Facultad de Comunicación Social - Periodismo

La liberación de Brigitte

A Brigitte Baptiste la registraron como hombre en su acta de nacimiento y creció siendo Luis Guillermo. Luego de 35 años decidió volver a nacer para convertirse en lo que siempre quiso ser, una mujer.

Entrevista realizada para la clase Introducción al lenguaje periodístico (tercer semestre, 2020-1), con el profesor Fernando Cárdenas.

El último día en el que Brigitte Baptiste fue legalmente un hombre llevaba un vestido negro de corsé con falda de tul, medias púrpuras y tacones altos. Tras haber vivido su feminidad por más de una década, ese 17 de julio de 2015 la persona que salió de la Notaría 65 de Bogotá era oficial­mente una mujer. Brigitte nunca creyó que llegaría ese momento, pero no perdió la esperanza de que un día en Colombia la reconocieran como lo que había decidido ser.

“Soy legalmente mujer. Casada. Progenitora. Profesional. La misma de siempre, sin embargo”, fue lo primero que es­cribió en redes para anunciar la cul­minación de una de las batallas que ha librado para existir a plenitud. Al día siguiente varias noticias abrían con su nombre. No era novedad ver su fotografía y escuchar su voz profunda en los medios. Desde que en 2011 fue nombrada directora del Instituto Alexander von Humboldt, el organismo ambiental más impor­tante del país, se había convertido en una figura pública.

Brigitte ama la naturaleza, para ella es lo más Queer del mundo. Estudió biología en la Universidad Javeriana y dedicó su vida profesio­nal a explorar ese medio ambiente lleno de contrastes y colores que tanto le fascinaba. Ella misma pare­ce reflejar un poco de esa diversi­dad en su colorido cabello, sus lar­gas uñas pintadas y su fascinante feminidad. Pero no siempre fue así.

Luis Guillermo Baptiste nació en 1963 y desde ese momento Brigitte tuvo que esperar 35 años para ha­cerse presente y obtener un nom­bre. Ella era una parte de él, pero permanecía oculta porque creía que no tenía oportunidad de exis­tir. “Lo máximo que podía hacer era jugar a ser niña”, recuerda de cuan­do en compañía de su hermana se permitía interpretar a la madre o cocinera en sus juegos. Asumía cualquiera de los roles que, para la época, estaban asociados con la feminidad.

En su intento de expresarse en­contró refugio en el arte, aprendió a dibujar a los 12 años. Recreaba las fotos de mujeres de revistas, “buscaba un espejo”, recuerda Bri­gitte. En ese cumpleaños pidió una suscripción a la revista Cromos para seguir explorando su feminidad con cada trazo. El transgenerismo no era conocido en el país, en sus dibujos encontraba compañía, un alivio para calmar su soledad y falta de confidentes.

“La adolescencia fue mortal”, rememora de esos días en que se dio cuenta de que su cuerpo no iba a cambiar de la manera que deseaba, “todos somos trans en ese momen­to pensando ¿en qué me voy a con­vertir?”, añade. Así que se aventuró a comprar su primera prenda feme­nina: un modesto sostén blanco. Fue por su cuenta a un almacén de cadena, inexperto, permitió que le vendieran una prenda imperfecta con dos copas derechas. Un desliz que no le impidió usarlo.

Intentó estudiar en el exterior, tuvo mala suerte, siempre queda­ba fuera por unos puntos. Decidió ir a la universidad en Bogotá, probó con arquitectura, pero se cambió en el semestre siguiente. Descu­brió la Biología y sintió que estaba encontrando su lugar en el mundo, hizo amistades entrañables, se ena­moró y se casó por primera vez. Con el tiempo se graduó y viajó a Florida, Estados Unidos, para estudiar su maestría. Solo una cosa le molestaba, sabía que no es­taba satisfecho con su aspecto.

¿Cómo se sentía?

Yo les invitaría a pensar en lo que es el día de una persona que se levanta y tiene que responder a las expectativas del mundo en su apariencia, en sus preferencias estéticas. Eso es duro. Es una violencia constante.

Finalmente llegó el punto de in­flexión. Carolina, su única hermana, falleció. La tristeza fue abrumadora para Luis y empeoró con su propio divorcio. En la soledad de su apartamento, con un profundo senti­miento de pérdida, su feminidad aún anónima fue su gran consuelo, tal como lo había sido en épocas pasadas.

No quería que los eventos desa­fortunados derrumbaran lo que ha­bía conseguido en su vida profesio­nal y personal. “Yo estaba satisfecha con lo que había construido, estaba viajando, trabajando, tenía amigos entrañables”, dice Brigitte acerca de esos momentos en que tuvo que en­frentar el duelo con fortaleza, como le habían enseñado en su familia, en su colegio y en su diario vivir.

Llegó un nuevo pensamiento a su mente, “Tal vez puedo existir, no tengo nada que perder”, re­cuerda. Brigitte finalmente surgió.

Tomó el nombre de Brigitte Bar­dot, la popular actriz y símbolo de sensualidad de los 60, una de las mujeres que siempre admiró en sus revistas. “Nací como Brigitte y no me imagino siendo otra persona. Cuando me llaman por mi antiguo nombre suena extrañísimo, están buscando a quien yo fui, a quien me tocó ser”, afirma. Aun así, no niega su historia, sabe que la vida que llevó durante tantos años le sigue perteneciendo, aunque du­rante todo ese tiempo hubiera vivi­do como un hombre. Decidió con­servar la memoria de su pasado, en su identificación su nombre aparece como Brigitte Luis Guillermo Baptis­te, en un gesto de gratitud no solo con lo que había construido duran­te el tiempo antes de liberar su feminidad, sino como un recuerdo de sus padres y el nombre que con tanto cariño le habían regalado al nacer.

Inició su proceso para cambiar fí­sicamente. Sus amigas la apoyaron, su familia la aceptó y se enamoró de Adriana Vásquez, quien ha sido su esposa desde entonces y con quien formó una familia. Brigitte se enorgullece de haber criado a Cande­laria y Juana Pasión, sus dos hijas, con música metal desde la cuna. “Cada vez que les reclamo algo me dicen ‘es culpa tuya porque nos po­nías metal de bebés’”, dice entre ri­sas. Otro de sus más grandes logros es haberlas educado libres de pre­juicios y dogmas como la religión.

Hoy Brigitte vive a plenitud. Está orgullosa de su cuerpo, le encanta ex­presar con él su feminidad al mundo. Nunca quiso intervenirse quirúrgica­mente para cambiar su sexo porque sintió que no sería fiel a sí misma. También decidió conservar su voz profunda, aun cuando le ofrecieron entrenamientos o cirugías.

– ¿Hay algún motivo para no ha­ber alterado su voz?

– Para llegar a Brigitte tenía que crecer, volver a nacer. Mi voz es algo muy mío, nunca la pensé como algo femenino o masculino y eso que en el coro del colegio era barítono.

El único cambio corporal es su busto exuberante, un símbolo de erotismo y sensualidad que le ha permitido aprovechar al máximo su guardarropa. Vestidos, botas altas, prendas escotadas y toda clase de faldas hacen parte de una estética que ya hizo propia. No sigue una sola corriente de moda y no pre­tende que los otros entiendan su manera de vestir. “Es algo que me hizo falta en mi adolescencia, ex­plorar identidades. Hoy me encan­ta la moda gótica, hubiera sido una adolescente darks”, afirma.

Dirigió el Instituto Humboldt por casi 10 años, lo que la convirtió en la primera mujer trans en ocupar un cargo de tal relevancia en la esfera pública. Para Brigitte esta función es algo que requirió más arte que ra­zón al momento de actuar. Mientras recorría el país para explorar y pro­teger la biodiversidad colombiana, sentía que su labor necesitaba más que solo la teoría científica, requería unir fuerzas de todos los sectores de la sociedad. “Es un trabajo de bru­jería”, asegura, “ahí me identifiqué cada vez más con esa noción de fe­minidad, brujería, mujeres capaces de sentir el mundo y darle camino”.

Aun siendo directora del Instituto fue invitada a ser parte del consejo superior de la Universidad EAN. En 2019 le ofrecieron ocupar la recto­ría. De esta manera se convirtió en la primera mujer trans en dirigir una universidad en Colombia. Desde allí busca hacer un llama­do a no temer al cambio o las dife­rencias. Inició un programa de apo­yo académico para la comunidad transgénero, con el fin de ayudarlos a estudiar siendo quienes son y brindarles esa mano amiga que ella no tuvo mientras crecía.

Se declara feminista y ahora busca ser consecuente con la noción de que todas las mujeres generan un impacto en la sociedad. Como mujer trans pretende dar a entender que el mundo está cambiando. Para ella, el machismo y todos los estereotipos de género solo han limitado la felicidad y calidad de vida de las personas.

La feminidad liberó a Brigitte, hoy pretende defenderla e inspirar a otros con su vida y labor.

– ¿De qué está más orgullosa?

– De estar aquí hablando sabiendo que no tengo que fingir nada.