolíticos por medio del arte y la fotografía. “Antes de todo esto la gente me pedía muchos diseños a mi cuenta personal, hasta que un día un amigo sugirió que abriera una página. Al principio tuve que aprender mucho acerca de las técnicas de ilustración y fotografía digital, ya cuando las había dominado era muy chévere porque veía cosas que pasaban en el país y de una vez me ponía a diseñarlas”. Ya inmerso en las redes y con más de 130.000 seguidores en Instagram y con más de 800.000 en Facebook , Édgar, conocido como “Alter Eddie”, empezó a trabajar en proyectos grandes como animaciones para la campaña política de Antanas Mockus, exalcalde de Bogotá, o ilustraciones de los medallistas colombianos que participaron en los Juegos Olímpicos de Londres.
“Al principio yo trabajaba muchos temas políticos, y aunque sí tengo una inclinación un poco más de izquierda, siempre enfoco mi trabajo a lo social, sin importar de qué lado político esté. Es muy complejo porque si tú trabajas temas sociales siempre te asocian con la izquierda radical y pues eso es una mamera -dice-. Desde el principio siempre me he dicho que no quiero llegarle solo a un sector, sino que sería chévere llegarle a todo el mundo. Eso causa muchas contradicciones en la gente porque es como ‘venga, este berraco va al Urabá a trabajar con excombatientes y al siguiente día anda hablando mal de los secuestros’, pero es que así tiene que ser, uno tiene que criticar a los unos y a los otros si es necesario”.
“Se lo explico con plastilina” ha realizado proyectos de tipo audiovisual-informativo como “Un nueve de abril”, cortometraje ganador del Incentivo Pro-imágenes Colombia 2015, que, a pesar de estar planeado para dos años, por cuestiones de tiempo del equipo, terminó estando listo en tres meses. Además, como el público favorito de Édgar son los niños, ha trabajado en proyectos públicos como el programa Crea de Formación y Creación Artística de la Alcaldía de Bogotá, en el que dictó talleres de moldeo con plastilina. También ha colaborado con Banrepcultural, centro cultural del Banco de la República, para el cual realizó una miniserie de 7 capítulos en la que narra diferentes sucesos del 20 de Julio.
Hasta ahora su cortometraje favorito y el que más lo ha tocado se llama “Aquí falta alguien”, una pieza de dos minutos realizada para el Comité Internacional de la Cruz Roja, en la que se habla de los desaparecidos en Colombia.
Para Édgar esto ha sido todo un sube y baja. “Se lo explico con Plastilina” le ha traído experiencias que le han aguado los ojos, como la de ver a líderes y lideresas de la Minga indígena luchando con carteles en los que sus ilustraciones eran el símbolo principal. “Hay un caso en particular que me gustó muchísimo, un mecánico en Choachí utilizó en su taller una imagen de la página que dice ‘Escribamos entre todos un país en paz’, a mí me pareció muy bonito que alguien se tomara el tiempo de coger una imagen mía, imprimirla y ponerla encima del lugar donde trabaja. Vivir eso es indescriptible, es notar que la gente se apropia de lo que haces, lo siente”.
Este artivista sostiene que hace contenido para que la gente lo vea, por eso no teme subir sus proyectos o que estos sean reproducidos por otras personas en redes sociales como Vimeo, ya que para él eso hace parte de “hacer llegar el mensaje”. Pero no todo ha sido color de rosa. En el 2014 le hackearon la página y las amenazas o comentarios violentos en las redes sociales no se han hecho esperar.
“A mí me pasa algo curioso, me gusta echarle limón a la herida. Por ejemplo, el año pasado, un primero de enero, recibí un correo de un tipo diciendo que yo era un izquierdoso ‘hp’, cuando lo vi solo se me ocurrió preguntarle amablemente porqué me escribía eso, lo curioso es que después se retractó. Esas actitudes son muy comunes en redes sociales. Mira, yo tengo muchos detractores a los que no les gusta una cosa que hago, pero si les gusta otra y eso está bien, qué pereza si estuviéramos de acuerdo en todo. Hay que tomarse el tinto con el que piensa distinto”, dice mientras ríe.
En el momento de moldear, Édgar es multifacético. Emily, sobrina que él quiere como a una hija, cuenta que mientras su tío trabaja, mira una foto de la persona que va a retratar y escucha un video en el que esté el personaje. Camilo Hernández dice que si están realizando un stop motion, la precisión que requiere este trabajo no le da cabida a una sola palabra, pero si es algún proyecto que no demanda mucha concentración, mientras moldean hacen hasta chistes. Édgar dice que aunque su estudio es muy cómodo, considera un carro como el lugar ideal para trabajar, ya que le permite observar la relación natural entre el espacio y el sujeto.
Si bien a Édgar no le gusta encasillarse en ningún término, este gran proyecto significa para él la oportunidad de apoyar y difundir movimientos sociales que defienden el animalismo, el ambientalismo, la equidad de género y la lucha contra la xenofobia, entre otros. Su contenido es apto para todo público.
Ha publicado tres libros, entre ellos “Plastilina para pequeños grandes artistas”, una guía para introducir a las personas en este arte. Y es fiel creyente del ensayo-error-aprendizaje como estilo de vida.
Actualmente, se encuentra trabajando en proyectos con la Policía Nacional, el Banco de la República y un proyecto personal acerca de la historia de Colombia llamado “Memoria”, entre otros. Quiere dejarles a las nuevas generaciones el mensaje de que uno puede vivir haciendo lo que le gusta, de hecho, así es como él vive; escribe, fotografía, anima y, por supuesto, hace artivismo ante injusticias que, si el país no comprende, él se las explica con plastilina.
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